El conductor de LN+ expuso una picante columna de opinión sobre el futuro cercano que afrontará el país de acá a fin de 2022
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En medio de un contexto de crisis interna en el Frente de Todos, Luis Majul se sinceró y, en su habitual editorial en La Cornisa, anticipó con dureza: “Estamos muy mal y todo indica que vamos a estar peor”. De esta manera pasó a analizar en LN+ las razones que generan este razonamiento y aseguró que con este gobierno, será difícil encontrar esperanza en los ciudadanos.
A continuación, el editorial completo de Luis Majul:
No nos auto engañemos: estamos muy mal y todo indica que vamos a estar peor. Eso explica la bronca, la tristeza y el hartazgo que aparecen en todas las encuestas de humor social. Falta una eternidad -19 meses- para que asuma un gobierno que genere una nueva “esperanza”.
¿Por qué sería ilógico, entonces, suponer que la chispa más inesperada termine provocando un incendio que precipite y anticipe el final? ¿Por qué sería tan extraño esperar que nos demos una nueva “piña”, como la del corralito, el plan bonex, el Rodrigazo o la hiperinflación? Ahora volvamos a la foto que anticipa una película sin final feliz:
- Una inflación sin freno, con una proyección anual desde el 60 por ciento hasta más del 100 por ciento, mientras se imprimen nuevos billetes que no sirven para nada.
- Gastos desde el Estado innecesarios, que irritan a la sociedad todavía más. (Entre ellos, el uso los pasajes en avión de diputados para realizar actos proselitistas que se conocieron esta semana, cuestión de la que nos ocuparemos hoy en detalle, junto a Silvina Martínez. Y otros gastos, como los estacionamientos para autos oficiales de los funcionarios del gobierno, como nos va a mostrar Luis Gasulla).
- Un presidente que toca la guitarra fuera de contexto, y en condiciones que dan vergüenza ajena.
- Una gestión de gobierno a la que el economista Miguel Angel Broda, considera “la de mayor mala praxis de la historia”.
- Una feroz y irresponsable pelea a cielo abierto entre Alberto y Cristina, quienes no se hablan desde hace 90 días.
Y esto, sin meternos en los problemas estructurales de la pobreza, la educación y la salud física y mental, trastocada por el Covid y la cuarentena eterna. Y sin entrar en detalles sobre los papelones internacionales de las últimas horas, donde Alberto sale en auxilio de las dictaduras más sangrientas de Latinoámerica, como Venezuela, Nicaragua y Cuba. Pero detengámonos en la brutal pelea entre Alberto y Cristina.
En el pecado original. La causa primaria del desastre de gestión. Porque ya ni da para chistes. Porque traspasaron la barrera del respeto personal. ¿Cuándo? ¿Cómo? En las últimas horas, cuándo Alberto le dijo a más de un ministro que ella “está loca”. Cuando ella, delante de los pocos dirigentes con los que conversa cara a cara, lo trató de “gordo inútil”.
¿Por qué sería entonces tan raro pensar que el Gobierno no podría explotar en cualquier momento? Esta semana, Sergio Berni, en vez de ocuparse de la inseguridad, se puso el traje de Luis Landriscina para tratar al presidente de “borracho”. Berni ¿le estaba enviando un mensaje a Cristina, o estaba preparando el terreno, con el guiño previo de la jefa, para un nuevo golpe de palacio?
Porque a las pocas horas apareció Alicia Castro, chavista de alto vuelo, diciendo lo mismo que Berni, con otras palabras. Afirmando que no se puede elegir a un presidente a través de un tuit. Que todos cometemos errores. Que la reina Cristina también se puede equivocar.
Cristina y Máximo están en Santa Cruz, juntos, desde hace varios días. Fuentes del Instituto Patria recuerdan que cada vez que esto sucede, vuelven con una idea nueva, y más dañina, para detonar al Presidente. Por otra parte, hace tiempo que Máximo le viene enrostrando a su madre que, al ungir a Alberto, se equivocó.
¿Se viene el reconocimiento público de Cristina de este supuesto “error histórico”? ¿Se viene una nueva movida para sacarse la parte que le toca del monstruo que ella inventó?
Ahora sigamos este razonamiento: imaginemos a Alberto y Cristina como un matrimonio roto, obligado a convivir en una misma casa durante casi dos años más. ¿Por qué sería tan delirante prever, una vez más, que el delicado equilibrio de este gobierno de chantas se puede ir al demonio? Porque, además, están desconectados de la gente.
No están pensando, como vos y como yo, en como mantener tu Pyme sin echar a nadie. O en como conseguir otra changa para darle de comer a tu familia. O como reconvertir los planes sociales en laburo, legítimo, y en el sector privado. No tienen moral.
Les da lo mismo ofrecer un resarcimiento de tres palos en vez de pedir perdón por la grave herida social que dejaron con el Olivos Gate. O usar al impresentable de Gregorio Dalbón para pagar una tasa de justicia del mismo monto, tres millones de pesos, y demandar así por medio palo verde a Patricia Bullrich.
No les da ninguna culpa proteger, como una verdadera mafia, a Sergio Urruibarri, exgobernador de Entre Ríos, embajador renunciado de Israel, con sentencia por apelar de 8 años de prisión e inhabilitación para ejercer cargos públicos de por vida. Protegerlo, para que siga permaneciendo en Israel, con todos los gastos pagos y participando de actos oficiales.
Por eso tardaron menos en destituir a la fiscal anticorrupción Cecilia Goyeneche que en hacer volver a Urribarri. Vos sabés. A ellos no les importa, y a sus fanáticos tampoco, que los acusen de corrupción. ¿Viste que curioso? Ya no hay saqueos, ni verdurazos en Plaza de Mayo, ni nadie está preocupado por el frío que viene, ni hinchadas insultando a Alberto Fernández como lo insultaban a Macri.
Ni la patria, ahora, está en peligro. Solo defienden causas muy específicas, como la exigencia del tendido de agua potable en la villa 31. A Cristina y Máximo no les importa nada. Están demasiado preocupados en sus “detallecitos”. Obsesionados para que no los echen de sus posiciones de privilegios y de poder.
Que no los metan presos, como confesó el ministro nacional de Hábitat y exintendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi. Y Cristina está más desesperada que nadie. Para que la larga mano de la justicia no la atrape. Para que no llegue nunca el alegato acusatorio del fiscal Diego Luciana en la causa Vialidad.
Para que la sala de Casación no revise la sentencia que interrumpió la prosecución del Juicio Oral por la causa Los Sauces Hotesur. Para que la causa de los Cuadernos se desvanezca en el tiempo, y no aparezca, cada tanto, algo que la mantenga viva en la memoria de los argentinos. Algo como el video de Oscar Centeno diciendo que los bolsos con dinero iban la casa de gobierno, a la quinta de Olivos, o a Uruguay 1306. Para más datos: la esquina de la corrupción, el edificio donde vive Cristina.
Y todo esto para no hablar de la oposición, a la que buena parte de la sociedad, le pide, impaciente, que no se peleen, y que empiecen a solucionar el desastre que está dejando el Frente de Todos. Porque es probable que se vayan en diciembre de 2023.
Pero, ¿qué te parece que van a hacer desde el momento en que pierdan las PASO, con cuatro meses extras para romper todo, meter a la militancia rentada de La Cámpora dentro del barril sin fondo del Estado y preparándose, junto a los sindicatos y gran parte, para resistir un nuevo gobierno no peronista?
Por eso, a la rebelión de los mansos hay que transformarla en una revolución cultural, pacífica, de todos los días. Una que atraviese todas las corporaciones de la Argentina. No un revival del “que se vayan todos”, donde prevalezcan los mesiánicos, los que te venden soluciones fáciles, los que gritan más fuerte o golpean con más violencia una mesa.
Esos siempre, bien intencionados o no, terminan siendo funcionales el peor de los peronismos, en sus más variadas formas.