Con Camila Perochena analizan la proyección del 25 de mayo sobre la actualidad y los usos políticos de la historia en Hablemos de otra cosa, por LN+
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Se viene otro 25 de mayo. El miércoles celebraremos el 212° aniversario de la Revolución, en conmemoración del primer grito de libertad de los criollos, que se formalizaría, seis años más tarde, en 1816, con la declaración de la Independencia, en Tucumán.
Para hablar de la inminente fecha patria, y de su proyección sobre la Argentina de hoy convoqué a dos historiadores, como Pacho O’Donnell y Camila Perochena que con distintos matices convergentes (y no tanto) dialogaron sobre el tema en Hablemos de otra cosa, el programa que conduzco por LN+. Durante la charla se habló del antagonismo entre la historiografía liberal y el revisionismo; también sobre la kirchnerización de la historia, a partir de dos hechos claves: Néstor Kirchner asume su presidencia un 25 de mayo (el año que viene se cumplirán veinte años de ese hecho) y la recordada celebración multitudinaria del Bicentenario, en 2010.
Pacho interpreta: “Es común que los políticos hagan uso de la historia; algunos lo hacen con más intensidad”. Y agrega: “La historia liberal es una visión desde una posición de poder”, cosa que Camila también cree que le pasa al revisionismo cuando Cristina Kirchner es la autoridad máxima del país y esa versión alternativa se convierte en “historia oficial”.
La mudanza de la estatua de Cristóbal Colón, su reemplazo por la de Juana Azurduy (que luego Mauricio Macri hará correr hasta la plazoleta situada frente al CCK) y el traslado del sable de San Martín al Museo Histórico Nacional con el protagonismo de Cristina Kirchner son dos de las muchas acciones que emprendió la actual vice cuando ocupaba la Casa Rosada.
“La grieta siempre existió -apunta Pacho- porque es la confrontación de intereses, a veces sangrienta, entre sectores dominantes y otros que no lo son. La grieta actual es gritona y afortunadamente no violenta.” Y Camila advierte que “la historia siempre es reescrita”.
Apasionados en sus estudios del pasado, Camila y Pacho aportaron “papers” que me acercaron tras la grabación del programa para enriquecer la discusión y dilucidar mejor aquellos acontecimientos que cimentaron el nacimiento de la Patria.
El encuentro tuvo lugar en el bello Museo Isaac Fernández Blanco, que sirvió de marco a la conversación. Próximo a cumplir su centenario, el Palacio Noel resultó un marco más que adecuado ya que se resguardan allí mobiliario y otras piezas muy valiosas de la etapa virreinal.
Para empezar les pedimos a los entrevistados que distinguieran las diferencias entre las dos fechas patrias argentinas, el 25 de mayo y el 9 de julio. Para Perochena, en la primera “no hay ninguna referencia a la independencia ya que no necesariamente todos los revolucionarios la querían en 1810; tenían más en su cabeza una autonomía que una independencia. Sólo una minoría pensaba en cortar los lazos con España, minoría en la que está Moreno, pero no lo decían muy en altavoz. El resto tenía una postura más moderada”.
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Para O’Donnell la Revolución de Mayo es un mito de origen, pero tampoco cree que haya sido un proyecto independentista formal. “El apoyo que buscaban los revolucionarios era de Inglaterra que se había quedado con el mercado del Río de la Plata. Por eso se mantiene la idea que se había recobrado la soberanía para devolvérsela a Fernando VII cuando saliera de la cárcel napoleónica”, explica.
Camila aclara un poco más: “Se suele creer o trasmitir en el discurso público que el 25 de mayo de 1810 nació la nación Argentina. Y eso no es tan así. No es que en 1810 los revolucionarios estaban pensando ya en un país como la Argentina. 1810 no es fundador de una nación. Allí se inicia un proceso que después de muchas décadas va a dar forma a eso que hoy conocemos como la Argentina. Pero eso no estaba en las cabezas de los protagonistas de la época. Además, no es un proceso que se desencadene por sentimientos nacionalistas ni por un sentimiento o búsqueda de una independencia frente a España. Es más, en un primer momento, no era un movimiento contra la corona española. Mariano Moreno sí tenía una visión más emancipatoria”.
Pacho hace hincapié en que más allá de los sectores ilustrados que motorizaban la remoción de su representante, el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, también hubo un movimiento popular que precipitó el curso de los episodios. “Son los ‘infernales’, como se llamaban a sí mismos, los integrantes de la ‘patota’ liderada por un cartero, Domingo French, y un empleado de la administración virreinal, Antonio Berutti, cuya acción ha querido ser reducida a repartidores de escarapelas”, detalla O’Donnell.
“Hay una primera junta -rememora Perochena- que no es la primera, ya que la preside Cisneros pensando que así iba a conseguir legitimidad, pero había perdido el apoyo de alguien muy importante que era Cornelio Saavedra, el jefe de los Patricios”. Refiere que tras las dos invasiones inglesas, en 1806 y 1807, hubo un rol central del pueblo en armas. Las milicias criollas se convirtieron en un factor político”.
Recuerda Pacho que “Buenos Aires trabajó mucho sobre la idea de traer príncipes europeos” y Camila complementa con el dato que “en 1816 la única república que había en el mundo era Estados Unidos y que la Revolución inaugura la igualdad jurídica”.
Luego, la conversación deriva en que “el peronismo es esencialmente revisionista en relación a la historia”, según O’Donnell, y que la gran acción revisionista de Juan Domingo Perón fue resaltar la figura de José de San Martín. Se le recuerda que eso ya lo había hecho en el siglo anterior Bartolomé Mitre con sus historias de San Martín y de Belgrano. Y también que cuando se nacionalizaron los trenes, Perón apeló a nombres de la historia clásica para bautizar a los distintos ramales (San Martín, Belgrano, Mitre, Roca y Sarmiento). “Perón no fue un entusiasta del revisionismo”, debió conceder finalmente Pacho.
Perochena, autora del recientemente publicado libro Cristina y la historia, destaca los rituales que la actual vicepresidenta comenzó a armar a partir del Bicentenario para generar identidades políticas. “El Bicentenario -subraya- fue una forma de escenificar su interpretación de la historia”. O’Donnell reivindica “la gran movilización popular que hubo” entonces lo que, además, le dio “la confirmación de que existe una glándula patriótica que está viva”.
Perochena pone la atención en que de los 1592 discursos que Cristina Kirchner pronunció durante sus dos mandatos presidenciales, en el 51% habló de historia”, pero que siempre va hacia el pasado en busca de antagonismos con un uso polarizador. En cambio, reseña, que Raúl Alfonsín buscó amalgamar más con su presente los hechos pretéritos, en tanto que Carlos Menem, al repatriar los restos de Juan Manuel de Rosas y abrazarse con el almirante Isaac Rojas, amén de los controvertidos indultos, pensó en la historia más desde un lugar de reconciliación.
Hablemos de otra cosa se emite los sábados, a las 22, por LN+.