¿Alberto Fernández se cansó de Cristina Kirchner y decidió enfrentarla? ¿Qué elucubra la vice en silencio, recluida en su casa de El Calafate, donde Néstor murió? ¿Por qué los argentinos tenemos que aguantar, una vez más, que nos trasladen su interna desquiciada al centro de nuestras vidas, mientras la inseguridad, el narcotráfico, la inflación, el desempleo, la pobreza y el dólar crecen, a ritmo de vértigo, cada día más?
Vamos por partes.
A la plaza “de la locura” la convocó Alberto después de la derrota más estrepitosa de la historia del peronismo. ¿A quién, en su sano juicio, se le ocurre celebrar una paliza como si fuera un triunfo? Para que ningún distraído se confunda, ya se cumple una semana del apabullante fracaso. ¡Ey, perdieron! ¡Perdieron mal!
- Perdieron por una diferencia de casi 9 puntos a nivel nacional.
- Perdieron en su bastión más importante: la provincia de Buenos Aires
- Perdieron en 15 provincias, las más productivas y populosas de la Argentina.
- Perdieron en la provincia de la familia Kirchner, donde salieron terceros.
- Perdieron más de 5 millones de votos con respecto a 2019 en todo el país.
- Perdieron casi 2 millones de votos con respecto a 2019 en la provincia de buenos aires.
- Perdieron a pesar de ir todos unidos.
- Perdieron en 18 de las capitales más importantes del país, incluidas Tucumán y Formosa.
- Perdieron el quorum en el Senado, por primera vez, desde 1983. Y perdieron también la hegemonía en Diputados.
- Perdieron a pesar del ‘plan platita’ que nos costó a los argentinos, casi 115 mil pesos por voto.
Pero además de las elecciones, perdieron la cordura. De otra manera, no se explica cómo personas tan inteligente, como El Negro Alejandro Dolina, salgan a justificar semejante acto de simulación.
La cara que puso Máximo Kirchner cuando Alberto hablaba de “celebrar el triunfo” lo dice todo. De hecho, el hijo de la jefa, esa misma noche, le pidió al Presidente que suspendiera la convocatoria. No pudo salirse con la suya. Horas después, le envió al presidente un mensaje infantil, muy berreta. Llegando tarde, a la plaza, con paso cansino, luego del discurso, envuelto en una guardia pretoriana que envidiarían muchos dictadores de América Latina y del mundo.
No es extraño que Máximo necesite un corralito de seguridad. Probablemente, si se subiera a un avión de línea, rumbo a Santa Cruz, le pasaría lo mismo que al vacunado VIP Carlos Zannini, esta semana. Representan, estos episodios, golpes de realidad contra la mentira y el fraude.
Datos duros que aparecen cada vez que el oficialismo intenta apropiarse de tragedias ajenas, como el crimen de Lucas González, el chico de 17 años que jugaba al fútbol en Barracas, baleado por uno de los tres policías de la ciudad que desde el sábado permanecen detenidos.
Habría que aclarar, al oficialismo, una vez más, que los casos de gatillo fácil suceden todo el tiempo. De gatillo fácil de delincuentes como el que mató al kiosquero de Ramos Mejía, Roberto Sabo. Y de “gatillo fácil” de las policías de todo el país.
Casos como el de Alejandro Martínez, el chico detenido por una contravención, y torturado y asesinado en la comisaría de San Clemente del Tuyú, hace horas. Ya hay, por este caso, 9 policías detenidos.
Pero la inmoralidad de hacer uso político de unas muertes así y otras no, es solo uno de los motivos que explican esta derrota humillante que no quieren reconocer. A los demás motivos habrá que recordarlos cada vez que se pueda:
- Los 92 muertos por la represión policial durante la cuarentena.
- El ajuste a los jubilados.
- La caída del salario.
- El intento de expropiación de Vicentín.
- Los vacunados vip, de Verbitsky a Zannini.
- El vacunatorio vip.
- La cuarentena eterna.
- Un asesinato por día en el conurbano bonaerense.
- La liberación masiva de presos por COVID.
- El cierre de fronteras.
- Los varados en el exterior.
- Los más de 116 mil muertos por COVID.
- El bloqueo al contrato con Pfizer que hubiera evitado miles de muertes.
- El aumento de la pobreza al 42 por ciento y de la indigencia, a más del 10 por ciento.
- El apoyo oficial a la toma de tierras en la provincia de Buenos Aires y en la Patagonia.
- El apoyo a dictaduras como las de Venezuela y Nicaragua.
- El Olivos Gate.
- Los 18 meses sin clases.
- Las 23.000 pymes cerradas.
- El cepo al dólar.
- El cepo a la carne.
- La devaluación de la moneda, con el dólar pasando de 60 pesos a más de 200 pesos.
Pero ellos, los habitantes del planeta de los nimios, los protagonistas de una realidad paralela, nos siguen “pegando abajo”. Como si todo estuviera bien. Como si en la Argentina no pasara nada. Y ahora, los que apoyan al Presidente dicen que todo va a cambiar. Para bien. Que Alberto nunca más “será extorsionado”. Que “se acabó el tiempo de pedir permiso”. Y que ahora sí cuenta con el apoyo de:
- Los gordos de la CGT y el clan Moyano.
- Los intendentes del conurbano y los gobernadores.
También dicen que al inminente acuerdo con el FMI, ya lo habrían bendecido Cristina, Sergio Massa y Máximo también.
En cambio, la jefa calla.
Está demasiado ocupada en garantizar su impunidad. Necesita ser sobreseída, sin ser sometida a juicio oral, en la causa Hotesur y Los Sauces, donde está procesada como jefa de una banda de una organización criminal que lavaba dinero.
Ella, antes de hablar, quiere ver en qué consiste el programa de ajuste que Martín Guzmán le enviará al Fondo. Por las dudas, ya mandó a su mayordomo político, Oscar Parrilli, a marcar la cancha. Y ya bendijo, sotovoce, a una nueva agrupación de delirantes, llamada Soberanxs. La encabeza el primer vicepresidente de la historia con condena firme por haberse querido robar la máquina de hacer billetes, Amado Boudou.
Porque ella, dicen sus incondicionales, nunca miente. A lo sumo, manda a decir a otros lo que ella no puede decir en público, como ocurrió con Fernanda Vallejos.