El periodista habló sobre su vida tras dejar Radio Mitre, sus posibles reemplazantes y lo que le genera esta nueva etapa de su carrera
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Marcelo Longobardi abre las puertas de su casa a Hablemos de otra cosa en el momento más crucial de su vida. Después de 21 años, de manera bastante abrupta, dejó la conducción de su exitoso Cada mañana, el magazine informativo que hacía por Radio Mitre. Le gusta usar una metáfora y decir que la desvinculación de ese medio fue como le sucede a una pareja con un divorcio: no se puede programar fríamente con una fecha precisa.
“No puedo explicar bien lo que pasó -me comenta, en Hablemos de otra cosa- porque pasó de un día para el otro, aunque en mi caso venía de un proceso mucho más complejo y que tenía que ver esencialmente en no abusarme de un privilegio”.
Aún no se sabe quién lo reemplazará a partir del 1° de febrero de 2022. Por ahora tomó la posta su amigo y columnista económico, Willy Kohan, y en unos días, el relevo será con Jorge Fernández Díaz. La semana que viene podría saberse quién será el nuevo conductor o la nueva conductora. “Hay mucha gente que puede reemplazarme: Novaresio, Joni Viale, Willy Kohan, Cristina Pérez”, juega a adivinar Longobardi.
“Quiero empezar todo otra vez haciendo cosas de nuevo. Es obvio que uno de los desencadenantes fue mi proceso con CNN”. Y no esquiva el bulto: “Es obvio también que tuve una controversia con Lanata, pero no fue el desencadenante principal”.
El tironeo por los horarios -Cada mañana y Lanata sin filtro son programas consecutivos que cubren la amplia franja que va desde las 6 de la mañana a las 14 horas, de lunes a viernes- fue el argumento que dejó al rojo vivo y expuso públicamente la crisis que se venía gestando entre los dos conductores.
Algo se había roto -algunos especulan con una guerra de egos y de rating-, porque hasta antes de la pandemia habían convivido más que cordialmente en largos pases, que eran programas en sí mismos, tramo en el que daban rienda suelta a sus partes más lúdicas. Guerra de nieve, magos, vedettes, adivinos, cantantes y hasta faquires llegaron a ese espacio, que también se podía ver por Internet.
“El notable era él -explica Marcelo-; yo era mucho menos notable que Jorge. Todos somos commodities, sacando a Lanata que es un rockstar, un personaje de otra envergadura. La gran diferencia fue el modo en que nos conectamos entre nosotros. Trabajé mucho para construir ese armado de personas. La radio se volvió un éxito de la mañana hasta la noche. Siempre entendí que el modo de obrar era ese”. Y agrega: “Hice una contribución a Mitre al haber creado un ambiente de trabajo muy diferente a lo que son los medios, habitualmente llenos de tensiones, internas, problemas personales y egos. Logramos algo más armonioso, trabajo en equipo y conecté con el público de una manera determinada”.
No es un trabajo para cualquiera levantarse durante más de dos décadas cada día de la semana, sea laborable o feriado, haga calor, frío intenso o llueva copiosamente, a las cuatro de la madrugada para ponerse durante cuatro horas al frente de un micrófono, una cantidad de tiempo que sobra para ir en auto de Buenos Aires a Pinamar. De hecho, tanto Willy Kohan como Fernández Díaz han expresado públicamente la dura carga que les significa hacer tamaño esfuerzo.
“Hay que saber que el éxito un día se termina -filosofa Marcelo en voz alta-; el país cambia y uno cambia: yo quería regular eso. Mi relación con Radio Mitre era dramáticamente intensa. Si no hubiese armado mi salida así, no lo hubiese hecho nunca. Sentí la obligación de decir ‘Hasta acá llegué’. No quería abusar de mi privilegio y liderazgo. Uno tiene que saber desprenderse del éxito”.
¿Cómo lo logró durante tanto tiempo? Esto es lo que responde: “Lo mío fue mucha logística, mucha disciplina. Toda la familia se acomoda a esa disciplina. Yo me levantaba saltando de la cama pensando en la gente. Había que estar despierto, lúcido, desayunado e informado a las cinco de la mañana. La frase que más escuche en mi vida fue: ‘Yo me levanto con usted a las 6 de la mañana’. Te produce una enorme responsabilidad. Hasta la pandemia no vi a mis hijas desayunar, no sabía cómo era la mañana en mi casa, no conocía el ruido de una aspiradora. Fueron muchos años: tengo 60 y hago esto desde los 38 años. Hay toda una parte de la vida que me perdí”.
El nuevo amor profesional de Longobardi tiene nombre. “Mi relación con CNN -admite- se ha hecho muy profunda e intensiva. Pienso pasar mucho tiempo fuera de la Argentina yendo y viniendo. Poder trabajar en el mundo te enseña mucho. Uno puede ser periodista también en el cine y estoy trabajando en un par de proyectos, haré documentales sobre música, con una productora argentina muy importante”. Y revela otra sorpresa: “Pienso estar más activo en algunas redes sociales, sobre todo en Instagram, pero todavía falta un poco”.
La emisión de esta semana de Hablemos de otra cosa tiene un sabor muy especial, no solo por esta suerte de balance íntimo y personal que Marcelo Longobardi hace en voz alta y ante las cámaras de LN+, sino porque toda la larga conversación está matizada por las arias de ópera preferidas del periodista. La política pasó a segundo plano, aunque también hizo definiciones al respecto. Así, mientras por momentos desgrana los entretelones de su trascendental decisión de iniciar una etapa nueva de su vida, en otros oficia de guía por algunos de los títulos líricos más célebres, de manera muy didáctica, contando sus argumentos, llamando la atención sobre algunos intérpretes y destacando cómo algunas de esas maravillosas melodías se trasladaron a la pantalla grande para musicalizar recordadas películas.
Abre el fuego de su selección musical La Bohème, de Giacomo Puccini. “Mis padres -rememora- eran muy humildes y escuchaban ópera cuando yo era chico. Los domingos a la mañana sonaba ópera en casa. Papá me llevó a ver un ensayo de Rigoletto en el Colón. A la ópera entrás cuando te gusta un pedacito. Relaciono a La bohème con momentos románticos de mi vida. Necesito escuchar cosas lindas. Los viernes a la noche escucho música tres o cuatro horas seguidas”.
Confiesa que la ópera tuvo el don de acercar a padre e hijo, cuyas relaciones nunca habían sido demasiado buenas.
Fan de Puccini, para la selección que hizo especialmente para Hablemos de otra cosa -estuvo los días previos a la entrevista eligiendo meticulosamente videos de varias representaciones-, eligió otras dos óperas de ese autor italiano: Tosca y Turandot. “Puccini es un autor que llevó a la ópera historias simples. Maria Callas fue la mejor Tosca (en el programa se ve un fragmento cantado por esa gran diva de la escena musical). También Cavallería Rusticana, de Pietro Mascagni, se suma a la lista del periodista. Luego, Longobardi posa su atención en otro italiano tan o más célebre que Puccini: Giuseppe Verdi, que se hace presente en el programa de LN+ con Rigoletto y con, tal vez, la ópera más famosa de todas: La Traviata, cuya escena del brindis tan conocida resulta funcional para que, a su vez, brindemos sobre el final del programa, chocando nuestras copas con buenos augurios para las ya próximas fiestas y el inminente nuevo año que llegará en pocas semanas.
Hablemos de otra cosa se emite los viernes, a las 23, por LN+.