Luego del fallido atentado contra Cristina Kirchner, el gobierno embadurnó a la oposición, la justicia y los periodistas cuando debería empezar a trabajar en los problemas de la gente como una manera de reconciliarse con sus votantes
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Ya probaron con el operativo Santa Cristina y no les resultó. Miren que la tenían servida. Más fácil que hacer un penal sin arquero. Pero se apuraron y la tiraron afuera. Y así, dos horas después del fallido atentado, fracasaron antes de empezar. Decretando un feriado compulsivo para los propios. Embadurnando a la oposición, la justicia y los periodistas.
Poniendo precio nuestras cabezas. Con nombre y apellido: “La Bersa es de Lanata. El cargador es de Leuco. Las balas son de Feinmann. La mira es de Jhony Viale. La empuñadura es de Majul. El cañón es de TN La portación es de Echecopar. El gatillo es de LN+ La instigación es de Clarín. El plan es de la Embajada. El brasileño es un perejil”, dice el tuit de Luis D’Elía.
Ya había intentado asociarnos a la violencia el periodista mercenario, Roberto Navarro, dos semanas antes del ataque, al sugerir que, de alguna forma, a muchos de nosotros, había que pararnos.
Ya nos venían tirando encima a toda la militancia rentada, hasta que José Mayans, sobregirado pero sincero, se sacó la careta y advirtió: “si queremos paz social, solo la vamos a lograr cuando se detenga, como por arte de magia, el juicio oral y público de Vialidad”. Esdecir: la causa por la que el fiscal Diego Luciani le pide a Cristina 12 años de prisión efectiva e inhabilitación de para ejercer cargos públicos de por vida:
Es curioso.
Ahora siguen confundidos y desorientados.
Empezando por Cristina, que esperaba un tsunami de amor popular y se encontró con una ola de rechazos y sospechas, como reflejaron diferentes encuestas y algunas voces, como la de Amalia Granata.
Y siguiendo por los operadores más extremistas de la vice, quienes, desesperados por levantarle el precio al atentado, nos siguen queriendo vender una conspiración intergalática. Una mega operación dónde solo parece haber un grupito de lúmpenes, conocidos hasta ahora como la “banda de los copitos”.
A propósito: ¿Qué habrá querido insinuar el abogado de Cristina y de Alberto, Gregorio Dalbón, cuando escribió, desde su cuenta de tuiter “mi olfato me dice que el enemigo es tropa propia?”
Y además: ¿Por qué el impresentable de Rodolfo Tailhade insiste con la hipótesis de bandas de neonazis que hacen terrorismo y exige al fiscal Rívolo y a la jueza Capuchetti que investiguen a la Policía de la Ciudad o se aparten de la causa?
¿Y si prueban gobernando?
Pero para ayudar a Cristina, al presidente y por qué no, al ministro de Economía, Sergio Massa también, tenemos una propuesta muy sencilla y muy potente.
¿Y si prueban gobernando?
¿Y si prueban bajando la inflación?
Porque la que se conocerá mañana parece que va a pasar, largamente, el 6 por ciento. Y va a terminar acumulando, como nos dijo Roberto Cachanovsky antes del fin del año pasado, una proyección anual de cerca del 100 por ciento, ¿eh?
¿Y si empiezan a trabajar para que los salarios y las jubilaciones en dólares valgan, por lo menos, lo mismo que valían antes de diciembre de 2019, cuando decían que la Argentina era tierra arrasada?
¿Y si empiezan por reducir los niveles de inseguridad, en su querida provincia de Buenos Aires, donde todos los días roban y matan a personas por un celular, una mochila y a veces por nada?
Porque hasta ahora, lo que venimos viendo son: puros ataques a la oposición, como si estuviera gobernando juntos por el Cambio; que la culpa la tuvo la pandemia
Venimos viendo un presidente de la República, con la palabra devaluada.
Y una vicepresidente que no dejó de lastimar al presidente desde el minuto uno, a través de sus incondicionales. Hasta que lo puso contra las cuerdas por enésima vez: haciendo un daño incalculable al gobierno y al país.
Provocando, entre otras cosas, la intempestiva renuncia del ministro Martín Guzmán, a través de un tuit y en el mismo instante en que la vice le revoleaba al presidente el enésimo carpetazo, sugiriendo que Alberto enviaba y recibía mensajes inconvenientes a través de su teléfono.
Porque, si tienen buena memoria, no deberían olvidar que, desde ese día, no solo tuvieron que nombrar, de buenas a primeras, a Silvina Batakis, la ministra de Economía que menos tiempo duró en ese cargo desde 1983.
También tuvimos que soportar que el dólar blue se disparara hasta los 350 pesos, el viernes 22 de julio. Y tanto se asustaron los que iban a volver para ser mejores que los chicos grandes de la Cámpora y también Cristina se tuvieron que tragar al sapo de la designación de Massa, quien está a punto de anunciar, con bombos y platillos, un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
El mismo Fondo Monetario Internacional que había puesto la patria en Peligro. Y lo que vale para la economía y para el país también sirve para hablar de la justicia.
¿Por qué no prueban con dejar de perseguir y apretar a fiscales y a jueces, carpetearlos con las fotos de sus equipos de fútbol, extorsionarlos con denuncias y amenazas delirantes y empiezan a someterse, como cualquier argentino, a lo que ordenan los magistrados, aunque no les guste las cosas que tienen para decir?
Sería una buena manera de reconciliarse con sus votantes.
Los mismos que le hicieron ganar la última elección presidencial y hoy no les creen ni cuando dicen buen día.