Tienen pánico a perderlo todo: los choferes, los autos, los celulares, los aviones privados, las cajas, la plata y el poder. Por eso se juntan de apuro. Por eso designan un candidato a dedo al que el kirchnerismo duro todavía no puede digerir. Por eso, inauguran, como primer acto de campaña, un gasoducto que debió haber sido habilitado por lo menos dos años antes. Por eso Cristina se traga el sapo una vez más y le dice a Massa: gracias Sergio, porque vos no arrugaste. Que es como volver a decirle a Alberto: vos no agarraste la lapicera.
Pero se desconfían, se insultan por lo bajo, se odian, y tratan de llevar agua para su molino. Tienen terror a perderlo todo. A quedarse sin el pan y sin la torta. Sin las migajas de distritos como La Matanza, Santa Cruz y Formosa. Sin los refugios desde donde tirar piedras. Quedarse sin casi nada, como les pasó en 2015.
Por eso ayer, Axel Kicillof arrancó con su propia campaña del miedo al decir que la derecha “está dispuesta a asesinar gente”. Habría que preguntarle, al gobernador -que grita pero no gobierna- si para él tiene más valor su advertencia extorsiva que las vidas de los tres bonaerenses a los que matan cada 24 horas en forma violenta. Habría que preguntarle, por ejemplo, por qué, después de casi un mes y medio, todavía no se pronuncia sobre el brutal asesinato de Cecilia Strzyzowski, un crimen del poder que salpica a la fuerza política que representa.
Tienen terror. Por eso Massa es cada vez menos ministro y más candidato. Por eso ante el escandaloso paro de colectivos que dejó a 10 millones de argentinos a la deriva y que revela el fracaso de su política económica, ataca con nombre y apellido a los empresarios parásitos con los que todavía no arregló. A los que no parecen dispuestos a someterse al método del látigo y la chequera.
Señor ministro: a los empresarios parásitos del transporte público los viene alimentado el peronismo desde diciembre de 2001. Con subsidios insostenibles, que hoy llegan al 88% de lo que vale un boleto de colectivo. Subsidios que hace que un boleto en el AMBA cueste apenas 50 pesos cuando debería pagarse entre 300 y 400 pesos. Subsidios que pagamos todos nosotros con una inflación que no para. Subsidios que destruyeron al sistema ferroviario. Subsidios que alimentaron la corrupción que terminó en la masacre de Once, en la que murieron 52 personas. Con la que se hizo humor negro, confirmando la nula empatía que los líderes kirchneristas tiene frente a la tragedia de los demás.
Hoy Alejandro Borensztein detectó que Massa habló de los empresarios parásitos con el mismo tono desafiante con que dijo: “Los voy a meter presos; yo no les tengo miedo”. Y otros analistas con memoria, como Jorge Fernández Díaz, Joaquín Morales Solá y Jorge Liotti, volvieron a asociar a Massa con Néstor Kirchner. El peor Kirchner. El que amenazaba con la AFIP y con 678. El que apretaba a empresarios, a periodistas y dirigentes de la oposición. El que no soportaba las criticas y preguntaba: “¿Qué te pasa Clarín? ¿Estás nervioso?”. El que le exigió a Daniel Scioli que revelara quién le ataba las manos. O el que le advirtió al supermercadista Alfredo Coto: “Coto: yo te conozco”.
Es que los métodos de apriete de los Kirchner hicieron escuela. Su mejor alumna fue Cristina. Con su escrache al abuelito amarrete. Con su carpetazo contra Ricardo Darín. Con la denuncia de la AFIP contra Juan Martín del Potro.
Pero los discípulos de Néstor y Cristina, como los sindicalistas kirchneristas de la UATRE, tampoco se quedaron atrás. Y sino que le pregunten a Gabriel Batistuta, quien hace unas horas se quebró, ante la falsa acusación de que maltrata a sus trabajadores rurales.
Por eso, a Massa, a Cristina, a Alberto y a Kicillof los une la desesperación. Pero además cada uno tiene su propio karma.
- Massa necesita ser el candidato individualmente más votado de las PASO. Por eso le pidió a Cristina que no le de más aire a Juan Grabois, quien lo llamó sinvergüenza, vende-patria y cagador, y amenaza con llevarse los votos del kichnerismo más duro.
- Por eso le hizo un guiño a la jefa, al agradecer lo que definió como su coraje para reestatizar YPF.
- Por eso lo acusan de alimentar a Javier Milei, en detrimento de los candidatos de Juntos por el Cambio.
- Algo parecido le sucede a Cristina. Ella necesita a Massa para que sus votos ayuden a su favorito Kicillof, pero no tanto como para que el ministro de Economía se transforme en presidente o en el jefe de la oposición a partir de 2024.
Máximo, por otra parte, todavía no hizo el duelo. Su plan de ungir como candidato a presidente a Kicillof fracasó. Tampoco se siente cómodo suministrándole anabólicos a Grabois, en el medio del desbande de La Cámpora.
¿Y Alberto? Nadie debería subestimar su capacidad de daño. Por lo pronto, la tinta de su baqueteada lapicera le alcanzó para bajar a Eduardo De Pedro de la candidatura presidencial. Pero cuidado. Porque el resentimiento que aún le profesa Cristina y la enorme desconfianza que le tiene a Massa podrían actuar en contra de la estrategia de la simulada unidad del peronismo. De hecho, hace un ratito, habló de sus logros en primera persona. E incluso se dio el gusto de hablarle a Juan Domingo Perón, mientras Cristina se abanicaba.
No necesitamos ver más encuestas de humor social para comprender que la mayoría de los argentinos están hartos de falsas promesas y de mentiras. Tampoco necesitamos más videítos como este para confirmar el tipo de candidato del miedo que nos quieren vender. El que según ellos, evitó que el gobierno se fuera en helicóptero. El plomero del Titanic. El que impidió una explosión nuclear interplanetaria que nos hubiera dejado arrancado de la faz de la tierra. El héroe de Marvel al que habría que idolatrar.
Porque a la inflación no le puede parar. Es más: el la llevó del 80% al 140%, siendo generoso con los pronósticos de cualquier economista. El dólar paralelo sigue subiendo, a pesar de que lo tienen agarrado con mil cepos. De 280 pesos a casi 500, a ojo de buen cubero. Y a la derogación de la ley de alquileres no la quieren discutir, porque Cristina, condenada a seis años de prisión en suspenso, está más preocupada por su situación judicial que por tu bolsillo, y Massa no la quiere hacer enojar, porque sabe que ella es capaz de pudrirle todo, incluida su campaña para llegar a la presidencia.
Tampoco el superhéroe Massa pudo detener la pobreza. De hecho, desde que él asumió hasta ahora se sumaron 2 millones 700 mil nuevos pobres, y todos los días se agregan nueve mil pobres más. Y todo esto, mientras Massa usa, como uno de sus ejes de campaña, un Ah pero Macri remixado, donde compara al expresidente con el tío vago de la familia, después de casi cuatro años de gobierno. Como si el ministro hubiera aterrizado en el gobierno argentino hace cinco minutos.
Están unidos por el pánico, la plata y el poder. Por eso se les nota tanto.