En LN+, el periodista manifestó su preocupación por la actualidad del país, la suba de la divisa y la inestabilidad del Gobierno nacional; “¿Esto lo resuelve Batakis, que fue desautorizada por Cristina?”, se preguntó
- 4 minutos de lectura'
¿Hasta cuándo vamos a esperar para resolver este desastre? ¿Hasta diciembre de 2023? ¡Porque falta un año y medio! ¿Y quién lo va a solucionar, el delirante de Juan Grabois, que le habla al Presidente como si fuera su empleado personal?
¿Lo va a arreglar este tipo, con este nivel de violencia y crispación, hablando de sangre en las calles, diciendo “la puta madre”?
¿Quién lo va a resolver, Cristina, otra extraviada, dañina, egocéntrica; una persona más preocupada por su situación judicial que por la inflación, la economía y el dólar?
¿Quién lo va a encaminar, Alberto, cuya palabra está tan devaluada que ya nadie le podría creer, aunque anunciara emisión cero, una baja del gasto público brutal, la salida del cepo y la baja de impuestos, y todo de una sola vez?
¿Lo va a solucionar, Batakis, quien fue desautorizada con el silencio de Cristina, ni bien asumió?
¿Quién lo va a resolver, el inmoral de Tristán Bauer, repartidor de subsidios, designado ministro de Cultura como premio por chuparle las medias a Cristina y por estrenar un documental llamado Tierra arrasada?
Porque para esa época, el dólar no llegaba a 70 pesos. Hoy está 318.
Si Bauer fuera un intelectual honesto, debería hacer otro documental, con el título: “Ni la tierra arrasada, dejamos”.
Pero, de nuevo…
¿Quién es capaz de arreglar este desmadre, Sergio Massa… Si cuando se ofreció como jefe de gabinete, pero con todos los atributos, Cristina y Alberto, le cerraron la puerta, porque temieron que se pudiera transformar en un competidor difícil para las elecciones de 2023?
Entre los analistas políticos clásicos, hay una disyuntiva.
Unos dicen que lo peor está por venir, y que la piña es inevitable.
Otros sostienen que ya explotó, pero que estamos tan aturdidos, hartos y cansados.
Que ni siquiera tenemos energía para rebelarnos contra las autoridades.
Nosotros pensamos, y perdón por la crudeza, que todo podría ser más grave.
Que incluso, podría llegar a producirse, una corrida cambiaria.
O un Rodrigazo. O una hiperinflación. No estamos exagerando. Solo seguimos los datos.
Si se te ocurrió hacer el flagelante laburo mental de pasar tus ingresos a dólares la vas a pasar mal.
Nosotros también la pasamos mal.
Pero preferimos la verdad a un mundo de fantasía y de mentiras, como el que nos propone la portavoz, Gabriela Cerruti.
Que se lo diga a las empresas consultadas por los directivos de la Unión Industrial Argentina.
Sobre 500 compañías, 100 están en una situación crítica y tres van a tener que adelantar vacaciones a sus trabajadores, despedir o cerrar, por falta de dólares para comprar insumos.
Que se los diga a los argentinos cuyo salario promedio apenas llega a los 150 dólares.
A los jubilados de mínima, que apenas reciben 120 dólares.
A un policía, un médico o un maestro, porque ninguno llega a los 500 dólares, por más que se deslome trabajando.
¿Estamos esperando que este desastre lo resuelva la violencia, la misma violencia de diciembre de 2001, los de saqueos de la híper de 1989?
¿Estamos aguardando que los problemas los terminen de arreglar las cacerolas?
Hoy hablé con una decena de economistas. Todos vaticinan que el dólar va a subir más. Que estaba atrasado con respecto al costo de vida y se está acomodando.
Y que mientras se sigue acomodando, la espiral inflacionaria va a continuar en ascenso.
Ayer, Andrés Malamud nos dijo, casi en secreto, que la oposición está analizando qué hacer, en el caso de que esto se termine de pudrir. Pero ¿en realidad lo están haciendo o en el fondo están esperando y especulando para llegar a las elecciones con el gobierno pidiendo la hora?
Porque está muy bien exigirle al presidente y a Cristina que ni se les ocurra renunciar y abandonar el barco en el medio de la tempestad.
Sería lo mínimo que podrían hacer, después de semejante daño.
Pero ¿Y si no pueden?
Porque Alberto no sabe, Cristina no quiere y a Massa, según él, no lo dejan.
¿Qué vamos a hacer entonces?
¿Vamos a esperar un año y medio más, para que los ingresos se deshilachen hasta desaparecer?
¿Vamos a quedarnos cruzados de brazos hasta que la pobreza salte al 60 por ciento o más?
Porque Juntos por el Cambio no se quiere dejar arrastrar, pero la bola de nieve de la incompetencia nos está embistiendo a todos.