En LN+, el periodista analizó el entramado político en vísperas de la Navidad y lo asoció con la consagración de la selección argentina en el Mundial de Qatar
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Que la resaca de la fiesta del Mundial no nos impida comprender lo que estaría tramando Cristina Kirchner, junto a los chicos grandes de La Cámpora y unos cuantos gobernadores, con Kicillof y Capitanich a la cabeza: una suerte de golpe contra la Corte. Una especie de levantamiento contra el sistema judicial y la división de poderes.
Eso es lo que se revela detrás de la exigencia de hoy de los gobernadores al Presidente para que desconozca el fallo de la Corte, que le devuelve a la Ciudad el porcentaje de la coparticipación que le quitó, de manera compulsiva, la Nación. Mejor dicho: Alberto, Cristina, Máximo y Kicillof.
Lo dejó muy en claro Cristina el 18 de julio de este año, al atacar a los jueces supremos, después de que rechazaran su capricho de anular la causa Vialidad. Porque esa advertencia de la vice se transformó en amenaza concreta el pasado 6 de diciembre, el día en que los jueces la condenaron por corrupta, y ella se transformó en un meme de sí misma, al burlarse de la sentencia del tribunal.
Que nadie se confunda. Cristina no renunció a nada. No se presentará porque sabe que pierde por paliza. Y en consecuencia pasará, en términos políticos, a la clandestinidad. La resistencia. Las 14 toneladas de piedras, multiplicadas por dos, como amenazó el titular de ATE Capital.
Con miles de camioneros en la calle, como advirtió Pablo “El salvaje” Moyano, en el mismo instante en que el peronismo, eventualmente, pierda las elecciones del año que viene. A lo largo y a lo ancho del país, es imprescindible que nadie se confunda: Con el fallo de ayer, La Corte está diciendo a este gobierno y a los que vengan que no les pueden quitar puntos de la coparticipación a ninguna provincia de manera compulsiva.
Que así como, en su momento, La Corte devolvió a las provincias de San Luis, Córdoba y Santa Fe, la coparticipación que les había quitado la Nación tiempo atrás; así como le ordenó, al presidente Macri, empezar a pagar de inmediato, algo parecido debe hacer Alberto ahora con la ciudad: dejar de quitarle lo que le arrebató de manera compulsiva.
Y no te comas el verso de la Ciudad rica contra el resto del país pobre, porque esa es una estrategia más dañina y más vieja que la escarapela. La suelen usar los caudillos de provincia, para ocultar su inoperancia, galvanizar los sentimientos de pertenencia y agitar el odio contra los porteños.
Uno de los primeros que malgastó ese recurso tan bajo fue el gobernador de La Pampa, Sergio Zilloto, al declarar, el primero de junio de 2020, en medio de la pandemia (cuando la Ciudad quería abrir y el gobierno seguir cerrando y controlando a todos), “lamentablemente, a la Argentina que trabaja, le están sobrando muchos porteños”
Y también la usó como recurso de baja estofa el señor feudal de Formosa, Gildo Insfrán, quien, además de llamar retrasada mental a María Eugenia Vidal, aplaudió a uno de sus asesores, Juan Manuel Santander, cuando calificó a Tevez de “hijo de puta, podrido de mierda y villerito europeizado”. Y solo porque Carlitos salió del hotel 5 estrellas y vio la tremenda pobreza que impera en esa provincia.
¿Cómo iba Cristina a perderse semejante caramelito cuasi fascista, si los votos de la Argentina productiva cada vez le quedan más lejos, y tiene que fidelizar al elector religioso del conurbano, al que cada día le miente más?
¿Cómo se lo iba a perder Kicillof, el mismo que despotricó contra los runners y los tenistas durante la pandemia, y quien acaba de calificar al fallo de la Corte de inmundicia?
¿Cómo se lo iba a perder Jorge “Coqui” Capitanich, si es uno de los primeros anotados para que el dedo de Cristina le regale la posibilidad de ser un precandidato presidencial?
¿Y cómo se la iba a perder el propio Alberto, cuando al comienzo de su gestión alguien le dijo que le iba a ir mejor si, a pesar de ser porteño, se vendía como federal, aunque viviera en Puerto Madero o tuviera su oficina en Recoleta?
En el fondo, todos ellos sienten desprecio por el mérito. Por los productores agroindustriales de toda la Argentina.
Pero también por los Scaloni, los Julián Álvarez, los Messi, los Kun Agüero, los Del Potro, los Batistuta, los Pelados Almeyda.
Y todos los que, piensen como piensen, no inventan fantasmas que no existen, ni relatos anti dictadura, para justificar su existencia en estas tierras.
Un día, Máximo debería sentarse a charlar con su tía, la gobernadora de la provincia de Santa Cruz, Alicia Kirchner, exfuncionaria de la dictadura de Videla.
O con su madre, para preguntarle si es cierto que recomendaba no recibir a las organizaciones de derechos humanos para no perder, en Río Gallegos, el entonces apetecible voto de los militares y sus familiares.
O con ambas, para que revisen el álbum de fotos de familia, donde su padre Néstor aparece en una imagen con el general Óscar Guerrero, comandante de de la Brigada Mecanizada XI brigadier general Juan Manuel De rosas, con asiento en Río Gallegos.
Ya sabemos que fue el 6 de abril de 1982, cinco días después de la recuperación de Malvinas. ¿Y? ¿No demuestra esta imagen, acaso, que enemigos de la dictadura, precisamente, no eran?
Entonces, una vez más, desarmemos su opereta discursiva.
Recordemos que los más grandes defensores del federalismo:
- viven en los barrios más caros de la ciudad
- Se atienden en el Otamendi, los Arcos o La Trinidad.
- Mandan a sus hijos a colegios privados.
Y van a pasear no a los balnearios populares, sino a “Disney Wall”, como reconoció la propia Cristina, en un arranque de sinceridad, para explicar a los votantes del centro democrático que ella no era comunista, sino capitalista.
Hay que tener cuidado con lo que se dice y con lo que se hace.
O, más que tener cuidado, mantener un mínimo de coherencia.
Porque un día te puede pasar, que después de anunciar con bombos y platillos la pesificación de tus ahorros, de repente te aparezcan en la caja de un banco privado casi 6 millones de dólares, y quedás un poco más que en offside. Con mundial o sin mundial.
Y otro día puede suceder, que, de repente, un ex aliado, como Luis Delia, de tanto escuchar la glorificación de La Matanza y el conurbano, te tome parte del discurso y te lo tire por la cabeza.
Que te diga, por ejemplo, que mientras él estaba en cana, Cristina seguía explotando sus hoteles, ante la mirada impertérrita de un periodista militante, que dicho sea de paso, también en su momento, la había calificado de chorra y ahora habla de ella como si fuera la virgen María.
Para enfrentar lo poco que queda del año, y lo durísimo que va a ser 2023, es más sano mirarse en el espejo del Dibu, de Tagliafico o de Scaloni, que no anda vendiendo humo ni fabricando mentiras. Que trabaja duro, disfruta y agradece a quienes le enseñaron, como cualquier persona de bien.