El ministro de Economía pasó por la Ucedé, el menemismo, el duhaldismo, el kirchnerismo, maltrató a Cristina y prometió que metería presos a los ñoquis de La Cámpora
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En su columna de LN+, Luis Majul se refirió a la imagen pública que construyó Sergio Massa desde que fue anunciado como candidato presidencial de Unión por la Patria. En su análisis, el periodista señaló que el ministro de Economía intenta mostrarse cercano a la vicepresidenta Cristina Kirchner y a los dirigentes de su riñón.
A continuación, la columna editorial completa de Luis Majul:
El dólar blue está por superar la barrera de los 500 pesos y la inflación de junio que se conocerá mañana va a traspasar el 7 por ciento, pero el ministro de Economía se da el lujo de mostrarse como candidato frente a un grupo de supuestos jubilados y mentir con descaro, diciendo que si gana la oposición va a cerrar el PAMI y que los adultos mayores perderán todos los beneficios, como el descuento para medicamentos que, para decirlo en criollo, a la mayoría no les llega.
Vamos de nuevo. En lo que va del año, el peso argentino perdió más del 30 por ciento de su valor, buena parte de los salarios perdieron casi la mitad de su poder adquisitivo y por primera vez el Central tiene reservas negativas. Sin embargo, Sergio Massa, que pasó por la Ucedé, el menemismo, el duhaldismo, el kirchnerismo, maltrató a Cristina y prometió que metería presos a los ñoquis de La Cámpora, se da el lujo de recordar el pasado montonero de Patricia Bullrich y de vincular de manera aviesa a Horacio Rodríguez Larreta con el suicidio de René Favaloro, como si estuviese protegido por una superioridad moral y política imposible de determinar.
Los analistas clásicos sostienen que Massa está fingiendo demencia kirchnerista porque sus asesores le informaron que aún no ha ganado nada. Que está más cerca del 25 por ciento que del 30 por ciento de los votos que Cristina podría obtener. Que a pesar de su ostensible sobreactuación, todavía no ha logrado trasladar la intención de voto de Cristina Fernández en su totalidad, porque los fanáticos de la vice no lo terminan de sentir como propio. Y que, por lo tanto, debe abrazarse a cada dirigente de Cristina como si fuera el último y único amor de su vida. Que debe aparentar ser un chico grande de La Cámpora más, como lo hizo ayer con Fernanda Raverta, mientras les prometía a los jubilados un crédito al que se terminarán gastando en remedios y comida. ¿Durante cuánto tiempo y a cuántas personas se les puede seguir mintiendo sin sufrir las consecuencias?
En lo que va del año, el Senado casi no sesionó, y la dueña de la llave, Cristina Fernández, se negó sistemáticamente a debatir la derogación de la ley de alquileres. Pero hoy tratará de forzar el quorum porque está encaprichada en que Ana María Figueroa, una jueza de su preferencia, quien ya cumplió 75 años, pueda seguir en su cargo cinco más, con la expresa autorización de la bancada oficialista.
Figueroa ya habría votado en contra de que se reabra la causa Hotesur Los Sauces, la que más preocupa a Cristina ahora y aquí, porque sus hijos, Máximo y Florencia, están involucrados, y porque ella misma podría quedar manchada por otro juicio de corrupción. Igual que Massa, también Cristina, una de las grandes responsables del desastre imperante, habla de Macri como si los últimos cuatro años ella no hubiera gobernado.
Encima hace chistes de mal gusto con la mamá del expresidente, mientras les pide a los periodistas que no hablen de su hija, como si a ella hubiera que medirla con una vara especial. Una vara distinta a la que usa ella para medir a sus adversarios y el resto de la humanidad.