¿Por qué tenemos que soportar que Alberto y Cristina, los componentes de la fórmula presidencial contra-natura que venimos padeciendo desde hace ya dos años, usen el Estado para dirimir su “internita” tóxica y de poder, como si fueran el dúo Pimpinela?
¿Por qué tenemos que pagar más de 200 millones de pesos de nuestros bolsillos para financiar un acto sectario, disfrazado de fiesta de la democracia? ¿Por qué tenemos que aguantar en silencio que Cristina, gran mariscal de la peor derrota electoral del peronismo en toda su historia, compare a los medios con la sangrienta dictadura militar?
¿Sabías que, más allá de los 40 millones de pesos que una fuente oficial reconoció que se habían gastado para montar, como diría Luismi, “este gran teatro”, el Gobierno, a través del ministerio de Transporte, giró otros 135 millones a empresas de colectivos de corta y media distancia para llevar “gratis” a los invitados de esta fiestita privada y para pocos?
En serio, ¿por qué tenemos que soportar, que, al mismo tiempo que un policía de 25 años mal entrenado y de gatillo fácil asesina de un tiro en el pecho a un chico de 16 años, Luciano Ovilera, en Miramar, otros funcionarios, tapados de inseguridad, pobreza y clientelismo, se travisten de militantes, como la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza?
Pero empecemos por nuestro trabajo extra de todos los días: desarmar una vez más la mentira de los “K”. ¿Sabes por qué todos los 10 de diciembre celebramos el Día de la Democracia? Porque hace 38 años, el 10 de diciembre de 1983, asumió el primer presidente elegido por el voto, después de la larga noche de la dictadura: Raúl Ricardo Alfonsín. Es decir: no tiene nada que ver con el mamarracho que montaron el viernes. O vos, cumpa, ¿en serio te comiste el verso de que Néstor y Cristina eran el Che Guevara y La Pasionaria? ¡Por favor!
En aquel tiempo, mientras que poquitos, como el mismo Alfonsín, se jugaban la vida tramitando hábeas corpus para evitar desapariciones, El y Ella agitaban la 1050 de José Alfredo Martínez de Hoz. Eran abogados caranchos, que dejaban en la calle a decenas de deudores hipotecarios, a quienes les cobraban intereses de usurero. Y mientras, de nuevo, Alfonsín, casi en soledad, se oponía a la aventura de Malvinas, Néstor Kirchner apoyaba, en Río Gallegos, al comandante Oscar Guerrero, y por extensión al presidente de facto y de la dictadura Leopoldo Fortunato Galtieri. Y ahí está la foto, que no nos deja mentir.
Pero Néstor y Cristina sí nos vienen mintiendo desde hace ya tiempo. Recuerdo como si fuera hoy aquel 24 de marzo de 2004, cuando tuvo que salir medio país a responder con datos las mentiras del expresidente, quien intentó malversar otra vez la historia, desde la ESMA, pasando por encima de gente respetable como Ernesto Sábato, Graciela Fernández Meijide y Magdalena Ruiz Guiñazu, contando la siguiente mentira institucionalizada.
Así que cuando Cristina y Máximo te vuelvan a mentir y te hablen de desendeudamiento, como en el acto del otro día, tampoco les creas. Y si es necesario, respondé con datos, como lo hace Alfonso Prat Gay, quien, hace pocas horas, desde su cuenta de Twitter se hizo pasar por Alberto y le escribió: “Tranquila, Cristina que vengo aumentando la deuda más rápido que vos”. “Alberto Fernández subió la deuda US$35.047 millones en 23 meses, a un ritmo de US$18.285 millones x año. Es más rápido que los US$16.000 millones por año de Cristina Kirchner y mucho más rápido que los US$12.000 millones por año de Mauricio Macri”.
Y ya que estamos hablando de deuda y del FMI, habría que preguntarle a Cristina si, además de mentirosa, nos toma por tontos. Porque ahora resulta que, en su afán por no rifar su tan mentado “capital simbólico”, quiere que primero firme el acuerdo Alberto, después adhiera la oposición y recién ahí Máximo, el principito, se reservaría el derecho de apoyar el documento. Como si la madre y el hijo estuvieran por encima de todos y de todas. No es un invento nuestro. Es lo que dijo, Máximo Peligro Kirchner, según nuestro colega Jorge Liotti, en una cena multitudinaria, el lunes de la semana pasada. “Bueno: Alberto ya tiene asegurados los 116 votos de Juntos por el Cambio; nosotros, después vemos”.
Es que son tan manipuladores que, al final, cuando sucede una buena noticia (como la positiva recepción que tuvo la presentación de YPF en el último Congreso Mundial de Petróleo de Houston; presentación en la que se anunció un aumento de la producción de petróleo y gas convencional, además del crecimiento de la inversión acumulada junto a sus socios en Vaca Muerta), esa buena noticia, como decíamos, queda opacada. Tapada por las piruetas de posicionamiento de la Jefa y su heredero Máximo, ahora también detrás de la presidencia del PJ en la provincia de Buenos Aires.
Y así como no tenemos por qué soportar que todos los días Alberto y Cristina nos mientan en la cara, también deberíamos pedir a la oposición en general, y la Unión Cívica Radical, en particular, que se dejen de pelear por los espacios de poder, a menos de un mes del triunfo histórico que ayudaron a conseguir. Porque si siguen por ese camino significará que no escucharon el viento. Que no interpretaron el mensaje de las urnas.
Y tendremos que seguir soportando, entonces, a los Baradel de la vida, los Boudou de la vida, las Bonafini de la vida, a los D Elía de la vida, y los Grabois de la vida. Y tendremos que seguir aguantando a la última camada de chicos grandes de La Cámpora. Adultos que atrasan varios siglos. Que dicen una pavada detrás de la otra. Que defienden los peores valores de la vida: la mafia, el personalismo, el paternalismo, el fascismo, el oscurantismo, el fanatismo, la futbolización y el totalitarismo.
Y todo eso, concentrado, e incluido en un juramento. En el juramento de Berenice Yáñez, antes de sentarse en una banca de diputados de la legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, quien dijo: “Por la gloriosa JP/ por Juan Perón/ Por Eva Perón/ Por Néstor Kirchner/ lealtad absoluta a Cristina Kirchner/ Viva la santa federación! Gracias Diego”.