En el intento de magnicidio contra Cristina Kirchner, hay muchos datos que no cierran. Por ejemplo ¿quién capturó al agresor, Fernando André Sabag Montiel?
Hay dos versiones encontradas. Una, es la “oficial”. La que dio Federico García, concejal del Frente de Todos de General Perón, provincia de Buenos Aires. García dice que fue él quien lo atrapó y se lo entregó a la Policía Federal. Que poco después otros compañeros le señalaron que habían encontrado el arma con la que le había apuntado a Cristina. Y que entonces él, García, la pisó, la levantó, y también se la entregó a efectivos de la Federal.
Otra versión, diferente, es la que ofrecen distintas fuentes vinculadas a la investigación judicial, de las que hoy se hace eco Nicolás Wiñazki. Estas fuentes aseguran que el atacante escapó, que lo atrapó la policía de la Ciudad, y que recién entonces se lo entregaron a sus colegas de la Policía Federal.
El video que se filtró ayer, distinto a los que veníamos viendo, parece abonar la teoría de que, en efecto, lo atraparon los militantes. No podríamos asegurar si después se les escapó a ellos también. Las respuestas a estas preguntas son muy relevantes para determinar qué fue lo que realmente sucedió.
Otra duda: ¿Por qué, justo esa noche, no acompañaba a Cristina, el jefe de su custodia, Diego Carbone? Comisario retirado de la Policía Federal, experto en kickboxing, amigo de uno de los jefes de la barra brava de Boca, Rafael Di Zeo, a cargo del Departamento de la Seguridad Vicepresidencial, inseparable de Néstor y de Cristina desde hace veinte años, su imagen de hizo viral el martes 23 de agosto pasado, el mismo día en que la vice salió a responder el alegato del fiscal Luciani, durante la primera jornada de vigilia. Allí apareció señalando al presidente del PJ y exgobernador de San Juan José Luis Gioja y diciendo: “La plata que hemos choreado con este”.
Tercera duda: ¿qué pasó con el teléfono de Montiel? Fuentes de la investigación judicial dicen que fue reseteado y que podría perderse una prueba clave. Fue, según Candela Ini, en un cambio de manos entre las fuerzas que buscaban extraer información del aparato: las de la Policía Federal y Policía de Seguridad Aeroportuaria.
¿Pudo haber sido reseteado de forma remota? ¿Otra vez alguien estaría queriendo direccionar la investigación, para que parezca una cosa y no otra? En este contexto, nos llamó mucho la atención un tuit del exespía Rodolfo Tailhade pidiendo el apartamiento del fiscal Carlos Rívolo. “Rívolo no puede seguir un minuto más a cargo de la investigación del atentado a Cristina. No queremos fiscales corruptos y macristas en la causa. Que se vaya”, dijo.
Sobre lo que nadie tiene dudas es que la custodia de la vicepresidenta cometió graves errores. Desde haber permitido el acercamiento de un hombre con un arma a centímetros del rostro de Cristina hasta no haberse percatado que le habían gatillado directo a la cabeza. Desde no ubicarse con la vista hacia la gente hasta no preparar una vía de escape, como la que está prevista para estos casos.
Como en el cristinismo son expertos en echar la culpa a otros, tanto Hebe de Bonafini como Juan Grabois pidieron la cabeza del ministro de Seguridad, Aníbal Fernández. Pero la verdad es que parte de lo que sucedió -y esto es comprobable chequeando los videos- es porque Cristina había tomado la decisión de alentar la vigilia, permitir que se acercasen a ella y demostrar que sigue teniendo apoyo popular, en contraste con la decisión del pedido de condena de 12 años de prisión por liderar una asociación ilícita que montó un dispositivo ilegal para robarle plata al Estado.
Vamos de nuevo: la vicepresidenta, al permitir una “rutina de exposición” que se repitió, durante 11 días, al salir y regresar a su casa, aumentó el nivel de riesgo hasta límites insostenibles.
De hecho, horas después del intento de magnicidio, y luego de que el Presidente sentó a su lado a Aníbal Fernández, en señal de apoyo, Cristina hizo lo mismo con Diego Carbone: lo mostró junto a ella, a pesar de todo. Fue a las cuatro y veinte de la tarde del viernes pasado, cuando salió de su casa con rumbo desconocido y no tuvo una conducta responsable. Porque volvió a vulnerar el anillo de seguridad, al dejarse abrazar por militantes que la esperaban en la puerta de su casa.
Hasta ahora sabemos:
- Que Montiel, alias “Tedi, el cristiano”, alcanzó a gatillar la Bersa calibre 32.
- Que el arma era apta para el disparo y que ya había sido accionada antes.
- Que tenía cinco municiones en su cargador y
- Que los disparos no salieron porque el atacante no accionó la corredera en forma manual, porque no quería o porque no sabía.
- A Montiel le encantaba tomarse fotos con famosos, como Zulma Lobato (foto)
- Apareció varias veces en el programa de Tomás Méndez (foto) el periodista que fue despedido de C5N por haber organizado un escrache contra Patricia Bulrich
- Parece tener cierta afinidad con grupos neo nazis y comunidades de odio, como “comunismo satánico” “coach anti psicópatas” y “ciencias ocultas herméticas”
Además, se comprobó que, en su brazo izquierdo, Montiel tiene un tatuaje que representa a un sol negro y que sería una mezcla de tres símbolos clave en la ideología nazi: la esvástica, la rueda solar y la runa de la victoria.
¿El magnicida actuó solo o en banda? Su novia, o exnovia Ámbar aseguró que ella no tiene nada que ver, y que se siente tan sorprendida como el resto de la Argentina. Pero un amigo de su infancia Mario quien entendió que, en efecto, Montiel quiso asesinar a Cristina, opinó que era un marginal y un mitómano, que había sufrido bullying, que se había volcado a la religión evangelista y que no tenía nada que perder.
El repudio casi unánime al intento del asesinato de Cristina pudo haber servido, como al inicio de la pandemia, para mejorar el vínculo entre el oficialismo y la oposición. Sin embargo, el Gobierno desaprovechó la oportunidad dos horas y media después del hecho, cuando el Presidente adjudicó la responsabilidad a la oposición, la Justicia y los medios.
A partir de ese momento se desataron, como diría Carlos Pagni, dos tormentas perfectas, dentro de un huracán. Por un lado, el desembozado aprovechamiento político del atentado. Por el otro, una caza de brujas, con nombres y apellidos, de los periodistas que nos ocupamos de la actualidad política, y de las causas de corrupción que involucran a Cristina Kirchner, Hugo y Pablo Moyano, por citar solo dos de los ejemplos más ilustrativos.
Lo de Pablo Moyano es, directamente, una invitación a la violencia. Pero detrás de Moyano vinieron muchos más, como D’Elía a través de su cuenta de Twitter. “La Bersa es de Lanata. El cargador es de Leuco. Las balas son de Feinmann. La mira es de Jhony Viale. La empuñadura es de Majul. El cañón es de TN La portación es de Echecopar. El gatillo es de LN+ La instigación es de Clarín. El plan es de la Embajada. El brasileño es un perejil”. O la agencia oficial Télam, exhibiendo un dibujo en el que aparece un micrófono travestido en un arma de fuego.
O la presencia, a metros del Presidente, como un integrante más de “la mesa contra el odio” de Ezequiel Guazzora, un militante desequilibrado y violento. Un sacado que, horas después, profirió otra seria amenaza contra Alfredo Leuco, Jonatan Viale, Eduardo Feinmann y contra mí. ¿Cómo lo hizo? Diciendo: “esta vez la sangre no va a ser la nuestra”.
Guazzora tiene una condena por violencia de género, debido a que amenazó a su expareja, la exdiputada kirchnerista Stella Maris Córdoba.
Además, en su momento, logramos una perimetral para evitar su acercamiento, porque fue varias veces a provocarnos, a nuestro lugar de trabajo, con el objetivo de que le respondiera físicamente.
Para analizar el nivel de locura que propone el gobierno como respuesta al atentado, basta con reproducir el tuit del ministro del Interior Eduardo De Pedro, caracterizado por nuestro colega Jorge Fernández Díaz como un disparo sobre la libertad de expresión en la Argentina.
“No es un loco suelto ni es un hecho aislado: son tres toneladas de editoriales en diarios, televisión y radios dándole lugar a los discursos violentos. Son los que sembraron un clima de odio y revancha, y hoy cosechamos este resultado: el intento de asesinato a Cristina Kirchner”.
Como parecen tan alejados de la realidad, como fuerzan tanto la interpretación de los hechos, la gran pregunta es: si el pedido de condena de Luciani desató semejante reacción ¿Qué podría suceder en el caso de que los jueces Jorge Gorini, Rodrígo Giménez Uriburu y Andrés Basso terminen condenando a la vicepresidenta?
Ya sabemos que el verso de la proscripción es una mentira, porque Cristina podrá ser candidata igual, y porque antes de ser efectivamente detenida tendrían que confirmar su condena, primero, los jueces de la Cámara de Casación y luego, los magistrados de la Corte Suprema de Justicia.
Pero mañana lunes comienzan los alegatos de la defensa del juicio de Vialidad y nosotros, como periodistas que somos, pensamos cubrirlos, porque nos parece relevante.
Esperamos que digan, como la portavoz del presidente, Gabriela Cerrutti y el gobernador de la provincia, Axel Kicillof, que no existe ni una sola prueba para condenarnos.
Pero recordaremos, hasta el día de la sentencia, todas las evidencias presentadas por Luciani y Mola. Porque ese es el trabajo de los fiscales. Y mostrarlo es nuestra obligación. Todas las veces que sean necesarias. No importa cuánto nos amenacen. No importa cuánto miedo nos quieran meter.