El sábado, cuando la mayoría de los argentinos buscaba un paliativo frente al agobiante calor o dormía la siesta, el presidente Javier Milei trajinaba, con insistencia, la calculadora de su celular. Lo hacía para explicar, porque tiene que evitar, cueste lo que cueste, que la Argentina caiga en la peor hiperinflación de su historia.
Eran las seis menos cuarto de la tarde. Desde su habitación del piso 18 del Hotel Libertador hizo una cuenta sencilla: “En la primera semana de diciembre, los precios aumentaron el 18 por ciento. Por lo tanto, la inflación está viajando hacia el 7700% anual. Estamos atravesando una híper. Por eso trabajamos contra reloj en un ajuste tan fuerte. Para que evitar que el país explote”.
Lo escuchaba con atención la ministra de Capital Humano, Sandra Petovello. El Presidente seguía haciendo cuentas: “La inflación de noviembre llegó a casi el 13 por ciento. A este ritmo, la de diciembre y enero podrían alcanzar hasta el 40 por ciento cada mes. Si no hacemos el ajuste ahora, la hiper nos va a llevar, al 95% de la pobreza”.
¿Estamos a las puertas del infierno tan temido? El Presidente cree que sí. No parece importarle demasiado que lo ataquen, poniendo de relieve sus contradicciones. Como la sentencia que profirió en octubre de 2020, al afirmar: “Antes de subir un impuesto me corto un brazo”.
Porque ahora argumenta, ya como jefe de Estado en ejercicio: “Somos bilardistas. Vamos a hacer lo necesario para evitar la hiper y llegar al equilibro fiscal. Y cuando lo logremos, vamos a ir bajando el impuesto a las ganancias y las retenciones, mientras desregulamos la economía para empezar a crecer”.
El Presidente habla por lo menos una vez cada dos horas con su ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo. Ellos, junto al jefe de gabinete, Nicolás Posse y su asesor presidencial, Santiago Caputo, se saben casi de memoria los números de las consecuencias de las medidas emergencia. Explican que:
- El ajuste va a impactar en un 60 por ciento en el sector público y en un 40 por ciento, en el sector privado.
- El ajuste del sistema político propiamente dicho, alcanzaría a cerca de 10.000 millones de dólares.
- Durante los próximos cuatro meses, los ingresos de los jubilados aumentarán el equivalente al 1.6 por ciento del PBI, solo por el cambio de fórmula que propiciaba el gobierno anterior.
- Ya se duplicaron los montos de la Asignación Universal por hijo (AUH) y se aumentaron en un 50%, los de la Tarjeta Alimentar.
- Las tarifas del agua, la luz y el gas se irán recomponiendo a razón de “un tercio por año”. Es decir: se terminarían de pagar, completas, sin ningún subsidio, a lo largo de tres años.
- Se está poniendo a punto un decreto para transformar a la mayoría de las empresas públicas en Sociedades Anónimas. O, como anticipó el propio Milei: “se privatizará todo lo privatizable”.
En las encuestas que midieron la primera semana del nuevo presidente, aparece un dato clave: la mayoría de la gente entiende que el fogonazo inflacionario que estamos atravesando, no es culpa del gobierno que acaba de asumir, sino de la perversa herencia recibida.
Es más: a los kirchneristas de paladar negro que empezaron a trabajar en modo helicóptero, les va a costar un poco más instalar la idea de que la culpa de todo la tiene Milei.
Para empezar, los lloradores de mentirita están siendo desenmascarados uno a uno. Como el taxista que primero se quebró y después tuvo un ataque de risa, cuando creyó que se apagaba la cámara de nuestra colega de C5N.
También fue desenmascarada la chica que “confesó” haber votado a Milei, y que dice que ahora se arrepiente. Sin embargo, hay un reclamo genuino: los votantes del cambio exigen que la cuenta grande la pague la denominada casta, y no solo la clase media y la clase baja.
Por eso la pregunta que le hizo en las últimas horas Eduardo Feinmann al senador Martín Lousteau, pareció tan pertinente. De hecho, el presidente de la Cámara De diputados, Martín Menem, anticipó, en la primera entrevista que dio a un medio masivo, El Observador 107.9, que iba a ajustar fuerte. Y que eso incluía, por supuesto, la pauta publicitaria oficial.
Tan activa como Martín Menem se mostró la vicepresidenta Victoria Villarruel, a quien Milei felicitó este fin de semana por haber logrado mayoría en el Senado, propinándole a Cristina y sus incondicionales una derrota difícil de procesar. Pero al mismo tiempo le mandó a preguntar, a través de su gente de confianza, si ya había interrumpido o eliminado la distribución de pauta oficial de la Cámara Alta. Todavía lo recibió una respuesta concreta.
¿Entienden la lógica del ajuste los gobernadores? La mayoría no solo la comprende, sino que lo empezó a ejecutar, con mayor o menor estridencia. Por ejemplo:
- Raúl Jalil, de Catamarca, volvió para atrás el aumento que se habían dado los jueces, muy por encima del promedio de los empleados de la provincia.
- Carlos Sadir, de Jujuy, empezó a instrumentar un ajuste mesurado de los cargos “políticos” que ingresaron en el último año.
- Osvaldo Jaldo, en Tucumán, anunció un recorte equivalente al 13 por ciento del presupuesto 2024.
- Gerardo Zamora, de Santiago del Estero, declaró la emergencia económica y suspendió las contrataciones en el Estado por un período de seis meses.
Pero también parecen entenderlo los gobernadores de Córdoba, Martín Llaryora; de Santa Fe, Maximiliano Pullaro; de Mendoza, Alfredo Cornejo; de Chubut, Ignacio Torres; de Corrientes, Gustavo Valdés; de Entre Ríos, Rogelio Frigerio; de Salta, Gustavo Sáenz, de San Luis, Claudio Poggi, y hasta el jefe de gobierno de la Ciudad, Jorge Macri.
Todos ellos tienen problemas diferentes. Sin embargo se encontrarán el martes con el presidente y con el ministro del Interior, Guillermo Francos, dispuestos a compartir la responsabilidad política que implica volver a aplicar el impuesto a las ganancias que había eliminado Massa.
Porque todos admiten, en privado o en público, que se trató de un acto irresponsable. De pura demagogia electoral. Todos, menos el incalificable gobernador de la Rioja, Ricardo Quintela, y el hiper ideologizado gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof.
La palabra de Quintela no tiene ningún valor. Porque es el mismo que había prometido renunciar si los argentinos elegían a Milei como presidente.
Y, por otra parte, la amenaza de Kicillof de empezar a emitir moneda propia, como se hizo con los patacones, tampoco va a terminar de asustar a nadie. Es más: Milei le pidió a su equipo que no salgan a cruzarlo. Que lo dejen que se cave su propia fosa política. Es porque considera que, si Kicillof lleva su promesa a los hechos, la moneda de la provincia, de entrada, va a valer un 30 por ciento menos que el peso. Y entonces se iniciaría la debacle del favorito de Cristina.
Milei parece muy preocupado por el fogonazo inflacionario y sus consecuencias sociales, pero está eufórico con la respuesta de los mercados a sus primeras medidas. Lo explica así:
- La brecha entre el dólar oficial y los financieros es cada vez más chica.
- El Banco Central recuperó reservas por 700 millones de dólares.
- El riesgo país sigue por debajo de los 2000 puntos. El viernes cerró a 1854 puntos.
También se muestra eufórico con una herramienta especial. Un sistema que diseñó el ministro Caputo para resolver las deudas de los importadores. El Presidente considera que contribuirá a desarmar la bola de Leliqs. Quiénes trabajaron en el diseño lo explican así:
- A los importadores el Banco Central les debe cerca de 30 mil millones de dólares por el pago de compras ya realizadas.
- Primero se va a analizar, en detalle, cada uno de los SIRA, para separar a quiénes son los acreedores genuinos y quienes los truchos.
- Una vez separada la paja del trigo, se les ofrecerá, entre otras opciones, un bono en dólares, a 4 años, para ser comprados con los pesos que ya tenían destinados al pago de importaciones.
- La participación en el mercado de estos bonos contribuiría a desactivar la bola de leliqs.
- Es porque los pesos que absorbe el Banco Central a través de este mecanismo permitirían reducir los pasivos remunerados y por lo tanto servirían para bajar la inflación cada vez más rápido.
- Además, los tomadores de bonos podrán pagar con una parte de esa herramienta sus deudas impositivas.
- En definitiva, el sistema serviría, también, para potenciar la actividad productiva.
Milei solo deja de hablar de economía cuando se detiene a pensar lo que denomina “el desafío de recuperar la calle”.
Tiene un dilema: no quiere potenciar la expectativa sobre la concentración y marcha del miércoles para conmemorar el aniversario de la represión del gobierno de Fernando de la Rúa, que dejó como saldo 39 muertos y 500 heridos.
Pero al mismo tiempo lo entiende como el primer test frente a la sociedad. Una oportunidad única para responder con la ley en la mano ante quiénes se sienten con derecho a cortar las calles y las avenidas, por encima del derecho a transitar y trabajar.
2023 terminará con 8000 cortes en todo el país. Según datos de la consultora Diagnóstico Político, de ese total:
- El 24% corresponden a organizaciones sociales.
- El 22% a trabajadores estatales.
- Y un 22% a vecinos.
¿Cómo actuarán las fuerzas de seguridad el próximo miércoles?
Eduardo Paladini, periodista de Clarín, explicó que si los manifestantes ingresan por el puente de Villa Pueyrredón, la ministra tendrá oportunidad de aplicar el protocolo. Pero si lo hacen, en forma masiva, por la estación de tren de Constitución, quienes se deben ocupar de ellos son las fuerzas de la policía de la Ciudad del ministro Waldo Wolff.
A propósito: en las últimas horas Wolff y Jorge Macri publicaron una “buena noticia”: la recuperación de Plaza Lavalle, ocupada de manera ilegal por un grupo de 30 personas.
Lo hicieron en un operativo conjunto entre la policía de la Ciudad, Espacio Público e Higiene Urbana. El ministro lo puso en mayúsculas, así: “Se terminó la ranchada en Tribunales”. Milei no le dio RT. Pero sigue hiperactivo: en las últimas horas, fue a votar a la Boca, donde un grupito de hinchas lo insultaron, y se tomó un avión para visitar a los familiares de las víctimas de la tragedia de Bahía Blanca.