El periodista analizó, en LN+, las últimas tensiones en el Gobierno y “las movidas de un grupo de Ultra K”
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No tienen paz.
Les importa un pito que te mueras de hambre, de covid o que seas jubilado y no te alcance para vivir.
Lo único que quieren es mantenerse en el poder.
Y es por eso, que, a menos de una semana del intento de magnicidio, un grupo de ultras k, en vez de preguntarse cómo le habrá afectado a la vice el traumático hecho, están lanzando la consigna Cristina presidenta 2023.
¿En serio, después del daño que le hizo y le viene haciendo al país, quieren intentar de nuevo?
Ya habían recibido un guiño de la propia Cristina, el viernes 26 de agosto, cuando los dirigentes del PJ porteños se acercaron hasta la puerta de su casa, le dieron una gorrita con la consigna CFK 2023 y ella se la puso, con carita de emoticón feliz.
Además, hace apenas una semana, el hombre que condiciona el regreso de la paz social a la interrupción del juicio de Vialidad, José Mayans, se tomó la libertad, de decir, en el Senado, frente a ella misma: “la Argentina merece otro gobierno de nuestra compañera Cristina”.
En ese momento se pudo ver como Cristina hacía gestos con la mano derecha, como diciendo que no.
Pero el operativo retorno ya estaba en marcha. Incluso en las horas previas al atentado, su propio hijo, Máximo Kirchner, durante la entrevista que le concedió al periodista mercenario Roberto Navarro, sentenció que la mejor candidata para presidenta era nada más y nada menos que su propia madre.
Pero ni Máximo, ni Cristina, ni nadie con dos dedos de frente ignora que ella está en el peor momento de su carrera política.
Con la menor intención de voto de la serie histórica. Con un nivel de rechazo de más del 70 por ciento.
Es decir: con un techo electoral tan bajo, que ni siquiera resistiría la misma triquiñuela que le salió bien en 2019: ungir a alguien moderado para manejar el poder desde las sombras.
Tampoco deberían ignorar al alto impacto que tuvo y sigue teniendo en la sociedad el alegato de los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola, quienes el lunes 22 de agosto pasado, en una decisión histórica, le pidieron 12 años de prisión e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos.
Las cosas pasan demasiado rápido en la Argentina, pero te quiero recordar los pésimos resultados de las primeras encuestas, publicadas inmediatamente después de la dramática auto defensa de la vicepresidenta, cuando prendió en ventilador y tiró estiércol a diestra y siniestra, pero sin pronunciar jamás la frase “soy inocente”.
Por ejemplo, el Observatorio de Psicología Social de la UBA, determinó que el 80 por ciento la considera culpable, el 12 por ciento no tiene una respuesta elaborada y que apenas el 8 por ciento la supone inocente.
Pero al dato más sorprendente es que de entre los votantes del Frente de Todos, el 26 la considera culpable, y el 32 por ciento duda de su inocencia.
Para que se entienda bien: solo el 43 por ciento de quienes votaron la formula Alberto Cristina la considera libre de culpa y cargo.
Quizá la respuesta, del hartazgo e irritación que genera su figura, está en lo que la sociedad considera los principales problemas del país, en este orden:
- La inflación, con el 86 por ciento.
- La corrupción, con el 73 por ciento
- La pérdida del poder adquisitivo de los ingresos, con el mismo porcentaje.
- La inseguridad, la delincuencia y la pobreza con el 66 por ciento.
- La educación, los bajos salarios y el desempleo, con el 61 por ciento, seguido, por el narcotráfico, el endeudamiento externo, y la recesión económica.
Después del atentado, algunos kirchneristas de paladar negro, me consta, sintieron un deja vu. Algo parecido a lo que vivieron con la muerte de Kirchner. El alto y favorable impacto que tuvo el deceso en la imagen de Cristina y su posterior victoria, en las presidenciales de 2011.
Te lo recuerdo: obtuvo el 54 por ciento de los votos, al porcentaje más alto que jamás haya logrado un presidente después de Juan Domingo Perón.
No hace mucho recordé que fue la empatía por la tristeza de tristeza de la presidenta viuda lo que le hizo declinar a Mauricio Macri su deseo de enfrentarla. Fue por eso, más el crecimiento de la economía, que Jaime Durám Barba le había anticipado que no tenía ni la mas mínima chance de ganar.
Recuerdo que, más allá de la tristeza genuina de millones de personas por la muerte de Néstor, el montaje de su despedida no tuvo desperdicio.
Todavía me acuerdo cuando, en un gesto aparentemente espontáneo, pero que estuvo muy bien preparado, de repente, muy cerca del féretro de Kirchner, alguien se detuvo a cantar el Ave María.
Poco después nos enteramos que el barítono había sido Ernesto Bauer, hermano del actual secretario de cultura Ernesto Bauer.
Cualquier parecido con lo que sucedió durante la última vigilia de Cristina con los cantantes líricos del Colón antes del atentado y en el estudio de C5N minutos después del atentado, no es pura coincidencia.
Están perdidos. Desesperados. Usando los mismos trucos una y otra vez. Sin brújula. Por eso los sorprendió tanto la encuesta de Reputación digital, que afirma que el 62.49 por ciento de los consultados piensa que el atentado fue armado, y solo el 37 lo considera real.
Por eso aparece el jefe del grupo de tareas sucia de Cristina Rodolfo Tailhade, pidiendo que metan presos a quienes investigan el atentado, el fiscal Carlos Rívolo y la jueza María Eugenia Capuchetti.
Porque quieren transformar el hecho en un asunto político y no en lo que parece que es.
Lo escribió en su cuenta de tuit el periodista de Clarín Ignacio Miri, con fina ironía: “Yo, como politólogo, tengo que reconocer que no había visto venir un atentado político organizado por una banda de pornofreaks-tiktokers-remiseros-vendedoresdealgodóndeazucar-antiplaneros-fansdecrónica-nazilooks liderada por un brasilero”.