El conductor de +Voces desmenuzó en su columna a las palabras de la vicepresidenta en la audiencia final de la causa conocida como Vialidad, cuya sentencia se dará a conocer el próximo 6 de diciembre
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En las próximas horas, Cristina será doblemente derrotada. Para empezar, el próximo martes 6, presumiblemente, perderá su inocencia. Es decir: los que le decían ladrona de la nación o jefa de la banda, como un insulto, a partir de ese momento podrán argumentar que existe un fallo de la justicia que lo acredita.
Pero, además, ella estará perdiendo algo que la pone furiosa: la centralidad absoluta, con su pátina de superioridad moral.
Y la estará perdiendo ante funcionarios judiciales que, en vez de responder a sus provocaciones, hasta ahora, se mantuvieron firmes, cumpliendo con su deber. Haciendo lo que deben que hacer: acusarla y, eventualmente, absorberla, o condenarla.
Sus últimas palabras, un destilado de victimización, conspiraciones y amenazas, como escribió Claudio Savoia, hoy, en Clarín, no sirvieron para nada.
Solo constituyeron un intento desesperado de amenazar a los fiscales y a los jueces, y, al mismo tiempo, una jugada de último momento para obtener una suerte de empate.
Es decir: que no la condenen por asociación ilícita, sino por administración fraudulenta. La asociación ilícita implicaría 12 años. La defraudación pública, solo entre 6 o 7.
Ojalá Luciani, Molas, o los jueces vengan un día a este programa.
O a esta señal.
Para contar cómo pudieron soportar semejante ataque de una persona con tanto poder y tanta falta de pudor.
Cristina, hoy más que nunca, manipuló los hechos históricos con una libertad asombrosa.
Primero, comparó a lo que considera un fusilamiento, con los fusilamientos reales de José León Suárez, ocurridos no en agosto, como calculó, sino en junio de 1956.
Después conectó, de manera más caprichosa todavía, a la acusación de Luciani con el fallido ataque de Fernando Sabag Montiel, el más desorbitado integrante de la banda de los lúmpenes de los copitos.
Tan forzada fue la conexión, que incluyó, entre las coincidencias, el hecho de que Brenda Uriarte siguiera a través de sus redes sociales al fiscal Luciani. Y para completar la ensalada, presentó la tapa del diario Clarín del 12 de septiembre, con el título: “La bala que no salió, el fallo que sí saldrá”.
Pero eso no fue todo.
Porque después insistió, sin dar una sola prueba, con que los hechos presentados por el fiscal Luciani fueron puras mentiras.
Debería tomarse unos minutos para escuchar y ver, por ejemplo, uno de los tramos más contundentes de la acusación, cuando el fiscal demostró que Lázaro , José López, y ella misma, estaban conectados con Máximo Kirchner.
(busquen ese video de Luciani, en primeros segundos de un zoom de la nación: “Está comprobada la participación de Máximo Kirchner”)
Y debería prestar atención, además, a cuándo los fiscales presentaron, a través de un cruce de mensajes entre los secretarios privados de Cristina, José López, Julio Mendoza, gerente de Austral Construcciones y Lázaro Báez, el plan “limpiemos todo”.
Pero si Cristina no les cree a Luciani o a Mola, podría poner en Google, que según ella no miente, un video del 21 de marzo de 2016, en el que Federico Wiemeyer, de Telenoche, muestra, a través de un dron, el obrador abandonado de Lázaro Báez.
¿Impresionante no?
Quizá tan impresionante como el intento de Cristina de rechazar la figura de la asociación ilícita para la causa Vialidad, y reivindicarla, en cambio, para el fallido ataque del que fue víctima.
Como si fuera ella juez, parte, y contraparte también.
Ella, hoy, tampoco, tuvo paz.
Porque volvió a mezclar todo cuando se preguntó: ¿No es asociación ilícita cuando yo soy la víctima? ¿ No consideran conmoción publica el intento de asesinato contra mi persona?
Y enseguida, Cristina, insaciable (a pesar de que sus abogados le dijeron “date por contenta si no te condenan por asociación ilícita, aunque lo hagan por defraudación pública”) volvió a mezclar su auto celebración con los hechos de corrupción, como si una cosa habilitara la otra.
Pero como si ninguno de estos argumentos tirados de los pelos resultara suficiente, volvió a repetir el maniqueísta esquema de:
- Nos persiguen porque tenemos votos.
- Porque somos revolucionarios, nacionales y populares.
- Porque desendeudamos al país.
- Porque recuperamos YPF y las AFJP.
- Y porque quieren disciplinar a los dirigentes políticos progresistas.
Si esto, por un momento, fuera cierto; si la persecución se debiera, a todas las cosas supuestamente buenas que hizo a favor del país, durante estos últimos tres años, en que cogobernó junto a Alberto Fernández y Sergio Massa, la tendrían que haber dejado de perseguir.
La tendrían que haber absuelto sin juicio oral.
Porque, en vez de darnos alegría, no hizo más que desastres. Como llevar la inflación de este año hasta 100 por ciento. O provocar la muerte de miles de personas por haber bloqueado el contrato con el laboratorio Pfizer. O bancar la suelta de presos y alimentar la inseguridad y el narcotráfico. O instalar un cepo al dólar y a casi toda la economía, que cada todos los días nos empobrece y nos devalúa un poco más.
Pero Cristina no se conformó con manipular y endulzar el relato con todos los clichés a los que nos tiene acostumbrados.
Ahora le agregó un nuevo hit.
Se podría titular:
Vivo en el mismo lugar desde que asumió Néstor como presidente, en 2003
Como si dijera:
“Nosotros no nos enriquecimos. En cambio, la ex gobernadora María Eugenia Vidal sí”
Bad information, Cristina.
Después de la primera y segunda causa por enriquecimiento ilícito que tuvo que enfrentar, usted incorporó a su patrimonio varios bienes.
Y estamos hablando solo del blanco.
¿Qué bienes?
Los departamentos de Puerto Madero, por ejemplo.
Departamentos que alquiló a Cristóbal López a tres veces el precio de mercado: más de 30 mil dólares contra 10 mil dólares.
Como la compra del Hotel Alto Calafate.
Como todo el efectivo y los bienes muebles e inmuebles que adquirió hasta 2014, cuando empezó la investigación sobre Los Sauces y Hotesur.
Pero tampoco nos olvidamos, porque investigamos y tenemos memoria, que todavía nos debe a los argentinos una explicación sobre los 200 millones de dólares que lavó Daniel Muñoz, secretario privado suyo y de Néstor. Porque Juan Manuel Campillo, en la causa de los cuadernos de la corrupción, declaró, bajo juramento.
- Que estuvo en la cama de Daniel Muñoz en mayo de 2016, cuando se estaba por morir.
- Que Muñoz le pidió que devolviera a sus “legítimos dueños” la plata que no era de él.
- Y que entendió que “los legítimos dueños” eran Néstor y Cristina.
Para que nadie nos malinterprete, estas fueron las palabras textuales de Campillo, en el expediente que instruyeron el fiscal Carlos Stornelli y el juez Claudio Bonadio.
Nosotros no sabemos dónde está esa plata.
Quizá Cristina sí.
Las últimas amenazas de la vice fueron, cuando no, contra los medios, y contra lo que ella llamó, comparándolo con la dictadura militar, el partido judicial.
Por eso nos volvió a amenazar a todos.
Como si ni hubiese sido suficiente con lo que nos vienen amenazando, desde que ella y Néstor instalaron la grieta, en 2008.