En su habitual columna de opinión, el periodista de LN+ hizo foco en la fórmula presidencial y en sus malos resultados para solucionar los problemas del día a día
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¿Cómo llegamos hasta aquí?
Del gravísimo escándalo del avión iraní a la corrida provocada por la decisión inconsulta de un chico grande La Cámpora de comprar bonos primero y dólares después para pagar energía.
Del aumento de tarifas con una segmentación tan enrevesada que va a resultar inaplicable… al aumento de un gasoil cortado con biodiesel que encima no se consigue.
De la apropiación indebida de la calle y de la platita ajena por parte de los gerentes de la pobreza, como Belliboni, Grabois, Pérsico y Chino Navarro, a la insoportable inflación que nos come los salarios, pero también el esfuerzo y la autoestima.
De nuevo, ¿cómo llegamos hasta aquí?
Que la verdad no te ofenda: es el resultado de haber votado a una fórmula presidencial contra natura.
De haber elegido “tipes” audaces, a los que se podría describir como inútiles, y narcisistas.
Inútil es alguien que ya no produce nada bueno.
Narcista es la persona tiene una imagen elevada de uno mismo, por encima de la realidad.
Pero esta mezcla fallida contiene elementos más tóxicos todavía.
- Cristina lo esmeriló desde el minuto cero. En público y en privado.
- Alberto, en vez de ponerle límites, pasó por todos los estadios:
Desde la sumisión hasta la indiferencia. Desde la mimetización hasta decir: “está loca”.
Entre ambos, y su tercer socio fallido, Sergio Massa, se repartieron la raviolera del Estado en parcelas o tribus. Privilegiando “las cajas” y los intereses personales de cada uno.
Los resultados no pueden estar siendo peores.
- Una gestión paralizada, que no resuelve los problemas. Ni los urgentes ni los de fondo.
- Con funcionarios que, antes de tomar una decisión, tienen que esperar a que Alberto, a Cristina y Massa, se pongan de acuerdo.
- Con acusaciones cruzadas sobre presuntos hechos de corrupción, operaciones sucias e incompetencia manifiesta.
¿Conclusión? A este gobierno nadie le cree. El descontento y el hartazgo se encuentran en niveles parecidos a los de diciembre de 2001.
Los papelones son de “nivel Dios”.
Lo del avión varado con sus 19 tripulantes retenidos en Argentina es uno de los ejemplos más brutales.
Dentro de este gobierno descuajeringado, hay por lo menos cuatro hipótesis:
- Son, en efecto, funcionarios de la inteligencia de Irán y de Venezuela, explorando rutas aéreas más vulnerables, para extender la influencia de ambas dictaduras en la región.
- Son instructores veteranos con pilotos aprendices.
- La Argentina tomó una decisión humanitaria, porque no podíamos dejar al avión suspendido en el cielo.
- Es una “novela periodística”, como sostiene la portavoz.
Algo bastante parecido sucedió con el gasoducto Néstor Kirchner.
Cristina acusó a Alberto de coquetear con Techint. Kulfas le respondió, en off y en on, que el pliego lo habían habilitado los chicos grandes de La Cámpora. Ambos cometieron graves errores técnicos. Confundieron el espesor del acero con los milímetros de los tubos para transportar gas. La vice pidió su cabeza y la consiguió. Se abrió una causa por sospecha de corrupción. Se acaba de cerrar en tiempo récord. ¿Por qué nos hacen tragar tanta porquería?
La economía real está peor todavía.
Hay 25 millones de pobres y 11 millones de indigentes.
Guzmán acaba de presentar un presupuesto mentiroso.
Cristina quiere afuera al ministro y a Pesce, el presidente del Banco Central.
A uno lo acusa de mentiroso y a otro de lento. Dice que hace la vista gorda mientras los peces gordos se quedan con los dólares que necesita el país. Los economistas de todas las ideologías preanuncian un super cepo. Pero el flamante ministro de Desarrollo, Daniel Scioli, lo niega de manera terminante. Lo mismo hace Gabriela Cerruti, la portavoz del presidente, cuyas afirmaciones resumen el nivel de delirio de la actual administración. Hace horas dijo, sin ponerse colorada, que con Alberto y Cristina se estaban generando 20 mil puestos de trabajo por día.
Eso daría 7.300.000 nuevos empleos en apenas un año.
Y ya ni siquiera provocan estupor.
Más bien tristeza. Porque la verdad es la contraria: la Argentina fabrica 2.800 pobres por día.
Son inútiles y dañinos: y encima creen que se la saben todas.
Son la peor combinación.
Una verdadera desgracia.