Hay que empezar a tomar en serio a Javier Milei. Dejar de presentarlo o de entenderlo como una caricatura. Dejar de hablar de los perros, de su hermana y de su vínculo con Fátima Flórez. Preguntarte, por ejemplo, cómo sería tu vida si el candidato cumple con algunas de las promesas que viene haciendo en campaña. Preguntarnos, por ejemplo, si con Milei en la presidencia la vida de Silvia González, esta jubilada que pide ayuda de $100 y está a punto de quedarse en la calle, va a cambiar de inmediato o va a ser todavía peor. Porque quizá, la mejor alternativa, como sostiene Milei, sería la derogación lisa y llana de la ley de alquileres. Pero mientras tanto, la negativa de La Libertad Avanza a apoyar los cambios parciales - negativa a la que adhiere la mayoría de los legisladores de Unión por la Patria - sigue condenando a una gran parte de los 60 mil inquilinos con contratos vencidos a quedarse sin techo ni vivienda.
Entonces ¿hay que hacer lo más espectacular o lo que más efectivo? Como sea: hay que tomar en serio a Milei. Analizarlo más allá de la superficie. Porque su voto es profundo, y emocional. Porque supo conectar con el hartazgo y el resentimiento de una gran parte de la sociedad. Y porque es hoy el que tiene más posibilidades de ganar.
Y hay que tomarlo en serio, también, porque venimos notando, desde su batacazo en las PASO de hace tres semanas, el intento de lo peor casta, la casta sindical, por abrazarlo. Por apropiarse de sus votos.
Desde la reunión secreta que mantuvo el líder de la Libertad Avanza con el secretario general de la UOCRA, Gerardo Martínez, hasta la voltereta que pegó Luis Barrionuevo, uno de los benefactores de Wado de Pedro y de Sergio Massa, dando por descontado que Milei será el sucesor de Alberto Fernández. Que va a ganar en primera vuelta con comodidad.
Hablemos de Milei y de los buenos muchachos de la familia sindical. Milei, por ejemplo, propone que los empleadores dejen se de ser agentes de retención de los sindicatos.
Patricia Bullrich promete ir más a fondo. Pretende impedir que se les cobre compulsivamente a los trabajadores y a los empresarios la cuota sindical. Promete garantizar elecciones libres en los gremios. Quitarle la personería a quienes bloquen la salida de camiones o corten la calle. Meter presos a quiénes violen la ley. Se llame Roberto Baradel, Pablo Biró, Hugo Moyano o Pablo Moyano, quien ya anticipó que va a salir a la calle si gana la derecha.
¿Quién de los tres candidatos que competirán en octubre está en mejores condiciones de cumplir con sus promesas? Porque con el kirchnerismo, los Moyano se volvieron multimillonarios y los Baradel se transformaron en intocables. Tan impunes se sienten los Moyano, que ni siquiera les hace cosquilla la intimación que les acaba de enviar la AFIP.
Es por una deuda de mas de 120 millones de pesos. El equivalente a más de US$163.000 . Pero nadie espera que Alberto Fernández, Sergio Massa o Cristina Kirchner lo denuncien o reclamen el pago.
¿Lo podría hacer Milei? Ya se sabe que el candidato, en enero de 2018, se sumó a una marcha convocada por Moyano. Y lo argumentó diciendo que estaba en contra de una supuesta componenda entre Macri y los empresarios de entonces. Cualquiera tiene derecho a cambiar de opinión.
¿Pero por qué Milei nunca critica con tanta virulencia a los campeones del mundo de la casta, como son los sindicalistas eternizados desde hace más de 30 o 40 años en el corazón del poder?
Carlos Melconian considera que el ministro de Economía, Sergio Massa, está fuera de competencia. Que tiró la toalla. Que la inflación de agosto, de septiembre y la de octubre van a ser de dos dígitos.
Melconian dice que nadie puede descartar un evento extraordinario. Milei tampoco lo descarta. Incluso anticipó que él y su equipo estarían preparados para hacerse cargo del gobierno antes de tiempo.
La diferencia, entre uno y otro, es que Milei sostuvo, una y mil veces, que a la inflación se la combate con la dolarización. Y Melconian cree que se lo hace con equilibrio fiscal. Un equilibrio fiscal al que prometió llegar “casi inmediatamente”. Melconian, cuando le preguntan, dice que la dolarización es viable solo si Papá Noel le regala a la Argentina.
También dice que, dolarizar en la Argentina es como que te inviten a comer fideos con tuco pero sin fideos, y sin tuco. Sostiene que pretender eliminar el Banco Central es como querer solucionar el problema de no tener asiento en un colectivo lleno, cortándote una pierna. Ahora, quienes se toman en broma a Javier Milei le dicen Javier “Diley”.
Y se agarran de sus declaraciones donde primero aparece planteando la dolarización de inmediato y luego, a través de distintos especialistas, en un plazo de 24 o 36 meses. Melconian es uno de los que intenta ponerlo en evidencia.
“Pasó del plan motosierra al destornillador”
Por lo pronto, Milei dice que hay una fuerte campaña que incluye faltas de respeto muy graves hacia su familia y su espacio. Que se pasaron de la raya. Que tratan mejor a Patricia Bullrich que a él. Con una doble vara.
Suele poner en la bolsa de sus nuevos enemigos a quienes no compran todo lo que él dice. Para que se entienda bien. Con una lógica de nueva grieta, pero desde la derecha.
Como en su momento hicieron Néstor y Cristina, desde la izquierda, en el medio del conflicto con el campo. Entre quienes rodean a Milei hay gente que le llena la cabeza en ese sentido. “Tenés que pulverizar a los que dudan y preguntan con mala leche”, le aconsejan.
Pero también hay otros más moderados y prudentes, que intentan tranquilizarlo. Uno de ellos es Guillermo Francos, hasta hace días, representante de la Argentina ante el Banco Interamericano de Desarrollo, designado por el presidente Alberto Fernández.
Francos renunció el BID para incorporarse a los equipos de Milei. Fue presidente del Banco Provincia, cuando Daniel Scioli ocupó la gobernación. Igual que el economista, trabajó hasta 2018 con Eduardo Eurnekián, uno de los empresarios más ricos y poderosos de la Argentina.
Francos se está por tomar un avión a los Estados Unidos, para dejar los papeles en orden. Pero ya habló con más de 50 dirigentes políticos a los que, según la vara de Milei, se los podría considerar parte de la casta. Es bueno decirlo ahora. ¿Para qué?
Para que quiénes lo votaron y quiénes están dispuestos a hacerlo en octubre después no se desilusionen. Para que sepan que la lógica amigo enemigo puede servir para ganar elecciones, pero puede resultar suicida para gobernar. Por ejemplo: muchos dirigentes de la Libertad Avanza intentaron generar empatía cuando eran menos conocidos y muchos periodistas sufríamos ataques por parte del kirchnerismo.
Ataques perpetrados por lúmpenes pagos, como el prófugo Ezequiel Guazzora, ahora acusado de violar a menores, candidato de Guillermo Moreno y Luis D’Elía, y en el álbum de fotos de Cristina y de Kicillof, entre otros. Guazzora nos venía a buscar a la puerta de la radio, en plena pandemia.
Pero la impunidad de los amigos del poder, como Guazzora, Moyano y D’Elía nunca formaron parte de una discusión a fondo en la Libertad Avanza. D’Elía, por ejemplo, nos acusó, a un grupo de periodistas, de haber sido responsables del atentado contra la vicepresidente, del que se acaba de cumplir un año. ¿Te acordás? En su tuit decía que la Bersa era de Lanata, el cargador de Leuco, las balas de Feinmann, la mira es de Jony Viale y la empuñadura de Majul.
Milei repudió el atentado, el feriado que se decretó al otro día pero no pareció indignarse por semejante ataque. Tampoco Milei dio el nombre y el apellido de los empresarios que, más allá de la denuncia genérica sobre la obra pública, hoy están apoyando, por ejemplo, el candidato Massa.
Ni se pronunció sobre el intento de la jueza Ana María Figueroa de atrincherarse en su puesto para garantizar la impunidad de la vice, Cristina Fernández. ¿No lo hizo porque no le importa, o solo porque sus votos se potencian cuando habla de economía?
Y en todo caso, ¿Hace bien en ningunear a Melconian, o al hablar de él de manera despectiva, lo termina subiendo al ring, en beneficio de Patricia Bullrich?