Escuchá el editorial como podcast
Después de los papelones que el Presidente hizo esta semana, el exembajador artículo quinto Jorge Asís, podría concluir: “Alberto se habló encima”. Pero, sería injusto, no porque no sea verdad sino porque no es el único.
Sin ir más lejos, el gobernador que grita pero no gobierna, Axel Kicillof, y la vice, Cristina Kirchner, que gobierna mal, pero en las sombras, se la pasan dando cátedra sobre asuntos de los que parecen saber poco y nada. Desde las vacunas contra el Covid hasta el yuyito que crecería solo y que está evitando, otra vez, una corrida cambiaria y bancaria. Podríamos dar decenas de ejemplos.
Repasemos los más patéticos: uno sucedió el 17 de julio del año pasado, cuando, en el medio de la pandemia, con la soberbia que lo caracteriza, Kicillof metió a la Antártida por la ventana, como si fuera una provincia más de la república argentina; otro fue en enero del 2020, al querer caer bien a los militantes del lenguaje supuestamente inclusivo y mencionó a los maestros como “docentes y docentas”.
El gobernador tampoco debería negar de dónde viene. Como escribió hoy Pola Oloixarac, aceptemos que Kicillof tiene la petulancia de algunos egresados del Nacional Buenos Aires al que “implantaron” en una provincia que no parece conocer muy bien. Si la conociera, comprendería al instante la diferencia entre la palabra varones, con v corta, la que define el género, y el término barones, con b larga, por los barones del conurbano.
Tampoco deberíamos soslayar la pretensión monárquica del gobernador de creer, que el Estado es él mismo, que lo puede todo, incluso vacunar a una ciudad de Buenos Aires y media, como si fuera el personaje de flash. Bah. Pura propaganda K.
A Kicillof, más bien, habría que tenerle cuidado, porque no solo manipuló en su momento los índices de la pobreza, no solo manipula ahora los índices de contagiosidad para justificar la voltereta política de la apertura de escuelas en la provincia. También confunde cómo funciona la segunda dosis de la vacuna Sputnik-V. Y es capaz de comprarla con el refuerzo de la antitetánica. Sin ningún rigor científico. ¿Acaso ignora, el gobernador compadrito, que la vacuna rusa está conformada por dos componentes distintos?
¿Qué decir de Cristina? Bueno, ella habla muy de vez en cuando; sabe que si lo hace demasiado seguido espanta a los votantes moderados. Po eso, gobierna en la sombras. Y sale a hablar poco y nada. Sin embargo, cuando habla, quizá afectada por el síndrome de abstinencia, su verborragia desbordante, nos termina regalando papelones de antología. Podríamos arrancar, para entrar en calor, con el fallido del 21 de julio de 2014. Era presidenta y estaba inaugurando un nuevo coche del tren Sarmiento. Allí fue que dijo: “Apurémonos, sino viene la próxima formación y nos lleva puestos”. Hacía poco más de dos años que había sucedido la tragedia de once, con 52 muertos y 789 heridos.
Y hagamos, ya que estamos, otro acto de justicia, porque no fue Alberto el único que se metió en el berenjenal sobre el origen de los argentinos. También lo hizo Cristina, el 7 de agosto de 2012, siendo presidenta, y haciendo referencia a Jorge Capitanich. Fue en el marco de una teleconferencia para la inauguración de un complejo bilingüe en Chaco. Ella dijo, señalando al entonces gobernador: “Este parece medio indígena. Pero no se engañen, viene de la Europa medio xenofóbica”.
En la misma línea, todavía nos preguntamos qué quiso decir Cristina, de verdad, cuando reveló, hace poco, que ella no iba de vacaciones ni a Vietnam ni a Camboya, sino a Nueva York y a Disney Word. Más precisamente, Disney Wall. Y cuidado. Que en esa retahíla de palabras sin pensar, no solo se pueden hallar expresiones elitistas, sino también la explicación de por qué todavía no contamos con las vacunas de Pfizer. Vacunas que, de haberlas tenido en tiempo y forma, hubieran evitado miles de muertes por Covid.
Ahora, para ser más justos todavía, me quiero detener en las verdaderas razones de porqué Alberto, Kicillof y Cristina hablan mucho, mal y pronto. Ya se repitió hasta el cansancio que lo del presidente puede ser:
- Cierta compulsión por hacer escuchar a su interlocutor lo que desea.
- Estrés, por estar bajo presión del gobernador, la vice y el hijo de la vice.
- Una tendencia a usar el modo “tío Alberto/ quedate en casa/ que yo te cuido” que tantas satisfacciones le dio al principio.
Pero ¿y que sería lo que impulsa a Kicillof? Nada más y nada menos que la manipulación de la realidad, la propaganda K. En la provincia sigue el montaje del sistema paralelo de vacunación K, la vacuna electoral.
Y mientras, a Cristina ¿qué la impulsa? Tenemos una hipótesis: la necesidad de contar historias de ficción, para tapar dos de las verdades que ningún relato puede desmentir: que sus gobiernos fueron un fracaso; y que debe responder ante la Justicia por las numerosas causas de corrupción y lavado que pesan sobre ella.
Pero volviendo a Alberto, ¿por qué mete la pata tantas veces y en tan poco tiempo? Nuestra deducción es que para llegar a presidente perpetró su pecado original. No solo fue el de cambiar, de la noche a la mañana, algunas de sus ideas más fuertes sino luego transformarse, convertirse, casi, en otra persona. Una a la que es muy difícil de creerle.