En LN+, el periodista analizó las últimas medidas que tomó el Ejecutivo, el conflicto con el gremio por los neumáticos y el rol de la vicepresidenta
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Este gobierno navega sin rumbo. Por eso nuestro país está a la deriva. No es una exageración, ni una manera de decir. Se puede verificar cada cinco minutos. Con cada noticia de último momento.
La huelga salvaje de los sindicalistas de los neumáticos es la más grave. Pero no es la única ni la primera.
Dimos el primer aviso, desde la Nación más, el día de la primavera, cuando mostramos cómo un grupo de gremialistas de SUTNA tomaba las oficinas del ministerio de Trabajo, mientras cortaba la avenida Callao, a la altura de la avenida Rivadavia.
Ni desde el ministerio de Trabajo ni el de Seguridad se hizo lo mínimo para evitarlo. O para denunciarlo. Por eso los directivos del sindicato ahora tienen en vilo al país. Y ni siquiera parece demasiado claro lo que están pidiendo. El dueño de Fate, Javier Madanes Quintanilla, consideró que el conflicto no es meramente salarial, sino político. Y que si los trabajadores hubieran aceptado la propuesta empresaria, un operario medio estaría ganando 400 mil pesos.
El secretario de Industria, José Ignacio de Mendiguren se mostró sorprendido, porque cree que se trata de uno de los sindicatos con mejores condiciones de trabajo, que incluye la distribución de utilidades.
Igual que la portavoz, Gabriela Cerruti, De Mendiguren no hizo de funcionario responsable sino de comentarista, o panelista, al pronosticar que si el conflicto no se soluciona ya, la producción caería en un 15 por ciento, y se perderían entre 250 y 300 millones de dólares de exportaciones.
Y el propio Sergio Massa, en una mesa con los fabricantes de automóviles de la Argentina, también se colocó en el lugar de analista de actualidad, al hacer divulgar su frase: “No podemos ser rehenes de un grupo muy chiquito de gente inflexible y casi por un capricho”.
Las tres empresas que fabrican neumáticos Fate, Pirelli y Bridgestone están paradas. Ford y Toyota interrumpieron su producción y como los gremialistas tienen ocupadas las plantas, ni siquiera se pueden entregar los neumáticos que ya se terminaron de hacer, lo que está afectando no solo a las gomerías de avenida Warnes, sino a toda la logística del país, desde Ushuaia hasta la Quiaca.
La Federación de Camioneros, con el procesado Pablo Moyano a la cabeza, debería estar pegando el grito en el cielo, porque la huelga ya está afectando el trabajo de los choferes, en forma tangible.
Pero ya sabemos lo lejos que están los Moyano de los laburantes. Lo subió a sus redes uno de ellos, cuando faltaba gasoil.
Pero “El Salvaje” está más preocupado en consumar su separación de la CGT y en retener el poder en Independiente que en defender a sus afiliados. O en botonear a los periodistas que investigamos y denunciamos a Cristina, a quienes nos responsabiliza como instigadores del atentado contra su vida. Nada demasiado distinto a lo que hacía su papá, junto a los mafiosos de la Triple A.
Hugo y Pablo Moyano son, además, los responsables directos del grupo de sindicalistas que, el miércoles de la semana pasada, entró a trompada limpia a la empresa de Transporte Milo, con el secretario de Logística Oscar Borda a la cabeza, produciendo lesiones graves a seis personas. Entre otros, el gerente administrativo, de nombre Mariano, que salió a poner la cara, toda magullada, por el cobarde ataque de los chicos de Moyano.
¿Sabés cuál era el problema acá?
Que un delegado, después de 7 años ininterrumpidos de licencia, se negaba a subir de nuevo a un camión, como se había decidido en una asamblea libre.
Casi a la misma hora, el encargado de la seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, el distrito en que matan a tantas personas por hora, se metía en la interna del gobierno a la deriva, como si fuera un dirigente de Juntos por el Cambio, en repudio al ataque de una garita de Gendarmería en Villa Mascardi, donde un pequeño grupo de mapuches truchos mantiene en vilo a toda una comunidad.
Incluso tuvo tiempo para citar al general Don José de San Martín.
¿Pero cómo llegamos hasta aquí? No fue magia, como diría Cristina.
Fue a través de la fórmula presidencial contra natura que asumió en diciembre de 2019, y que no para destruir al país.
Con un presidente que no conduce: una vice que sigue descuajeringando a los argentinos, con su pretensión de imponer una agenda que solo le importa a ella. Y un “superministro” de Economía que no puede, no quiere o no lo dejan hacer lo primero que tendría que hacer, de manera urgente: bajar una inflación que, en septiembre se ubicaría, de nuevo, en un 7 por ciento.
Ahora, en el medio del desastre, nos quieren obligar a discutir sobre el dólar turista, el dólar Qatar, una corte Suprema de Justicia de 15 miembros o la eliminación de las PASO, así el Frente de Todos contra Todos puede seguir mojando el pancito en el tuco.
Hoy, nuestra colega de LA NACION, Silvia Stang, reveló en que tramo se encuentra la causa judicial por las dos jubilaciones de privilegio millonarias que cobra Cristina Kirchner.
Como la ANSES no suministra información, pidió a un especialista, el abogado Alejandro Chiti, exsecretario de Seguridad Social y ex director de general de la ANSES, el cálculo de cuánto estaría cobrando la vicepresidente.
Lo hizo en base a la demanda, a la que dieron la razón tanto la titular de la Anses, Fernanda Raverta como el Procurador General, el vacunado VIP Carlos Zannini.
Cristina embolsaría 6 millones 400 mil pesos en bruto, con un retroactivo a pagar que ascendería a 174 millones de pesos.
Dice Chiti que si la actualización se calculara según el mecanismo de movilidad general, la vice estaría cobrando, en la mano, por lo menos, 4 millones 700 mil pesos.
Cuando leí la cifra no pude más que recordar a la pareja de jubilados, Stella Maris y Walmirán, convertidos en cartoneros, porque no les alcanzan los 32 mil pesos que cobra cada uno. La misma pareja que fue entrevistada por el canal Al Jazeera. El domingo los fuimos a buscar, con el equipo de La Cornisa, para que nunca te olvides el daño que nos están haciendo, mientras ponen toda su energía en agarrarse del poder.