“Egos revueltos” es uno de los mejores títulos que leí en mi vida. Corresponde al libro del periodista y escritor español Juan Cruz Ruiz. Fue publicado en diciembre de 2014. Son las memorias de su trabajo como editor en Alfaguara.
Juan Cruz conoce los egos de muchos de los grandes escritores de los últimos cincuenta años. Jurado permanente del premio Clarín de Novela, convivió con autores tan relevantes como Mario Vargas Llosa y Guillermo Cabrera Infante. En el prólogo, titulado “Sin egos no hay paraíso” el autor explica que el ego bien puesto es el principal motor de cualquier proyecto (literario) exitoso. Pero también revela porqué el exceso de ego se termina convirtiendo en la trampa más efectiva para garantizar los peores fracasos.
Juan Cruz Ruiz explica, además, que la competencia de egos entre grandes escritores siempre fue parte de la naturaleza del oficio. En el juego del poder y la política en la Argentina, el ego lo es (casi) todo. La principal diferencia, en todo caso, es que, la competencia de egos de, por ejemplo, los grandes autores del boom latinoamericano, dio como resultado algunos de los mejores textos de la segunda parte del siglo XX.
En cambio, de la competencia de egos de los principales candidatos a presidente de la Argentina 2023, parece estar surgiendo algo peor. Lo peor de ellos mismos. Y lo peor para todos nosotros: ciudadanos a punto de votar, en el medio de la crisis económica y social más grande desde diciembre de 2001. Con una inflación anual, que llegará, para este año, al 149%.
Por ejemplo, Sergio Massa, uno de los que aspirantes a convertirse en el macho alfa de la Argentina, volvió este sábado a hacer una voltereta en el aire, para advertir que él, o alguien de su fuerza, el Frente Renovador, competirían igual, si al final, el peronismo presenta otros candidatos.
Pero horas antes, su vocera, la presidente de la Cámara, Cecilia Moreau, ya había amenazado a todos los argentinos, con una frasecita tramposa, en la que mezcló la extorsión con el estado de ánimo de una sola persona.
Sobre si parece o no parece una extorsión, que le pregunten al soldado del Papa Francisco y también un poquito de Cristina, Juan Grabois, quien dijo más de una vez que Massa, con esa amenaza, no está extorsionando a sus competidores, sino “al pueblo”.
Massa es un caso de laboratorio. Desde que asumió, la inflación no hace más que subir, el dólar blue no hace más que aumentar, la pobreza no para de crecer, y la economía, en general de descuajeringarse.
La inflación de Massa es imparable:
- Agosto 22: 7.4%
- Septiembre 22: 6.2%
- Octubre 22: 6.3%
- Noviembre 22: 4.9%
- Diciembre 22: 5.1%
- Enero 23: 6%
- Febrero 23: 6.6%
- Marzo 23: 7.7%
- Abril 23: 8.4%
- Y todavía falta la de mayo
El dólar de Massa vuela. En agosto de 2022 valía 292 pesos. Y ahora mismo está muy cerca de los 500 pesos.
La pobreza de Massa no para de crecer: en septiembre de 2022 era de 36.2%. En marzo de este año había subido casi hasta el 40%.
Sin embargo, él y su gente siguen vendiendo que es una especie de héroe, porque está logrando que el gobierno del Frente que él integra no se haya ido, vituperado, todavía, en helicóptero. Y lo que es peor, parece que convenció a otro egocéntrico de marca mayor. Hablamos de Máximo Carlos Kirchner, quien le mandó saludito para la tribuna del plenario del Frente Renovador, en el medio de la final de la Champions League.
¿Y que se puede decir de Cristina, cuyo enorme ego sigue marcando el ritmo de los últimos 16 años de la política argentina? Lo mejor que se puede decir: la señora es más viva que el hambre, porque renunció a cualquier candidatura antes de sufrir la peor derrota electoral de su vida.
Lo peor: arruinó la vida a varias generaciones de argentinos. Con su obcecación. Con su prepotencia. Con sus mentiras. Y ahora, mientras todos miran su dedo, para conformar a quien ungirá, ella, como el tero, grita por un lado y pone los huevos en otros. O para que se entienda bien: activa su plan de impunidad y venganza. Plan que te lo vamos a contar hoy a través de dos informes: uno de Silvina Martínez y otro de Luis Gasulla. El segundo es clave. Explica todo lo que hacen los impresentables abogados de la vice para que no avance el juicio oral y público con más prueba de la historia: los cuadernos de la corrupción.
¿Terminará Cristina bendiciendo a Massa, a quien sigue despreciando desde siempre, o a Wado de Pedro, a quien mandó a la calle con el bastón de mariscal, o le prestará más atención a su hijo, Máximo Peligro, y mandará a Kicilloff al muere de la candidatura presidencial, para así correr el riesgo de perder en la Nación y también en la provincia?.
En todo caso, los dos principales socios del Club del Ego Magullado, Alberto Fernández y Daniel Scioli, ahora amenazan con escupirle el asado a Massa y a Cristina.
Y lo están haciendo con la ayuda inestimable de otro socio menor, cuyo ego se empezó a magullar con la histórica derrota en la provincia contra María Eugenia Vidal y la subsiguiente derrota en la interna para concejales del frente de Todos, en Pinamar. En efecto: estamos hablando del inefable Aníbal Fernández, quién en otra transfugueada digna de mejores tiempos, ahora aparece en contra del dedo de Massa, de Máximo y de Cristina.
¿En que se diferencia la guerra de egos que se libra en el Frente de Todos de las que existen y dominan a Juntos por el Cambio y atraviesan también a otro egocéntrico de manual, Javier Milei? En que ellos son gobierno. Y que les falta medio año para entregar el mando al gobierno que venga.
También se diferencian en que los “Tres chiflados del Frente de Locos” ya demostraron que sus profundas diferencias, ideológicas y metodológicas, fueron las que hicieron chocar al país. Desde Vicentin hasta la política económica, que terminó estallando con la renuncia de Martín Guzmán. Desde el robo de vacunas, hasta la trama ideológica y de negocios que impidió comprar las dosis de Pfizer en tiempo y forma, y que hubieran evitado miles de muertes por Covid en el país.
Pero los egos, en Juntos por el Cambio, también están más revueltos que nunca. Empezando por el ego de Macri, que fue lastimado horas después de la derrota en las PASO de agosto de 2019, cuando Larreta convocó a parte del círculo rojo para decirle que ahora sí le tocaba a él. El ex presidente todavía no le perdona a Horacio haber intentado su parricidio político cuando todavía faltaban las elecciones generales de octubre.
Siguiendo por el importante ego de Horacio, quien viene soñando con el bastón de mando y el sillón de Rivadavia desde que era muy pequeño, y ahora se encuentra con algo que no termina de procesar. Con dos “errores del sistema”.
Un “error del sistema” se llama Patricia Bullrich, quien durante la pandemia, con su presencia constante en los medios y su discurso fuertemente anti kirchnerista, fue construyendo a pulso su candidatura a presidente, y, según la mayoría de las encuestas, compite, voto a voto, con el jefe de gobierno de la Ciudad. El domingo pasado estuvo en La Cornisa, y ni siquiera me dejó preguntarle qué pensaba de la decisión de Larreta y Gerardo Morales de incorporar a Schiaretti. Porque empezó a responder, casi sin respirar:
El otro “error del sistema” se llama Javier Milei, quien insulta y ataca a Larreta de manera muy violenta. Insultos y ataques a los que todavía Horacio no le pudo o no le supo responder con argumentos fuertes.
La lectura de los analistas clásicos es que el intento de Larreta de sumar a Schiaretti revela, como lo sugieren Patricia y Mauricio, que lo hizo porque estaba perdiendo la interna, y necesitaba los votos de Córdoba.
Los otros consultores, los del laboratorio de Larreta, Morales y Martín Lousteau, siguen sosteniendo que hay que acordar con Schiaretti y sus socios antes de las PASO, porque después los va a captar el peronismo, y entonces se perdería por partida doble.
Es decir: porque no solo habría que restar los cuatro o cinco puntos no sumados del antikirchnerismo peronista en Córdoba; también habría que sumárselos al oficialismo que hoy gobierna.
En todo caso, Larreta confía, en que, al final, la mayoría de los argentinos lo terminará votando por sus atributos positivos. Es decir: por su perfil de buen administrador.
¿Y que se puede decir del poderoso ego de Patricia? Que, ahora mismo, conecta con una buena parte de la sociedad. De cientos de miles de argentinos a los que no para de repetirles que tiene “lo que hay que tener para hacer lo que se tiene que hacer”. Pero, ¿tiene los equipos y el criterio para hacer lo que se debe hacer, de verdad? ¿Sabrá cómo enfrentar las resistencias de una oposición que ya se pinta la cara para asfaltar su camino al helicóptero?
En abril de este año, en los encuentros del Hotel Llao Llao, Macri les habría dicho a los hombres de negocios preocupados por el desconocimiento de la economía de Patricia: “Tranquilos: al gabinete de Patricia lo estoy armando yo”. El papel que pudiera tener el expresidente en un hipotético gobierno de Bullrich no es menor. Ya lo comparan con el que tuvo Raúl Alfonsín durante el gobierno de Fernando De la Rúa. O el de Cristina con respecto a Alberto durante el gobierno que todavía no terminó. Lo paradójico es que los equipos de Horacio y de Patricia que discuten sobre el programa económico están en casi todo de acuerdo.
¿Y quien sería capaz de manejar el ego de Milei? Hasta hace un par de años apenas se lo conocía. Y hoy, según la mayoría de las encuestas, parece que tiene un tercio de los votos, detrás del sello de Juntos por el Cambio y un poco por encima de el del Frente de Todos.
Está claro porqué: es el depositario del hartazgo, la impotencia, el odio y el resentimiento que se viene acumulando desde hace muchos años, que tuvo su pico durante la pandemia y que no parece mermar.
Su equipo de comunicación política está obteniendo resultados sorprendentes. Ante cada ataque burdo que recibe, su figura se potencia más. La última operación berreta estuvo a cargo de algunos impresentables del kirchnerismo, como Victoria Donda, quiénes se metieron con su vida privada para presentarlo como un loco. O un friqui.
El ego de Milei es enorme. La potencia de su ego lo hizo llegar hasta acá. Pero también podría convertirse en su propia trampa. Antes o después de las elecciones.
Los casos de Chile, Perú y Ecuador podrían ser un buen espejo dónde mirarse, para no chocar. Sus definiciones grandilocuentes, los adjetivos que usa para calificar a sus competidores y su potente tono de voz le pueden servir para salir primero en las PASO. Pero para gobernar se necesita mucho más que eso: templanza, capacidad de negociación y paciencia. Es decir: humildad para desinflar el mismo ego que te lleva a competir y ganar.