En su columna de LN+, el periodista se refirió a las elecciones del próximo año y también reflexionó sobre el proyecto del cobro de un Salario Básico Universal (SBU)
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Noticias de último momento desde Narnia y “Disney World”: Cristina no tendría más remedio que volver a ser candidata a presidente, en 2023, dicen dos personas que la conocen mucho.
A presidente, o a senadora nacional, por la provincia de Buenos Aires. ¿A senadora para qué? Para encabezar la boleta, empujar a los que vengan atrás en el distrito que más votos aporta y de paso conservar los fueros.
Lo que Cristina no va a hacer de nuevo es elegir a un Scioli o a un Alberto, nos aclararon. Máximo, cada tanto, le pasa factura por haberlo ungido. Le susurra al oído, palabra más, palabra menos. “Es un traidor: yo te avisé”.
Es casi la única coincidencia que tiene con Sergio Berni, el showman de la seguridad. Berni sigue enojado porque quiso ser candidato y no pudo. El dueño de la perra Bona responsabiliza a la jefa por el desbarajuste imperante.
No es el único que empezó a dudar sobre la supuesta infalibilidad de la vice. Incluso alguno de los chicos grandes de la Cámpora, como Wado de Pedro, están empezando a comprender que la estrategia de la jefa de enfrentar a Alberto les está haciendo perder votos en el propio núcleo duro. El ministro del Interior tampoco compartiría la decisión de enfrentar a Emilio Pérsico, Chino Navarro, Daniel Menéndez, Eduardo Belliboni y Gabriel Solano. Tiene miedo, igual que el ministro de Desarrollo, Juanchi Zabaleta, que la denuncia de “tercerización” de los planes sociales desate, por un lado, una catarata de demandas judiciales. Y, por el otro, una guerra de socios, sin cuartel.
Por lo pronto, es la primera vez que salieron a atenderla de a uno. Y le tiraron con los hoteles, con Daniel Muñoz, y con su desconocimiento de los pobres y de la pobreza.
Y hasta Juan Grabois la rayó de costado, durante la presentación de la tercera edición del libro “Una historia del movimiento piquetero”.
Pero atenti.
Porque Grabois, junto con Cristina, quieren promover un proyecto de alto impacto, al que usarían como bandera para la campaña del año que viene: el cobro de un Salario Básico Universal (SBU).
- Ascendería al equivalente de una canasta básica alimentaria de una persona adulta, que en mayo era de 14.401 pesos
- Beneficiaría, y cito textual, a “personas de bajos ingresos que se encuentren sin ocupación plena y que se desempeñen como cuentapropistas o en la economía informal”
- También abarcaría a: “desocupados, informales, monotributistas sociales, trabajadores agrarios y de casas particulares”
- Recibirían el 50 por ciento del beneficio los monotributistas de categoría A y personas asalariadas registradas cuyos ingresos no superen los 39.000 pesos mensuales
- Lo cobrarían 7 millones y medio de argentinos.
Según el ministro Guzmán, insumiría, un costo del 2.1 por ciento del PBI, y no tendría de donde sacar los recursos.
Pero los autores del proyecto sostienen que el costo se reduciría al 1 por ciento del PBI. Porque habría que restarle, aducen, el gasto que insumen otros programas, como la tarjeta Alimentar.
Los que defienden el SBU dicen que se financiaría con el recorte de subsidios a las tarifas de luz y de gas.
Cristina cree que si se abraza a la bandera del Salario Básico Universal, volverá a seducir, como antes, a millones de argentinos.
Lo vincula con el espaldarazo electoral que recibió cuando envió el proyecto de ley de Asignación Universal por Hijo, o la aprobación de la ley de matrimonio igualitario.
Los analistas clásicos sostienen que Cristina y Macri se mueven en espejo.
Y que el expresidente, al final, va a ir por su reelección.
No estamos tan seguros.
Para empezar, ninguna de las causas abiertas en la que Macri está involucrado tiene un destino posible de cárcel.
Es decir: no necesita los fueros ni ser de nuevo presidente para zafar.
Cristina sí.
Para seguir, Cristina no soporta en la presidencia a nadie que no sea ella misma.
En cambio, Macri, aunque rea a regañadientes, sí.
Puede decir, en la intimidad, que no comparte la estrategia de Horacio Rodríguez Larreta. A veces, para bajarle el precio, dice de él. “Es como Roberto Carlos. Quiere tener un millón de amigos”.
Puede pensar, también, que Patricia tiene mucho coraje, pero la falta equipo.
Sin embargo, como buen ingeniero, es consciente de sus límites.
Sus límites políticos y también personales.
Entre los límites políticos hay que mencionar que, a pesar de la subida constante de su imagen positiva, tiene “la negativa demasiado alta”.
Para ser más directos: tendría caudal para ganar en primera vuelta, pero un alto índice de rechazo que la haría perder en la segunda.
Y entre los límites personales, hay que poner sobre la mesa su “salud emocional”.
Macri pasó los peores dos años de su vida entre principios de 2018 y diciembre de 2019.
A principios de 2018, la economía del país se empezó a desbarajustar, junto con su imagen y su intención de voto.
En diciembre de 2019 le entregó la banda y los atributos de mando a Alberto Fernández.
Nunca se sintió más aliviado.
Desde entonces vive en el mejor de los mundos.
Viaja, da clases en dos universidades de los Estados Unidos, pertenece al cuerpo directivo de la FIFA y tiene vínculos fluidos con otros expresidentes.
Además, desde que su imagen positiva empezó a crecer y su influencia como líder del PRO se consolidó, sus dos teléfonos se llenan de mensajes e invitaciones de todo tipo.
Como si esto fuera poco, tiene tiempo de calidad para pasar con su familia y con sus amigos. Los del bridge, los del fútbol y los de la vida.
¿Quién cambiaría esta vida sin angustias por la anterior, de semejante estrés?
Macri solo competiría para ser presidente no solo si se sintiera seguro de ganar las PASO y la elección general.
Lo haría si estuviese convencido de poder hacer todos los cambios que no supo, no quiso o no pudo hacer, siendo presidente.
Y no estamos muy seguros de que esté tan convencido.