El periodista dirigió su editorial a la falta de credibilidad en la vicepresidente tras un intento por retomar el diálogo con la oposición
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El conductor de LN+ abrió La Cornisa con su habitual columna de opinión en la que analizó el contexto político actual y se refirió a las principales diferencias que alejan al oficialismo de la oposición, tras fallidos intentos de diálogo. En este sentido, Luis Majul anticipó: “Me gustaría contarte por qué el diálogo directo entre las dos figuras políticas más influyentes de la Argentina, sería casi imposible”.
A continuación el editorial completo de Luis Majul:
Cuando a (Mauricio) Macri le preguntaron, sin periodistas alrededor, si se sentaría a hablar con Cristina, el habría respondido: “No. ¿Para qué? Yo pude haber cometido errores. Pero ella cometió delitos”.
Enseguida vamos a hablar con el expresidente sobre este y otros asuntos. Pero ahora mismo nos gustaría contarte por qué, el diálogo directo, entre las dos figuras políticas más influyentes de la Argentina, sería casi imposible. Sería imposible, en principio, porque Macri, igual que más del 70 por ciento de los argentinos, a la vice, no la cree.
Ella no quiso entregarle los atributos del mando en 2015. Tampoco lo llamó al diálogo en el medio de la pandemia. Más que una convocatoria sincera, parece una trampa. Un abrazo de oso, de alguien que todos los días aumenta su nivel de rechazo social.
Macri la considera una megalómana. Alguien que hasta hace poco se pensaba casi inmortal: una política que no reconoce errores.
La misma que hace apenas tres semanas lo quiso meter por la ventana en el juicio de Vialidad, planteando una supuesta connivencia entre José López y Nicolás Caputo, sin pronunciar nunca la breve frase: “Soy inocente”. Para Macri, sentarse a hablar con Cristina, en este contexto, sería como defraudar a sus votantes.
Las últimas encuestas son lapidarias:
- El 88 por ciento no cree que el atentado deba interrumpir el juicio por Vialidad, como lo pidió el senador José Mayans.
- 7 de cada 10 personas no considera que el ataque a Cristina haya sido motivado por discursos de odio.
Y, por si esto no fuera suficiente, el rechazo a la figura de la vicepresidente sigue tan alto como antes del ataque. Por encima del 70 por ciento.
El modo Santa Cristina, el cambio de tono- de admonitorio a víctima- la muda de ropa de los colores fuertes al blanco pureza, el uso de Dios, la Virgen, el Papa, el rosario y el relato de que se volvió mística es algo que, lejos de conmover a la mayoría de la sociedad, le genera cada vez más desconfianza.
Nosotros, junto con la mayoría, condenamos el intento de magnicidio la misma noche en que sucedió. Pero ¿en serio, después del desastre que están haciendo con la vida de los argentinos, debemos rezar por Cristina? De eso, entre otras cosas, hablaron Macri y Jaime Durán Barba, durante un almuerzo, la semana que pasó, según nuestro colega Santiago Fioritti.
Y compartieron un dato más inquietante, todavía. A los argentinos no parece preocuparles demasiado al atentado fallido. Parecen más preocupados, primero, por la inflación, después por la inseguridad, y luego, por la corrupción. No es para menos. El dato del 7 por ciento de inflación de agosto de esta semana es un verdadero desastre.
Y la inflación mayorista de más del 8 por ciento implica que, lejos de desacelerarse, aumentará todavía más. El kilo de pan ya está cerca de los 400 pesos. El litro de aceite mezcla los 700. Y el kilo de asado no se consigue por menos de 1200 pesos en cualquier lado.
Desde que la fórmula contra natura Alberto y Cristina asumió, la Argentina acumuló una inflación de casi el 230 por ciento. Estos fueron los alimentos que más aumentaron:
- Cebolla, 753 por ciento.
- Lechuga, 353 por ciento.
- Papa 344
- Batata 297
- Asado 273
- Queso cremoso 245
- Pan de mesa 202
- Leche 201 por ciento.
Pero ni Cristina, ni Alberto, ni Massa hablan de eso. Lo planteó muy claramente María Eugenia Vidal, el martes, en Voces: “Mejor que rezar por Cristina, es empezar a gobernar la Argentina”.
Porque desde diciembre de 2019 hasta ahora, el dólar pasó de 67 a 273 pesos. Es decir: aumentó cerca del 300 por ciento. Porque el 50 por ciento de las familias argentinas sobrevive con un ingreso mensual de apenas 273 dólares. Porque otro 30 por ciento, al que le va un poquito mejor, gana 433 dólares.
Y porque los argentinos de mayores ingresos, que alcanzan el 20 por ciento del total, reciben apenas 713 dólares. Es decir: menos de la mitad de lo que gana el empleado que recién ingresa a Mc Donald´s en la ciudad más pobre de los Estados Unidos.
Y no se trata solo de estadísticas. Por ejemplo, el consumo de carne, de agosto pasado, es el mas bajo de la historia de la Argentina: 47 kilos por habitante por año. Y sucede bajo el gobierno que había prometido que, con ellos, volvería el asado. Nadie desea que a Cristina ni a nadie le pase nada. Nadie alimenta aquí los discursos de odio.
Pero es difícil no indignarse cuando la jubilación mínima apenas supera los 50 mil pesos, mientras las dos jubilaciones de privilegio que embolsa Cristina Kirchner suman más de 4 millones de pesos. Es difícil no reaccionar cuando el conurbano es tierra de nadie, donde te pueden matar para robarte un celular y una mochila, mientras Cristina dispone de más de 120 personas de custodia, y ni siquiera así pudieron evitar que le gatillaran un arma a pocos centímetros de su cara.
Es difícil no sentir lejos a Cristina cuando acaba de aprobar un pase masivo de casi 200 empleados del Senado a la planta permanente. Y más, cuando entre los senadores beneficiados, se encuentran los que se auto perciben más sensibles frente a la pobreza, como Anabel Fernández Sagasti, Oscar Parrilli, Adolfo Rodríguez Sáa y Juliana Di Tullio.
Es que viven en otro planeta. El planeta de los que manotean la plata de nuestros impuestos para jugar a Papá Noel. Para muestra de su disociación basta un botón: el del gobernador que grita pero no gobierna, Axel Kicillof, quien ahora se dedica a inaugurar obras deficitarias.
Para quiénes nos acusan de no prestar la debida atención a la investigación sobre la banda de los copitos, tenemos un informe especial, sobre el pasado oculto de la familia de Brenda Uliarte, a quien se considera la instigadora del atentado contra Cristina. Sin embargo, sería mejor, de nuevo, que se dedicaran a averiguar, por ejemplo:
- Por qué la AFI no obtuvo el menor indicio de la existencia de la banda, ya que la planificación del atentado demuestra que lo empezaron a pensar en abril, casi seis meses antes del alegato y el pedido de prisión del fiscal Diego Luciani.
- Quiénes y porqué son los responsables de haber borrado el contenido del teléfono de Fernando Sabag Montiel, y porque no fueron ni sumariados ni investigados.
- Qué responsabilidad tiene cada quién en la custodia de Cristina Kirchner, un verdadero desastre desde el principio hasta el final.
Y sería mejor, además, que dejaran de hacer un ostensible aprovechamiento político del hecho. Como el que hicieron el ministro Eduardo De Pedro o el sindicalista Pablo Moyano. Como el que hizo Hugo Yasky, flamante visitante de la embajada de Estados Unidos en la Argentina.
Porque ya está claro que, por más ruido que hagan, no van a poder evitar que, antes de fin de año, los jueces de la causa Vialidad dicten sentencia. Una sentencia que marcará un antes y un después, como la que pidió el fiscal Julio César Strassera en 1985 y todavía retumba en la memoria de millones de argentinos.