En su habitual columna, el periodista de LN+ habló sobre la inflación y reflexionó acerca de la gestión de Alberto Fernández y Cristina Kirchner
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Ayer, nos preguntamos si este, el “gobierno de Alberto y de Cristina”, no es, en verdad, un desgobierno.
Hoy, que acabamos de vivir un nuevo día de furia, nos parece pertinente, tratar de comprender, por qué no explota todo.
Sí.
Por qué no explota todo:
- Con el dólar a 290
- El kilo de pan a 249
- El kilo de asado a 1100
- Una jubilación mínima de 130 dólares
- Con una inflación que en junio aumentó un 5.3 por ciento y para julio tiene un piso de 7 por ciento y un techo de casi el 10 por ciento
No estamos jugando con las palabras.
Solo ponemos datos sobre la mesa.
Porque las condiciones para que explote todo hoy, son mucho peores, por ejemplo, que el 22 de mayo de 2018, cuando los artistas K denunciaban que la patria estaba en peligro.
En ese momento:
- El dólar llegaba a 60 pesos
- el kilo de pan a 75 pesos
- el de asado a 230 pesos
- la jubilación mínima alcanzaba los 10.000 pesos
De nuevo: ¿por qué no explota todo, ahora mismo?
Se suponía que Alberto y Cristina nos iban a volver la felicidad y el asado.
Pero la felicidad se transformó en el vacunatorio y los vacunados vip y el Olivos Gate, de cuyo hecho se cumplen hoy dos años.
¿Y el asado?
Bien, gracias.
Para entenderlo todavía más, basta asimilar este breve informe del equipo digital de La Nación, que no dura ni un minuto.
Por si la sucesión de cifras te abrumó, te la hago más corta todavía:
- En mayo de 2019, último año del gobierno de Macri, el kilo de asado de tira costaba 230 pesos.
- En mayo de 2022, saltó a casi 1.100 pesos.
Es decir: a pesar del cepo a la exportación de carne, la tira se encareció un 377 por ciento.
Ahora que llegamos hasta aquí, te invito, una vez más, a que pensemos juntos.
¿No te parece un poco raro que en diciembre de 2017, para oponerse a una ley previsional que iba a dejar a los jubilados en mejor situación que la actual, se hayan lanzado 14 toneladas de piedras? ¿Por qué ahora, los diputados de las mismas fuerzas políticas, están calladitos, mientras esperan los resultados de los encuentros clandestinos entre Alberto, Cristina y Massa, quienes parece que se sentaron a cenar en la noche de ayer?
En abril de este año, la dirigente social y primera diputada cartonera, Natalia Zaracho, dijo a El País de Madrid: “Si no explota todo en la argentina es porque las organizaciones están en los barrios”.
Pero su lógica es la misma que la de Juan Grabois, Eduardo Belliboni, Juan Carlos Alderete y los piqueteros de Cristina, Máximo y otros franquiciados.
La de la extorsión.
La de “o me das lo que quiero o te pudro la calle”.
Quieren más planes sociales.
Más salario básico universal y móvil.
Más dinero del estado.
Aunque el estado esté fundido.
Aunque el déficit genere inflación.
Aunque la inflación los haga más pobres.
Porque son ellos los que manejan a los pobres.
Son ellos los que manejan los planes sociales.
Son ellos, los que le quitan desde el 2 hasta el 20 por ciento a cada beneficiario, sin rendición de cuentas ni recibo ni un papel.
Los que hablan de aporte voluntario, aunque todos saben que es compulsivo.
Son ellos los que toman lista, te obligan a ir a los actos.
Hace unos días, Guillermo Oliveto, experto en consumo y fundador de la consultora W, escribió en la revista Seúl una nota titulada “fiesta entre los escombros”.
Él, también, hace tiempo, se viene preguntando, por qué, en la Argentina, no explota todo.
Después de su último estudio, concluyó que la mayoría de los argentinos navega entre la apatía, la melancolía y la impotencia que, en este contexto, muchos eligieron “irse”. Es decir: “evadirse”.
Aclaró: “Cada cual a donde puede, y con los pesos que tiene”.
Y que eso explica el boom de los recitales.
Los de Lollapalooza.
Los diez River de Coldplay
Los restaurantes y los bares llenos.
Los shoppings creciendo en ventas contra el primer trimestre de 2021.
El turismo interno a full.
Sobre este fenómeno quizá haya algo para recordar.
No parece muy distinto a lo que pasó antes de la hiperinflación de 1989, cuando gobernaba Raúl Alfonsín.
Los pesos queman en la mano de los que se encuentran en el vértice más alto de la pirámide social.
¿Pero qué está sucediendo con los dos tercios inferiores, los de menor poder adquisitivo?
Tratan de evadirse, también, pero con menos recursos.
Y con más frustración.
Una frustración y un hartazgo que no se termina de traducir en saqueos o situaciones extremas, como las que se vivieron en Sri Lanka.
¿Podremos seguir así, hasta diciembre del año que viene, o tenemos que empezar a prepararnos para que un día, por acumulación, explote todo?