A una semana de la llegada de Batakis al ministerio de Economía, el periodista analizó el cuadro político y la figura de Alberto Fernández
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¿En qué momento y con cuánta saña Cristina dará el próximo golpe?
Esa es la única duda que tienen no ya el mercado, sino la mayoría de los argentinos.
Es que su silencio sobre los anuncios de Batakis es atronador.
Y no se trata del “silencio de los inocentes”, sino el de los culpables. El silencio de los cobardes y los hipócritas.
A nosotros, nos destruye, pero para ella es casi un juego. Su conducta no es la de una patriota. Al contrario: es la de una persona dañina, mezquina y mala gente.
La conducta oportunista de quien no quiere quedar pegada al fracaso, pero tampoco acepta soltar el dinero de las cajas de la política.
¿Y por qué millones de argentinos esperamos el próximo golpe de Cristina?
Porque su impulso destructivo puede más que la razón.
Porque ya lo hizo una y mil veces, y cada nuevo ataque fue más virulento que el anterior.
Ya sabés:
1) Que vayan a buscar otro laburo.
2) Funcionarios que no funcionan.
3) Alberto hace lo que tenés que hacer y dale para adelante.
4) Agarrá la lapicera.
5) Ya te había dicho que agarres la lapicera.
6) Yo puedo mostrar quien me llama y a quien llamo desde mi celular).
Dicen cerca del presidente que el último golpe, íntimo, personal, el sábado pasado, en Ensenada, fue el que terminó de romper el vínculo de manera definitiva.
El que disparó la amenaza de Alberto, de mandar todo a “la miércoles” y tirarle por la cabeza el gobierno a la vice.
Pero tampoco nos engañemos.
Irresponsables son todos: Cristina, Alberto, los que acompañan y los que callan.
Porque los golpes de la vice no son gratis.
Tiene un altísimo costo.
Un costo que venimos pagando, religiosamente, desde diciembre de 2019, cuando la fórmula contra natura empezó a gobernar el país.
- Nos rompieron la economía, la salud mental y nos quitaron todo atisbo de esperanza o de futuro.
- Nos está dejando una inflación del 161 por ciento, sin contar la de junio, que será mayor al 5 por ciento, y julio, cuyo piso ya se ubica en un 7 por ciento.
- Las consultoras ya pronostican una inflación anual de más del 80 por ciento.
- Aumentaron la cantidad de pobres e indigentes entre un 15 y un 20 por ciento.
- Pero también sobrepasaron todo límite moral con los vacunados VIP, el Olivos Gate y la campaña de vacunación proselitista.
- Y algún día tendrán que explicar ante la historia porqué se negaron a comprar la Pfizer, que provocó miles de muertes evitables.
Por ahora, tenemos que soportar que Cristina coloque como ejemplo de funcionario que sí funciona al vacunado VIP y monje negro, Carlos Zannini
Y tenemos que aceptar que Cristina embolse todos los meses 4.100.000 pesos gracias a las dos jubilaciones de privilegio que la Anses autorizó en tiempo récord y que representan 110 jubilaciones mínimas.
Claro.
Que le va a importar, a ella, el tsunami de aumentos de precios de la última semana y la devaluación del 25 por ciento del peso, frente al dólar, en menos de un mes.
¿Por qué se va a inquietar con el cierre de los mercado de hoy, que llevó el blue a 272 pesos, el riesgo país a 2.736 puntos y el contando con liqui a casi 291 pesos?
Ahora mismo, lo único que la desvela es romper al sistema judicial, porque está a punto de ser acusada por el fiscal Diego Luciani de lavado y corrupción en la causa Vialidad, en la que está procesada como jefa de una banda de ladrones de Estado.
Para lo otro, para preparar el próximo golpe, ya los tiene a sus perritos falderos, que ladran, muerden y hacen daño, siempre a cambio de alguna ventajita. Siempre atentos a qué puerta hay que tocar.
Como Pablo Moyano, otro procesado como jefe de una asociación ilícita contra el club Independiente, diciendo que Batakis le habló a los mercados, y proponiendo la entrega de un salario básico universal.
O como Juan Grabois, otro pícaro disfrazado de sensible, quien acaba de anunciar una movilización para el próximo 20 de julio.
Pero ahora, presidente, es demasiado tarde para lágrimas. Porque era cierto que sin Cristina no se podía ganar. Pero más cierto todavía es que con Cristina no se puede gobernar, ni crecer, ni soñar, ni vivir como se debe.