El fraude en las elecciones de Venezuela incomoda a presidentes y líderes regionales que en el pasado fueron aliados de Maduro, pero que hoy no pueden diferenciarse del régimen venezolano que tiene en su pesar detenidos, muertos y desaparecidos
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Si la historia de la humanidad se escribiera en este instante, Cristina Kirchner debería ser considerada “cómplice funcional” y “partícipe necesaria” de la sangrienta dictadura de Nicolás Maduro. El sábado reapareció en un discurso desde México y dijo que “en Venezuela no hay diablos ni ángeles”. Pero sí son muy reales y están operando ahora mismo, asesinos, torturadores, “desaparecedores”, empobrecedores y cínicos.
Cínicos como la propia exvicepresidente, quien después de una semana de fraude consumado, reclama las actas que Maduro no termina de mostrar. “Por el propio legado de Hugo Chávez, que se publiquen las actas electorales en Venezuela”, pidió.
¿Qué actas, habría que preguntarle? ¿Las que va a presentar el propio Maduro, quien ya mintió sobre el resultado, antes de exhibirlas? ¿Las que va a rubricar el Tribunal Electoral, que responde a Maduro y su cómplice, Diosdado Cabello? ¿Las que va a convalidar la Corte chavista?
No hay que engañarse. Quiénes ahora aparecen como aparentemente neutrales y escandalosamente ambiguos, son cínicos con diferentes niveles de responsabilidad política e institucional.
Como Luis Inácio Lula Da Silva, de Brasil, Gustavo Petro, de Colombia, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y Axel Kicillof, el gobernador de la provincia de Buenos Aires.
Porque desde que el fraude se consumó, hace ya una semana, por lo menos 20 personas, incluido un niño de 15 años, fueron asesinadas. Más de 300 permanecen heridas. Y por lo menos otras 800 están detenidas.
Sin embargo, no hay que dejarse confundir. Porque Cristina Kirchner, Lula, Petro, AMLO, Kicillof y toda la pseudo progresía políticamente correcta vienen callando desde hace tiempo. La mayoría de ellos, desde que Hugo Chávez asumió por primera vez, hace 25 años.
Pero el silencio cómplice y funcional continuó en 2013, el día en que Maduro se hizo cargo de la presidencia. Y se hizo más evidente cuando se fue transformando, casi de inmediato, en un dictador hecho y derecho, a imagen y semejanza de su antecesor.
Porque ya todo el mundo sabe que bajo el régimen de Maduro se acumulan los siguientes desastres:
- 7.700.000 de venezolanos exiliados por razones políticas y económicas
- 15.800 presos políticos
- 1.652 víctimas de tortura
- Mas de 300 asesinados en protestas
- 39 desapariciones forzadas
Y este razonamiento, el del “lamento tardío”, también es válido para quienes se consideran a sí mismos buena gente, bien pensantes y se autoperciben de izquierda o de centro izquierda. Gente que ahora (recién ahora) se rasga las vestiduras, se golpea el pecho y se lamenta por “nuestros pobres hermanos venezolanos”.
Desde expresidentes como Alberto Fernández -quien dicho sea de paso, no solo deberá enfrentar la acusación de cómplice de negocios sucios por la causa vinculada el escándalo de los seguros, sino que además deberá responder por un supuesto maltrato físico contra su esposa, Fabiola Yañez- hasta analistas internacionales que militan en lo que hace años denominamos “Corea del Centro”.
Desde colegas que definieron al gobierno chavista como una dictadura blanda hasta los que vienen justificando la deriva autoritaria de Hugo Chávez y Maduro como una respuesta lógica al supuesto bloqueo comercial y político de los Estados Unidos.
Como buenos pusilánimes, acaban de recibir un chas chas en la cola por parte del mismísimo Diosdado, quien acusó a Fernández de haber permitido que ganara Javier Milei, “por tibio”.
Ellos están incómodos. No es para menos. Pero deberían hacer algo más que repetir “pobres venezolanos”. Deberían reconocer que se equivocaron. Pedir disculpas. Y empezar a trabajar para que Maduro se vaya. Para que entregue el poder.
El tiempo siempre pone las cosas en su lugar. Dirigentes políticos como el presidente Javier Milei, y Mauricio Macri, aparecen, ahora, del “lado del bien”. Es decir: del lado de María Corina Machado. Los seguidores de Milei reivindican el “haberla visto desde siempre” a través de videos que se viralizaron en redes sociales.
Pero los adherentes a Macri no se quedan atrás. Argumentan que mejor que decir es hacer. Y que fue el expresidente quien en agosto de 2017 le quitó a Maduro la condecoración que Cristina le había dado en 2013: la Orden del Libertador José de San Martín.
Todavía se puede ver por ahí el tuit de Macri donde afirmó que le quitó la condecoración porque Maduro estaba violando, sistemáticamente, todos los derechos humanos que se pudieran imaginar.
Como si eso fuera poco, Macri recordó, el jueves pasado, que ya había enfrentado al mismísimo Chávez, en la mesa de Mirtha Legrand, cuando el venezolano era presidente y Mauricio fungía como jefe de gobierno de la Ciudad.
La foto y el video están. Ese día, Macri casi se bajó de la invitación, porque la presencia de Chávez en la mesa de Mirtha no había sido previamente consultada con él.
Milei, por su parte, insiste con que no exageró, en su discurso de Davos, cuando anticipó que Occidente estaba en peligro. Y ahora va por más. Machaca con que el debate “está contaminado” por los “boluprogres” que lo acusan de ver “comunistas hasta en la sopa”. Los desafía a que reconozcan quién tenía razón. Y repite, cada tanto, los nombres y los apellidos de los periodistas en cuestión.
Sobre Venezuela, Milei y Macri, muy en el fondo, piensan igual. Consideran que es muy difícil que Maduro y su banda se vayan “por las buenas”.
Durante la última emisión de su programa Con el Mazo Dando, Diosdado Cabello no solo pareció no tener ningún interés en negociar con nadie. Al contrario: amenazó a casi todos los dirigentes de la oposición, sin ponerse colorado.
¿Lo hizo porque tenían el objetivo de meterle miedo a María Corina y evitar que saliera a liderar una nueva asamblea en las calles? Porque si fue así, el tiro les salió por la culata. Tomó registro del momento en que irrumpió María Corina el periodista argentino Joaquín Sánchez Mariño. Y lo subió a su cuenta de X
Este domingo, la periodista Inés Capdevila, en LA NACION, reproduce una información muy interesante. Dice que los cancilleres de Brasil, de Colombia y de México viajarían a Caracas para empezar a negociar una transición acordara que incluiría:
- La aceptación del oficialismo de que no tienen o no pueden presentar las actas con los resultados de un supuesto triunfo de Maduro.
- La garantía de que ningún miembro del “grupo de los seis” será privado de su libertad.
- Al “grupo de los seis”, además de Maduro y Cabello, lo integran sus respectivas esposas, los hermanos Delcy y Jorge Rodríguez y el general Vladimir Padrino López.
¿Y si eso tampoco funciona? ¿Terminará el proceso electoral de Venezuela en una guerra civil? ¿O la oposición venezolana deberá suplicar por la victoria de Donald Trump, en las elecciones de noviembre, para que entonces el eventual futuro presidente decida una probable intervención armada?
Pero en ese caso ¿no se podría desencadenar una crisis global que incluya, por ejemplo, no solo a los Estados Unidos sino también a China y a Rusia, dos de los pocos países que todavía apoyan la dictadura de Venezuela de una manera incondicional?
A propósito de apoyo incondicional: este jueves, Macri abandonó ese tipo de apoyo al gobierno de Milei, para inaugurar la era de la adhesión crítica. O la creciente diferenciación. Lo hizo después de cuatro horas de reunión, el lunes, cara a cara, que incluyó una cena y varios pases de factura.
Macri hizo explícita su postura en el acto donde reasumió la presidencia del Pro. Y lo argumentó en distintas apariciones públicas. ¿Qué pasó en ese encuentro? Milei, dicen, escuchó más de lo que habló. Y repitió, más de una vez: “Presidente: yo nunca me voy a pelear con usted”.
Macri tampoco tiene ganas de pelearse, por lo menos de manera directa, con el jefe de Estado. Sí atacó a su poderoso asesor, Santiago Caputo, a quien le atribuye la intención de impedir que decenas de técnicos de PRO desembarquen en la administración del gobierno.
Y Macri se cuidó, mucho, también, de sacar de la línea de fuego a Karina Milei, la secretaria general de la presidencia, y cuyo vínculo con su hermano parece indestructible. Dice que no la puede criticar porque no la conoce. Pero en realidad, se conocen. Solo que nunca tuvieron un mano a mano, sin testigos, donde pudieran decirse lo que piensan y lo que esperan el uno del otro.
¿Pero cómo podría terminar este vínculo que, en rigor, todavía ni siquiera empezó? Tienen muchas y grandes coincidencias, pero las diferencias no son pocas. Ni insignificantes. Por ejemplo:
- Macri cree que fue varias veces destratado, y nunca bien compensado por lo que hizo para que Milei fuera presidente. Por ejemplo: garantizar una buena fiscalización durante la segunda vuelta.
- Milei, en cambio, dice que lo reivindica cada vez que puede, como el hombre que puso los cimientos para consolidar las ideas de la libertad.
- Macri sostiene que Milei debería consultar con el Pro la futura incorporación de dirigentes en la administración.
- Milei dice que su gobierno ya tiene más de 200 funcionarios que formaron o forman parte de Juntos por el Cambio. Incluye, por supuesto a Patricia Bulrich, Luis Petri, Luis Caputo y Federico Sturzenegger.
- Macri cree que si empezara a marcar, una a una, las diferencias, muchos votantes originales de Juntos por el Cambio le van a terminar dando la espalda al gobierno de Milei.
- Milei dice que los votantes de Juntos por el Cambio que optaron en su momento por Macri y después por Bulrich, hoy apoyan a “las fuerzas del cielo”, independientemente de lo que diga cualquiera.
- Macri supone que al gobierno le falta gestión e implementación.
- Milei pregunta: si bajar la inflación, lograr superávit y reducir la emisión monetaria hasta casi hacerla desaparecer no es gestión. ¿A qué deberíamos llamar gestión?
- Macri dice: las cosas que anuncia y desea Javier deberían suceder. Y eso no está pasando. Pone como ejemplo la privatización se Aerolíneas Argentinas y la eliminación de Télam y del INADI.
- Milei explica: propusimos 44 privatizaciones y solo pudimos lograr que nos aprueben 11. ¿Qué más se supone que pudimos hacer?
- Macri jura que la gente que propone él podrá hacerlo más rápido y mejor.
- Milei se pregunta: ¿Y porque entonces el equipo más importante de la historia terminó con los números que terminó?
Milei y Macri discuten muy fuerte en el mundo de las ideas, pero también en el del poder real, los presupuestos y el dinero.
Esta semana se pondrá más en evidencia con la discusión por el pliego de Ariel Lijo para integrar la Corte. Y también por el rechazo de la oposición para aumentar los fondos reservados de la nueva SIDE en 100.000 millones de pesos. Pero quizá la mayoría de la gente no está pensando en estas cosas, sino en cómo llegar a fin de mes. O en cómo evitar que Maduro siga torturando y matando gente.