Luego de un anuncio televisivo de Vladimir Putin, las tropas de Rusia ingresaron a territorio ucraniano y se desató un conflicto bélico en Europa. Mientras que el mundo se acomoda y prepara sus próximos movimientos, el recuerdo de la visita de Alberto Fernández a Rusia hace unas semanas fue utilizado por Alfredo Leuco para su comentario en LN+. A continuación, el texto completo de la exposición del periodista en su programa:
Creo profundamente en ese “padre nuestro” de Joan Manuel Serrat. Le pregunta que le han hecho al río que ya no canta. O al bosque porque ya no hay árboles. Su sabiduría poética anticipa que “mañana del cielo lloverá sangre, porque ya están aquí los monstruos de carne con gusanos de hierro”. Y remata con un nudo en la garganta y el escalofrío que corre por la espalda: “Padre, dejad de llorar, que nos han declarado la guerra”. Y ratifico que hablo en plural: nos han declarado la guerra. Porque esta criminal invasión ordenada por Vladimir Putin no es solo contra Ucrania. Es contra todos los ciudadanos del mundo que creemos profundamente en la democracia, en la libertad y en la resolución pacífica de los conflictos.
Este energúmeno prendió la mecha de un planeta convertido en polvorín. Los países con gobiernos más racionales y plurales tratan de evitar que llueva sangre y muerte desde el cielo. No es fácil. Putin es un monstruo con misiles y poderío nuclear. Mezcla en sus neuronas mucho de lo peor de la historia de la humanidad: los sueños imperiales del zarismo, los delirios fachistas de izquierda del carnicero Stalin, como si esto fuera poco, su post grado en crueldad, homofobia, censura, tortura y veneno realizado en la KGB. Putin es un extraño aparato adorado por los extremistas de izquierda y derecha. No ha logrado un gran desarrollo económico en su país ni bienestar para su pueblo. Pero tiene una colosal maquinaria estatal para empujar al mundo a la peor guerra desde 1945. Nadie descarta que su mente perversa pueda desatar una Tercera Guerra Mundial. Hay que encender una luz de alerta roja en el sobrevuelo amenazante de aviones chinos sobre Taiwan.
Es incomprensible que el gobierno de Cristina y Alberto se haya arrodillado a los pies de Putin. Que le haya ofrecido relaciones carnales con una genuflexión que traicionó a la patria. Se ofrecieron como porteros para que el expansionismo ruso ingresara a esta región. La carta de Cecilia Nicolini en su momento confirmó que Cristina y su tropa admiran a semejante tirano. Se encerraron en la vacuna Sputnik para cerrarle el paso a la Pfizer y encima los genios de Moscú ni siquiera cumplieron con las entregas. Tuvimos que enviar aviones heroicos, con azafatas que lloraban soberanía y con Víctor Hugo Morales, el relato del relato dando vergüenza ajena.
El intelectual Hernán Iglesias Illa, hizo la mejor radiografía de esa perversión pre-ideológica: “Escribo paranoia – dice- , teorías conspirativas, “agresor que se siente víctima”, complejo de inferioridad, y no puedo evitar pensar en el kirchnerismo. Quizás estas actitudes primarias, anteriores a la ideología, sean lo que hermane tanto con Putin a nuestro peronismo de izquierda, que ya no disimula sus simpatías”. Hasta ahora, Cristina y Alberto aturden con su propio silencio. El primer comunicadito de la cancillería fue una muestra gratis de colaboracionismo con Putin y pánico frente a sus reacciones. Después, para disimular un poco, el gobierno le pidió a Rusia que frene las acciones militares y rechazó el uso de la fuerza. Alberto y Cristina no hablaron. La cancillería no utilizó las palabras “guerra” ni invasión”. Encima dejaron trascender que no se van a plegar a las sanciones económicas porque Rusia es “un aliado estratégico”. Asi nos va.
Da vergüenza ajena y deja a la Argentina del lado del eje del mal. Todas las democracias orgullosas de serlo han condenado con contundencia y en la voz de sus presidentes al imperialismo jurásico de Putin. Argentina hace un llamado a la paz. Es indignante. Un tiburón asesino con colmillos nucleares atacó a una mojarrita pacífica y el gobierno kirchnerista cree que es posible tomar una postura equidistante de ambos países.
Putin, apretó un botón y llevó al mundo al pasado más terrible. Como metáfora se vio a pobladores ucranianos huir hacia los viejos refugios, que en algunos casos la modernidad convirtió en bocas del subterráneo. Hasta Pedro Sánchez, el presidente del gobierno de España, condenó con firmeza el atropello militar. Este amigo de los kirchneristas milita en el socialismo obrero pero no come vidrio. La ausencia de guerras abiertas hasta hoy fue casi el único activo de la comunidad internacional. Ayer le dije que el ejército incorporó a sus pertrechos varios crematorios ambulantes.
Pretenden cremar a los muertos para evitar la tenebrosa imagen de las bolsas negras con cadáveres que en su momento impactaron en la conciencia de los Estados Unidos y que venían de Vietnam o de las que llegaban a la Unión Soviética desde Afganistán. El embajador ruso en las Naciones Unidas fue contundente: “No hay purgatorio para los criminales de guerra: van directamente al infierno”. Putin le puso una pistola en la cabeza al mundo democrático. Por eso digo que nos han declarado la guerra a todos. No está demás pedirle a Dios que la guerra no nos sea indiferente. Ya lo dijo León: es un monstruo grande y pisa fuerte, toda la pobre inocencia de la gente”.