La comparación con F.H. Cardoso; la suposición de que dio vuelta al dólar y los bonos; la pretensión de ser superministro; anatomía del equipo económico; la profética carta de Ortega y Gasset de 1924
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Vamos a tratar de calibrar, en la medida de lo posible, en medio de un mar de incógnitas, cuáles son las realidades y los mitos de esto que podríamos llamar “Operación Massa”. Su llegada al Ministerio de Economía, las expectativas que generó, y las que él mismo tiene. Y un enorme operativo de comunicación basado, sobre todo, en tres ejes sobre los cuales buscan diseñar la imagen de gestión que quiere proyectar Sergio Massa sobre la opinión pública, los operadores económicos, etc.
Primero, una comparación con Fernando Henrique Cardoso, no con el expresidente de Brasil sino con el anterior, con el que fue ministro de Economía, de Hacienda, del presidente Itamar Franco en Brasil y quien, gracias a un plan de estabilización en alguna medida inspirado en la convertibilidad de Domingo Cavallo, se lanzó a la presidencia de Brasil y la conquistó derrotando a Lula Da Silva. Este es uno de los ejes de la proyección que Massa le quiere dar a su gestión en estos días.
El segundo tiene que ver con la idea de que es un “superministro”. Parece haber algo subliminal en esa idea. Algo así como que Massa ha asumido la presidencia de la Nación, su sueño desde el año 2013 -posiblemente desde mucho antes- y frustrado en el 2015. Aparentemente llegó a la toma del poder por una vía oblicua: el Ministerio de Economía.
El tercer mensaje de Massa es que su solo nombre, la sola perspectiva de que él se haga cargo del destino material de la Argentina, ha producido un vuelco en las expectativas y mejorado, antes de que él llegue, los indicadores económicos. Este es el tercer mensaje de la maquinaria de imagen que ha puesto en funcionamiento el diputado en los últimos días.
Vamos a examinar cuánto hay de cierto, cuánto hay de relativo para ver dónde estamos y cuáles son los desafíos que tiene Massa por delante, que son los mismos que tiene la Argentina.
Cardoso fue presidente de Brasil en el 94, cuando le ganó la elección a Lula, pero llega al Ministerio de Hacienda en el año 93 durante la presidencia de Itamar Franco, un vicepresidente que llega a la presidencia tras un impeachment. Tiene que enfrentar un escenario hiperinflacionario del orden del 1100% en 1992 que después trepa al 2400%. En ese contexto puso en marcha el “Plan Real”, asociado a la nueva moneda que se crea, con el que pasó de ese 2400% a un 44% mensual. Logra una inflación mucho más razonable, todavía muy alta del 3% mensual, que caerá al 1% en el 1995.
La primera característica de Cardoso, si uno lo quiere comparar con Massa, es que es un gran intelectual. Profesor en Cambridge, en la Sorbona, un sociólogo que revolucionó la teoría surgida en Latinoamérica sobre todo en asociación con la economía. Es decir, no es un economista, pero es un sociólogo dedicado a la economía, especialmente a la teoría del desarrollo. Tanto que se desempeñó durante mucho tiempo en la CEPAL, exiliado del gobierno militar brasileño que se instaló en el 64. Massa no es un intelectual. Fernando Rosso, en La Izquierda Diario, dijo que “Cardoso le lleva varias bibliotecas de ventaja”. Eso puede significar mucho o nada. Grandes figuras de la política no son intelectuales, o no lo han sido, y produjeron modificaciones estructurales en sus países. Como Ronald Reagan y Carlos Menem.
Sí hay una diferencia llamativa entre ambos. Cardoso no es un economista, pero se rodeó de luminarias de la economía brasileña, posiblemente de los mejores economistas, casi todos ligados a la Universidad Católica de Río de Janeiro, centro muy importante de la investigación en Brasil. De ahí vino Edmar Bacha, Persio Arida, Gustavo Franco, que venía de obtener un doctorado en Harvard sobre hiperinflaciones, entre otros. Es decir, lo que podía ser un déficit técnico en Cardoso se compensaba con un gran equipo detrás. En la comparación, Massa se pone muy alta la vara, porque hasta ahora, por lo que vemos, el equipo que lo rodea no es un equipo de primer nivel. Al revés. Si uno se pone a mirar a la gente que convocó, casi todos le dijeron que no. Me refiero a las figuras que asistieron a un asado en la casa de Massa en Tigre, hace un par de meses, en donde él, que ya quería ser ministro, se rodeó de aquellos que podrían acompañarlo en esta aventura: Martín Redrado; Diego Bossio y su socio en la consultora Equilibra, Martín Rapetti; Marco Lavagna, que aparentemente se va a quedar en el Indec; y Miguel Peirano que sigue estando en Estados Unidos. De ese asado, ninguno se subió al barco. Otro economista próximo a Massa, Gabriel Delgado, prefirió adelantar un viaje que tenía pautado a Brasil para que no lo llamen.
Es lógico, el proyecto Massa está rodeado de las mismas incógnitas que no se pudieron resolver en las experiencias anteriores de Guzmán y de Batakis. Son interrogantes políticos y, específicamente, económicos, de gran magnitud. ¿Qué es lo que sabemos hasta ahora del equipo que va a rodear a este político no economista que es Massa? Primero, vuelve Raúl Rigo, secretario de Hacienda con Guzmán, un técnico prestigioso que había sido ya director de Presupuesto. Jorge Domper, que era el jefe de Tesorería con este Gobierno y con la administración Macri, encargado de firmar y convalidar todos los desembolsos del “maldito” crédito que le dio el Fondo a Macri, va a ser ahora el director de Presupuesto. Es decir que, cuando Alberto Fernández fue a iniciar una causa judicial contra los funcionarios del gobierno de Macri, estaba en realidad poniendo en tela de juicio la corrección con la que Domper había revisado todos esos desembolsos, el destino del dinero, etc.
Por su parte, Matías Tombolini va a estar en el área de Comercio. En su momento tuvo relación con Horacio Rodríguez Larreta. Ahora menos. Rigo es gran amigo del jefe de Gobierno porteño. Aparentemente, en temas de deuda va a estar, pero solamente presidiendo un consejo de asesor Daniel Marx, que tuvo una relación de asesoramiento informal con Martín Guzmán durante el primer tramo en el que se elaboraba la política económica del actual Gobierno entre las primarias y las elecciones generales. También estuvo cerca de Miguel Bein cuando en 2015 se sospechaba que iba a ser ministro de Economía de Scioli si llegaba a la presidencia. Eduardo Setti sigue en finanzas en una materia clave, el mismo colaborador de Batakis que viene de una dinastía peronista, ya su padre era un hombre muy importante en el mundo de los economistas que rodeaban a Antonio Cafiero. Aquel padre tenía como colaborador y asesor a Hugo Dragonetti, titular de la empresa constructora Panedile, que es de las más cercanas a Sergio Massa hoy. Se especula con que podría sumarse también al equipo Guillermo Nielsen.
Lisandro Cleri, que viene del gobierno de Cristina Kirchner y de la gestión de Bossio en la ANSES, acompañó a Guzmán en la Secretaría de Finanzas y en la ANSES, ahora fue como vicepresidente del Banco Central. Le hubiera gustado a Massa ponerlo como presidente del Banco Central. Se comenta que Cleri, antes de aceptar el cargo de vice, le consultó a su amigo Carlos Melconian, que es un economista más ligado al PRO, a Rodríguez Larreta. Por último, está José De Mendiguren, un hombre del Frente Renovador que viene ya del duhaldismo, y que va a estar ahora en el área de Industria.
Hay dos personas en las sombras que hoy rodean a Massa. Aportará sangre intelectual Emmanuel Álvarez Agis, a quien Cristina quiso como ministro de Economía y no consiguió, a pesar de que le pidió a Axel Kicillof que lo convoque. Y el otro es José Luis Manzano, una especie de padrino, de modelo operativo en muchos sentidos, de Massa. Manzano es el autor de muchas ideas que circundan al inminente “superministro” y a nivel de operaciones internacionales, sobre todo en el tema deuda y constitución de reservas del Banco Central.
Quiere decir que hay una distancia muy grande entre Massa y Cardoso y también entre el equipo de Cardoso y el de Massa. Esto no implica que este elenco no pueda dar vuelta la Argentina, que es lo que se necesita. Se necesita un giro copernicano en el rumbo de la economía.
Las expectativas, que son el segundo eje de la autopromoción de Massa, cambiaron, porque mucha gente con criterio lo ve a él como un gran profesional del poder, un hombre ansioso por conseguirlo. Vamos a poner una anécdota que se cuenta desde la juventud de Massa. Dicen sus amigos que cuando él y su esposa Malena Galmarini -que tiene la misma vocación de poder que él- tuvieron que elegir un lugar a donde vivir, hicieron una especie de relevamiento por toda la zona norte para ver cuál era el lugar donde mejor carrera política -y más rápida- podían lograr. Le dijeron: “Andá a Tigre, hacete cargo del peronismo y llegás”. Es decir, eligieron dónde vivir por la accesibilidad al poder. No se equivocaron tanto porque le fue bastante bien en esa carrera, por lo menos hasta el año 2017, donde hubo una debacle que lo obligó, envuelto en llanto, a tener que entregarse de nuevo ante Cristina Kirchner.
Lo que ven aquellos que miran a Massa es alguien que tiene tanta ambición de poder que la va a pelear. Esa es una apuesta más política, personal, que técnica. También ven y por eso el cambio de expectativas, que esta es la última carta que posiblemente tenga este Gobierno para evitar una catástrofe. Esto quiere decir que se van a tener que alinear posiblemente detrás de las decisiones que tome Massa y de las negociaciones que haga con actores externos. Es decir, no hay mucho margen para la disidencia.
Esto es verdadero sobre todo con la señora de Kirchner. Los que la odian, los que la desprecian y quieren que se vaya de la política, sobre todo en los mercados, cuando miran la escena de la administración económica dicen: “¿Y Cristina qué piensa?”. Sigue siendo la figura decisiva por su poder de veto.
Ahora, estos son factores que tienen que ver más con la política que con las condiciones de Massa como técnico de Economía. A Massa lo ayudaron -y acá da la impresión de que tiene suerte- algunos factores externos. Por ejemplo, la Reserva Federal corrigió el jueves pasado la tasa de interés nuevamente en 0,75 puntos básicos, es decir en tres cuartos de punto, y eso, que se preveía que iba a hacer, generó una gran euforia, sobre todo en el mercado de bonos, que hizo que subieran todos los papeles, hasta los argentinos. Massa dice: “Eso fue por mí”. Bueno, habrá que ver si fue tanto por él o por un corrimiento general de los mercados.
El Banco Central subió también el mismo día la tasa de interés, que es algo que esa entidad y el kirchnerismo se resisten a hacer, porque es prácticamente incompatible con su visión de las cosas. Hay que leer un texto excelente que publicó en su blog Domingo Cavallo analizando la forma en la que sobre todo Cristina Kirchner mira la economía. Cavallo dice algo así como que ellos creen siempre que la economía se reanima por el consumo, por lo tanto, hay que incentivar el consumo y una forma es que a uno le queme la tasa en las manos, por lo que se llama tasa de interés real negativa. Es decir, que el banco remunere los ahorros menos que la inflación; que no haya forma de defenderse entonces uno consume.
Esa es una gran apuesta histórica del kirchnerismo. Ahora, frente a estos niveles de inflación, tienen que dar vuelta su enfoque y la tasa de interés tiene que ser superior a la inflación. Eso está pactado con el Fondo. Y es recesivo, contractivo. El Banco Central empezó a hacerlo, más animadamente de lo que pretendía Martín Guzmán. Entonces, suben las tasas de las Leliqs de 52% a 61% como piso y sube correlativamente la remuneración de los bancos por los depósitos de los pesos de la gente, que tiene un piso del 81%. ¿Esto qué produce? Que muchos operadores económicos vieron que el Banco Central no devaluaba a una tasa muy acelerada y que la tasa de interés en pesos está muy alta. Así volvió lo que fue la fiesta del comienzo del gobierno de Mauricio Macri: el carry trade o bicicleta financiera. Se desprenden de posiciones en contado con liquidación en dólares, las ponen a tasa de interés en pesos, vuelven después a los dólares y hacen una diferencia que en ningún lugar del mundo es posible hace. Esto también impulsó las cotizaciones paralelas del dólar hacia abajo, con independencia de Massa. Pero Massa dice que no: “Cayó el contado con liquidación por mí, porque yo estoy por llegar”. Es el mesías. Habrá que ver si es sensato o suicida generar esas expectativas.
Si uno mira el comportamiento del mercado, también mejoraron las acciones. Pero hay que tener en cuenta algo.
Si comparamos la acción del Banco Galicia con la del banco Bradesco en Brasil, vemos la fiesta de la que habla Massa. Aparentemente, ambas acciones se mueven juntas y en alza. Massa dice que esto fue por él. ¿Tanto impacto tiene Massa que produjo una suba extraordinaria de acciones brasileñas en Wall Street? También ocurre al comparar Petrobras y Pampa Energía.
Pasa lo mismo. Entonces, la pregunta es: ¿es un fenómeno local debido a Massa o es un fenómeno regional? Esto sirve para ir relativizando un poco la fe que Massa se tiene a sí mismo o la euforia que quiere provocar con su llegada.
Sin embargo, hay otras comparaciones más exactas que permiten darnos cuenta de mejor manera dónde estamos parados.
Revisemos la cotización del dólar y tomemos el que dejó Guzmán el último día de gestión contra el valor actual. Si tomamos el dólar contado con liquidación (CCL) era de $252 y ahora está en $279. Respecto del dólar MEP, era de $247 contra $272 de hoy. ¿Qué quiere decir? Que estamos mucho mejor que con la corrida de Silvina Batakis, pero bastante peor que con la situación que dejó Martín Guzmán. La idea de que llega un político decidido al que, no sabemos si Alberto Fernández, pero al menos Cristina Kirchner, aparentemente, respalda, no tiene frente a él los resquemores o sentimientos de una especie de insubordinación, es ficticia. Entre Guzmán y Massa hoy por hoy, va ganando Guzmán, aun cuando los niveles del mismo Guzmán ya eran inquietantes.
Otra cosa a tener en cuenta es la tasa de los bonos.
A diferencia de lo que pasaba con Guzmán, la tasa del bono GD29, que es un bono ley Nueva York, era de 40,39%, con Massa trepó a 41,28%. Cuando la tasa de un bono sube, significa que su precio bajó. Es más riesgoso tener este bono hoy, que tenerlo cuando estaba Guzmán. Esto también está vinculado con el riesgo país y determina que desde la situación de Guzmán a la situación post-Batakis hubo un incremento de ese riesgo. ¿Esto quiere decir que Massa hizo subir el riesgo país respecto de la situación de Guzmán? No. Pero sí evidencia que parte de una situación más complicada y que el solo nombre de Massa no alinea los mercados, no los pone de rodillas. Acá hay que desagregar la autoestima de Massa, de lo que los operadores económicos están esperando. ¿Y por qué? Porque las grandes incógnitas económicas siguen estando.
Acá conviene mirar la comparación con Cardoso. No sabemos si Massa conoce la historia de lo que ocurrió en Brasil con el plan real. Pero la comparación Massa-Cardoso supone que él viene a proponer un plan de estabilización, tipo Plan Austral o convertibilidad. ¿Qué implica? Que toca muchas variables juntas, con una gran orquestación, donde el timing, el manejar correctamente esa relojería, requiere mucho saber técnico. Por eso uno mira quiénes son los que están detrás de Massa. Todo plan de estabilización tiene tres componentes inevitables. Uno de ellos es mejorar el nivel de reservas del Banco Central para poder devaluar. Es evidente que esta brecha cambiaria solo se resuelve subiendo la base, lo que implica aumentar el precio del dólar oficial. Massa está pensando, por lo que trasciende de su entorno, en mejorar las reservas del Banco Central buscando préstamos en dólares para tener más espalda frente a una devaluación. Esto es lo que haría cualquier ministro que va a devaluar o a liberar el cepo, como ocurrió con Alfonso Prat-Gay en 2016. La operación previa es hablar con los que ofrecen dólares para que haya un mercado de dólares ofrecido de tal manera que no haya un cimbronazo frente a la decisión de liberar el tipo de cambio o de devaluar la moneda.
Entonces, ¿Massa que piensa hacer en este punto? Pedir prestada plata a bancos internacionales. La gran pregunta es: ¿Quién va a traer dólares para constituir reservas? Eventualmente, ¿le darían pesos a cambio? Y cuando quiera volver a comprar esos dólares, ¿se los van a poder llevar? Esta pregunta tiene sentido porque en la época de Macri, cuando estaba Luis “Toto” Caputo en el Ministerio de Finanzas, había que ponerle un techo al dólar, frente al cual no se iba a seguir devaluando la moneda. En ese momento estaba a 25 pesos y consiguió que dos fondos, Templeton y Pimco, compren gran cantidad de bonos en pesos a ese precio, pensando que el mercado iba a decir: “Si Templeton y Pimco, que son Tyson, compran a 25, el precio es 25″. No sucedió así. Quedaron atrapados en pesos. Guzmán les tuvo que dar un salvoconducto especial votado por el Congreso para que esos fondos pudieran acceder a dólares a los que no puede acceder la gente común.
Entonces, la pregunta es: ¿Quién va a traer dólares? ¿En qué condiciones? Aquel que sepa que los puede sacar. ¿Va a haber alguna promesa escrita? Muy difícil. ¿Se puede hablar de una promesa verbal? Veremos. Ahí empieza a aparecer un mundo difícil de distinguir entre la cabeza de Massa y, sobre todo, la cabeza de Manzano, donde siempre conviven la realidad y la fantasía, el proyecto y la ilusión. Veremos si lo logran. Aparece en la lista también un viaje a Qatar. Aparentemente es Manzano el que le dice a Massa: “Andá y pedile plata a los árabes”. Se mencionó un fondo soberano de Arabia Saudita al que Massa recurriría, incluso antes de ser ministro de Economía. En Arabia es embajador Nielsen. Habrá que ver si esos árabes prestan tan fácilmente como suele pensarse. Los que tienen experiencia con esos fondos soberanos de Medio Oriente dicen que no. Ha habido muchas colocaciones de provincias que han buscado recurrir a esos fondos soberanos y al final las condiciones fueron tantas que la plata no apareció. Pero, este es el proyecto, constituir reservas para una devaluación. También circula la idea de una gran recompra de deuda en dólares, aprovechando que los títulos están por el piso.
La misma idea se extrapola al campo. Apareció una noticia de que Massa se había comunicado con el presidente de La Rural y con la Mesa de Enlace para negociar una gran liquidación de soja a cambio de que al campo por un tiempo le den un dólar más competitivo, supongamos el dólar bolsa. Cristina Kirchner habla de esto con sus amigos, habla de la devaluación y hasta de la posibilidad de abrirle la puerta al campo para que, por determinado tiempo, tengan acceso a un dólar que los estimule. ¿Con quién habla? Por ejemplo, con Roberto Urquía, que fue senador con ella y es nada menos que el presidente y principal accionista de la cerealera Aceitera General Deheza, gran actor en el mundo del procesamiento de soja.
La otra pata de un plan de estabilización -la primera fue la devaluación- es la suba de la tasa de interés. Como había mencionado antes, las Leliqs pasaron de 52% a 60%. Es caminar al borde de la cornisa. El que compra uno de esos papeles y le prometen que le van a devolver la plata con una tasa de interés del 60% o más, está mirando la tercera pata. Y acá viene el gran problema. ¿Qué solvencia fiscal tiene el que me promete esa tasa? La gran cuestión es el equilibrio de las cuentas públicas. Es el tema que menos trasciende en el entorno de Massa: el ajuste fiscal. No va a haber forma de adornar la palabra “ajuste”, aunque hablen con la Real Academia Española. Esto va a hacer un ajuste, si es que esto es un plan de estabilización. Y este es el tema que tienen que hablar con el Fondo, de acuerdo a lo que el organismo exige en la famosa página 13 de su último informe, donde convalidan el comportamiento del primer trimestre del programa y ponen condiciones muy dolorosas, que probablemente ahora sean más dolorosas, para utilizar la palabra de Kristalina Georgieva.
Van a tener que ajustar en materias tan sensibles como jubilaciones. Acá hay una especie de justicia poética de la historia porque, cuando uno mira la historia de la fiscalidad de la Argentina, el problema grueso aparece cuando, con la gestión de Massa en la ANSES, se incorporan legiones de personas a cobrar jubilaciones sin haber hecho aportes. Es decir, cuando se decide usar el sistema previsional como un organismo de política asistencial, con todo lo que eso significa. Esto fue Massa. Era muy joven cuando lo hizo. Tan joven que es muy posible que se encuentre él con el problema que él creó. Ahora tiene un problema con el fisco y, en el corazón de ese problema está el problema previsional. Y en esa página 13 aparece algo que el kirchnerismo se va a resistir hacer con uñas y dientes: una reforma previsional. Es más, en esa página piden la licuación de las jubilaciones.
Habla también esa página del ajuste de salarios del sector público, de algo muy delicado como restringir los giros discrecionales a provincias. Eso es para los gobernadores que le pedían a Alberto Fernández que tome decisiones. Algún día Alberto Fernández les va a tener que decir: “Si yo tomo decisiones, voy contra ustedes”. Y señala además el aumento de tarifas en servicios públicos, que probablemente con estos números de hoy tenga que ser más dramático que el que planteó el Fondo en su momento con Guzmán.
¿Por qué es tan importante esto? Porque en este punto tenemos que mirar dos preguntas. La primera es ¿hasta dónde el kirchnerismo está dispuesto a llevar adelante un ajuste fiscal? o ¿Cuánto miedo tiene que tener Cristina Kirchner al descalabro para autorizar un ajuste “neoliberal”? La otra pregunta se inaugura ahora: ¿Quién es Massa?, ¿Es como dicen un “pragmático”, alguien que ve lo que la realidad exige y está dispuesto a flexibilizar sus ideas en función a lo que la misma realidad demande? ¿O es un oportunista, alguien que quiere quedar siempre bien parado? ¿Cuál de los dos es Massa? Lo vamos a saber ahora, a partir de esta experiencia en que vemos un nuevo Massa. Vamos a ver por primera vez un Massa que tiene que dar malas noticias. Nunca lo vimos en ese rol. Aquí aparece el problema político entonces. Massa mira esto como una oportunidad, porque de la experiencia Cardoso lo que le importa es que llegó a ser presidente. Y él sueña: “Si yo doy vuelta el rumbo de este Gobierno, si me transformo en el salvador de la gestión Fernández -que es una gestión que desde el punto de vista económico está naufragando- me transformo en el candidato inevitable del peronismo para 2023″. Si uno revisa bien, mira con lupa, lo que vamos a ver dentro de 15 días es que Massa disimuladamente empieza a armar un esquema propio dentro del conurbano. No va a esperar. Es ansioso. Va a empezar a armar su candidatura, apalancado en lo que él cree va a ser su éxito. Esto es un mensaje para los intendentes del conurbano que lo menospreciaron mucho y castigaron por la alianza que Massa hizo en su momento con María Eugenia Vidal, a la que le dio un gran respaldo en la provincia de Buenos Aires.
Ahora, volvemos a la pregunta de siempre: el Frente de Todos -o Cristina Kirchner-, ¿Qué tolerancia tiene al ajuste o a las malas noticias? Para saberlo, hay que mirar la confianza existente en el Gobierno, según el índice de la Universidad Di Tella, en comparación con los resultados electorales, materializado en un trabajo hecho por Fernando Marull. Hay una correlación misteriosa entre ambas variables que permiten determinar el caudal de votos que en esa elección de ese día tendría el Gobierno de turno.
Actualmente, estamos en 22,4%. Si hoy fueran las elecciones, el gobierno de Alberto Fernández hoy sacaría ese porcentaje. Es lo que el peronismo saca en el peor lugar: la Capital Federal. De ser así, hablamos de un desastre político. Este número la volvería a Cristina muy pragmática.
En respuesta a esto, hoy la vicepresidenta se sacó una foto con Massa. Parecían Macron y Putin, separados por una mesa larga. Es una imagen que da un respaldo. Habrá que ver hasta dónde llega. ¿Por qué es importante eso? Porque tiene que haber una gran reducción del déficit fiscal y, por lo tanto, del gasto público. No hay otra forma de reducirlo ya. Hay que recortar gastos. Lo dice el FMI en esa página 13. El gasto público, dice el organismo monetario, creció un 12% por encima de la inflación. “Tenemos que ir a que esté en un 7% debajo de la inflación”, pregonan. Se trata de un gran apretón de cinturón. Pero más interesante es destacar algo: ¿Quién era el secretario de Hacienda cuando el FMI detectó ese incremento del gasto de 12% por encima de la inflación? Raúl Rigo, el mismo secretario de Hacienda que trae Massa. ¿Quiere decir que Rigo es el culpable del gasto? No. Quiere decir que no es una cuestión técnica, sino política. Es una cuestión de si el ministro está capacitado para decir “no” y si el Presidente lo sostiene. Y, sobre todo, si la vicepresidenta no lo empieza a bombardear bajo el argumento de que este es un Gobierno insensible.
Ante la llegada de Massa al Ejecutivo tuvimos una novedad, que cuenta Laura Serra en LA NACION: se suspenden los programas de mayor gasto. Entonces, todos nos preguntamos: ¿Los hacían solo para bombardear a Guzmán? A él no le preguntaban cuánto se podía gastar desde el Congreso. ¿A Massa le van a preguntar? Bienvenido sea. Pero es evidente que hay un cambio de criterios. ¿Cristina Kirchner va a admitir ahora ajustes que no admitió cuando se firmó el acuerdo con el Fondo y ella lo votó en contra? 22,4%: ese numerito que es lo que hoy sacaría el Gobierno electoralmente puede explicar esos cambios de conducta, que habla de algo que todos sabemos: el infinito pragmatismo del peronismo. Hoy hubo una foto de Massa con Cristina. ¿Mañana va a ir a la asunción? No. No vamos por todo. Cristina también va a mirar quién absorbe el ajuste. Al principio, cuando lo puso a Alberto Fernández, pensó algo así como lo siguiente: “Lo pongo por muchas razones, pero una es que tiene que hacer cosas que yo no quiero hacer porque no quiero ir contra mis convicciones, creencias y desconfigurar mi figura ante la historia. No quiero traicionar lo que se cree de mí. ¿Qué se cree de mí? Que soy la heroína de la distribución del ingreso, que hay una incompatibilidad absoluta entre la palabra ajuste y la palabra Cristina. Que lo haga Alberto”. No salió. Perdieron las elecciones. No pudo, no supo o no quiso, como decía Raúl Alfonsín.
Ahora lo tiene que hacer Massa. Este es su rol en la historia. Y debe hacerlo antes de que la desgracia, la crisis, el desastre, golpee la puerta de Cristina y se tenga que hacer cargo ella del Gobierno. Esto es lo que la vicepresidenta quiere evitar. Para eso lo puso a Alberto y para eso lo sostiene a Massa. Ahora, acá viene el tercer eje de comunicación. Primero, Fernando Henrique Cardoso. Segundo, las expectativas se dieron vuelta por Massa -ya vimos cuán relativo es eso-. Y tercero, viene el “superministro”. Hay mensajes de WhatsApp del aparato de prensa de Massa pidiendo a canales de televisión que digan que está bajando el dólar por Sergio y que Sergio es un “superministro”. Hay que ver si es prudente generar tantas expectativas antes de que haya resultados. Pero no es “superministro”. Guzmán, antes de irse- y esta es la razón por la que se fue- le pidió a Alberto Fernández: “Quiero un lugar en la mesa de operaciones del Banco Central y el área de Energía”. Esas dos cosas que no le dieron a Guzmán, hasta ahora, no se las han dado a Massa. Es decir, Massa armó un superministerio que se parece a viejos ministerios como el de Lavagna, por ejemplo, en el cual el Ministerio de Economía tenía esta dimensión, tenía adentro Agricultura, Industria, etc. Cavallo tuvo un hiperministerio. Pero Massa no tiene las dos palancas claves, el Banco Central para acumular reservas -que es una de las grandes promesas al Fondo- y la Energía, porque no hay otro rubro donde se pueda ajustar el gasto mucho más fácilmente que con la política energética y el gasto en subsidios.
Ahí están las dos palancas que pidió Guzmán y que no le dieron, y que Massa probablemente quiera conquistar. Tampoco le dieron la AFIP. Era su sueño poner allí a su hombre, Guillermo Michel, de la Aduana. Cristina aprovechó que Massa empujaba para poner ella a Carlos Castagneto, que estaba en el área de previsión social de la AFIP. Se termina de coronar una posición muy fuerte de la vice en ese organismo. Esto es importante para Juntos por el Cambio porque ahí hay todo un proceso sobre el blanqueo de Macri y su familia. A Marcó Del Pont la mandaron a la oficina de Beliz, pero sin las relaciones internacionales; y sigue siendo muy poderosa dentro de la AFIP Virginia García, que es como de la familia de Cristina, que está en la DGI.
Massa no iba a reportarle a Manzur, trascendía por todos lados que era un ministro de Economía que no le responde al jefe de Gabinete. Una violación flagrante del artículo 100 de la Constitución Nacional, que dice que la ejecución y confección del presupuesto está en manos del jefe de Gabinete. Ahora, parece que hay una subordinación o por lo menos un acuerdo por el cual un hombre de Massa, Juan Manuel Olmos, pasa a ser el segundo de la jefatura de Gabinete; y un hombre de Manzur, Jorge Neme, pasa a ser el segundo de Massa en Economía. Es como si se controlaran mutuamente. Daría la impresión de que es un acuerdo entre familias sicilianas en algún barrio de Chicago. Es la forma que tienen de no traicionarse. Lo que se llama confianza.
Sale Olmos de ser el jefe de asesores de Alberto Fernández, una figura clave en la cabeza del Presidente, y queda en ese lugar Julián Leunda, un hombre de Fabián De Sousa, del Grupo Indalo, muy ligado nada menos que a Jaime Stiusso. Es curioso, finalmente, Alberto Fernández tiene como jefe de asesores a un hombre próximo a lo más tenebroso de los servicios de inteligencia en la Argentina.
Nadie habla ya de Fernández, es como si se hubiera ido. Algo similar pasó cuando llegó Manzur. La prensa y los amigos del gobernador repetían: “Viene alguien con volumen político, el gobernador del norte, el caudillo”. Pero en 15 días, Alberto Fernández lo mareó tanto que empezó a hablar del tiempo. Vino también Agustín Rossi, un experimentadísimo político nada menos que de Rosario, fue jefe de la bancada en el Congreso, otro con volumen político y ahí quedó, en la AFI, desdibujado. Venía Daniel Scioli, que dejó Brasil, también como Massa con intenciones de ser candidato a presidente y ahora está esperando que le den de nuevo el acuerdo en el Senado para volver al mismo lugar. No tuvieron ni la delicadeza de cambiarlo de embajada. Una señal del infinito desprecio que Alberto Fernández le tiene a Bolsonaro, o a Brasil.
¿Todo esto qué es? Es Alberto Fernández. ¿Hay que darlo por muerto? Difícil. Eso que lo lleva a la ruina, que es la imposibilidad de decidir, también seca a los que tiene al lado, los disminuye, los enloquece, los marea. Hasta a la mismísima Cristina. Este cambio que se realiza ahora, se decidió hace una semana, al poquito tiempo de estar Batakis, Cristina acordó con Fernández que iba a venir Jorge Capitanich a presidir el Gabinete, que Massa iba a Economía y que Manzur iba a Trabajo. Se despidieron y no se volvieron a hablar porque Fernández no quería tenerlo a Capitanich en el Gabinete y, sobre todo, no lo quería entregar a Claudio Moroni, que es su amigo desde la juventud.
Massa tiene que desafiar la inflación, el ajuste, el problema de la caída de reservas y también la reticencia de Cristina y del kirchnerismo a un ajuste fiscal. Pero antes que nada tiene que desafiar la intrincadísima psicología del Presidente. En el año 1924, el gran Ortega y Gasset recibió una carta de un joven, un estudiante de filosofía, y él le contestó con un texto que se publicó el mismo año con el título “Carta a un joven argentino estudiante de Filosofía”. Es interesantísimo leer esa carta pensando en Massa. Ortega dice: “La impresión que una generación nueva produce solo es por completo favorable cuando suscita estas dos cosas: esperanza y confianza. La juventud argentina que conozco me inspira, por qué no decirlo, más esperanza que confianza. Es imposible hacer nada importante en el mundo si no se reúne esta pareja de calidades: fuerza y disciplina. La nueva generación goza de una espléndida dosis de fuerza vital, condición primera de toda empresa histórica, por eso espero en ella; pero a la vez sospecho que carece por completo de disciplina interna, sin la cual la fuerza se desagrega y se volatiliza, por eso desconfío de ella. No basta curiosidad para ir hacia las cosas, hace falta rigor mental para hacerse dueño de ellas”.
En 1924, Ortega hablaba de la juventud local: “En las revistas y libros de jóvenes que me llegan de la Argentina encuentro demasiado énfasis y poca precisión. Cómo confiar en gente enfática… nada urge tanto en Sudamérica como una general estrangulación del énfasis. Hay que ir a las cosas, hay que ir a las cosas sin más”. Este es el Ortega del 24. Muchos años después cifraría este consejo en: “Argentinos, ¡a las cosas!”.