La lógica que se esconde detrás de las listas electorales, lanzadas mientras el Gobierno confirma en un comunicado su sometimiento a Putin por la Sputnik V.
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La demanda electoral, lo que la gente espera de la política en este año en que se va a renovar nuevamente el Congreso, es una incógnita gigantesca. Nos movemos a tientas, aún con los datos que aportan las encuestas. La sociedad argentina está desde hace mucho tiempo sometida en una circunstancia rara. Es raro estar con una economía estancada a lo largo de diez años, que no solo no crea trabajo sino que lo destruye; más de tres años de crisis grave -que es la que se inició en abril del 2018 con la corrida cambiaria durante el gobierno de Mauricio Macri- y, dentro de esa crisis que ya lleva tres años, la pandemia. Una pandemia muy mal manejada por parte del Gobierno, que no solamente significó una contracción de la economía inédita, con más pérdida de puestos de trabajo, con más creación de pobreza, sino que además supone una sociedad durante mucho tiempo encerrada, que habla de vacunas, de enfermedad, de muerte, de miedo.
¿Qué pasa en una comunidad cuando todos estos factores convergen? No sabemos ¿Cuál va a ser el comportamiento de esa sociedad cuando le hable a la política en las urnas? No sabemos. Vemos en otros lugares reacciones extrañas. En Brasil, movilizaciones; en Chile, una votación donde ganan los que no se pensaba que iban a ganar y los favoritos pierden; en Colombia, un estallido; en Cuba, otro estallido, con manifestaciones de disidencia inesperadas, como que por ejemplo Pablo Milanés se sume a los que están en contra del régimen de Castro y Díaz-Canel.
¿Qué va a pasar en la Argentina? No sabemos. Hasta ahora, lo único que sí sabemos no es lo que la gente le dice a la política sino lo que la política le dice a la gente, es decir, la oferta electoral frente a esa demanda misteriosa. Dentro de esa oferta que se acaba de configurar este fin de semana, un Gobierno amenazado por tres desafíos que él mismo se fijó como cuestiones a resolver -o por lo menos a atenuar. Lo dijimos hace tiempo con esta formulación que, en realidad, tomamos de conversaciones internas del oficialismo, una formulación que acuñó Sergio Massa. “Tenemos que derrotar -dicen ellos- las tres ‘ies’”: la inseguridad, que persiste, que no tiene reversión; la inmunidad, que es todo un problema; y la inflación.
La inmunidad y el conflicto con Rusia
Voy a mencionar algunos gráficos que comparan las campañas de vacunación en relación con la cantidad de habitantes. La Argentina está en una situación muy mala en términos de vacunación. Chile es inalcanzable, tiene más del 60% de su población totalmente vacunada. Vamos muy detrás de Colombia, muy detrás de México y hasta de Brasil, cuyo gobierno está impugnado por la pésima política frente al Covid. Estamos por debajo del promedio mundial. En otro gráfico se puede ver una comparación con Brasil. En donde se ve con claridad que es mucho más mérito el 17% de Brasil que el 13% de la Argentina, debido a la cantidad de vacunas que debe conseguir dada su densidad poblacional.
A todo esto se agrega ahora un dato también inédito: un paro del sector de la salud en medio de la pandemia, porque el Gobierno no puede manejar la política de precios de la salud. Lo lleva adelante el gremio de sanidad, que conduce Héctor Daer, cuya hija acaba de ser incorporada a la lista de candidatos a legisladores de la ciudad de Buenos Aires. Daer es probablemente el sindicalista más cercano a Alberto Fernández, el que le prestó la estructura de su sindicato para que él pueda constituir su partido, que se llama Parte, que está subsumido ahora dentro del Frente de Todos. ¿O de “todes”?
Tenemos un contexto muy complejo en relación con la inmunidad, al que se agrega la crisis con Rusia. La carta de Cecilia Nicolini al encargado del Fondo de Inversión Rusia que administra la venta de la vacuna Sputnik tuvo un párrafo que pasó casi inadvertido, que no habla mal del Gobierno ni habla mal de Nicolini, sino de la opacidad con la que se mueve Rusia en este campo. Opacidad que ya produjo un escándalo en Medio Oriente por la aparición de intermediarios en la compra y venta de la vacuna. En ese párrafo, Nicolini dice: “Me gustaría agregar que alguien de su equipo de producción le está pidiendo al laboratorio Richmond (de Marcelo Figueiras) que le solicite al Ministerio de Salud argentino que le haga la factura y que reciba el pago completo por las dosis producidas acá”. Es decir, que Figueiras y Richmond funcionen como intermediarios. No que Figueiras produzca la vacuna, se la entregue al Fondo de Inversión Ruso y que este, como está pactado en el contrato, se la siga proveyendo al Gobierno argentino. No, ahora quieren que el que cobre sea Figueiras. Gran signo de interrogación sobre para qué quieren ahora un intermediario.
En la carta, Nicolini le dice ante esa información que no pueden modificar el contrato y aun menos tener un intermediario local y tener que pagar una suma adicional en impuestos. Además, Nicolini aclara que podría generar un gran problema político con la opinión pública que no podrían enfrentar. “Nosotros estamos siempre dispuestos para encontrar soluciones, pero nunca fuimos informados oficialmente por ustedes para estudiar esta opción, todavía no tuve información oficial de parte de Rusia”, agrega. Aunque, difícilmente la tenga porque lo que le están proponiendo es un negociado. El Gobierno dice que hay un tema de impuestos, pero ella dice algo muy concreto: “Vino alguien de su equipo a hablar con Figueiras”. Evidentemente, Figueiras dio aviso al Gobierno argentino sobre la aparición de algo raro.
En este momento, esta información que pone por escrito Nicolini en su carta estará siendo festejada por cancillerías como la de Estados Unidos y el Reino Unido, países frente a los cuales Rusia levanta su vacuna como una especie de bandera de combate. No hay que olvidar que la vacuna para Rusia es un instrumento de marketing en el tablero geopolítico internacional. Este es uno de los datos de esta polémica con Rusia.
Hay otro sumamente relevante que pasó inadvertido y es que el viernes pasado, al día siguiente de que se conociera la carta de Nicolini, el Gobierno argentino, a través del Ministerio de Salud, se vio obligado a firmar y a emitir un comunicado conjunto con el Fondo Ruso. Es decir, una vez que se produjo la crisis de la carta, rápidamente, los rusos pidieron al Gobierno suscribir este comunicado conjunto en donde le dicen al mundo que lo que dijeron en la carta en realidad no lo tendrían que haber dicho. El comunicado dice lo siguiente: “Luego de una reunión virtual del Ministerio de Salud de la Nación y el Ministerio de Inversión Directa que se desarrolló hoy [viernes] reafirmamos nuestro trabajo conjunto para garantizar y acelerar el suministro de la vacuna Sputnik V a la Argentina. Confiamos en que resolveremos todos los problemas de manera positiva y de que continuaremos con el compromiso asumido”. Es decir, no se habla más del contrato, ni de cancelarlo, ni de que los funcionarios argentinos están sometidos a investigaciones judiciales por los incumplimientos de Rusia. Y agrega el comunicado: “Además, como resultado de este compromiso, logramos impulsar la producción local y ya tenemos 2 millones de dosis de ambos componentes aprobados o en proceso de aprobación para su pronta distribución. La distribución en el país convierte a la industria farmacéutica en un líder regional capaz de proveer medicamentos de alta calidad y de generar ingreso. Nuestro principal objetivo es trabajar para minimizar el impacto de la pandemia vacunando a la mayor cantidad de personas lo antes posible y seguiremos haciendo el mayor esfuerzo para lograrlo”. Todo es acuerdo y conciliación.
¿Qué es lo interesante de esto? Cero palabra respecto a cancelar el contrato. La verdad es que deberíamos conocer hoy cuál es el contrato, después de este escándalo. Es decir, qué cosas comprometió la Argentina, qué cosas comprometió Rusia y a qué cosas renuncia la Argentina después de este comunicado conjunto, en donde dice: “No vamos a reclamar”. En segundo lugar, el párrafo donde ambos elogian la vacuna Sputnik porque se produce en la Argentina -igual que la de AstraZeneca con Sigman-: ¿quiere decir que no se aplica un criterio sanitario para saber cuál es la mejor vacuna sino un criterio económico sobre si se fabrica o no se fabrica acá? Es una pregunta que habría que hacerle a Alberto Fernández.
Hay que decirles a los chicos con comorbilidades que están esperando la vacuna Pfizer, la única pediátrica, que tendrán que seguir esperando porque tienen la desgracia de depender de una vacuna que no se fabrica en la Argentina; es decir que no hay ningún industrial argentino que la fabrique y que se beneficie con esa fabricación. “Tu vacuna no genera empleo”, habría que decirles. ¿Por qué esto es importante? Porque Fernández es quien decía, al comienzo de la pandemia que, entre la vida y la economía, elegía la vida; pero el comunicado elije a la economía y sostiene que la mejor vacuna es la que se produce en la Argentina.
Todo esto es interesante porque se da en un marco en el que Rusia acaba de respaldar al gobierno dictatorial de Nicaragua, que -con distintos subterfugios- ya suprimió la competencia electoral de noviembre. Ya no hay candidatos: todos fueron dados de baja por Daniel Ortega. Y además, dos de sus hijos están bajo investigación internacional y ya encontraron refugio en el país conducido por Vladimir Putin.
En este sentido, el canciller ruso Serguei Lavrov tuvo una reunión con el canciller de Nicaragua Denis Moncada, y a partir de ese encuentro, Rusia dijo que no permitirá que terceros países interfieran en la vida interna del país centroamericano. Es decir: utilizó el argumento de la soberanía y de la no intervención, aun cuando hay violaciones graves a los derechos humanos. Ha habido manifestaciones donde se produjeron 350 muertes en Nicaragua, de las cuales Ortega ya reconoció a 200 a lo largo de estos años.
Otro punto a resaltar es que, mediante un comunicado, Nicaragua agradeció la puntualidad con que Rusa provee la vacuna Sputnik. Así se comporta una colonia rusa como Dios manda, no con cartas como la de Cecilia Nicolini. Somos una especie de colonia rusa díscola, aunque ya corregimos esa carta con un comunicado donde decimos: “Acá no ha pasado nada”.
Por supuesto, hay un debate sobre esto en el Congreso y causas judiciales: una fue iniciada por el diputado Jorge Enríquez y está en el juzgado del juez Sergio Ramos. Lo importante aquí es con qué cara va el Gobierno a las elecciones en términos de esta segunda “i”, la de la inmunidad.
La inflación
En cuanto a la inflación hay un problema central para la política oficial y para esta campaña. Por un lado, porque más de 3% por mes durante 9 meses es una inercia mucho más difícil de revertir. Y por el otro, por el deterioro del salario real, que mira con gran atención el Gobierno, especialmente ante las elecciones legislativas.
En un cuadro del economista Fernando Marull se puede observar cómo influye el valor del salario en dólares (que se degrada con la devaluación del dólar blue y con la disparada de la inflación) en el resultado de los oficialismos en las elecciones. Cristina observa esto y sabe que Néstor Kirchner perdió la Provincia en 2009, cuando el valor del salario había bajado y que ella obtuvo el 54% de los votos cuando esa variable había repuntado. Lo mismo ocurrió durante el mandato de Mauricio Macri: triunfó en las legislativas de 2017, en medio de un gran crecimiento del salario real en dólares, y luego -con la caída de dicho valor- perdió en los últimos comicios presidenciales.
Acá hay un enorme dilema. Si se mira la documentación que emite el Congreso sobre la ejecución del presupuesto (ligada a la inflación), los datos son impactantes: en mayo, la emisión fue de 3500 millones de pesos, pero en junio se pasó a 70 mil millones, y en lo que va de julio ya se pasó a 100 mil millones. Esta escalada de emisión explica la inflación, pero también cómo funciona el mercado respecto del dólar. Los tenedores de pesos se cubren por el peligro que significa esta emisión en términos inflacionarios hacia el futuro. Esto es porque la brecha se amplía cuando hay un dólar oficial quieto y una inflación tan alta. Y se genera una perspectiva de devaluación, anterior o posterior a la elección.
A Cristina Kirchner le preocupa que el dólar se haya disparado, tal como se vio en la presentación de candidatos del Frente de Todes. En su discurso, contó que recibirán del FMI una especie de moneda de juguete –los derechos especiales de giro– que sirve para integrar las reservas del Banco Central; dijo que utilizarán este dinero -equivalente a 4300 millones de dólares- para pagarle al Fondo los compromisos de septiembre y diciembre, cada uno por 1800 millones. Sí. Con la plata dada por el Fondo le pagarán al mismo Fondo. ¿No era que el bloque peronista del Senado había dicho, por escrito, que esa plata se usaría para reanimar la economía en medio de la pandemia? Sí, pero no sucederá. Martín Guzmán criticaba que Macri pagaba deudas con plata que tomaba del Fondo, en vez de utilizarla para hacer obras de infraestructura. Cristina Kirchner acaba de decir que, como Macri, tomará plata del Fondo para pagarle deuda al Fondo. ¿Se entendió, Guzmán?
Cristina Kirchner, entonces, tiene dos miedos. En primer lugar, a perder votos por un ajuste; pero también a que se descalabre todo por una corrida cambiaria. El problema es que la emisión, que se usa para los subsidios y para enviarles dinero a los gobernadores puede generar esa corrida cambiaria a la que ella teme. Hay un dilema que no puede resolver.
Para entender todo esto hay que comprender que la economía se mueve de manera cada vez más anómala, y una prueba de esto son las inversiones que ocurren en la Argentina:
-Hubo una oferta para comprar Telefónica por parte del Grupo Olmos que después fracasó. ¿Qué es el Grupo Olmos? Prácticamente, la UOM. Sindicalismo.
-Hubo una inversión en la planta que quiere construir Laboratorios Richmond para fabricar la vacuna Sputnik V. El empresario Marcelo Figueiras buscó dinero para este fin, y aportaron: Ricardo Depresbíteris, hombre muy ligado a Moyano y dueño de la empresa de recolección de residuos Covelia; Sergio Trepat, yerno del fallecido Julio Reale, referente de la UOM y eterno hombre de las finanzas de Lorenzo Miguel.
-El Grupo Manzano-Vila compró Edenor, ¿quién puso plata? Mauricio Filiberti, el otro yo de “Mr. Cloro”, José Luis Lingeri, de Obras Sanitarias. Sindicato.
-Ahora, el Grupo Werthein anunció que compran DirectTV a escala latinoamericana. Werthein ha estado asociado siempre en el negocio del seguro a Armando Cavalieri, de quien finalmente se desvinculó. También, del sindicalismo. Además, cabe recordar que, recientemente, Adrián Werthein tuvo que salir a explicar qué pasó con la plata de muchos amigos y familiares. Aparentemente, estos le habían confiado sus fondos, pero el dinero desapareció; aunque él dijo que no lo tocó, sino que solo les hizo recomendaciones de inversiones.
Nota al pie: esta operación de DirectTV le interesa a Estados Unidos, sobre todo porque trasciende la información de que al frente de la empresa podría estar, dicho todavía en potencial, Eduardo Stigol, a quien Werthein conoce de inversiones en la Argentina en el sector cable. ¿Quién es Stigol? Se trata del principal operador de cable de la Venezuela de Nicolás Maduro.
En medio de la inflación y los problemas cambiarios, este es el capitalismo que se está formando en la Argentina, donde muchos negocios provienen de la plata irregular del sindicalismo.
La oferta electoral
Este es el panorama sobre el cual se realiza la oferta electoral, a la cual analizaremos en sus dos grandes grupos: el Frente de Todes y Juntos por el Cambio, también llamado Juntos.
Frente de Todes
En el acto en Escobar donde presentaron las candidaturas hubo varios bloopers divertidos, ante un clima marcado por la angustia social. Por ejemplo, el momento en el que el intendente de esa localidad, Ariel Sujarchuk, dijo -en la cara de Cristina y Sergio Massa- que él se atiende en el hospital público y que espera el turno para vacunarse. Tal vez no se dio cuenta de quiénes lo estaban escuchando.
Massa se burló de los que cambian de distrito, seguramente como una referencia a su íntima amiga y socia política en el gobierno anterior, María Eugenia Vidal, y a Diego Santilli. Otro que no se dio cuenta de delante de quién estaba hablando porque -hasta donde nosotros sabemos- Cristina se pasó de Santa Cruz a la provincia de Buenos Aires y Kicillof, hace dos años, era diputado por la Capital. Pero lo más insólito de todo es que el propio gobernador bonaerense, en una entrevista para C5N, se burló de los que cambian de distrito. Kicillof se olvidó de que Kicillof era diputado por la ciudad de Buenos Aires hace dos años y que hoy es el gobernador de la provincia.
Sin embargo, en ese acto hubo algo mucho más interesante en los discursos de Cristina, Kicillof y Massa. Si uno analiza el eje central de los tres el mensaje es: “Habíamos prometido muchas cosas, pero no pudimos hacer nada porque nos agarró la pandemia”. Alberto Fernández tuvo que defender su gobierno y recordar las cosas que hizo. Parecía que les hablaba a Cristina, Kicillof y Massa, sus principales socios, y les decía que no lo menosprecien tanto. De todos modos, es obvio que tienen muy poca vocación (y tal vez tengan razón) para defender la obra de Fernández.
Pese a esto, Cristina –que es la que organiza la oferta electoral porque es la líder del oficialismo- volvió a la lógica de 2019 en el armado de las listas. La nómina se terminó de definir en una reunión entre Alberto y Cristina, de la cual solo participó –por teléfono- Máximo Kirchner; y sigue ciertos principios.
En primer lugar, aunque el Presidente diga que es un gobierno federal, la oferta central, y a donde están prestando atención todos ellos, es a la provincia de Buenos Aires y, más precisamente, al conurbano, porque esa es la colina que hay que defender.
Tanto es así que se les escapó un conflicto en Santa Fe: un ministro de Fernández, Agustín Rossi, armó una lista en contra del gobernador Omar Perotti. Y acá hay una peculiaridad: Cristina -en un ejercicio llamativo de la responsabilidad política y en una demostración notoria de pragmatismo- apoya a Perotti, quien votó como senador el allanamiento a su casa. Esto muestra que estamos delante de alguien que, como ya demostró con el caso de Fernández y de Massa, sabe olvidar; alguien para quien el poder es más determinante que el rencor. Por el contrario, Fernández tiene con Perotti una vieja cuenta por el poco apoyo y la disidencia del gobernador santafecino respecto de la pandemia. Por eso, el Presidente lo ataca a través de la postulación de Rossi.
Habrá que ver si, en las próximas horas, no se logra un acuerdo porque el segundo criterio de este armado es que hay que privilegiar la unidad por encima de todo. En este punto, Cristina también vuelve a las fuentes de 2019 y se encarga de poner a todo el mundo dentro de las listas. Por eso, si uno mira los nombres de la nómina de la provincia, La Cámpora está poco representada porque en todos lados hay de todo.
En relación con esto, había conflicto en Hurlingham porque el intendente, Juan Zabaleta, había presentado una lista, mientras que La Cámpora había lanzado una alternativa. De todos modos, por orden de Cristina, se unieron tras una negociación entre el propio Zabaleta, Máximo Kirchner, Andrés Larroque (cuyo cuñado, Martín Rodríguez, era el precandidato disidente) y Gabriel Katopodis (socio político de Zabaleta en el gobierno). Habrá que ver si en 2023, cuando se juegue la intendencia, La Cámpora arma una lista en contra.
El tercer criterio, con el que también vuelve a 2019, es enmascarar a su grupo detrás de “albertofernandistas” porque –obviamente- considera que, si pone a sus ortodoxos al frente de las listas, el dólar terminaría en $400, como dijo el otro día el precandidato Roberto García Moritán. De esta manera, Victoria Tolosa Paz, en la Provincia, y Leandro Santoro, en la Capital, son el “Alberto Fernández” de este momento. Cristina reproduce el truco de poner un moderado y ocultar a los talibanes con el afán de seducir a la clase media. Habrá que ver si esa clase media se deja seducir con este nivel de inflación, con este nivel de emisión y esta escalada del dólar.
Como la provincia es el centro de la disputa, la clave es Tolosa Paz, y creo que es injusto caracterizarla -como se está haciendo- solamente como la mujer de “Pepe” Albistur, el hombre que le prestó el departamento a Fernández. Por decir lo que ellos dicen, porque otros creen que el departamento es del Presidente y que Albistur presta otro servicio. La presidenta del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales es una militante del peronismo en La Plata desde que era chica y también militó con las manzaneras de Chiche Duhalde. En 2007, cuando Cristina se presenta por primera vez como candidata a senadora -enfrentando a Chiche Duhalde-, Tolosa Paz estaba intentando entrar al acto, en el Teatro Argentino de La Plata. Ahí fue que la descubrió Albistur, la ayudó a entrar y, después, se enamoraron. Es importante resaltar, entonces, que Tolosa Paz viene de la política y tiene una tarea difícil: retener los votos de Cristina, desafío que en 2019 logró Kicillof.
Algo curioso es que Fernández se haya resistido tanto a que Santiago Cafiero vaya como candidato a la provincia, como le pedían. Necesitaban que fuera alguien de su entorno por razones económicas, pero el Presidente pensó que si lo entregaba, después no lo iban a dejar elegir al reemplazante. Gran falta de autoestima. Fernández propuso entonces postularlo como candidato testimonial, es decir, que después vuelva, pero Cristina se negó. Finalmente, no fue Cafiero y la respuesta de Cristina parece haber sido algo así como: “¿Cuidás tanto a tus ministros? Mirá dónde lo pongo a Daniel Arroyo”. El ministro de Acción Social, único representante del gabinete nacional en la lista de diputados de la provincia de Buenos Aires, está en el puesto número 12. Una humillación de Cristina Kirchner para los “funcionarios que no funcionan”. Tiene que ver con todo un juicio de valor sobre cómo ve ella que se gestiona la acción social en este gobierno.
Algunas curiosidades. En la Capital Federal, el oficialismo va representado por Leandro Santoro y Gisela Marziotta, ambos de origen radical. Para inyectar más peronismo en esas listas aparece Carlos Heller, que es del Partido Solidario y un viejo compañero de ruta del Partido Comunista.
Juntos por el Cambio
Del otro lado, en cuanto a la representación de Juntos -el viejo Juntos por el Cambio- lo primero que hubo que hacer fue cambiarle el nombre. Daría la impresión que las encuestas dicen que esa marca está quemada. Lo segundo que hacen es esconder a Macri. Esta estigmatización del expresidente es aprovechada por el Gobierno, que basa su campaña en que la pandemia no les dejó cumplir con nada y que además tuvieron la herencia de Macri. A tal punto que Alberto Fernández en el acto de Escobar dijo que él conoce de casos de empresarios que quisieron invertir durante el gobierno de Macri y que el Gobierno mismo les dijo que no lo hicieran, que en vez de generar fuentes de trabajo mejor era importar. ¿Alguien cree que esto puede ser verdad? Me hace acordar a un personaje de la política cordobesa de quien un adversario en la interna peronista dijo: “No es que miente, odia la verdad”.
Si uno mira la foto del lanzamiento de Santilli, figuran Horacio Rodríguez Larreta, Cristian Ritondo, Miguel Pichetto y Patricia Bullrich. Hicieron bien en sacarle el “cambio” al nombre, porque no hay ningún cambio ahí. Lo curioso es que como van radicales en el Frente de Todes, los de Juntos son todos antiguos peronistas. Solo ajenos estaban Elisa Carrió y Jorge Macri, que curiosamente se abrazaron después de lo mal que se llevaban.
Santilli en un entrevista interesantísima, con Luis Majul, por LN+, dijo que recorrió 45 municipios del conurbano para escuchar a la gente. Habría que preguntarle al vicejefe porteño: ¿Sabe cuánto gasta el gobierno del que forma parte en encuestas de opinión pública? Mil millones de pesos por año. ¿Tiene que recorrer a pie el conurbano para saber lo que piensa la gente? Durante la entrevista, Santilli dijo que la gente le asegura que volvió el narco en el conurbano, lo que para él resultó ser una novedad. Es el mismo argumento que usa Kicillof y el gobierno de Alberto Fernández respecto a la gestión de Vidal en la provincia de Buenos Aires. “En solo cuatro años pudo destruir todo, a pesar de 70 años de decadencia”. Bueno, según Santilli, Kicillof logró en dos años que haya vuelto el narco. Y él, que es ministro de Seguridad de la ciudad de Buenos Aires, lindera al conurbano, se enteró por lo que dice la gente cuando camina por los barrios. Si tiene que enterarse por la gente lo que pasa con el narco estamos perdidos; porque es parte de su responsabilidad como ministro porteño saber lo que pasa en esa materia en el conurbano.
¿Por qué es tan importante esto? Porque el método que está aplicando Juntos en esta campaña reproduce el que ya aplicaron durante cuatro años del gobierno de Macri. Mirar la encuesta y contestarle a la encuesta. Decir lo que la gente pretende que digan. Renunciar al proyecto político, renunciar a una propuesta que mire más allá. Así les fue. Este fue el error. Sería interesantísimo que no vuelvan a cometerlo.
La gran pregunta es de dónde vendrá la renovación, si es que la gente espera renovación. ¿De Ricardo López Murphy, de Florencio Randazzo, de Facundo Manes? Los dos últimos compiten entre ellos. Es decir, Randazzo busca el voto del disidente de Alberto y de Macri y Manes, en alguna medida, también lo hace dentro de la interna de Juntos. ¿Alguno de los dos logrará encarnar una mínima renovación? El Gobierno mira esa pelea y está detrás de Manes, porque lo mejor que le puede pasar al Gobierno es que pierda frente a Santilli y que quede opacado Randazzo. Porque si Randazzo crece, ahí sí el Frente de Todes está en un problema en la provincia. ¿Es verdad que está Massa detrás de Manes, a través de Gerardo Morales? Hay una vieja relación entre Massa y Morales, este último un gran promotor de que el radicalismo enfrente al PRO en esta interna. ¿Por qué? Porque en la cabeza de Massa, detrás de su acuerdo con Morales, hay un viejo proyecto, que es que el radicalismo no vaya con el PRO sino con un sector del peronismo. Lo que quedó frustrado en 2015 en la convención del Gualeguaychú.
Son juegos de poder. En la colonia rusa, frente a una sociedad que soporta diez años de estancamiento, tres años de crisis financiera y un año y meses ya de pandemia encerrada, con miedo al virus y esperando que llegue la otra ola.