La mujer contó en diálogo con Luis Novaresio que antes de que detuvieran al sospechoso por el asesinato de su hija tuvo una reveladora señal en la que se le presentaron “el 12, el 18 y el 19 de mayo”
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Adriana Belmonte, la mamá de Lola Chomnalez, contó este martes en LN+ que tuvo un sueño premonitorio días antes de que la Justicia uruguaya procesara con prisión preventiva al sospechoso por el asesinato de su hija bajo la caratula de “homicidio especialmente agravado”. La adolescente fue hallada muerta en diciembre del 2014 cuando tenía 15 años, en un balneario del departamento de Rocha, República Oriental del Uruguay.
“Lola es mi despertar espiritual y tengo una conexión muy fuerte con ella. El día 10 de mayo soñé que Lola me mostraba los números 12, 18 y 19. Cuando desperté, les mandé un chat a los abogados preguntándoles si pasaba algo y me dijeron que estaban reunidos siguiendo el tema de las pruebas de ADN”, contó Belmonte en una entrevista con el programa Buen día Nación que conduce Luis Novaresio.
A las pocas horas de aquél sueño premonitorio, el sospechoso por el asesinato de Lola fue arrestado en la frontera entre Uruguay y Brasil. Su nombre es Leonardo David Sena, tiene 39 años y registra antecedentes por una violación ocurrida en 2009, contó la mamá de Lola.
El 28 de diciembre de 2014, un día después de haber llegado a Uruguay para pasar unos días de vacaciones con su madrina, el marido y el hijo de él, Lola, de 15 años, salió a dar un paseo. Eran las tres de la tarde y caminaba por la arena desde Valizas hacia la vecina Aguas Dulces cuando se cruzó con el hombre que, por la fuerza, la llevó hacia dentro de la zona de médanos y la mató. La Policía pudo vincular al sospechoso a partir de una muestra de ADN.
La mamá de Lola contó que durante estos siete años y medio que duró la investigación nunca perdió la fe y que con la noticia de la detención del sospechoso “quería salir al balcón y contárselo a todo el mundo, quería gritar y contarlo”.
“Al principio pensaba que Lola no estaba muerta, que estaba fuera del país, soñaba con que me llamaba y cuando atendía se cortaba, fueron momentos que no puedo describir, yo estaba convencida que Lola estaba viva, hasta que su tío y su hermano me dijeron que la habían reconocido”, recordó la mamá.
“Por momentos me ganaba la desesperanza, y agradezco no haber decaído en la fe, soy creyente. Tardé dos años para ponerme el caso al hombro, porque al principio iba a Rocha como en piloto automático. Dios quiere si uno quiere”, reconoció.
En este punto, Novaresio le pidió que contará más sobre su sueño premonitorio: “El sueño fue el martes 10 de mayo y cuando me levanté, lo anoté; ella me mostraba el número 12, el 18 y el 19. Cuando llamo a uno de los abogados, me dice ‘estás muy conectada’, porque el 12 vamos a reunirnos con la fiscalía para ver cómo van las pruebas de ADN. Y en el sueño ella me marcaba sobre una pared blanca los números 12, 18 y 19. Y el 12 se encontraron los abogados en la fiscalía, el 18 lo arrestaron (al sospechoso) y el 19 pasó lo que todos sabemos”.
Y agregó: “Los abogados no nos habían anticipado nada para no crearnos falsas expectativas. El abogado me llamó llorando cuando estaba viajando a Rocha. Y cuando hablé con la genetista, Natalia Sandberg (encargada del Registro Nacional de Huellas Genéticas de la Dirección Nacional de Policía Científica del Ministerio del Interior) llorábamos las dos de la emoción”.
“Esto me cambió el semblante, me cambió la forma de dormir. Siento que ahora descanso en paz, Lola también porque es un ser de luz”, explicó Adriana y añadió que en su casa tiene un altar con flores. “Otra cosa que me llamó la atención es que el jazminero de mi balcón floreció cuando ahora no es época”.
Sobre el final, le preguntaron cómo hizo para seguir creyendo en Dios después de semejante tragedia que le tocó vivir, y Adriana reconoció: “O creía en Dios o me suicidaba. Muchas veces me quise ir de acá, le pedí a Dios que me ayudara”, respondió. Y finalizó, cuando le consultaron qué deseaba de ahora en más: “Que sigan acompañando a todas las familias que pasan por estas cosas”.
LA NACION