Embajadora de la Paz y autora de best sellers relató sucesos pocos conocidos de su familia; cómo analiza a la distancia lo que sucedió con sus hijos
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Por su historia personal tan dura, Gabriela Arias Uriburu se convirtió en una experta en reconvertir sentimientos de venganza y odio en otros más positivos y útiles para resolver problemas humanos.
Su expareja secuestró a sus tres hijos en Guatemala, donde vivían en 1997, y se fugó con ellos a Jordania. “Me llené de ira, devastación y frustración”, recordó sobre esa etapa aciaga.
Se abrió entonces un abismo bajo sus pies, pero muy pronto comprendió que con la desolación y el resentimiento no iba a solucionar su drama. “Me regeneré en mi propio infierno”, admitió.
“Estaba llena de venganza y odio. Mi papá me dijo: ‘nunca te preguntes el porqué; preguntate el para qué’ y ahí se desactivó la bomba que tenía adentro”, dijo en el programa Hablemos de otra cosa, por LN+.
“Muchas veces -explicó- lo que es mejor para uno, no es lo mejor para el niño. La clave fundamental para destrabar fueron mis hijos. Cuando hay una situación familiar tan compleja, lo que nos llama es hacer una tarea personal”. Y contó parte de su largo vía crucis: “Estudié todo y lo llevé a Jordania. La máxima autoridad del Islam me recibe a mí a los ocho años de empezar mi lucha”.
Gabriela fue la primera mujer en exponer su caso en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y logró importantes avances en la legislación internacional en los derechos de los niños y, específicamente, en lo que se refiere a la sustracción y restitución de menores. “En un momento me convertí en una mamá a la que la Justicia le daba todas las razones, pero los chicos no eran restituidos”, le contó al periodista Pablo Sirvén, por LN+. Y agregó: “Me di cuenta de que había millones de niños que estaban en circunstancias parecidas en el mundo”.
“Mis chicos estuvieron desaparecidos tres meses -rememoró-, pero mi tarea no fue ir a Jordania con un comando para contrasecuestrar a los chicos. Llegué a que nos reunamos en esa grieta que hoy está tan clara en el mundo entre Oriente y Occidente. No es quién tiene la verdad, quién tiene la razón, sino cómo resolvemos esto.”
Con mucha templanza y paciencia, Arias Uriburu logró reestablecer el vínculo con sus chicos, pero sabiendo que ella era la que iba a tener que seguir movilizándose para visitarlos en el país que su padre les hizo adoptar a la fuerza. “Tuve que aprender a ser una mamá a la distancia que viaja por el mundo, pero mi lugar es la Argentina. Amo este país”, proclamó.
Hoy sus hijos ya son grandes. “En un mes y medio se casaron dos de mis hijos”, relató. Y otra vez, Gabriela se montó a nuevos aviones para no fallarles.
Sorprendentemente, Gabriela contó que su abuela paterna pasó por una pesadilla parecida. “Cuando se divorcia de mi abuelo, él se lleva los hijos a Salta. Es una historia de la que no se habló mucho en la familia y que ella llevó con mucha hidalguía. Siguió vinculada, pero muy poco. Estamos hablando de 1940”. Y por esta historia, Gabriela empieza a indagar el tema de las constelaciones “como una forma de trabajar lo que venía en repetición en esta historia familiar”.
Embajadora de la Paz, autora de best sellers como Después de todo…el amor lo hizo posible y Vínculos, se destaca, además, como comunicadora humanitaria y como creadora de la Fundación Niños Unidos por el Mundo, primera ONG planetaria que aborda la temática de la restitución familiar por y para los más chicos. “El objetivo de la fundación es mostrar al niño en conflicto”, dijo. Es también instructora de yoga y dicta talleres de encuentro y sanación.
La pregunta es si su ex logró arrepentirse de lo que hizo. “Mi ex no hace ninguna autocrítica, pero lo llegué a comprender, lo que no significa que lo justifique. Para mí esto se soluciona tomando al otro como es”, respondió. Y amplió: “Lo que pide una situación de dolor es la reconciliación. Me permitió a mí reconstruir los vínculos en la familia. Me invitó a mí a una reparación enorme”.
Por cierto, no fue gratis: “Toda mi familia ha sufrido muchísimo”, reconoció. Y agregó: “Yo digo que la vida me llevó a sanar los vínculos. Es muy interesante trabajar con esa parte que te boicotea porque el daño fundamental es con uno mismo. Recién ahora me estoy recuperando a nivel físico”.
Hablemos de otra cosa se emite los sábados, a las 22, por LN+.
LA NACION