El escritor dijo en Hablemos de otra cosa por LN+ que ambos figuras “eran dos personas sexualmente frías dominadas por el poder”
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Juan José Sebrelli tenía 22 años cuando lo echaron del café en el que estaba con tres amigos porque había muerto Eva Perón y todo tenía que cerrar por el duelo monumental que impuso la Argentina comandada por Juan Domingo Perón, a partir de que trascendió la noticia.
Setenta años más tarde, el escritor y ensayista recibe en su casa a Hablemos de otra cosa, el programa que conduzco por LN+, para hablar de ese fenómeno, de su presente y también del gobierno actual.
“El Covid me dejó niebla mental y desgano permanente”, cuenta sobre la enfermedad que lo visitó dos veces. También, le cuesta caminar, pero intelectualmente sigue muy activo, a los 91 años.
“El mundo está en crisis -alerta- pero la Argentina está en peores condiciones. Vivimos en un apocalipsis. El sentimiento que predomina en mí es la incertidumbre”.
Asegura que por su último libro, Desobediencia civil y libertad responsable, que escribió con Marcelo Gioffré, casi le hacen un juicio. Y agrega: “Reclamaba que todos los negocios abrieran al mismo tiempo, con todos los protocolos y cuidados que había que tener”.
Recuerda que sufrió mucho el encierro ya que siempre se ha caracterizado por ser un “flaneur”, caminador infatigable de la ciudad.
“Mis paradas -cuenta- eran las librerías viejas, los cines y cafés”. Ahora es habitué de La Biela, la célebre confitería de la Recoleta, en la que hace poco departió con el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, en ocasión de su visita por la Feria del Libro.
El inminente aniversario redondo de la muerte, este martes, de la segunda esposa de Perón, le da pie a Sebreli para opinar sobre ella. “Evita era una actriz muy secundaria. La empecé a escuchar cuando fue primera actriz en Radio Belgrano. Cuando Perón es llevado preso, Evita se va en vivo de su emisión en radio, dejando la novela inconclusa”. En esa época, 1945, Eva Duarte componía frente al micrófono a mujeres célebres de la historia. “Evita y Perón -apunta- eran dos personas sexualmente frías; el poder los dominaba. Evita no manejaba nada; Perón, todo”.
El autor de Los deseos imaginarios del peronismo y tantos libros más mira con atención unas imágenes del multitudinario acto en la avenida 9 de Julio durante el que la CGT pretendía proclamar la fórmula Perón-Perón, en 1951. Las aclamaciones de la muchedumbre la conminaban a que aceptara la candidatura a vice. Se ve allí cómo entablaba una suerte de diálogo con la masa, lo que produjo tensiones en el palco entre los integrantes del matrimonio presidencial y los representantes de la central obrera. Acota Sebreli: “Perón le impidió ser vicepresidenta, no hay lugar a dudas”.
Nunca quedó claro el porqué de su renunciamiento. Se habló de su enfermedad -moriría pocos meses después, a los 33 años, de cáncer, pero el vicepresidente que finalmente eligió Perón para acompañarlo fue el mismo del período 1946-1952, Hortensio Quijano, que falleció antes que Evita.
Se decía que había presiones del Ejército. Su condición de actriz y de hija natural producía incomodidades en la sociedad de aquella época. Evita era hija de un terrateniente, dirigente del Partido Conservador, y de una modesta modista, de Junín, pero el padre tenía una relación más formal con su familia de Chivilcoy. Tan es así que cuando él murió, se les impidió a Evita, a sus hermanos y a su mamá participar del velorio. Cuánto de ese injusto trato contribuyó a que creciera cierto resentimiento en el ánimo de quien sería con los años la “abanderada de los humildes”, es difícil determinarlo, pero está claro que solía tener posiciones más radicalizadas que su marido.
“Perón -opina Sebreli- era un hombre muy cauteloso y con Evita se desaforó. Evita estaba más a favor de la violencia que Perón”. Alude a la controvertida compra de 2500 pistolas automáticas y 1500 ametralladoras que la “jefa espiritual de la Nación” ordenó guardar en la CGT después del levantamiento fallido que intentó derrocar a Perón, en 1951. Perón, rápidamente, dispuso que esas armas quedaran en custodia de la gendarmería.
El autor de Buenos Aires, vida cotidiana y alienación no cree en la “Evita montonera” que idealizaron los jóvenes setentistas. ¿Pero cómo hubiese sido si no hubiese muerto tan joven? Sebreli, responde: “Yo creo que hubiera terminado en Madrid tomando el té con la hermana de Franco”.
El escritor no siempre pensó así. En el año 1966 publicó su libro Eva Perón, ¿aventurera o militante?, en el que se muestra más contemplativo. “Eva Perón más que una resentida que odia en la impotencia y en la pasividad un sistema social contra el que no puede hacer nada -dice allí-, es una rebelde que lucha activamente para cambiarlo y niega los valores que lo sustentan.”
Es un libro que no suele reivindicar Sebreli: de hecho en las solapas de sus nuevas obras no aparece consignado. En cambio, en Comediantes y mártires /Ensayo contra los mitos, publicado en 2008, y donde vuelve a reparar en ella, junto a Carlos Garcel, el Che Guevara y Diego Maradona.
Sebreli escribe ahí que “Perón logró superar pronto las irregularidades de su infancia y llevó una vida convencional burguesa, como militar, profesor y funcionario público. Por eso fue útil para completar el mito peronista la presencia de Evita, con su oscuro pasado, su triste infancia, su aventurera juventud de actriz y sus amores ilegítimos, escandalosos para la sociedad pacata de esa época”. En ese libro ya tipifica al peronismo como un “remedo criollo del fascismo”.
“A lo largo de mi vida he ido cambiando mi percepción sobre Evita”, reconoce. Y afirma algo que seguramente levantará controversias: “Para mí Evita era un personaje literario, la prostituta que se convierte en reina”.
Sin embargo, admite que le conmueven sus últimos discursos: “Contrasta mucho con los primeros. Cuando vio que se le iba la vida, los discursos mejoraron y son auténticos. Evita tuvo una posteridad mucho más fuerte que la de Perón, que hoy no es un mito”.
Hablemos de otra cosa se emite los sábados, a las 22, por LN+