Quien fue vocero de Raúl Alfonsín recordó en Hablemos de otra cosa cuando le planteó al dictador el tema de los desaparecidos
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Un maestro, en el más amplio sentido de la palabra. Honesto, coherente y valiente. Ese es José Ignacio López. Un ejemplo para el periodismo, en tiempos tormentosos de fake news, audiencias y comunicadores indignados, y políticos que buscan más lucir sus inútiles peleas en las redes sociales que en buscar los necesarios consensos que solucionen, al menos, algunos de los acuciantes problemas argentinos.
“Tendríamos que hacer un esfuerzo -exhorta el gran Nacho López- para que la grieta no nos trague y no desemboque en un escándalo histórico”. En ese sentido, subraya que “el periodismo no asume su cuota dirigencial mayúscula” porque “el fracaso de esta situación nos pertenece un cacho a cada uno”.
López trabajó en los diarios La Nación, Clarín y La Opinión, dirigió el vespertino Extra y fue parte del lanzamiento de la señal de noticias de América. Se destacó como vocero del presidente Raúl Alfonsín y de Diálogo Argentino, durante la crisis de 2001, así que sabe muy bien de lo que habla.
“Hablamos siempre subidos a un banquito -critica-, tenemos que desarrollar un esfuerzo casi contracultural para reestablecer la conversación social y que podamos debatir en esta situación”.
López recibe a Hablemos de otra cosa, el programa que conduzco por LN+, en la Biblioteca Nacional, en cuyo sexto piso funciona la Academia Nacional del Periodismo, que él integra con otros prestigiosos colegas, y que hoy preside Joaquín Morales Solá.
“La Academia -explica- apunta a ser un espacio abierto que consiga reflejar la realidad del momento de la profesión. Tiene cuarenta integrantes y cada encuentro es una enseñanza de que se puede conversar”. Alude a que en ese ámbito confluyen periodistas de distintos medios y diversas tendencias, y aún así prevalece la concordia y el ánimo de debatir sin chicanas ni ofensas. “El tema recurrente hoy en día -comenta- es analizar qué nos pasa a los argentinos”.
La sinrazón de la violencia política golpeó a Nacho López, en 1976, cuando “un petardo” -así lo describe- ocasionó destrozos en su casa, aunque afortunadamente, sin herir a nadie. Él y su esposa estaban en ese momento en Roma. Lo había enviado Jacobo Timerman, el director de La Opinión, el diario en el que trabajaba entonces para que hiciera sus propios contactos en el Vaticano, ya que firmaba una columna religiosa en ese matutino.
“El Caudillo y otros panfletos me habían marcado un poco como marxista infiltrado en la Iglesia. Timerman se portó como un auténtico amigo de verdad y se ocupó de mi casa”, recuerda. Y agrega: “Tanto Massera como Viola encontraron la manera de decirme que del lado de ellos no había sido. Nunca supe quién puso el petardo; tampoco me preocupé en averiguarlo”.
Era una época muy angustiante y de incertidumbres crecientes. “Pero Timerman no creía que a él le pudiera pasar algo. Más de una vez le dije: ‘Jacobo, andate’. Y él decía: ‘Yo entro y salgo. Ya tengo preparado el bolsito con el cepillo de dientes”.
Pero el director de La Opinión fue capturado por los militares, sufrió tortura y su vida siempre estuvo en peligro. “En el mismo operativo que secuestraron a Timerman -rememora López- asesinaron a Edgardo Sajón. El diario quedó absolutamente a la deriva. Nos quedamos Mario Diament y yo. Llegó el interventor Teófilo Goiret, habló con los dos y era evidente que quería que Mario se fuera y me ofreció la dirección del diario a mí.” Y agrega: “Lo rechacé porque no quería dirigir un diario intervenido”. Goiret le dijo que iba a quedar marcado como amigo de Timerman. “Sí, yo soy amigo de Timerman”, no dudó Nacho en responderle.
Otro momento protagonizado por López que ha pasado a la posteridad fue la pregunta directa que le hizo al entonces presidente Jorge Rafael Videla durante una conferencia de prensa en la Casa Rosada sobre los desaparecidos. “Es una incógnita, no tiene entidad, no está ni muerto ni vivo, está desaparecido”, definió el dictador.
“Revisando los diarios del 14 de diciembre de 1979 -subraya-, ninguno tituló con este tema, obviamente. Está publicada esa respuesta en La Nación y en Clarín, pero no está destacada. Nunca temí hacerle la pregunta a Videla.”
¿Tuvo algún reproche? López recuerda que se le acercó alguien de la Marina para decirle cómo había preguntado eso. “Hubo una periodista que en ese momento le agradeció a Videla por haberlos salvado”, recuerda Nacho, aunque no de su nombre y apellido.
Señala que fue convocado para ser vocero presidencial de Raúl Alfonsín, sin ser su amigo ni correligionario radical, pero que siempre se entendieron perfectamente. “Vi muy facilitada mi tarea porque la convicción del Presidente de reconocer el papel de la prensa no era una pose”, apunta, y señala que no había secretos entre ambos. Pero cuando Alfonsín decidió ir a Campo de Mayo, en la Semana Santa de 1987, para ir a hablar con los insurrectos carapintadas, hubo una desinteligencia porque Nacho se fue en busca del auto, en tanto que el helicóptero con el primer mandatario ya estaba despegando en ese momento desde la azotea de la sede gubernamental. “Aldo Rico -subraya- le entregó su pistola al edecán. El jefe de la Casa Militar fue testigo de la conversación y quedó claro que no hubo ninguna negociación. Recuperamos la democracia para siempre.”
Cree que “la relación entre el Gobierno y la prensa tiene que ser necesariamente tensa” y que “el populismo se caracteriza por creer que el líder se comunica directamente y no necesita mediadores”.
Recuerda otro momento difícil de la Argentina, a fines de 2001 y cómo se involucró en el llamado Diálogo Argentino, donde en torno de una misma mesa se sentaron representantes de la ONU, la Iglesia, el Gobierno, los sindicalistas, los empresarios y hasta los piqueteros para tratar de salir adelante de esa situación tremenda que se vivía entonces en el país. Nacho López no puede creer que siendo los mismos protagonistas que hace 21 años, ahora sea tan difícil reestablecer una conversación que sea fructífera.
Hablemos de otra cosa se emite los sábados, a las 22, por LN+