En su habitual columna política de LN+, el conductor de +Realidad enumeró una serie de ejemplos históricos sobre “la Argentina corrupta”
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Alguna vez, Jorge Batlle, expresidente de Uruguay, dijo que los argentinos “son una manga de ladrones del primero hasta el último”. Duele que nos vean así, duele que esta sea la imagen de los argentinos en el mundo. Yo no coincido, yo creo que hay una inmensa mayoría silenciosa, que es honesta, trabajadora y educada, y que está harta de la Argentina tramposa y corrupta.
¿Qué es la Argentina tramposa? La truchada, la viveza criolla, la ventajita, el engaño y el fraude. La coima al policía para que no te haga la multa, manejar por la banquina, hacer un gol con la mano, robarte las boletas del otro partido...
Un gran ejemplo de la trampa argentina: la Asociación del Fútbol Argentino. En las elecciones de la AFA, votan 75 clubes, pero el resultado da 38 a 38. Ese día, la mafia del “grondonismo” le robó la elección a Marcelo Tinelli.
Otro ejemplo de la trampa argentina: Guillermo Moreno, el tramposo. El día que Cristina Kirchner mandó a Guillermo Moreno a suspender una elección a los gritos en el Grupo Clarín.
Otro ejemplo: las zapatillas de Ruckauf. Repartir zapatillas en el conurbano firmadas con el nombre del gobernador en ejercicio, Carlos Ruckauf, para sumar votos. Despreciable.
Un ejemplo más: el bidón de Branco. Mundial de Fútbol Italia 90. Argentina vs. Brasil. Octavos de final. Algún integrante del cuerpo técnico de Carlos Bilardo le pone un “sedante” al bidón de agua de los brasileños. Y Branco, defensor de Brasil, se pega el mareo de su vida.
La celebración y la exaltación de la trampa; la fiesta que le hacemos al tramposo. Ahí tenés uno de los problemas estructurales de la Argentina: la idea de que el tramposo es “pillo”, vivo, que es canchero, pícaro, astuto e inteligente.
El presidente Aníbal Fernández le dijo al diario Perfil: “Mi abuelo era tramposo en las cartas, yo aprendí de chiquito”. Se nota. Ahí tenés perfecto la idea que quiero transmitir. El argentino que ve como un mérito saber mentir. El típico argentino tramposo que exalta la trampa.
De hecho, pasó hace muy poco, cuando Cristina, la vicepresidenta, rompió el bloque kirchnerista en el Senado para quedarse con un asiento más en la magistratura: hace trampa.
¿Qué hace el kirchnerismo? Celebra la jugada tramposa. Qué viva, qué inteligente, qué astuta, qué brillante, qué genia, qué maquiavélica, qué estratega. Página/12 pone en tapa: “Gambito de dama”. La presentan a Cristina como una brillante jugadora de ajedrez. No, Cristina es una tramposa. Eso no se hace y eso es ilegal.
Otro ejemplo de la trampa política en la Argentina: una funcionaria del Ministerio de Salud de Axel Kicillof estuvo repartiendo boletas del Frente de Todos en las últimas elecciones. Esta es la Argentina tramposa, ilegal, mentirosa, deshonesta, sucia, perversa, obscena, que algún día se tiene que terminar.
Hoy la oposición dio un primer paso muy alentador: emplazar a las comisiones de Diputados para imponer la boleta única de papel.
Entre los beneficios de esta boleta, podemos resaltar tres:
- Se termina el robo de boletas.
- Se gasta menos dinero en impresión.
- Se usa menos papel y, por ende, se cuida al medioambiente.
Me imagino que nadie puede estar en contra de esto. Sospecho que nadie en su sano juicio puede criticar que se termine el fraude y el robo de boletas. Pero Sebastián Galmarini, el cuñado de Sergio Massa, sostuvo que “la boleta única no es un buen instrumento para este contexto de nuestro país”. ¿Te das cuenta? Siempre hay alguien que prefiere la trampa, la ventajita y el atajito.
Yo creo que ha llegado el momento de empezar a mostrar con nombre y apellido quiénes son los diputados, senadores, intendentes y gobernadores que son cómplices de la mafia y de la trampa electoral en la República Argentina.
¿Por qué hay feudos en nuestro país? Porque hemos permitido, en silencio, que algunos se lleven puesto la República.