En el inicio de +Realidad, su programa de LN+, el periodista analizó la visión del kirchnerismo sobre el golpe de Estado de 1976
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Están de moda de vuelta; parece que se viene la película de Los Simuladores; sin embargo, yo tengo para presentarles a “los simuladores de los Derechos Humanos”, una banda que se apropia del relato y simula que le importan los Derechos Humanos y las víctimas de la dictadura.
¿Cuándo nace este grupo de simuladores? El 24 de marzo de 2004. Hace exactamente 18 años, esa fue la primera gran operación de simulacro; el primer jefe de la banda, llamado Néstor Kirchner, se apropió de los Derechos Humanos, olvidándose de un tal Raúl Alfonsín.
¿Y la Conadep? Nunca existió. ¿Y el juicio a las Juntas? Nunca existió. O sea, la primera operación consistía en editar la historia. Tanto es así que Alfonsín salió a decir: “Estoy dolido porque Kirchner fue injusto”.
La segunda operación de Los Simuladores de los Derechos Humanos fue borrar el pasado de alguno de sus integrantes. Por ejemplo, no estaba bueno que la gente recuerde que Raúl Eugenio Zaffaroni, juez de la Corte Suprema, había sido juez de la dictadura. No era bueno que la gente recuerde que Zaffaroni había denegado 84 hábeas corpus en plena dictadura. No era bueno recordar que Zaffaroni había escrito el manual de Derecho penal militar en 1980, donde justificaba la represión ilegal.
Tampoco era muy lindo que la gente recuerde que la tía Alicia Kirchner había sido funcionaria de la dictadura. Es decir, directora de asuntos comunitarios en el Ministerio de Asuntos Sociales de Santa Cruz entre 1975 y 1979. Por eso, los simuladores hicieron un gran operativo de borrado de expedientes: archivos, fotos, legajos, entre otras cosas.
El tercer paso de estos simuladores fue cooptar los organismos de derechos humanos. Abuelas de Plaza de Mayo; Madres de Plaza de Mayo; Hijos; el CELS. Todo eso debía pasar a manos de los simuladores a través de diferentes métodos. ¿El método preferido? La caja. Por ejemplo, la fundación “Madres de Plaza de Mayo” se convirtió en una especie de “polirubro”.
Una constructora (Sueños Compartidos); Una radio (‘Radio las Madres’); Una universidad; Un bar; Una imprenta. Y para eso pusieron a un gran administrador; un parricida llamado Sergio Schoklender; ¿cómo lo convencieron? Muy simple: a los pocos meses tenía... una mansión con 19 habitaciones; una Ferrari f430; un Porsche 911; dos barcos de lujo; un avión; una chacra en Chubut; un departamento en Recoleta; el problema es que todo esto terminó en la Justicia...
Pero la señora Hebe de Bonafini lo resolvió muy bien. Le dijo al juez de la causa: “No voy a ir a declarar. Metete la declaración en el ort...”
Bueno, repasamos entonces los tres grandes operativos de los simuladores de los derechos humanos;
Primer operativo: apropiarse del relato 2004.
Segundo operativo: borrar el pasado.
Tercer operativo: cooptar los organismos.
Finalmente, el cuarto paso de los simuladores fue el más complicado: elegir un nuevo villano. ¿Quién podía encarnar a Videla, a Massera, a Agosti, a Viola, a Bignone, a Galtieri, en los nuevos tiempos? ¿Quién tenía todas las fichas para ocupar ese lugar? Exactamente: Mauricio Macri se convirtió en el villano ideal de los simuladores de los derechos humanos.
Tanto es así que gente como Leopoldo Moreau llegó a decir que Carrió era Massera y Macri era Videla.
Tanto es así que la señora Bonafini no tuvo ninguna vergüenza en decir esto: “Macri es la dictadura y la tortura”.
Los simuladores de los derechos humanos tenían que cumplir su misión: instalar que en la Argentina había llegado al poder un dictador, un asesino, un genocida.
El señor Horacio Verbitsky llegó a decir en Página/12: “Macri y Videla representan intereses afines”. E incluso ayer mismo una concejal kirchnerista de Quilmes comparó a Macri con Videla.
¿Cómo se puede comparar un gobierno democrático con el peor genocidio de la historia argentina?
Se puede porque los simuladores de los derechos humanos fueron efectivos y convencieron a muchos chicos y chicas de que esto era así.
Los simuladores de los derechos humanos, aunque nos moleste, aunque nos duela, fueron tremendamente efectivos. No les importó banalizar el mal; solo les importó construir poder aún manipulando gente; aún editando la historia; aún mintiendo; aún borrando el pasado.
Por eso, estos simuladores no tienen vergüenza en defender a dictadores sanguinarios y autócratas despiadados como Daniel Ortega; como Nicolás Maduro; como Hugo Chávez; como Fidel Castro; o como Vladimir Putin.
Los simuladores son así: hablan pestes de Videla y de Massera pero no dicen nada de Chávez y de Putin; los dictadores de derecha son malos; los dictadores de izquierda son buenos; la invasión de Putin ya provocó la expulsión de 3.500.000 ucranianos que se tuvieron que refugiar en otros países como Polonia o Rumania.
¿Escuchaste a Cristina o Máximo condenando esto?
Nunca lo vas a escuchar porque son simuladores de los derechos humanos.
Nunca lo vas a escuchar condenar a los kirchneristas que pisotearon las piedras y se robaron las fotos de los muertos del covid.
Nunca lo vas a escuchar condenar a los asesinados y desaparecidos en la cuarentena eterna: Facundo Castro, Luis Espinoza; Ceferino Nadal; Lucas Verón; Florencia Morales; Cristian Zabala. ¿Sabés por qué? Porque son hipócritas; porque son farsantes, porque tienen indignación selectiva; porque son simuladores de los derechos humanos.