Antes que nada arranco pidiendo disculpas por la auto-referencialidad. El periodismo tiene que ser lo menos auto-referencial posible
Tengo muy claro que nosotros los periodistas no somos el eje de la noticia. El periodista es un simple narrador; nada más; el periodista no es ni debe ser importante; lo importante es la noticia.
En el momento en que te creés más importante que la información, estás perdido. Lo que les pido, excepcionalmente, es me que dejen hablar cinco minutos con ustedes no de mi papá sino de los cientos de miles de familias rotas y abandonadas.
Yo siento que la historia de mi papá es la historia de 128.000 familias destruidas. Mucha gente que no se tendría que haber ido, mucha gente que estaba bien, que estaba sana, que estaba fuerte, que estaba para más. Y ya no está por un Estado que no supo o no pudo o no quiso cuidar a su pueblo.
Pero lo que duele de verdad no es la desidia, sino la provocación. El problema es que aún después del daño que causaron, siguen provocando a la gente; no saben el dolor que genera ver a algunos personajes matarse de risa mientras el pueblo sufre.
La risa de un gobernante que se abusa de su pueblo es una puñalada artera a la buena fe de la gente. No tengas dudas de que están jugando con fuego; ¿Qué es lo que duele? No es Kicillof. Es verlos disfrutar con nuestro esfuerzo, con nuestro dinero, con nuestros impuestos, con nuestro sacrificio, con nuestro dolor.
Duele ver que no están arrepentidos y que no sienten vergüenza del daño que hacen. Duele ver que disfrutan mientras la sociedad pasa su peor momento. El canto cuando nadie cantaba; el baile cuando nadie bailaba; el goce cuando nadie gozaba; el regocijo cuando todo era sufrimiento; esto lo hacían durante esa cuarentena larga, infernal, destructiva, ineficiente...
Pero lo siguen haciendo ahora -2022- mientras la gente no llega a fin de mes. La carcajada de Kicillof gozando los impuestos es lo mismo que la fiesta de Olivos. La inmoralidad de festejar su felicidad mientras la gente sufre; la inmoralidad de costarle al Estado $593.000 por mes mientras un jubilado gana $32.000. No es nuevo; siempre estuvieron desconectados del dolor que generaron.
Yo recuerdo que mientras la gente se moría de a 500 por día nos acusaban a los periodistas de cobrar sobres de Pfizer. Hubo un cantante militante que se burló de la gente que pedía la vacuna. Esto se cantó en Argentina Porque el periodismo y la sociedad pedía a gritos que lleguen vacunas, para que deje morir gente.
Miren lo ridículo que suena, miren lo mal que envejeció este cantito. La sociedad decía: “Por favor, vacunas”. Los artistas militantes, en nombre del gobierno, contestaban: ”Dame la Pfizer”. Incluso, hubo una ministra de salud que nos dijo que estábamos “obsesionados con la vacuna”.
Estas cosas se llegaron a decir en este gobierno de inmorales y de desquiciado. Yo le contesto ahora, doctora Vizzotti. Nunca me importó la vacuna Pfizer. Yo solo quería a mi papá vivo, señora ministra; mi obsesión nunca fue Pfizer, mi obsesión siempre fue la vida. Mi obsesión era que deje de morir gente mientras ustedes hacían negocios con Rusia.
Entonces, yo lo único que pido es memoria; el pueblo argentino, lamentablemente, tiene memoria frágil y para eso estamos nosotros, para refrescar la memoria. Para que nunca más nos olvidemos del enorme daño que generaron; personalmente, nunca me voy a olvidar de que un vacunado vip como Carlos Zannini justificó ese robo. Nunca nos olvidemos de esta frase: “Sos una personalidad que necesita ser protegido por la sociedad”.
Ellos, hasta el día de hoy, se siguen pensando como una elite; como una clase superior; como una vanguardia iluminada; ellos se siguen pensando vip.
Nunca me voy a olvidar de Stefanía Purita Díaz, la amiga de Ferraresi. Nunca me voy a olvidar de la cantidad de gente que ubicaron para darle la vacuna que te salvaba de la muerte.
Ahí mostraron lo que son; nunca me voy a olvidar cuando mi papá me llamó y me dijo: “Me están llamando del gobierno de la provincia de Buenos Aires para que me dé la vacuna antes y los voy a mandar a la mierda”.
Yo no pido un monumento para nadie; pero sepan que hubo mucha gente que se negó a ser vacunada vip por estos inmorales. No es un mérito... es lo que correspondía. Lo único que les pido es que no se olviden del daño que causaron. Personalmente, nunca me voy a olvidar de cómo se burlaban de los periodistas que pedían ver a sus familiares.
Así trataban a la gente; así trataban a los que pensábamos diferente; con ese odio; con esa falta de respeto; con esa brutalidad; con esa banalidad; yo nunca me voy a olvidar cómo criticaban a la gente por la cuarentena mientras iban a Olivos a charlar con el Presidente. Y sí, esta pandemia dejó al descubierto eso que dice Florencia Peña... Lo mierda que se puede ser.
Nunca me voy a olvidar del Presidente de la Nación tratando a los argentinos de “idiotas”; esto jamás hay que olvidarlo como tampoco hay que olvidar ese ejército de infectólogos que nos retaba, que nos acusaba, que nos señalaba, que nos apuntaba. ¿Dónde está toda esta gente que nos apuntaba con el dedo? En fin...
Yo te aseguro con una mano en el corazón que no me guía el odio; ni el resentimiento; ni la bronca; es imposible no estar triste; es imposible no extrañar el amor; los abrazos; los mensajes; los encuentros; los mimos; los llamados; los almuerzos; los cumpleaños; pero te quiero contar que el legado que nos dejó mi papá es hacer periodismo. Sin odio, con información, con buena intención; con buena fe; con profesionalismo. Estoy seguro que si estuviera acá diría algo así como: ”No aflojes. No te caigas, no te des por vencido, no pares nunca, no tengas vergüenza, no tengas miedo, que no te importe nada”.
Por su memoria, y por nuestros hijos, ni sueñen con pararnos. No se atrevan ni siquiera a ponerlo en duda; y sepan que el daño que ustedes hicieron en algún momento se va a pagar.