El kirchnerismo sufre un éxodo de jóvenes y necesitados; los gobernadores temen ser arrastrados a una derrota en noviembre; la presión de la política sobre el cuarteto Cafiero, Moroni, Kulfas y, sobre todo, Guzmán
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Estamos ante un fenómeno que lleva tiempo analizar por la cantidad de matices y novedades que presenta. Ha pasado por la política una especie de huracán y con el paso de los días iremos registrando cómo se irá reconfigurando el paisaje.
Un paisaje con movimientos, que se manifiestan en la base de la política, la sociedad, con el comportamiento del electorado, y con cambios que se registran en la estructura, es decir, en la burocracia del Estado, en las organizaciones partidarias, en las instituciones.
El resultado electoral dejó algunas rarezas. Se perciben cambios en el comportamiento de la sociedad, que se pueden ver en los estudios de la consultora Fixer.
Estos estudios muestran la relación entre Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Axel Kicillof con las franjas más jóvenes de la población. Los que empiezan a votar o los que han votado, hace poco, por primera vez.
Dice este sondeo que desde abril a junio -y acá importa la velocidad del fenómeno, no solo la intensidad- la imagen negativa del Presidente entre los más jóvenes pasó en tres meses de 41% a 51% por ciento, y la positiva cayó de 37% a 24%. Lo mismo pasa con Cristina Kirchner, cuya imagen negativa pasó de 43% a 59% y la positiva de 42% a 26%. Algo similar ocurre con Kicillof.
Los jóvenes empiezan a abandonar al kirchnerismo. ¿Cuáles son las explicaciones? Hay algunas misteriosas, no hay una sola explicación, hay hipótesis, y hay que ver si se puede hablar de los jóvenes o si hay distintos tipos de jóvenes, en relación con el voto y las preferencias políticas.
¿Esto tiene que ver con las restricciones en la pandemia? ¿Tiene que ver con la memoria que tienen las nuevas generaciones del kirchnerismo, que ya es una memoria borrosa o inexistente, del momento de gloria que vivió este movimiento político entre los años 2003, 2007 y 2008?
Otro cuadro que tiene que ver con los sectores más frágiles del punto de vista social, si los medimos por ingresos y niveles de capacitación, muestra que entre los más pobres la imagen negativa del Presidente pasa de 27% a 45 % de abril a junio. La positiva cae de 47% a 32% en el mismo lapso. Es un fenómeno intenso y muy rápido. La imagen positiva de Cristina Kirchner pasa de 49% a 30% y sube la positiva de 33% a 54% en los sectores más pobres.
Esto tiene todo que ver con lo que está pasando en el conurbano bonaerense. Y la relación de Kicillof y los pobres también se deteriora: su imagen negativa va de 30% a 45%, y la positiva es más estable, pasa de 30% a 28%.
Estamos ante un fenómeno raro, pero especialmente inquietante para el kirchnerismo, que tiene su base política en los sectores más pobres de la sociedad.
Si uno mira un mapa de la pobreza y lo superpone con el del voto a Cristina clásico es un calco. Este vínculo se está empezando a correr, a no ser tan congruente. Es como si hubiera una descomposición en la relación entre las franjas más desprotegidas de la sociedad y el Gobierno, el kirchnerismo.
Cristina Kirchner, Sergio Massa, Alberto Fernández, Axel Kicillof y Máximo Kirchner están mirando los números de las elecciones anteriores. En las primarias de 2017, en la que Cristina Kirchner compitió contra Esteban Bullrich, el kirchnerismo obtuvo 3.200.000 votos. Pero había otro candidato que era Massa, que sacó 1.400.000 votos. Por supuesto, no se pueden sumar los votos de Massa con los de Cristina, porque muchos votantes de Massa en el ‘17 votaban justamente en contra de Cristina, pero hoy todo este universo es el oficialismo.
Si tomamos estos números, de lo que obtuvieron Cristina y Massa en 2017, Tolosa Paz perdió 1.800.000 votos. Este es el drama. Con otra curiosidad. Si se observa el comportamiento de Juntos por el Cambio casi no hay diferencia entre lo que obtuvo Bullrich y los votos que obtuvieron, sumados, Diego Santilli y Facundo Manes en la elección del domingo pasado.
Es decir que hay una caída en los votos del kirchnerismo. Una nota al pie de página: ¿cómo mirará Massa estos votos, qué análisis hará de los votos que él tenía en 2019?
Aquello que decía él: “Me integro pero conservo mi identidad, conservo mi caudal dentro del Frente de Todos”. ¿Pudo lograrlo? Daría la impresión de que no y habría que ver qué hace Massa para retener lo que le queda de su propia base.
Todo esto se refleja territorialmente en la tercera sección electoral, que es el Conurbano bonaerense sur, es La Matanza, es Lanús, es Lomas, Berazategui, Quilmes, Florencio Varela, Avellaneda. La tercera sección es importantísima, porque esa es la base principal del peronismo. Es el lugar para el cual Perón inventó el peronismo cuando se produjo el gran ascenso de los trabajadores organizados entre los años 30 y 40.
¿Qué pasó ahí? En el ‘19 la diferencia entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio en la tercera sección fue de 60% a 24%. El domingo, esta proporción tan desigual pasó a ser de 42% a 32%. Está pasando algo entre la relación de la política y los sectores populares. ¿Es estructural o es un episodio? ¿Hay un cambio de tendencia o es un fenómeno efímero como tantas veces vimos en la provincia? Lo mismo puede verse en dos comunas de la Capital Federal: la 8 y la 4. Son los dos lugares en los que había perdido Horacio Rodríguez Larreta y donde se concentran los sectores más postergados: Soldati y Lugano.
En la 8, Juntos por el Cambio perdió 49 por ciento contra 30, y 7,8 por ciento de Matías Tombolini. Ayer, el Frente de Todos pasó a 36 por ciento, Juntos ganó, y 14,8 sacó Milei y acá está el misterio. Porque uno intuitivamente, y habrá que ver qué pasó realmente con este voto, pensaría que hubo un pasaje de gente que votaba al kirchnerismo y que votó a Milei. ¿Expresa un voto fiscalista, liberal, promercado, que desconfía del gasto público; es también, con independencia del discurso económico, la expresión de la bronca, de la antipolítica lo qué está en ese voto? Todavía es un misterio.
Importa lo de Milei desde el punto de vista de la economía porque ya lo hemos comentado varias veces: estamos en una época de mucha inflación, con muchos rasgos de lo que pasaba en la época de Raúl Alfonsín cuando empezaba a hacer agua el Plan Primavera: había una relación directa entre inflación, gasto público y emisión monetaria. El que mejor formulaba la crítica a ese problema era Álvaro Alsogaray, que empezó el empuje electoral de la Ucedé. Es empuje electoral y no solo ascenso, sino que empuja a todo el sistema político hacia una posición, que lleva a los radicales a postular a Eduardo Angeloz, con el lápiz rojo hablando de déficit fiscal y que termina con Menem asociado a los Alsogaray. ¿Ese fenómeno marginal creciente que condiciona a los partidos mayoritarios se va a recrear ahora? ¿Empieza un cambio en materia de sensibilidad económica? Es central la cuestión porque después de noviembre el Gobierno, la clase política, va a discutir qué legitimidad política hay para un acuerdo con el Fondo, que implica un ajuste fiscal y monetario.
López Murphy sacó el domingo el 11 por ciento con un discurso muy alineado con el tema del gasto público, la inflación, el exceso de Estado, la presión impositiva, etc. Milei sacó el 13,66%. Prácticamente el 25% del electorado porteño se expresó en una ruptura con lo que sería un discurso populista, estadocéntrico. ¿Va a influir en la relación entre la política y la opinión pública? Es una pregunta central que se debe estar haciendo Alberto Fernández; es una pregunta clave para la estabilidad de Guzmán y es una pregunta importantísima para la modulación económica de Juntos por el Cambio.
Si uno mira los últimos días de la campaña de Juntos por el Cambio, Vidal, que no está alineada con este tipo de discursos, empezó a hablar de baja de impuestos.
Ahora el gran desafío de Juntos es, dentro de la interna, que los ganadores retengan el voto de los perdedores. Este es el gran desafío de Santilli respecto de Manes. Los técnicos de Larreta están estudiando el voto de Manes y empiezan a identificar que hay una gran oleada de voto radical, una presencia del radicalismo histórico en todo el interior de la provincia, y un voto propio de Manes, que sería el 5 por ciento de lo que sacó este domingo, que lo sigue a él a donde vaya. Por eso es tan importante para Santilli tenerlo adentro de la campaña.
Lo mismo pasa con el voto de López Murphy en la Capital, que puede ser un voto, en una franja reacia a Vidal, que termine con Milei. Es un problema de contención que tiene que hacer Juntos por el Cambio.
Hay quienes dicen, y daría la impresión de que Vidal, Larreta y Santilli piensan lo mismo, que la única forma de retener este universo en su conformación actual, para que lo que pueda sumarse se sume, es tensionar con el oficialismo. En otras palabras, la única opción es más grieta, no menos grieta, como quería Rodríguez Larreta, como propuso cuando inauguró las sesiones en la Legislatura. De hecho, el eslogan en la campaña de Juntos por el Cambio en las últimas semanas fue “basta”. ¿De qué? De kirchnerismo. Y si uno mira los planteos de Larreta en las últimas horas vuelven a una polarización más parecida a la que propondrían Mauricio Macri, Pichetto y Bullrich en relación con el Gobierno.
Todo esto es parte, sólo parte, de lo que está sucediendo en la dinámica del voto y de lo que está sucediendo entre la gente y la política. Ahora tenemos también las novedades que este comportamiento social plantea en la estructura de la política.
Ha habido y va a haber enormes novedades en los meses que vienen. Muy probablemente habrá una significativa: la mesa del oficialismo se va a tener que ampliar y ahí vamos a ver qué plasticidad tienen Alberto Fernández, La Cámpora, Cristina Kirchner, sobre todo, para que sea un tipo de conducción más colegiada, que no sea un tipo de conducción verticalista (“te lidero arrastrándote”). Ahora la vicepresidenta va a tener que persuadir, que sumar voluntades, argumentar, explicar, sobre todo a los gobernadores.
Muchos gobernadores que vieron cómo caían derrotados en sus provincias probablemente no quieran caer derrotados en noviembre. Y empiece o se insinúe alguna diferenciación con el Gobierno. Y por qué es importante esta diferenciación: porque puede terminar teniendo incidencia en el Congreso. La solidaridad va a resultar más cara. Ya es cara y no alcanzó la plata. No le alcanzó la plata que le giró el gobierno nacional a Jorge Capitanich para ganar en Chaco. No le alcanzó la plata a Alicia Kirchner para ganar en Santa Cruz. Por supuesto que ahí el PJ va dividido y nada menos que con el sindicato petrolero, que tuvo a Sergio Acevedo detrás.
En el conurbano perdió Gabriel Katapodis en San Martín, que maneja nada menos que el Ministerio de Obras públicas y perdió el ministro de Desarrollo Social, Juan Zabaleta. En rigor, quedó empatado en Hurlingham, su municipio. Hay que ver qué pasa entre la plata y el voto. ¿Hace falta algo más que plata aún en las zonas más postergadas? Aparece otra voz en el oficialismo, un coro, hasta ahora mudo, que es el peronismo federal, que viene hablando de una manera muy discreta con Wado de Pedro, a propósito de la iniciativa de infraestructura en las provincias. Esa mesa va a tener un color político que todavía no tuvo.
Si se activan los gobernadores reaparece el sindicalismo. Tanto los gobernadores como los sindicatos son un factor de orden, son un contrapeso a la tendencia al desorden que tiene la derrota.
Los sindicatos tienen una agenda previa a la elección que tendrá un peso mayor tras la contienda electoral. Vamos a ver qué pasa el 18 de octubre con la manifestación que piensa hacer la CGT frente a la Facultad de Ingeniería en el Monumento al Trabajo.
Vamos a ver qué volumen tiene y sobre todo qué impacto tiene la consigna, porque es una consigna antipiquetera: es por el desarrollo, crecimiento, trabajo y producción. Tiene mucho más que ver con el reclamo del empresariado. ¿Se va a volver a armar esa mesa entre sindicalistas y empresarios que al Gobierno no le gustó? Es una pregunta para después de noviembre: no vaya a ser que el Gobierno ahora pida esa mesa frente a una situación de poder más endeble y con una agenda económica endiablada.
La otra pregunta que hay que hacerse cuando cambia el viento es qué pasa con los jueces, con Comodoro Py, expertos en percibir cambios de orientación en el país. Vienen juicios orales importantes. Hay comentarios con mordacidad y picardía entre los jueces. Algunos se preguntan si el juez Daniel Obligado y la jueza Gabriela López Iñiguez, a los que llaman neo k, que son del tribunal oral que tiene que juzgar el Memorándum con Irán, se sienten afectados por este resultado.
Cristina tiene en su teoría de la división de poderes y concepción institucional la idea de que existe una relación directa entre cantidad de votos y manejo de poder, y el manejo de la Justicia. La idea de Cristina es que los jueces miran más la urna que el expediente. Y la urna cambió.
El otro tema es el Consejo de la Magistratura, donde se van a elegir los miembros de la Cámara Federal penal, que es el tribunal donde pasan los casos de corrupción, superiores a los jueces de primera instancia. En el Consejo de la Magistratura hay dos consejeros cuyo voto todavía no se definió en relación con cómo va a ser esa Cámara, si va a ser más kirchnerista o más bien tamizada. Se trata del juez Juan Manuel Culotta y de la senadora Giacoppo del radicalismo, de Jujuy. ¿Incide en algo en el voto de ellos este resultado de ayer? Es otra incógnita de la elección.
Lo más convencional es mirar al Congreso y en el Congreso queda este saldo: en Diputados, aún con aliados, con todo lo que puede juntar el oficialismo, si se repite una elección como la del domingo en noviembre queda a cinco bancas del quórum propio. Quiere decir que Massa va a tener que tener más ductilidad que la que tiene, va a tener que tender un puente con la oposición si es que quiere sacar leyes importantes.
No hay que olvidar que el acuerdo con el Fondo el Gobierno se comprometió -habrá que ver si ahora no está arrepentido- a pasarlo por el Congreso, cuando no tenía necesidad. Es algo que pide el Fondo porque sostiene -en otras palabras- “como se va a acordar algo que involucra muchos períodos presidenciales queremos que los opositores dejen los dedos pegados”. Ahí está una dificultad para Massa y también una dificultad para Cristina, que con aliados está al borde del quórum, algo que lograba con los senadores propios. Es lo que pasaría si en noviembre se repite el resultado. Es lo que apuesta a revertir el Gobierno.
En el último lugar donde impacta el desenlace electoral de ayer es en el gabinete. En el oficialismo venía dándose una discusión más o menos larvada (sobre todo en la alianza entre Máximo Kirchner y Sergio Massa) que concluía que el Gobierno no tenía destino si no era intervenido. Pensaron en poner a Agustín Rossi como jefe de gabinete e incluso en pedir la intervención del ministerio de Economía. Hay algunos amigos de Massa que dicen que el propio Massa tendría intención de intervenir, fusionando Economía con Producción en un megaministerio. Eso le permitiría a Massa, si logra el salvataje de la gestión, recuperar en la administración lo que le resulta más difícil de recuperar en la opinión pública.
Pero hay muchos interesados en entrar al gabinete. Daniel Scioli, embajador en Brasil, muere por ser Canciller, dice que habla varios idiomas; y Julián Domínguez aspiraría a ubicarse en Agricultura para restablecer relación con el sector agropecuario, con el que Gobierno se lleva mal.
¿Cristina tiene la misma idea? Están los que dicen que no. Que tiene una idea más estatista, más intervencionista, que no debería aplicarse ahora sino después de noviembre, a través de Augusto Costa, alterego de Kicillof. Lo cierto es que en la mirada de todos está Martín Guzmán.
Los que miran entre líneas prestaron atención a un discurso de Máximo Kirchner en Bahía Blanca en el que dijo que la macroeconomía tiene que llegar a la gente. Fue un mensaje para Guzmán, que tiene que ver con un cuadro al que volvimos muchas veces, hecho por Alfonso Prat Gay, que lo completó antes de la elección, y que relaciona el comportamiento del salario real los 12 meses antes de una elección, con las elecciones de medio término -comparables con la del domingo- y resultados del oficialismo en ese momento.
Macri, en el ‘17, sacó el 42 por ciento con una recuperación del salario de 5 puntos. Cristina en el ‘13, sacó el 33 por ciento, tuvo una recuperación de 2 puntos. Y obtuvo 29 por ciento en 2009 con una caída de 6 puntos del salario real.
Prat Gay calculó paritarias, calculó inflación y le dio un número como el que obtuvo el oficialismo el domingo: un 31 por ciento. Sigue siendo este el gran predictor electoral y nos predice lo que va a hacer el Gobierno a partir de hoy. Va a mejorar el salario, promoviendo mayores aumentos nominales, retrasando el tipo de cambio, es decir, habilitando a comprar cosas que están “hechas de dólares”, y tocando la Anses -cosa que hasta ahora no hizo- que representa el 50 por ciento del gasto público: aumentar jubilaciones, pensiones y salarios públicos. ¿Cuánto de todo esto impactará sobre la inflación, cuánto deteriorará las cuentas de Guzmán, cuánta tensión va a haber con Guzmán y cuánto, por acercarse a noviembre, el Gobierno se aleja del Fondo? Esa es la gran pregunta donde se cruzan economía y política en los próximos dos o tres meses. Es la gran pregunta que va a mirar el mercado, que reaccionó impulsivamente (se recuperaron las acciones, la de YPF que era la más deteriorada), probablemente empiece a ver las dificultades que introduce en el programa económico -que no hay- el interés por ganar la elección.
Ya Juan Grabois habló de un problema económico y empiezan a sonar las voces que le hablan a Guzmán. El dirigente pidió un salario universal de reconstrucción de la economía, baja de impuestos y cargas sociales en las pymes, recorte del 30 por ciento en las dietas de todo el mundo y la posibilidad de acceder a la tierra para los más humildes.
Es la bandera de los movimientos sociales, de Grabois, frente a la izquierda trotskista que también evoluciona, que sacó 24 por ciento en Jujuy, y a la que le fue muy bien en otros distritos. Ya avanza Massa, La Cámpora, sobre Guzmán, en lo que más les interesa avanzar: le cortaron la cabeza al director de Cammesa, pidieron la renuncia a un colaborador del secretario de Energía, y parece que Massa ligado a Martín Insaurralde y a Alejandro Granados está pensando, en combinación con una empresa española, capturar Edesur. Massa ya está ligado a Edenor, a través de Daniel Vila, José Luis Manzano y Mauricio Filiberti. Todo esto debería preocupar a Guzmán. Porque son las preocupaciones del Fondo. Y en el Fondo acaba de haber una novedad: se había ido Alejandro Werner -encargado de negociar el programa y el crédito con Macri- y viene otro director del Hemisferio Occidental, Ilan Goldfajn, un prestigioso banquero central de Brasil, amigo de Nicolás Dujovne, compañero de estudios de Gustavo Cañonero, vice del Central con Macri. Goldfajn se entiende mejor con la gente de Macri que con esta administración, con independencia de Guzmán.
¿Los técnicos del Fondo querrán hablar con este Gobierno o con la oposición también? Frente a esta pretensión de avance de quienes dicen que tienen que intervenir el Gobierno, Fernández emitió señales simbólicas. Se mostró con Guzmán, con Santiago Cafiero, con Claudia Moroni, con Matías Kulfas. Son, en el lenguaje de señas de Fernández, los intocables. Son justamente los que quieren tocar aquellos dirigentes alineados que creen que el Gobierno falla por problemas en la gestión. O utilizan esa coartada en disputas de poder.
Cuidado con Fernández, porque sabe resistir. Finalmente los candidatos fueron los de Fernández. En su ambigüedad puede ser enloquecedor para Máximo, para Massa, para Cristina. Resistirá con su gabinete. Y si resiste, ¿qué puede hacer el grupo que lo quiere condicionar?
Memorias de Santa Cruz: La Cámpora retira sus funcionarios del gabinete de Daniel Peralta, el Fernández de Santa Cruz, en 2011. En 2012, La Cámpora vacía la Legislatura de Peralta. ¿Vamos a una tensión entre el oficialismo del Congreso y la Casa Rosada? Y en el medio Massa, que es difícil que quiera radicalizarse, “nacido el 4 de julio”. Es evidente que estamos en una crisis, que vamos a una crisis y esa crisis va a interpelar a la oposición. El primero que lo ve es Larreta. ¿Vamos a una Argentina de convulsión o de racionalidad? Larreta quiere ser candidato a presidente de la oposición, pero no jefe de la oposición. Porque como dice el refrán, el que está cerca de la cocina, siempre corre el riesgo de salir quemado.