En LN+, el periodista recordó el partido contra Alemania, en el Mundial de Brasil 2014; “¿Por qué tiene que morir algo para que nazca algo?”, se preguntó
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Lo recuerdo como si fuera hoy era un domingo 13 de julio. Estábamos en tu casa. Un día antes había festejado mi cumple con mamá, con Ivanna, con Mica.
Todavía no había nacido ni Romeo ni Rafi. Estábamos confiados porque teníamos a Messi. Porque Mascherano era un león. Porque Romero ya se había convertido en héroe. Pero no hubo manera. La pelota no quiso entrar. No había VAR y entonces no le cobraron tremendo penal al Pipita Higuain. En el minuto 113 hubo una desinteligencia y gol de Alemania.
Terminó todo. No lloraba. Era una catarata de llanto. No lo podía controlar. Me había ilusionado mucho. Nunca había visto Campeón a mi selección; a mi país; a mi Messi. Y entonces, vos, sabio, tranquilo, me pusiste la mano en el hombro y me dijiste: “Tranquilo papi. Este chico la va a ganar”.
Yo me enojé. Pensé que me estabas consolando. Como un padre siempre consuela a su hijo.
Pensé que me estabas mintiendo para dejarme tranquilo. Te contesté mal. Algo así como: “Bueno papá. Pero esto no se repite más”.
Y vos me miraste como si supieras algo que nunca me contaste. Lo sabías. Lo sabías porque habías visto 18 mundiales.
Lo sabías porque relataste el gol de Diego a los ingleses. Lo sabías porque te dabas cuenta cuando un tipo está tocado por la varita mágica. No sabías cuándo... Pero sabías que en algún momento esto iba a pasar.
Ahora yo me pregunto y te pregunto: ¿por qué la vida es así? ¿por qué tiene que morir algo para que nazca algo?
¿Por qué Diego no pudo verlo aunque él también sabía que Messi iba a salir campeón? ¿Por qué no pudimos verlo juntos? ¿por qué la vida es tan injusta? Cuánta gente no pudo verlo. Mi sueño era viajar allá con vos. Mi sueño era abuelo padre y nietos revolcados en el piso abrazándonos; llorando.
Bueno. En cierta forma te juro que ayer te sentí. Cuando Montiel la puso ahí abajo a la izquierda del arquero francés no me pude levantar del sillón. Hubo una fuerza extraña que me empujó y me hizo explotar en llanto.
Era vos papá. Te juro que eras vos abrazándome y completando ese sueño eterno. Nos estábamos abrazando vos, tus nietos, y yo. Nos estábamos abrazando con Romeo y Rafi.
Ese equipo ganador y potente; que armaste; te juro que era mágico porque Montiel era ese pibito que tomaba mate en la puerta del edificio; con Ema, nuestro portero. Montiel, ese al cual romeo le dejaba cartitas por abajo de la puerta. Y entonces lo mire a Romeo y le dije: “Ahí está tu amigo”. “Gonzalo”. “El 4 de River”. “Ese pibe no falla”. “Ese pibe nos trae la copa”.
Y gol. Y gol para que reviente el corazón de 47 millones de argentinos que necesitábamos una alegría hace tantos años. Y gol para que se callen las voces amargas que hasta ayer seguían criticando a Messi. Y gol para demostrar que el esfuerzo tiene recompensa. Y gol para demostrar que podés ganar la copa siendo humilde.
Y gol para demostrar que no hace falta ni gritar ni insultar; ni mentir; ni agredir; ni prepotear. Y gol para demostrar que el caudillo en Argentina también puede ser silencioso y amable y familiero y no-ventajero. Y gol para liberarnos del dolor y de la angustia después de dos años de duelo.
Grité muchos goles en mi vida.
El gol que más recuerdo haber gritado con vos fue uno de Francescoli a Deportivo Español en el 94. Ese equipazo del River campeón invicto del “Tolo” Gallego”.
Te abracé y no te soltaba. Pero, disculpame que te diga... Lo de ayer superó todo. No solo por mi alegría sino porque lo vi a romeo lleno. Y ahí entendí todo.
¿Para qué sirve este deporte tan raro y tan hermoso donde hay que embocar una pelota adentro de 3 palos?
¿Cómo puede ser que un país y por qué no el mundo entero se paralice para ver a 22 tipos corriendo en un pedazo de pasto?
La respuesta es que en un vida complicada uno necesita tener alegrías.
Y el fútbol, querido papá, vos lo sabés mejor que nadie, es el único deporte del mundo que en menos de 5 minutos te lleva del infierno a la gloria y de la gloria al infierno y del infierno a la gloria.
El fútbol es así. Locamente maravilloso. Entonces, dejame decirte papá que Messi se parece mucho a lo que vos me enseñaste. El triunfo de la Argentina de Messi es el triunfo de la Argentina que vos me enseñaste. La Argentina amable; ubicada; respetuosa; humilde.