Fernández aprobó el espionaje clandestino para hostigar a sus rivales; ¿y si los vergonzosos chats los filtró el espía que está en el grupo de jueces?; el factor Stiuso; ¿hubo otro viaje de jueces y espías a España?
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En el trabajo de los periodistas hay un momento, que probablemente sea el más complejo, en el que hay que contestar la pregunta sobre qué es lo principal y qué es lo accesorio. Qué es lo relevante en la narración de un día, de una secuencia en la vida de una sociedad y qué es lo secundario. Esa pregunta nos la podemos hacer en el día de hoy.
Una forma de resolver el dilema es imaginar el futuro y desde el futuro mirar el pasado. Ponernos en la cabeza de un historiador, dentro de 80 o 100 años y analizar qué es lo que va a recordar del día de hoy. ¿Va a recordar que un grupo de jueces realizaron un viaje a Lago Escondido con empresarios periodísticos, un agente de inteligencia y un ministro de Seguridad de la Ciudad? ¿O va a recordar que eso se supo por una operación de inteligencia clandestina, por una filtración de información, y que el presidente de la Nación se sirvió de ese espionaje para hacer un uso político, para hostigar a quienes considera sus rivales y, sobre todo, como él mismo explicó, para presionar a la prensa?
Cada uno toma la prioridad que le parece, según su escala de valores, su interpretación de la vida pública y por cómo entiende el funcionamiento de la sociedad. Para nosotros hoy, lo más importante que pasó en la Argentina es que finalmente, incumpliendo su última promesa, Alberto Fernández descendió a los sótanos de la democracia y se hizo cargo de una operación de espionaje clandestino poniéndola en su boca para presionar a la prensa que, según él, no la quería publicar.
Muchas veces uno naturaliza este tipo de degradación institucional y de las prácticas políticas porque van sucediendo de a poco. Si uno desmonta ese mecanismo de automatización y si se quita de encima la anestesia que produce la costumbre, se podría ver que ayer fue un día tristemente importante en la Argentina, porque el Presidente usó la cadena nacional -que no usa nunca, creo que hay un solo antecedente- para comunicar y poner potencia comunicativa a una operación de espionaje.
Él cree que está justificado por el contenido, que revela esa operación ilegal. Es verdad que el contenido es muy grave porque se trata de un grupo de jueces federales planificando delitos. Para Fernández, eso justifica el espionaje y que él le dé más potencia a la información referida a ese espionaje. Sin embargo, es un error conceptual, político y jurídico importante porque las garantías están hechas para cualquier tipo de contenido. No es que cuando algo es leve no se debe divulgar y cuando es muy grave se debe divulgar, aunque venga de una operación de inteligencia clandestina. Cuando uno dice: “No puede ser que esto no se divulgue y no se sepa”, ahí es donde vale más la norma, el sentido de la ley, la idea de que eso no se hace. Y hay cosas que se hacen y hay cosas que no se hacen. Alberto Fernández hizo algo que no se hace, al igual que esos jueces.
La garantía sobre la intimidad de las personas no tiene que ver con el contenido de esa intimidad, sino con la intimidad misma, cualquiera sea el contenido de aquello que se está revelando. Hay algo más grave en todo esto. El Presidente dijo este lunes: “Hago esto porque la prensa no lo publica”. Es decir: lo hago para violentar la reticencia que pueden tener los periodistas y los medios al publicar cuestiones que vienen de un origen espurio, como es el espionaje clandestino. Él había prometido no hacer uso de esas artes en el discurso inaugural de su mandato y hay que decir algo, cumplió bastante. Inclusive cumplió desactivando por completo la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) que hoy probablemente no sirve para nada. Lo cual es también una irresponsabilidad. Hoy incumplió esa promesa inicial como incumplió tantas otras.
Cuando por obra de la AFI del gobierno de Macri, que dirigían Gustavo Arribas y Silvia Majdalani, pusieron al rey de la efedrina, Mario Segovia, un preso especial, en el pabellón donde estaban alojados los presos kirchneristas con prisión preventiva, para tener la excusa de tomar el teléfono de ese pabellón y escuchar lo que hablaban ellos con los amigos de afuera, por ejemplo con el diputado Eduardo Valdés, nosotros no nos hicimos eco del contenido de esas grabaciones. Las condenamos. Cuando se ventiló el intercambio hecho por una grabación, en este caso, por una intervención “legal” de las denominadas precausas, los intercambios entre Cristina Kirchner y Oscar Parrilli tampoco los reprodujimos. Pido disculpas por cierta autorreferencialidad. Si uno dijera “ojo por ojo y diente por diente” tendría algún derecho porque en la campaña del año 2009, Néstor Kirchner, candidato a diputado, dio una conferencia de prensa con un mail mío de un intercambio con Francisco de Narváez que fue publicado en Página 12, donde el expresidente lo hace publicar. Seguramente, una operación de inteligencia que hacía su sirviente de aquel momento: el tenebroso Antonio Stiuso. Lo publicó una periodista que no vale la pena ni mencionar porque, pobre, seguramente para tener el trabajo tenía que hacer ese tipo de cosas.
Entonces, ¿qué es lo que uno decide divulgar o no? Esa es la pregunta. Estamos en una sociedad donde ya la intimidad y la reserva no existen por razones hasta tecnológicas. En un país donde nadie controla este tipo de delitos porque nadie lo sanciona. Porque no hay ningún juez en Comodoro Py, como está demostrado en todas las causas de inteligencia del gobierno anterior, que se anime a imponer una sanción. Por eso los involucrados buscan ir a Comodoro Py y por eso se promueve el espionaje. Porque no hay sanción.
Por otra parte, sería interesante ver si hay una conversación privada de WhatsApp o de Telegram, con un contenido inconfesable de amigos de Fernández, si él va a utilizar la cadena nacional para denunciarla. Sería muy interesante saber si lo haría.
En esta historia del viaje a Lago Escondido, que a Fernández lo escandaliza, aparece un personaje muy interesante y pasa casi inadvertido. Estamos hablando de jueces que mantienen una relación casi fraterna, de compinches, con un abogado que se llama Leonardo Bergroth. Fue durante todo el alto reinado del kirchnerismo en la secretaría de inteligencia, los años de Stiuso, de Larcher, de Néstor Kirchner, el jefe del departamento de jurídicos. Para decirlo de una manera más concreta: era el hombre que iba a ver a los jueces para hacer gestiones, presionarlos, entre otras cosas. A veces junto a Stiuso.
Este señor Bergroth, que se ve a la izquierda en la foto, está jugando a las cartas en una copa que se llamaba la Rodi Cup, organizada por Rodolfo Canicoba Corral. En la cabecera se ubica el juez Ariel Lijo. Bergroth está en ese chat que ahora se conoce y que produce el escándalo y que tiene que ver con este viaje de jueces y empresarios de Telecom. Bergroth hasta el día de hoy reporta todos los días a Stiuso, forma parte de la intimidad de ese sistema de espionaje que hoy está fuera del Estado. A partir de su presencia, empieza a haber una hipótesis. Es la siguiente: intervenir una cuenta de Telegram no es algo barato. La máquina que se necesita para violar el cifrado, la confidencialidad de ese tipo de sistemas, vale varios millones de dólares. Puede ser que alguien la tenga, pero el Estado seguro que no. El chat que aparece de intercambio entre los jueces, el ministro de Seguridad de la Ciudad, Marcelo D’Alessandro y el propio Bergroth, ¿lo conocemos porque alguien intervino esa cuenta o es porque alguien lo filtró? Bergroth es el único que integra ese intercambio que no tendría ningún problema en que se conozca. No es funcionario, no se lo puede acusar de haber recibido dádivas y, además, prestaría un servicio extraordinario a su jefe Antonio Stiuso, que tiene una guerra declarada, obviamente sigilosa, con D’Alessandro. Stiuso pretende quedarse con el área de Seguridad, Inteligencia y Justicia del próximo gobierno. Porque lo que está en discusión hoy en la Argentina, entre muchas otras cosas, es cómo se van tomando esas áreas. En este caso, de lo que podría ser un gobierno de Horacio Rodríguez Larreta. Allí está el conflicto sordo entre Stiuso y D’Alessandro, el ministro de Seguridad de Larreta, que queda tan mal parado en este chat capturado de forma clandestina.
Hay algo muy importante en todo esto. En todos esos intercambios bochornosos aparece el juez Julián Ercolini, que confraterniza con Bergroth, el hombre de Stiusso. Ercolini tiene la causa por la muerte de Nisman que lo tiene tan preocupado a Stiuso, porque dentro de esa causa hay una guerra de espías, como en casi todo lo que rodea al tema Nisman.
No sabemos si Larreta sabe o no esto que estamos diciendo sobre lo que ocurre en sótanos, por los cuales él no manifiesta demasiado interés. Salió a respaldar al ministro D’Alessandro y dijo lo mismo que dijo Vidal cuando debió dar explicaciones por aquellas filmaciones realizadas por la misma AFI de su gobierno, de Macri, en el caso denominado “la Gestapo”. Dijo: “Esta es una operación que tiende a demostrar que somos lo mismo y no somos lo mismo que el kirchnerismo”. No es una buena explicación: cuando se descubre una incorrección hay que explicar por qué sucedió y sancionarla. Porque mientras en Juntos por el Cambio no se cansan de explicar que no son lo mismo, se repiten los episodios que dejan entrever que, en realidad, en muchos aspectos, se parecen bastante. Hay mucha gente que empieza a creer que son lo mismo. Por eso crece Milei, porque, en vez de preocuparse por lo que pasa dentro del propio frente y en la propia intimidad, en Juntos por el Cambio siguen repitiendo la misma coartada autocomplaciente: “No somos lo mismo”.
Vamos a decir algo que también requiere verificación, pero es una versión muy insistente que está circulando dentro del Gobierno. Es un viaje que se habría realizado entre el 20 y el 26 de octubre a Madrid, España. En esa oportunidad, viajaron Guillermo Coppola, que es un hoy uno de los secretarios privados de Stiuso -de los más obedientes-; otro secretario privado del espía que se llama Lucas Nejamkis, a cuyo cumpleaños fueron el año pasado cantidad de jueces federales; el mencionado juez Ariel Lijo; y un fiscal muy ligado a Lijo, Ramiro González que, curiosamente, tiene una causa de denuncias de espionaje clandestino que nunca se preocupó en investigar. Es decir, un viaje de placer de espías, jueces y fiscales federales a España, que partió desde Uruguay, en una astucia para que no quede el plan de vuelo, realizado con la empresa Flyzar, de un empresario muy ligado a la política que se llama Gustavo Carmona. Viajaron en un Gulfstream que tiene contratado en esa empresa Lionel Messi. Sería interesante verificar si este viaje se produjo, sobre todo en el caso de Ariel Lijo que aspira ser el Procurador General de la Nación en un eventual gobierno de Larreta.
Por eso, muchas de estas batallas son por el futuro y no por el pasado. Se está discutiendo quién va a manejar estos resortes impresentables en los futuros gobiernos sin que los que aspiran a encabezar esos futuros gobiernos tengan demasiada preocupación por liberarse de estas lacras.
Alberto Fernández cayó este lunes en este fangal, presionado por la Cristina que lleva dentro. No necesita que le den una orden. Cristina le habla adentro de él y le dice: “¿No vas a salir a aclarar?”. Tiene que aclarar que en este mismo circuito que estamos señalando, de Justicia e inteligencia, aparece un señor Julián Leunda. Fue hasta hace poco el segundo jefe de su equipo de asesores. Es más: en su cuenta de Twitter sigue funcionando en ese cargo. Leunda es la mano derecha de Fabián de Sousa que es, con Cristóbal López, uno de los líderes del grupo de medios más alineado al gobierno de Alberto Fernández, no necesariamente al de Cristina Kirchner. En todo este entrevero y esta promiscuidad, Leunda ofrece garantías a los jueces, empresarios y funcionarios de Larreta de que las cosas no se van a saber.
Curiosamente Leunda suele participar de la mesa de Stiuso, de Nejamkis, de Coppola. Forma parte del mismo circuito donde se vinculan medios, inteligencia y Justicia. Debe haber una pregunta que se está haciendo hoy Cristina Kirchner. ¿Por qué teniendo los mismos abogados, a Cristóbal López y a De Sousa les va mucho mejor que a mí en Comodoro Py? ¿No será por qué tienen llegadas distintas? ¿No será por estas relaciones? Como Alberto Fernández es amigo de Leunda, y mucho más amigo de De Sousa, tuvo que salir a aclarar que no tiene nada que ver. En realidad, fue, probablemente, la verdadera motivación que tuvo Fernández para involucrarse e inyectarse esta mala praxis de usar información de inteligencia clandestina para hacer política. Interesantísimo porque se vuelve a dar una escena casi risueña: Alberto Fernández, solito, se va hundiendo en los sótanos de la democracia, mientras Cristina no se moja los dedos. Casi lo mira con compasión. Seguirá esta pelea, este conflicto, seguramente. Wado de Pedro, que es director en Telecom, va a hacer un planteo dentro de la empresa. Al menos, promete eso.
El Presidente, curiosamente, dijo que instruyó a su representante en el Consejo de la Magistratura, Gerónimo Ustarroz, a que haga la denuncia por este viaje al sur. Ustarroz es de Mercedes al igual que los Mahiques, Carlos, el padre, y Juan Bautista, el hijo. Uno es camarista federal de Casación, y el otro Fiscal General de la Ciudad. Los Mahiques aparecen mezclados en toda esta historia con escenas y actitudes bastante reprochables, sobre todo Juan Mahiques, el fiscal general del gobierno de Larreta. ¿”No somos lo mismo”?
Fernández pidió que se denuncie a los magistrados. Qué raro que no le hayan avisado al Presidente que, desde el 2 de noviembre, hace un mes y tres días, hay dos denuncias por este viaje en el Consejo de la Magistratura. Una la hizo Marcelo Hertzriken Velasco con un relato pormenorizado de un viaje, citando el embarque de distintos magistrados, que habían ido a Lago Escondido -y acá viene la invención, la fantasía, el deseo, que se mezcla con los datos- a verse con Macri, como si no pudieran verse acá. La otra denuncia, que la hace Luciano Ortiz Almonacid, también entra al Consejo de la Magistratura el 2 de noviembre. y señala a los doctores Ercolini, Carlos Mahiques, -el padre de Juan, fiscal de Larreta- Cayssials, y Yadarola, juez en lo Penal Económico. También menciona el viaje al sur y lo mezcla al expresidente con la historia. Macri acá no tiene nada que ver.
¿Quién era la encargada de investigar estas denuncias hasta el 18 noviembre? Una senadora ultrakirchnerista, María Inés Pilatti de Vergara. Esta chaqueña, ligada a Jorge Capitanich, se hizo fugazmente celebre cuando dijo que había votado en contra del pacto con el Fondo Monetario Internacional porque sabía que el acuerdo, igual, salía. Dijo que, si hubiera sabido que sin su voto el acuerdo fracasaba, hubiera votado a favor. Es un canto al cinismo, como se demuestra también al no haber investigado estas dos denuncias.
Cristina Kirchner, mientras tanto, sigue tomando distancia de Alberto Fernández. Hoy se conoció una larga entrevista que le realizó una periodista muy conocida de Brasil, Mónica Bergamo, para Folha de São Paulo. El diálogo quedó un poco opacado por la cadena nacional del Presidente. En la entrevista no hay demasiadas novedades, pero Cristina sí se toma tiempo para organizar su discurso, una explicación sobre los temas que ella trata habitualmente y que son, en realidad, explicaciones, argumentos, que da para su propio grupo y aquellos que la siguen.
Dice algo muy interesante cuando le preguntan por una opinión sobre Alberto Fernández: no va a hablar del Presidente en un diario extranjero.
Es maravillosa la respuesta. Esto es lo que suelen decir los jefes de Estado, o los líderes políticos cuando, en el extranjero, le preguntan por un rival. “Señor, Aznar, ¿Qué opina usted de Felipe González? ”No voy a hablar de un rival fuera de mi país”. O “Raúl Alfonsín, ¿Qué opina usted de Carlos Menem?”. “No voy a hablar fuera de mi país de un rival de mi país”. Cristina está tratando a Alberto bajo el formato con el cual se trata a un rival. Lo que uno esperaría es que, justamente siendo un medio extranjero, los brasileños se puedan enterar de las bondades del Gobierno de Fernández, pero, de nuevo, Cristina Kirchner vuelve a su viejo argumento: este partido no se jugó.
Probablemente en esta entrevista con Mónica Bergamo, sea donde ella explica más claramente por qué puso a Alberto Fernández. Dice que fue un gran acierto para ganar el poder, pero al final no lo fue del todo porque no lo puede defender. Más bien, dice ‘me abstengo de criticarlo’. Algo salió mal, algo falló. Como le pasó a Lula, en el fondo, con Dilma Rousseff. Como siempre pasa cuando el que tiene la legitimidad se siente tan omnipotente como para delegarla imaginariamente en quien no la tiene. Hay un problema político, hay un problema de diseño de poder. No es un problema solamente de gestión. Además de eso, hay un problema de gestión. Pero el núcleo del problema es de manejo de poder. Cristina tiene que explicarlo delante de los suyos. Como todo líder político importante, ella tiene el sentido de la responsabilidad de la representación. Sabe que tiene que rendir cuentas delante de los que la siguen y la votan. Y viene tratando de explicar desde hace tiempo el presente de Alberto, porque lo puso ella con un tuit un sábado a la mañana. Es inevitable que se le impute a ella el error de lo que es esta experiencia de gobierno.
La entrevista se gestiona a través de un grupo de empresarios. Entre ellos, hay uno que se llama Fernando Sullichin, que está haciendo negocios en Brasil junto con José Luis Manzano, y que es el intermediario a través del cual Alberto Fernández consiguió las vacunas de Putin. Fue en un momento en el que Sullichin estaba financiando un documental sobre Putin que hacía Oliver Stone. En la gestión intervino también un chavista, Maximilien Sánchez Aveláiz, que fue embajador de Venezuela en Brasilia.
Esta entrevista -igual que esta filtración- surge en las vísperas de lo que va a pasar este martes. Este martes se va a conocer cuál es la sentencia del Tribunal Oral Federal que juzga las irregularidades que se cometieron en la asignación de obra pública en Santa Cruz, sobre todo en favor de Lázaro Báez. Hay una expectativa de que haya una movilización, fundada en cosas que dijo la propia Cristina Kirchner. Ella comentó hace tiempo en un discurso que Máximo la había hecho ver que a Perón no lo metieron preso en 1955 “por miedo a otro 17 de octubre”. Hay una ligazón en ese planteo entre sanción judicial y movilización política. Poquitos días después, ella felicitó al exintendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, cuando compartían un acto en ese distrito, por haber movilizado a la gente cuando vino una decisión de la Justicia que era inconveniente para su gestión política. La movilización popular es un recurso, también lo usó Lula en Brasil. Es la estructura central de lo que Cristina viene planteando: hay un choque o un desbalance de legitimidades entre jueces que no fueron votados por nadie y ella, a quien la votó la gente. El único tribunal de un líder populista son las elecciones y la historia. Habrá que ver cómo la juzga la historia. Es posible que este martes haya una manifestación importante. Han sido convocados intendentes en La Plata, el miércoles pasado, para organizar eso. Es una especie de un “tira y afloja”: por un lado, el riesgo de que haya disturbios, que nadie quiere, mucho menos los que estarían convocando a la manifestación, y cierta desmovilización pública que hay por el Mundial; por otro, las ganas de rodear a Cristina del calor de su gente como sucedió aquel 13 de abril del 2016, cuando tuvo que presentarse en los tribunales de Comodoro Py, citada por Claudio Bonadio. Hubo una gran manifestación.
La gran incógnita, como se viene escribiendo estos días, es si va a haber una aplicación de la figura de asociación ilícita, o solamente va a haber una condena por administración fraudulenta. Nadie piensa en una absolución, más allá de que los jueces han sido muy herméticos. Hay una diferencia entre ambos enfoques. Hay penalistas que consideran que, si no hay asociación ilícita, es muy difícil después técnicamente probar que la Presidenta tuvo que ver objetivamente -solo por el hecho de ser mandataria- con cosas que ocurrieron mucho más abajo de ella en el escalafón administrativo, en Santa Cruz. No hablamos de la “verdad de la política”, de las cosas que uno ve que sucedieron., sino de las que luego se pueden probar en un expediente. Uno podría preguntarse: ¿Cómo no va a saber Cristina lo que sucedía en Santa Cruz si pasaba con alguien que es casi de su familia, como Lázaro Báez? Demostrar eso con documentos o testimonios en el expediente es más difícil. Sobre todo, cuando hay una gran incógnita en esta causa, que nadie explicó. ¿Por qué si la Presidenta es responsable, los jefes de Gabinete no lo son? No está imputado Alberto Fernández, que ocupó ese cargo en el gobierno de Cristina, como tampoco lo están Sergio Massa, Aníbal Fernández, Jorge Capitanich y Juan Manuel Abal Medina. Los jefes de Gabinete son, según la Constitución, los que administran el Presupuesto. Se pasa de la Presidenta a Julio De Vido. ¿Qué sospechan en el kirchnerismo? Que cuando todo esto se investigó, esos jefes de Gabinete eran parte de lo que ellos llaman el lawfare. Sobre todo, Massa y Alberto Fernández, que estaban enemistados a muerte con Cristina. Síntesis: hay penalistas con criterio propio que dicen, fríamente, que la presencia de Lázaro Báez complica a la vicepresidenta. Pero aseguran que, si no hubiera asociación ilícita, ella queda mejor parada ante la Cámara de Casación Penal y también frente a la Corte por lo que se llama en Derecho “la responsabilidad objetiva”, que sostiene que alguien es responsable por el cargo que ejerce y no necesariamente por aquello que hizo por su voluntad.
La entrevista de Cristina Kirchner con Mónica Bergamo tiene otra dimensión interesante, que es la superposición que ella está buscando permanentemente con Lula da Silva. Lula es la estrella de Belén, aquello que marca el destino deseable. Porque después de pasar por una gran peripecia judicial, terminó volviendo al poder con 60 millones de votos. Esa es la aspiración del kirchnerismo. Hay una diferencia, no importa si es real o jurídica, es simbólica. Lula estuvo preso. Para muchos brasileños eso termina con la sensación de impunidad. Es algo distinto de la percepción que hay sobre lo que pasó con el kirchnerismo; hay corrupción e impunidad. Son dos cosas, no una.
El 12 de diciembre va a haber una reunión en Buenos Aires, una especie de congreso o de seminario organizado por gente de Cristina Kirchner sobre lawfare -en el que probablemente hable Alberto Fernández-. Sobre la idea de que todo esto no es la persecución de la corrupción, sino de líderes políticos por razones ideológicas. Lula en Brasil, Cristina en la Argentina. No explican qué pasó con Pedro Kuczynski, en Perú, que también fue perseguido penalmente y es de derecha. ¿Por qué es importante? Porque, según nos dicen desde Brasil, viene la abogada de Lula a ese simposio. Es probable que Lula venga a la Argentina antes de asumir el poder el 1° de enero.
Cristina sigue, en esa entrevista, condenando la relación con el Fondo Monetario Internacional. Es muy interesante el planteo por varias cuestiones. Obviamente, como ella señala, no hay reestructuración de deuda, ni quita con el Fondo, como ocurre con los acreedores privados.
Pero hay algo que ella no dice: endeudarse con el Fondo es muchísimo más barato que endeudarse con el mercado. Esa es la ventaja por la cual después no se reestructura. Esta es la razón por la cual es tan reprochable lo que hizo Néstor Kirchner, que le pagó al Fondo, para después endeudarse con Hugo Chávez a una tasa muchísimo mayor. Renunció a una deuda barata para asumir una deuda cara. La deuda barata tiene la mala prensa de llamarse Fondo Monetario Internacional. Segundo error. El Fondo le está prestando a este Gobierno -que es el que Cristina admite que armó y que fue un éxito político- más que lo que acordó con Macri en su momento. De hecho, en esta última transacción que se va a celebrar ahora y que ya cerró Massa, él debe pagar US$3000 millones y le dan US$6000 millones. La Argentina se sigue sobreendeudando con el Fondo. Además de endeudarse con el sector privado de manera delirante, sobre todo en pesos. La deuda en pesos pareciera que no existe, porque si se la defaultea, se lo hace a argentinos, a quienes “algún verso” se les ofrecerá.
El problema que no puede resolver Cristina Kirchner es cómo distanciarse de este Gobierno -que es “su” Gobierno-, criticar la relación con el Fondo y, al mismo tiempo, decir que la gestión de Massa hay que sostenerla. Hay algo que podría ocurrir y que obviamente no va a ocurrir: que un día Alberto Fernández se levante, no escuche la Cristina que tiene adentro, tome ánimo y le ofrezca la renuncia, le entregue la llave. Ahí Cristina debería hacerse cargo del poder y decidir si sigue en el acuerdo con el Fondo o si se aparta. Apuesto doble contra sencillo a que sigue en el acuerdo con el Fondo. Hay un doble discurso incomodísimo para ella misma porque, por un lado, tiene que hacerse cargo del descontento de los que están enojados con esta política económica, pero, por el otro, tiene que sostenerla. Ella sabe que no hay alternativa. No existe porque el Estado quebró.
Massa sigue tratando de no escuchar estas críticas y dar una solución política al Gobierno bajando la inflación. De hecho, está convencido de que la inflación de noviembre, que vamos a conocer en estos días -él lo hace antes que nosotros- sería inferior a 6%. Hay un gráfico de Fernando Marull, uno de los economistas a los que más consultamos, que explica la relación entre la caída del salario real en pesos, ajustado por inflación, especialmente entre mayo y noviembre, y el índice de confianza en el Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella.
En noviembre de 2021, cuando el índice era muy superior al actual, el Gobierno sacó 34% de los votos, el gran fracaso que hizo que Cristina se separara con el argumento del Fondo. Hoy, muy por debajo de esa situación, el Gobierno estaría en una situación muy poco competitiva. Habrá que ver si el peronismo queda contaminado con el Gobierno. Ahí está el problema de Cristina. Por eso ella no se ve reflejada en la caída del índice de confianza y dice que es parte del Frente de Todos, que no tiene que ver con el Gobierno. Esta disociación es clave y habrá que ver si tiene margen para ella.
Mientras tanto, Massa tiene dos problemas difíciles de resolver. Uno es el clima. Es clave mirar los mapas del Servicio Meteorológico sobre humedad en la capa arable, en la capa de la tierra susceptible de ser arada.
A diferencia del gráfico del lunes pasado, que ya era preocupante, el de este lunes está mucho más colorado, más seco. Es difícil encontrar verde. Esto significa que se pierde la cosecha de cebada y que vamos a una crisis con la siembra y la posterior cosecha de soja. Implica menos dólares en un momento en el que sigue habiendo presión sobre el dólar por una gran huida del peso.
Lo que pasa con la sequía de este año, que es peor a la que tuvo Macri en 2018, cuando tuvo la gran crisis, es el problema ocasional. Pero hay un problema estructural, y es la poca capacidad que tiene la economía argentina de conseguir dólares. Hay un cuadro que publicó en su cuenta de Twitter Marcelo Elizondo, que es un experto en relaciones económicas internacionales. Elizondo dice que la cantidad de empresas exportadoras en la Argentina cayó en 15 años desde 14.444 empresas a 9567 empresas. Pero, además, de esas que quedan, solo 15 exportan más de US$1000 millones, apenas 20 exportan más de US$500 millones al año y 60 exportan más de US$100. Es decir, es un país que se va volviendo cada vez menos exportador. Consigue cada vez menos dólares para una sociedad que sigue queriendo mantener un nivel de vida que los exige.
Acá tenemos el gráfico que muestra las empresas exportadoras de bienes. Por un lado, se pueden ver las exportaciones y por el otro la cantidad de empresas. El gráfico va del 2007 a la actualidad y muestra cómo el país pasó de tener 14.444 empresas exportadoras a tener solamente 9567. Nos vamos volviendo un país que no exporta. Este es el problema central de la Argentina según analizan con mucha inteligencia muchos economistas. Podemos leer los textos de Martín Rapetti, los libros de Pablo Gerchunoff. Queremos seguir teniendo el mismo nivel de vida de antes, pero generamos muchos menos dólares para sostenerlo.
Mientras tanto, lo que hay es una huida del peso que se nota en los rechazos a los títulos en esa moneda. Massa intentó un canje de deuda en pesos y solo logró canjear 84%, cuando necesitaría canjear mucho más del 100% y tomar más deuda, porque tiene un déficit de 1,9% del producto para el año que viene, autorizado por el Fondo. Pero no solamente no logró renovar la deuda, sino que además tuvo que ir a pedirle a los municipios y las provincias, hasta a las provincias opositoras, que suscriban sus bonos.
En una tabla vemos los miles de millones de pesos que tiene el sector público en bancos nacionales. Municipios 348 millones de pesos. Las provincias, un billón 500.000 millones de pesos. Ahora los están obligando a que esos pesos se transformen en títulos. Así y todo, con esta enorme presión de Massa sobre los tenedores de pesos del Estado, solo logró renovar el 84% de la deuda, es decir, le prestan cada vez menos. Va hacia un problema grave porque en enero, febrero, marzo va a haber vencimientos de un billón de pesos y más, y en junio va a haber uno de un billón, 800.000 millones de pesos. Mientras tanto, el discurso general es: “Qué nueva oportunidad nos está dando el mundo por la guerra”.
Tuve la suerte de leer en estos días una entrevista que le hicieron José Carlos Chiaramonte y Oscar Terán en el año 98 a Tulio Halperín Donghi, y se publicó en Todo es Historia. Allí, el historiador dice: “El drama de la Argentina es que tuvimos una gran oportunidad entre 1870 y 1930 y, desde entonces, no hacemos nada más que esperar que el mundo nos ofrezca otra oportunidad y en esa espera vamos decayendo”. Ahora estamos esperando la nueva oportunidad por los precios de los alimentos y del gas, sin darnos cuenta de que la oportunidad dura lo que dura la guerra. Acá está la ilusión de un país que no puede generar instituciones y que perdió la capacidad de trabajar y competir y por eso no puede exportar. Ahí está el cuadro de Elizondo y la cadena nacional de Alberto Fernández. No hay oportunidad que brinde el mundo para eso.