El editorial de Luis Majul en el programa La Cornisa, por LN+
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¿Para qué sirven los cierres de lista? Entre otras cosas, para saber si el Gobierno está dispuesto a corregir o -por lo menos- a no repetir los graves errores que viene cometiendo. Entonces, la primera conclusión después de la presentación de los precandidatos es que, después de un año y 8 meses de una muy mala gestión, el oficialismo no se hace cargo de nada.
Ni siquiera de parte de la responsabilidad que le toca sobre los más de 103 mil muertos que ya se cobró la pésima administración de la pandemia.
Tampoco se hace cargo del irreparable daño que nos produjo la cuarentena más larga del mundo.
Ni del cierre de las escuelas.
Ni de la brutal caída de la economía.
Ni del vertiginoso aumento de la pobreza.
Ni de la rápida desaparición de un importante sector de la clase media.
Ni del cierre de empresas, de negocios y de locales gastronómicos.
Ni de la aparición del trueque más desesperado: laburo por comida.
Hay algunas cifras que reflejan esta realidad:
En primer lugar, a pesar de que ya llegaron 41 millones de vacunas, hasta ahora, solo se aplicaron 30 millones. Es decir que hay más de 10 millones de dosis sin aplicar. Más de la mitad las tendría que haber aplicado la provincia de Buenos Aires. La misma provincia donde hicieron el acto de cierre y donde montaron un sistema de vacunación paralelo, militante e ineficiente. Se trata de un sistema que no sirve para salvar vidas sino que busca conseguir votos.
Además, apenas el 51 por ciento estamos vacunados con una primera dosis, y casi el 13 por ciento con las dos dosis. Esto nos coloca como uno de los países del mundo que menos vacunó.
- Menos que Estados Unidos, con casi el 54 por ciento.
- Menos que Alemania, con el 48 por ciento
- Menos que el Reino Unido, con casi el 55 por ciento.
- Menos que Brasil, con el 17 por ciento.
- Menos que Chile, con el 62 por ciento.
- Menos que Uruguay, con el 61 por ciento.
El ranking no da ni para hacer chistes, porque es un verdadero desastre.
Peor todavía: con más de 2.300 muertos por millón de habitantes, estamos entre los once países con más cantidad de muertos. Es demasiado triste, pero es verdad.
Tampoco son alentadores los datos de la UNESCO sobre escolaridad. La Argentina se encuentra entre los 18 países del mundo que más tiempo mantuvieron cerradas sus escuelas. En ese sentido, en la región, solo nos supera Costa Rica y México.
Prestá atención: entre marzo de 2020 y abril de 2021, la Argentina tuvo 322 días corridos sin clases. Porque, además, la educación virtual casi no existió, y fracasó -en especial- entre las familias de los votantes de este Gobierno, que dice que te cuida.
Por otro lado, en cuanto a la caída de la economía, si bien es importante aclarar que -durante la pandemia- hubo una caída generalizada en el mundo y en la región, la Argentina es el país de Latinoamérica cuya economía más cayó en 2020: cerca del 10 por ciento.
Lo de la pobreza no tiene nombre. Desde que asumieron Alberto Fernández y Cristina Kirchner, pasó de 35.5 por ciento al 42 por ciento. Eso abarca a 20 millones de argentinos. Sumado a esto, la indigencia pasó del 6.6 por ciento a casi el 10 por ciento; lo cual abarca a 4 millones y medio de argentinos.
Es verdad que “Pero Macri” tampoco pudo cumplir con su promesa de bajar la pobreza. Pero Alberto, Cristina y Axel Kicillof, que iban a volver para ser mejores, lo están haciendo peor: ahora 6 de cada 10 niños de hasta 14 años son pobres.
¿Sabés cuál es la región de la Argentina donde hay más pobres? Adivinaste: el conurbano bonaerense, donde reina Cristina y donde hace más de 30 años que gobiernan quienes en estas elecciones te piden el voto, una vez más. En el corazón del conurbano la pobreza llega al 52 por ciento, un 10 por ciento más que el nivel nacional promedio.
No necesito decirte, a esta altura, cuál es la principal razón del aumento de la pobreza porque ya lo sabés: es la inflación. ¿Y sabés cuál es uno de los países del mundo donde más creció la inflación, con excepción de Venezuela? En efecto: la Argentina del gobierno de Alberto y de Cristina, de Máximo Kirchner, de Kicillof y de Sergio Massa. Casi el 50 por ciento aumentó el costo de vida el año pasado, y vamos hacia el 50 por ciento este año también.
Los resultados están a la vista.
Cerraron, quebraron o desaparecieron casi 25 mil empresas.
Cerraron, se fundieron o desaparecieron 2.500 locales gastronómicos solo en el área metropolitana de Buenos Aires. Solo para mencionar dos: El Obrero, de la Boca y la heladería Monte Oliva, en Devoto.
Se fueron marcas y negocios emblemáticos como Falabella; Walmart; las aerolíneas Latam, Air New Zealand, Emirates, Qatar Airways y Norwegian; la empresa de pintura de autos BASF; la química Axalta; la fábrica de parabrisas Saint Gobain Sekurit; el laboratorio Pierre Fabré; Nike; Gerresheimer; Brightstar; Danone; y Glovo.
También se fueron empresarios que producen riqueza. Que ofrecían miles de puestos de trabajo, como Marcos Galperín, de Mercado Libre.
Pero de todo esto no hablaron ni Alberto, ni Cristina, ni Kicilloff en el cierre de listas.
En todo este contexto, angustia leer la estrambótica carta que Cecilia Nicolini les escribió a los proveedores de la vacuna rusa. Porque la misiva, analizada y bien mirada, mete miedo. El tono, el contenido y todo lo que implica, mete miedo. Hace que nos preguntemos: “Dios mío, ¿en manos de quiénes estamos? ¿En manos de gente tan improvisada, tan poco preparada y, a la vez, tan audaz, estamos depositando nuestra vida y la vida de nuestros hijos?”. Siguen jugando al TEG con nuestra salud, y resulta inadmisible que el Presidente todavía nos quiera vender la triste carta como un acto patriótico. Y como un asunto de soberanía.
En una sola cosa que dijo Cristina en su discurso estoy muy de acuerdo: estas elecciones son las más importantes desde el retorno a la democracia, en 1983. Porque, después de lo que estamos experimentando, si ella gana, no solo no viviremos más felices, sino mucho peor.