Cuando los líderes del Frente de Todos hablan en público, el problema de razonamiento del proceso económico queda muy expuesto; la Argentina, atrapada en la dificultad para financiar el déficit; Massa adquiere de a poco el lugar que ocupó Guzmán
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Estamos otra vez en presencia de una crisis financiera que se origina en los Estados Unidos, y cuyas consecuencias, derivaciones y profundidad todavía no conocen aquellos que son expertos en bancos y en finanzas.
Suele pasar, como pasó con tantos fenómenos críticos a nivel internacional desde la caída del Muro de Berlín hasta la crisis de las hipotecas en Estados Unidos, que retroactivamente los que observan un fenómeno como este dicen: “Bueno, estaba en la lógica de las cosas que tenía que terminar así”. Y sin embargo, eso que es diagnosticado como un cisne blanco, antes de que se produzca es un cisne negro. Es decir, es un acontecimiento aparentemente inesperado. Lo mismo pasó o está pasando con esta crisis que afecta a un sistema importantísimo hoy en la economía global como son las empresas tecnológicas radicadas en California. El banco que entra en crisis se llama Silicon Valley Bank, es decir es el banco de esa industria.
Es una consecuencia lo que está pasando, por eso muchos dicen que esto iba a ocurrir, de una suba de tasas muy dramática, no solamente por lo empinado de esa curva sino por la velocidad de la Reserva Federal para contrarrestar el fenómeno de la inflación. Fenómeno que para muchos está asociado, entre otros factores, no solamente al ataque de Rusia a Ucrania sino a la gran expansión monetaria y fiscal que estuvo asociada a la pandemia y a atenuar los efectos de la cuarentena en los Estados Unidos. Todo eso, trae aparejado una inflación que la Reserva Federal intenta moderar con una suba de una tasa de interés que en menos de un año fue de 1,79 a 4,75%.
Hay economistas muy entendidos en política monetaria y en particular de los Estados Unidos, como por ejemplo Alfonso Prat Gay, que observan que cada vez que hubo una suba de la tasa de interés tan acentuada por parte de la Reserva Federal, hubo una crisis en el sistema financiero. Era de prever que esto iba a pasar, lo que no se sabía era cuál era el sector que iba a detonarse primero.
Ese ecosistema radicado en California, de empresas de tecnología y fondos que apostaron por estas startups y las financiaron en sus comienzos, ahora está en medio de un tembladeral. Esas empresas fueron a buscar sus depósitos -hay toda una discusión secundaria respecto de cómo manejan sus tesorerías- al ver la suba de tasas. El Silicon Valley Bank no pudo hacer frente a esa corrida y debió ser intervenido. Poco tiempo después, el domingo, se intervino otro banco, el Signature Bank, de Nueva York, asociado también al mismo riesgo sistémico. Pero este lunes, se suspendió la rueda de cotizaciones de 14 bancos en los Estados Unidos y cayó el precio de las acciones de los cuatro bancos más importantes de ese país, que son importantísimos en la economía global: Wells Fargo; Bank of America; City Bank y J.P. Morgan. En ese orden decreciente. Ese fue el daño que tuvieron este lunes las acciones de estos bancos por culpa de esta crisis que hizo salir a Joe Biden a “garantizar como sea la seguridad de los depósitos de los ciudadanos americanos”. Lo primero que hizo el gobierno de Estados Unidos fue absorber la crisis del banco de California a través de un fondo de seguro de depósitos bancarios.
En el medio, se escuchan voces de personas muy importante como Mitt Romney, que fue candidato a presidente por el partido republicano, ‘Larry’ Summers, que fue secretario del Tesoro en la época de Clinton; aparece hoy Bill Ackerman, que es titular de uno de los más grandes de inversión de los EE.UU., que dice “aquí hay que cubrir todo el riesgo”. Estamos hablando de palabras mayores entonces. Significa que cualquier persona que tenga un depósito en el banco esté segura de que el Estado lo va a respaldar. Estamos hablando de 19 trillons, que serían 19 billones de dólares en español. Es exactamente la magnitud del producto bruto de los Estados Unidos. Es una hipótesis absurda, que hubiera una corrida tan generalizada, pero hay quienes están diciendo que se debe involucrar a todos los depósitos para que sea creíble el respaldo.
Hay algo novedoso que me hacía notar hoy Prat-Gay: es la primera corrida bancaria que conocemos donde no hay colas en los bancos, es decir, es digital. Esto le da una velocidad, un dramatismo más grande, porque hay una fluidez desconocida al tratarse de gente que está apretando botones desde la comodidad de su casa o de su oficina.
Estamos siempre ante novedades inesperadas, ante fenómenos misteriosos en su fisiología, como pasó con la pandemia. Ahora tenemos esta crisis que afecta al corazón financiero del sistema norteamericano. Se empiezan a hacer especulaciones: ¿hasta dónde va a llegar esto? Con las tasas de interés que está fijando la Reserva Federal, el retorno que necesitan los fondos de inversión, por ejemplo, que invierten en este sector informático, se vuelve prácticamente inalcanzable. Esto hace suponer que va a haber quiebras en esa industria. Estamos frente a una nueva burbuja, que son definidas cuando estallan. Tienen la partida de defunción antes que la de bautismo. Ahora estaríamos ante una burbuja de las empresas tecnológicas de California. Cuánto se va a expandir la crisis en el sistema global nadie lo sabe, pero los que están mirando este fenómeno desde plataformas muy informadas están diciendo: “Cuidado porque esto puede ser la punta del iceberg”.
Va a haber una crisis política alrededor de esta crisis bancaria porque ahora empieza todo el sistema a mirar qué estaba haciendo la Reserva Federal. Y se empieza a advertir que la supervisión a estas entidades financieras era muy laxa, que no se las controlaba como se debía. Por ejemplo, que recién eran sometidos a pruebas de estrés los bancos que mueven fondos por más de 250 mil millones de dólares. Los otros bancos, regionales, chicos, como estos que están entrando en crisis, estaban fuera de supervisión. Además una contabilidad que permitía a los bancos contabilizar bonos a la par y no al valor de mercado. Muy probablemente, la política americana y sobre todo, los demócratas, que son los que tienen que pagar esta factura, van a poner en el banquillo de los acusados a Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal.
¿Cómo va a tocar esto al mundo emergente? No lo sabemos. Sí sabemos que está amenazado porque la crisis puede afectar el precio del dólar, de las commodities, etc.
También hay otros signos de interrogación en la escena internacional financiera: ¿Qué está pasando con Turquía? Un país emergente, enormemente importante en Europa y en Medio Oriente. ¿Qué está pasando con Egipto? Cualquiera de esos fenómenos, que muchos expertos en finanzas estaban mirando como amenazas sobre el sistema general, y por lo tanto también sobre la Argentina queda ahora en segundo plano, pero latente.
Ya sabemos cuál es la primera consecuencia que va tener esto sobre nosotros: además de la deuda de Macri, la pandemia y la guerra, ahora Alberto Fernández va a agregar esto como una cuarta coartada entre sus dificultades para administrar la economía sanamente.
Bastante desconectados de todo este fenómeno, este fin de semana hubo dos discursos importantes: el de Cristina Kirchner, en la ceremonia del doctorado honoris causa que le dieron en la Universidad de Río Negro. Una reunión que tuvo el tono de una asamblea partidaria de campaña, mucho más que el marco de un acontecimiento académico. Y el discurso de Máximo Kirchner el sábado en una reunión de militantes de la provincia de Buenos Aires en Avellaneda, convocada por el Partido Justicialista que él preside. Hay varias observaciones para hacer sobre estos dos discursos, porque ponen en evidencia el mar de contradicciones en el que hoy están navegando, política y conceptualmente, los principales líderes de este oficialismo.
Hay una afirmación de Cristina verdaderamente llamativa, que indica algún tipo de confusión respecto a los términos con los que se está manejando. Ella sostuvo en su discurso que el déficit fiscal no tendría importancia para la salud general de la economía. Pone como ejemplo Malasia, y dice: “Malasia tiene un déficit mucho más grande que la Argentina y sin embargo no tiene los problemas de la Argentina en su macroeconomía, quiere decir que el problema no está en el déficit”. Hay una pregunta clave que no se hace: lo importante no es tanto el déficit sino si ese déficit tiene financiamiento. Este tema es crucial. Está en el centro del drama argentino desde la crisis de la convertibilidad en el 98, y de ahí hasta ahora. Se trata de que la Argentina está atrapada en el problema del acceso al crédito, del costo del dinero para que funcione la economía. Para cualquier emprendimiento, para cualquier cálculo de inversión que se plantee una tasa de retorno, el desafío principal es el costo del dinero.
Cristina Kirchner no se plantea el problema de cómo financiar el déficit. No se pregunta por qué Malasia, teniendo un déficit superior al de la Argentina tiene una tasa de riesgo de 149 puntos, y la Argentina, con un déficit menor, tiene una tasa de riesgo de 2000 puntos, es decir, que si pudiera tomar crédito, sería a una tasa exorbitante. La diferencia tiene que ver con las posibilidades que tiene cada país de financiar el déficit. La Argentina no solamente tiene mucho déficit, sino que además tiene un problema de financiamiento de su déficit que se traduce en crisis de deudas permanentes, como los que ella misma describió en ese discurso.
Hay un problema de razonamiento de todo el proceso económico que queda muy expuesto cuando los líderes del kirchnerismo hablan en público. Políticamente, es menos importante. Porque los líderes más radicalizados de la Argentina, a la izquierda y a la derecha, le hablan a un público que tiende a estar ya convencido previamente de que la palabra de ese líder es la verdad. Esto es un efecto de la polarización. Entonces, probablemente no hay nadie en esa reunión de Río Negro que se pregunte: “¿Tiene lógica lo que está diciendo ‘la jefa’?”. En términos de Santiago Kovadloff, para el kirchnerismo más recalcitrante Cristina no tiene razón; Cristina es la razón. Para muchos macristas también, para muchos seguidores de Milei también. Lo que importa es el emisor del mensaje y no la calidad del mensaje. Por lo tanto, estamos ante un problema grave que es que la principal líder de este movimiento político que gobierna la Argentina, la persona que puso al Presidente a partir de un tuit, cree que el problema es el déficit y no el financiamiento del déficit. Por lo tanto, hay infinidad de preguntas que no se hacen.
El problema del financiamiento del déficit es importante porque le pone un piso al costo del dinero, es decir al crédito, para cualquier actividad, no solamente al Estado. Es decir, las empresas argentinas pagan un costo adicional tomando deuda para emprendimientos productivos porque viven en un país donde el Estado fija una tasa de riesgo delirante.
Voy a tomar el ejemplo que dio la misma Cristina Kirchner. Ella dijo: “Malasia funciona tan bien, teniendo mucho déficit, que va a financiar un gran proyecto en la Argentina”. La empresa Petronas que es líder en el mundo de los hidrocarburos, dice Cristina Kirchner, va a invertir, para arrancar, 10 mil millones de dólares para hacer una planta de licuefacción de gas en Bahía Blanca y eventualmente un gasoducto que va a ir desde Vaca Muerta hasta esa planta.
Hay que hacer una observación marginal a esto. Lo que está diciendo Cristina Kirchner es de máxima importancia. Es muy importante que la Argentina pueda hacer esa obra de infraestructura y pueda comercializar su gas. Esto revertiría muchísimos de los problemas que tiene el país a nivel cambiario y monetario, sobre todo de uso de reservas, por tener que importar muchísimos hidrocarburos, perdiendo muchísimos dólares por ese lado, por no tener las condiciones de comercializar su propio gas. O sea que de lo que está hablando Cristina Kirchner en materia de gasoducto y planta de licuefacción es un tema importantísimo para resolver una cuestión macroeconómica, no solamente energética.
Ahora bien, uno escucha lo que dice ella y mira para confrontar lo que dicen los de Petronas, y el comunicado que hacen sobre sus inversiones en la Argentina es: “Estamos mirando, estamos estudiando el negocio porque tenemos que mirar cuestiones cambiarias, fiscales -quieren decir: el nivel de presión fiscal que nos va a imponer un país con tanto déficit no financiado- y queremos ver también los problemas que tienen que ver con política monetaria y de acceso al dólar”. Es decir, en medio de cepos, un Estado tan voraz, cambio de reglas permanentes, dicen, queremos estudiar el problema.
Hay una diferencia entre lo que dijo Cristina, o lo que le dijo a Cristina el embajador malayo, y lo que dicen las autoridades de Petronas. Hubo una nota muy interesante la semana pasada en LA NACION de Sofía Diamante que narra una presentación del CEO de YPF, Pablo Iuliano, y del CEO de Pan American Energy, Marcos Bulgheroni, en la principal reunión de la industria del gas que se reunió en Houston. Cuando habla de la participación de Petronas en la Argentina, Sofía dice: “Bueno, en realidad el presidente de Petronas no estaba en la reunión en la que hablaron los argentinos, prefirió ir a una reunión en donde hablaban los brasileños”.
Hay siempre un escalón demasiado elevado entre fantasía y realidad en materia de las inversiones que pueden recibir los argentinos desde el fascinante mundo asiático.
El discurso de Cristina tuvo otras peculiaridades. Contó algo muy interesante. Dijo: “Voy a contar una infidencia, una sola”. Y confirmó algo que habíamos dicho aquí en aquel momento: Miguel Pesce le pidió una reunión para que otorgara una entrevista a las autoridades del Fondo Monetario Internacional. ¿Por qué Pesce quería que Cristina se reuniera con las autoridades del FMI, con los que estaban negociando el acuerdo con el exministro de Economía, Martín Guzmán? Porque Guzmán era demasiado duro y las autoridades preferían ablandar a la Argentina hablando con ella. Ella dijo: “No le voy a dar a las autoridades del Fondo la posibilidad de que encuentren diferencias entre nosotros porque fortalecería su posición en la negociación”. Pero pasó casi inadvertido que lo que estaba diciendo Cristina es lo contrario de lo que pensábamos, según el relato de ella y sobre todo de La Cámpora: que Guzmán era el blando. Ahora nos dice que Guzmán era el duro y el blando era Pesce. ¿Por qué le pedían la renuncia a Guzmán y no a Pesce? Misterio.
La crítica a Guzmán sigue siendo sistemática por parte del Kirchnerismo. Probablemente porque tiene un antecedente complicado para la lucha de poderes interna en este movimiento, y es que era el ministro de Alberto Fernández, aquel al que Alberto no quería hacer renunciar, sobre todo en la pelea con Federico Basualdo y las autoridades de Energía.
Cristina Kirchner dijo una segunda cosa de Guzmán en ese discurso, sin hablar de él: que la negociación de la deuda privada, en dólares, que negoció Guzmán con los fondos de inversión, que eran tenedores de esa deuda, fue tan catastrófica que obliga al gobierno que viene y a los subsiguientes a hacer frente a pagos imposibles. Y es verdad. Lo interesante es que mucho tiempo después Cristina Kirchner viene a reconocer los argumentos de la oposición eran ciertos.
Alberto Fernández se precia de haber negociado muy bien esa deuda. Cristina Kirchner ahora nos viene a decir lo que decían la oposición y el periodismo crítico en el momento en que se estaba negociando: que están trasladando una deuda del mismo tamaño, impagable, al gobierno que viene y a los gobiernos subsiguientes. Esto es lo que dijo Cristina Kirchner en Río Negro el viernes sobre la negociación de la deuda de este Gobierno, del gobierno de Alberto Fernández a quien ella, como sabemos, puso como candidato por un tuit.
El tercer argumento, y es en el que aparece la mayor contradicción en el kirchnerismo, es insistir con que la deuda contraída por el gobierno de Macri ha sido catastrófica. Se puede abrir toda una discusión sobre la deuda asumida por el gobierno de Macri. Sobre si estuvo bien o no ese endeudamiento. Hay muchísimos argumentos para presumir que haber ido al Fondo fue un error, que había un camino alternativo para seguir, que se iniciaba mucho más atrás, mucho antes de la crisis que se abrió en abril de 2018. Todo eso es materia de discusión. Probablemente haya argumentos muy poderosos para decir que sí, que fue un nivel de endeudamiento irresponsable. Ahora bien: lo curioso es que lo digan Cristina Kirchner o Máximo Kirchner, que insistió en el mismo argumento, citando a la vicepresidenta: “El gran problema de la Argentina es la deuda contraída por Macri”. Porque la deuda contraída por este Gobierno es muy superior a la que contrajo el expresidente.
Hay un detalle. El kirchnerismo, en general, no se hace cargo de la gravedad que tiene la deuda en pesos para el Estado. Es curioso porque son nacionalistas, proteccionistas, son ‘soberanistas’, pero al tenedor de pesos lo menosprecian. A ese se lo puede defaultear sin riesgo. Esa deuda en pesos no es deuda, la importante es la de dólares, porque esa sí hay que pagarla. Es un pensamiento muy conservador, muy ortodoxo. Es decir, cuando se trata de fondos o bancos de carácter internacional que vienen con papeles en dólares, hay que cumplirles. En cambio, la deuda en pesos que se acumula no es tan importante. Pero si miramos uno de los grandes problemas que tuvo Massa y que acaba de postergar, no de resolver, es la gigantesca deuda en pesos asumida por el gobierno de Fernández, tanto por el Presidente, como por Guzmán, como por Massa, mientras Pesce seguía emitiendo leliqs desde el Banco Central.
Este es un problema de este gobierno, no es un problema heredado de Macri. Es un problema que este gobierno no ha sabido resolver. Por eso el déficit importa, porque de alguna manera hay que solventarlo. Si se lo solventa solo con emisión termina en niveles de inflación que destruyen el salario, destruyen los ingresos de la gente. Si se lo financia con deuda se termina en el problema en el que terminó Massa. Tuvo que hacer un acuerdo generosísimo para con los bancos que, claro, para seguir prestando piden garantías y ventajas. Lo tienen de rodillas porque hay un déficit muy grande. Es cierto, más chico que el de Malasia. Pero Malasia no tiene el problema de Massa, porque a los malayos les prestan, en cambio a nosotros, por alguna razón, no.
¿Cuál es ese acuerdo que hizo Massa? Trasladó la deuda al año que viene y a 2025. Lo mismo que Guzmán con la deuda en dólares. Pero además, después de llegar al acuerdo, les hizo una cantidad de concesiones técnicas a los bancos que se fueron conociendo a través de resoluciones que sacó entre el jueves y el viernes el Banco Central.
Primero, no sé si Cristina Kirchner conoce esto o si lo conoce Máximo Kirchner cuando hablan del escándalo de la deuda y la relación entre el estado soberano y el sistema financiero, pero se permitió a los bancos distribuir el 40% de sus ganancias como dividendos, cosa que estaba prohibida desde 2022. Se les permitió constituir encajes, ya no con pesos, que están inmovilizados a tasa cero en el BCRA, sino con estos bonos que reciben. Se les permitió también constituir garantías para las operacionesinterbancarias no con pesos, también con estos bonos. Y ahora, lo que todo el mundo está esperando es que se le permita acceder al mercado de cambios en condiciones de privilegio para poder sacar la plata de sus ganancias, distribuida como dividendos, en dólares, fuera del país. Todas estas son cosas que obviamente los bancos piden para normalizar su situación económica. El problema no está en los bancos.
La contracara de esto es la situación de asfixia en la que está Massa y el Gobierno de Alberto Fernández, que incluye a Cristina y Máximo Kirchner. Que entre otras cosas tienen el poder suficiente como para que haya otro ministro de Economía con ideas más parecidas a las de ellos. Pero por alguna razón no lo ponen. Porque daría la impresión de que hay un discurso para la barricada, y una política económica que es la que lleva Massa adelante con el respaldo de Cristina Kirchner. Se rumorea, no se pudo comprobar, nadie lo confirma, que hubo una reunión de Massa y Cristina Kirchner antes de que se cierre este acuerdo con el Fondo, que se comunicó ayer, donde el FMI le hace un enorme favor al gobierno de Fernández flexibilizando sus metas. Una reunión donde Massa tendría que haber rendido examen delante de Cristina y, lo más humillante para él, frente a Axel Kicillof, en la casa del gobernador. ¿Es cierta esa reunión? No lo sabemos, pero es evidente que hay un desajuste en la visión de la economía que puede tener, no se si Cristina Kirchner, pero sí Kicillof, y la relación fáctica con el sistema financiero.
Acaba de aparecer otro conflicto. La Argentina tuvo que ir a una renegociación con el Fondo Monetario Internacional muy difícil. Había funcionarios del gobierno argentino muy ligados al Fondo y a la negociación, que decían: “Puede ser que no pasemos la negociación y que se caiga el acuerdo”. Con un 30% de probabilidad, por lo menos. Sin embargo lo lograron. ¿Por qué? Porque el Fondo quiere cobrar y quiere que la Argentina no entre en inestabilidad en una región y un mundo que está muy convulsionado. Los mismos argumentos por los cuales le dieron la plata a Macri. Pero el Fondo, con la anuencia de Massa, sacó un comunicado diciendo que la Argentina va a tener que hacer deberes fiscales que permitan el exceso de gastos de una moratoria previsional que se acaba de aprobar con 800.000 nuevos beneficiarios”.
La Cámpora sacó un mensaje anoche, de crítica al Fondo Monetario Internacional por haber dicho que esto era un imprevisto. La organización que conduce Máximo Kirchner dice: “No, esto no fue ningún imprevisto, esto lo estamos tramitando en el Congreso desde junio del año pasado. Imprevisto fue el de Macri cuando le dieron la plata”. Lo cierto es que están criticando al Fondo, pero están criticando a Massa que es el que acordó ese comunicado. Quiere decir que empiezan fisuras internas en aquello que todavía no estaba fisurado. Y es el respaldo de Cristina Kirchner y Máximo Kirchner a la gestión del ministro de Economía. Massa va adquiriendo de a poco el lugar que ocupó Guzmán. Justo cuando busca ser el candidato de Cristina.
El centro del problema está en otra parte. Está en que tuvimos una etapa desde 2003 hasta 2012/2013, gracias al ajuste que hizo Duhalde y a una situación internacional espectacular, donde el kirchnerismo, Néstor y Cristina, con Massa como jefe de gabinete y jefe del Anses, constituyeron un estado a la medida de esa situación excepcional, como si fuera eterna. Y esa situación pasó. Y ahora estamos viviendo, como muchos otros países de la región, pero mucho más dramáticamente, el ajuste de aquel ciclo de bonanza. Si miramos fotos, como muestra Cristina, sí, los números de Néstor Kirchner y de la primera parte de su gobierno eran espectaculares. Pero esa política que se hizo en aquel momento, si uno mira la realidad como un proceso, es la que estamos pagando ahora.
Estas son las contradicciones económicas en medio de una gran contradicción política que es que Alberto Fernández quiere ser candidato a presidente y el kirchnerismo quiere proscribirlo. Y el otro problema es que Cristina Kirhner no quiere ser candidata a presidenta, aunque dice estar proscrpita. Es interesante el tema de la proscripción. Hay que mirar bien el discurso de ella, el día que le dieron el honoris causa en Río Negro, porque casi dice “ayer se leyó la condena”. Y no pudo decir “la condena”. Ahí se notó el costo personal que tiene esta drama judicial para ella. Que es también el que le hizo decir que si la quieren tomar como una bandida que lo único que busca son fueros no va a ser candidata. Ahora está intentando volver de eso. En vez de decir “se le leyó la condena” dijo “ayer se leyó la proscripción”.
Es interesante otro aspecto de la condena si uno lee bien el fallo. Está muy cifrado, muy escondido, un inconveniente. Podríamos decir un vicio, un modo de gobernar que es el que llevó a estos problemas. Lo primero que hay que mirar es por qué Julio De Vido es inocente para la Justicia en la cuestión de la obra pública de Santa Cruz. Es inocente, dice la Justicia, porque cumplió con sus funciones, que eran acotadas. Y ¿por qué De Vido no tuvo ninguna responsabilidad en aquello? Porque Néstor Kirchner apenas llegó le quitó facultades al ministro de Planificación en el manejo de la obra pública para dárselas al secretario de Obras Públicas. Néstor Kirchner quería tener como interlocutor de él y gestor de la obra pública en Santa Cruz a José López, el de los bolsos y la ametralladora. Y esto hace que Julio De Vido, según dice la Justicia, esté al margen por un decreto del año 2003. Pero después aparece un segundo problema, que pasa inadvertido. La Justicia dice que en el año 2009 hubo otro decreto, que permitió que se usen recursos del fondo del gasoil, que estaba destinado a determinados emprendimientos de gran dimensión de obra pública, para obras menores. Cuando Cristina firmó ese decreto, si uno reconstruye la historia, se lo objetaron desde asuntos jurídicos de Economía. Se lo objetaron desde el Ministerio de Planificación. Precisamente, porque no se sabía qué obras se iban a financiar y porque no intervenía el organismo de coordinación de los fideicomisos de obra pública. Sin embargo, Carlos Zannini le hizo firmar igualmente el decreto, ignorando esas objeciones. Para peor, lo publicó en el Boletín Oficial, pero en un suplemento, para que no se note lo que estaban firmando. Acá está el problema. No sé si Cristina Kirchner le pedirá cuentas a Zannini sobre aquella decisión, bastante soberbia, de alguien a quien los abogados inferiores del Estado le habían dicho “cuidado, esto no”. Ahora la Justicia dice: “Por esto te estamos condenando, entre otras cosas porque vos te inoculaste el problema de la obra pública al trastocar los destinos de estos fondos que no debían ir para aquellos trabajos”.
Todo esto, el problema de la condena y las candidaturas se da en un marco complicadísimo, que es una contradicción dentro del Frente de Todos cada vez más grave. Alberto Fernández dio un off the record diciendo que él pretendía terminar con 20 años de kirchnerismo. Había prometido nunca más pelearse con Cristina. Bueno, otra promesa que no cumple. Y desde el kirchnerismo le contestan pidiendo que desista de su candidatura. A lo cual a su vez contesta Anibal Fernández, que hoy es una especie de jefe de campaña o vocero de Alberto, descalificando a Máximo. Preguntando si trabaja. Un argumento de poca densidad.
Hay otras discusiones internas. Por ejemplo cae muy mal en La Cámpora la foto que se sacó Wado de Pedro con Jorge Rendo del Grupo Clarín en Expoagro. Pero cayó todavía peor su discurso allí. “Si no hay producción es imposible que haya arraigo, si al campo no le va bien. Entonces quería hablarles como productor. Después de Mendoza pasé por Mercedes, mi ciudad para los que no me conocen, soy del interior de la provincia de Buenos Aires, soy productor agropecuario, cuarta generación”. Está muy bien lo que dice. ¿Por qué va a ocultar lo que todo el mundo sabe? Que Wado de Pedro se crió en una familia de productores, de grandes chacareros de la zona de Mercedes. Que tiene campos, hasta se ha sacado fotos manejando el tractor. Esto, dentro de La Cámpora, donde la definición identitaria del grupo es el conflicto con el campo desde el año 2008, fue tomado como una herejía.
Hay también roces entre Máximo Kirchner y Axel Kicillof. Este último tiene una gran flexibilidad para adaptarse al juego que le planteen. Por ejemplo, acepta no ser el último que habla siendo gobernador en un acto político. Como Kicillof dijo que había que bajar al territorio para hacer campaña y explicar al Gobierno, Maximo Kirchner le respondió lo siguiente: “Si queremos que nuestro pueblo batalle, pelee, genere, imagine y piense, hay que escucharlo y empoderarlo, no hay que bajar al territorio, compañero gobernador. Hay que subir a la militancia a los lugares de decisión de una buena vez por todas”. No sé si estaba escuchando. Porque aplaude. Pero lo interesante es que Máximo Kirchner le dice: tenés que abrir el gobierno de la provincia de Buenos aires a La Cámpora porque al final sos lo mismo que Scioli, que también nos cerró la puerta. Esta contradicción es la que hace que, en privado, Máximo Kirchner o amigos de él digan: “Por suerte en la provincia de Buenos Aires lo tenemos a Insaurralde en la jefatura de gabinete porque si no estaríamos perdidos”. Les interesa tanto porque, probablemente, ante la idea de un fracaso electoral a nivel nacional, el kirchnerismo esté pensando en replegarse en la provincia de Buenos Aires llevando como candidata a senadora a Cristina Kirchner.
Aquí la pregunta final: ¿Cómo candidata a senadora de qué partido, del Frente de Todos? ¿Puede sobrevivir el Frente de Todos a estas tensiones que estamos describiendo? ¿O se va a volver a partir y Cristina Kirchner va a rescatar Unidad Ciudadana, que es el nombre del bloque que ella armó después de dividir el bloque de senadores peronistas, para poder tener una banca más en el Consejo de la Magistratura? ¿Vuelve Unidad Ciudadana? Es una pregunta muy importante porque vemos fragmentación política en todos lados y vamos probablemente -la clase política va como un sonámbulo- a una agenda económica complicadísima, donde va a haber que reducir el déficit fiscal, va a haber que atacar subsidio energético y las jubilaciones, y también vamos a tener que renegociar la deuda, como el mismo Máximo y Cristina Kirchner dijeron que tiene que hacer el próximo gobierno.