Con este gran canje, Sergio Massa trasladó una deuda al próximo gobierno y le permite al oficialismo zafar provisoriamente de un frente de tormenta muy inquietante; la discusión por las candidaturas se esconde detrás de este debate
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Está en el centro de la discusión electoral, con muchos significados que exceden lo económico, quién se hace cargo de hacer el ajuste que requiere la economía argentina. ¿Le toca a este gobierno o le toca al gobierno que viene? Un problema especial para la oposición que se siente destinada a ser el gobierno que viene.
Vamos a poner la lupa en la palabra ajuste y si esta palabra es correcta. El economista Juan Carlos De Pablo acaba de publicar un libro que se llama Argentina 2024-2027, el desafío económico del próximo gobierno. Es un libro interesantísimo porque no habla de medidas económicas sino de condiciones políticas que harían viables las medidas económicas que haya que tomar. Esto está también en el centro del problema, aunque los economistas no siempre lo tengan tan en cuenta.
Vimos una foto, la de Sergio Massa -respaldado en esto obviamente por Alberto Fernández- planteando las ventajas de un gran canje de deuda que le permite al Gobierno zafar provisoriamente, mediocremente, de un frente de tormenta muy inquietante que se avecinada sobre él y que tiene que ver con el vencimiento de este año de 12 billones de pesos, es decir 12 millones de millones de pesos. Primera reflexión: estamos hablando de los que venían a desendeudar, y ahora los vemos ahorcados por la deuda. Obviamente, como cualquier persona, para renegociar esa deuda y no terminar asfixiado tiene que hacer concesiones muy generosas a sus acreedores. Eso es lo que tenemos hoy delante de los ojos y fue anunciado por Sergio Massa.
¿Cuál es el problema de este vencimiento de 12 billones de pesos, la mitad de los cuales está en poder del Estado y la otra mitad en poder de bancos y compañías de seguros? Que es impagable. Porque si alguien reclamara la plata de esos títulos habría que hacer una emisión monetaria tan importante que iríamos a rangos de inflación elevadísimos, seguramente de dos cifras por mes. No sé si hiperinflación, pero sí una inflación insoportable.
Massa tenía dos salidas para evitar ese cuadro: o defaultear esa deuda o llegar a un acuerdo para renegociarla. Llegó a esta segunda situación. Los bancos accedieron a que a cambio de estos papeles le dieran otros con vencimientos en abril del 2024, octubre de 2024 y febrero de 2025, es decir, es una deuda que se traslada al próximo gobierno, cualquiera sea su identidad. Como en Juntos por el Cambio sienten que van a ser ellos, se quejan de por qué el Gobierno no hace un ajuste. “Nos pasa la pelota a nosotros”, dicen.
Unos son bonos ajustados por inflación, los otros son bonos duales, inventados por el gobierno de Macri, que ajustan por inflación o por la devaluación de la moneda. Todavía no fue anunciado, pero los tenedores tendrían la posibilidad de rescatar esos papeles en cualquier momento. Primero decían que con el Banco Central, ahora hablan del Tesoro, al precio técnico del papel, es decir según lo que dice el bono, no a la cotización del mercado. Es una especie de regalo.
Hoy Alfonso Prat Gay decía que es como que a uno le den una boleta de Prode y que la pueda llenar después de que se hayan jugado los partidos. Son regalos que tiene que hacer aquel que está muy asfixiado por una situación de deuda.
Massa llevó adelante un discurso muy adecuado a la sensibilidad de este oficialismo, para tratar de que Cristina no se dé cuenta o no se enoje y tratar de que Máximo Kirchner tampoco se enoje. Entonces, lo defiende con un discurso que sostiene: “Estoy preservando al ahorrista, no al banquero”.
Antes de que se supiera esto, Patricia Bullrich y Luciano Laspina, que es su economista de cabecera, tuvieron entrevistas con la Asociación de Bancos y les pidieron que no accedan a este canje de papeles sin poner condiciones previamente. Los banqueros les dijeron: “Nosotros no estamos para hacer política, estamos para no quebrar y para que nos paguen de alguna manera aquello que prestamos, y salvar nuestros balances, que están integrados por estos papeles que les hemos dado al Estado. No somos el FMI que puede establecer un plan a cambio de determinados desembolsos”.
El problema es que tampoco el Fondo hace ese trabajo, porque también lo único que quiere es que le paguen. Ya se resignó a ser el encargado de que haya un plan, aunque no coincida con el que se acordó en los papeles. A tal punto que el Gobierno, que le ha prometido al Fondo y al mercado un ajuste fiscal, acaba de aprobar una moratoria previsional que tiene un costo de medio punto del PBI. El FMI no abrió la boca. Allí bajan la mirada cuando les hablan de estos desaguisados.
La oposición dice lo siguiente: “Hay un premio al peronismo, porque el peronismo, con Cristina y La Cámpora adentro, amenaza con volverse loco y no pagar. Con lo cual, la factura la terminamos pagando nosotros como castigo a nuestra racionalidad. Porque el Fondo, los banqueros, etc., presumen que no haríamos un default”. Presunción un poco confiada, porque hay que recordar que al final del gobierno de Macri hubo un reperfilamiento de la deuda en pesos.
La oposición está en una mala situación porque según sus propios criterios, y según los criterios cada vez más ortodoxos de Mauricio Macri, no podrían recomendar un default. No podrían recomendar tampoco una emisión para pagar todos los títulos que vencen y llevar al país a una hiperinflación. De tal manera que deberían tolerar este acuerdo de Massa. Pero, por otro lado, preferirían que el reseteo que requiere la economía argentina se realice ahora y no después del 10 de diciembre, cuando ellos suponen van a estar en el gobierno.
No es solo una discusión respecto de quién se hace cargo del ajuste económico. Es también una discusión por las candidaturas, que se esconde detrás de este debate. En el caso de Massa es obvio: él necesita hacer la mímica de que salvó al gobierno del Frente de Todos de una hecatombe. Cuando era más optimista, o cuando menospreciaba las dificultades con las que se iba a enfrentar, él decía: “Voy a ser Fernando Enrique Cardoso”, que fue quien se hizo cargo del problema de la inflación en Brasil durante el gobierno de Itamar Franco y durante dos años encaminó las cosas de tal manera que terminó siendo el presidente de Brasil. En este problema que es la negociación de la deuda, se jugaba en gran medida la fantasía o la ensoñación de la candidatura de Massa.
En Juntos por el Cambio, más veladamente, también hay un juego parecido. Detrás de este comunicado que sacaron ayer advirtiendo que el gobierno les deja una bomba, no aclaran: “Cuidado banqueros, cuidado aseguradores porque a lo mejor que estos bonos que ustedes están tomando nosotros en el futuro no los vamos a pagar”. Ya es el tercer comunicado que hacen advirtiendo que esto es impagable. Detrás de estos mensajes está, sobre todo, la mano de Mauricio Macri, quien no solamente cree que para llevar adelante la política económica que él imagina debe llevar adelante un gobierno de Juntos por el Cambio convendría que haya un nivel de trauma muy importante antes, con un incendio. También cree un poco más mezquinamente, que una candidatura de él sería mucho más viable, más tolerable por parte del electorado, si nos encontramos frente a un gran terremoto en donde se necesita un candidato decidido, con ideas claras, con temperamento para sacar a la sociedad de esa situación. Él piensa algo difícil de sostener: que uno puede presagiar qué va a salir del caos. Él cree que del caos podría salir su candidatura o una parecida a la de él, de su sector. Y por definición, el caos es impredecible. Si fuera predecible no sería caos. Detrás de esta discusión, de qué monto de trauma, de padecimiento, tiene que haber de aquí al 10 de diciembre, están también las jugadas de ajedrez de distintos políticos.
Hay quienes temen, sobre todo en el empresariado, que estas salidas de Massa, como una máquina de poner parches con distintos tipos de medidas, pueden generar una especie de fascinación en la oposición que hace pensar que se puede seguir estirando la arruga hacia adelante sin pagar demasiados costos.
Juan Carlos de Pablo examina en su libro los problemas que son previos a la decisión técnica del economista, como lo son el marco político y el marco social que hace viable una receta económica. ¿Qué pasa si no hay incendio? ¿Qué pasa si la hipótesis de Massa no se realiza? De hecho, ahora este canje de deuda le permite al Gobierno alejar ese incendio. Pues bien, a menos desasosiego se requiere de más explicación. Es como alguien que debe ir al odontólogo y le dicen que se tiene que sacar una muela. Si llega con un dolor que no lo deja dormir durante tres noches, el odontólogo va a tener que explicar muy pocas cosas para que se justifique que hay sacar esa muela. En cambio, si va sin dolor, es probable que le tengan que explicar mucho más sobre el porqué de esa medida. Esta es la situación en la que se encuentra hoy la sociedad argentina en relación con sus políticos, y sobre todo con los de la oposición. Si no hay ese trauma, una sociedad de rodillas pidiéndole a un salvador que haga lo que sea con tal de sacarla de ese incendio, van a tener que explicar muy bien, van a tener que contar con mucha autoridad intelectual y política para que se los acompañe en algo que es antipático.
Hay una relación directa entre los ajustes y correcciones que hay que hacer, la agenda endiablada que le espera al próximo gobierno, y la forma en que se eligen los candidatos. De ese modo depende el nivel de densidad, de autoridad política, de calidad representativa, de legitimidad que tenga el próximo gobierno.
Decía al comienzo que una de las cosas que hay que mirar es la palabra ajuste. Hay toda una discusión sobre quién lo va a hacer, como si no hubiera un ajuste en marcha, mientras tenemos una inflación de más del 100% Hoy se conoció el índice de inflación de la Ciudad de Buenos Aires, que en general es bastante parecido por lo menos a la del AMBA. Registró un 6%. La más importante, la inflación núcleo, que no es estacional fue de 6,8%. Es la mayor inflación que ofreció Massa, quien para ser candidato había prometido que la inflación de abril iba a ser inferior a 3%. Massa va en el sentido contrario de su promesa.
Julio María Sanguinetti, un poco en broma, un poco en serio, dice: “Si vas a decir qué, no digas cuándo; y si vas a decir cuándo, no digas qué”. Massa dijo qué y cuándo. Y tiene ese número colgado en el pecho. Con ese número tiene que transitar la campaña electoral.
Nos van a decir que es un problema global, que no es un problema argentino, porque hoy en el gobierno estaba circulando la noticia de precios cuidados en Europa. Este va a ser el balbuceo del gobierno probablemente en los próximos días.
El ajuste está en marcha desde hace tiempo. Cristian Millo compartió un cuadro en su cuenta de Twitter en el que muestra desde 1995 hasta 2023 hasta ahora, el comportamiento del salario real. ¿Por qué vota la gente? No sabemos, es un misterio. Pero si habría que elegir un factor que determina el voto este es uno: el salario real. ¿Cuál es su comportamiento en el último ciclo? Esto es lo que la está enloqueciendo a Cristina desde hace tres años: la pérdida del poder adquisitivo del salario, porque es muy difícil ganar elecciones con esa dinámica.
Esto se llama ajuste. Este es el ajuste que todos estamos padeciendo, que lo realiza el desistimiento de la política de tomar las medidas que hay que tomar. Entonces, la discusión no es ajuste o no ajuste; es qué ajuste se prefiere: el que hace la política, que suponemos que lo hace con cierta racionalidad y mirando algunas variables como la tolerancia social, o el ajuste que hace el mercado a ciegas, que es que prefiere este gobierno.
Con el arreglo con los acreedores en pesos Massa arregló una mínima parte del problema que tiene por delante. Nos estarían engañando si nos quieren hacer creer, con esa espectacularidad que suele tener Massa para sus pequeñas buenas noticias, que hoy con este canje de deuda se resolvió el problema de la economía argentina.
Tiene otro problema. Si uno habla hoy con cerealeros, ellos calculan que la oferta de dólares al Banco Central va a tener este año una caída de 15 mil millones de dólares. En algún momento veremos otro dólar soja: tres, cuatro o cinco, para estimular a los chacareros a que liquiden. Y algunos van a liquidar ¿Por qué? Porque realizaron una inversión muy alta y no reciben tampoco los dólares que necesitan. Este es el peso de la sequía, que ha sido extraordinaria. Los meteorólogos afirman que es muy raro encontrar, por lo menos desde la década del 70, tres años seguidos con muy mal clima. Hoy la oposición ya está preguntando cómo va a ser el año que viene en materia de lluvia y humedad del suelo, que no siempre van de la mano.
Quiere decir que el Gobierno sigue muy desafiado por la realidad económica, y vuelvo al criterio inicial: todo lo que no sea trauma, todo lo que no sea incendio, terremoto, va a requerir de una mejor explicación, de mejor calidad de la política, para que se acepten ajustes dolorosos.
Entonces cuando uno está mirando la agenda económica, dedería interesar secundariamente cuál es la receta. Dicen: “Estamos con los equipos técnicos armando los planes”… La verdad, importa poco. Entre otras cosas porque todos se parecen bastante. Tanto se parecen, que el programa que Massa dice llevar adelante con el FMI se parece muchísimo más a lo que podría estar haciendo un gobierno de Juntos por el Cambio que a lo que tienen en la cabeza Axel Kicillof o Cristina Kirchner.
Lo que sí interesa es cuáles van a ser las condiciones políticas con las cuales pretenden llevar adelante cualquier receta económica. Y para eso hay que mirar cuál es la calidad del proceso electoral.
Hoy vemos que en el Pro se va diseñando un enfrentamiento, parece inevitable, entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta. ¿Cómo va a jugar el radicalismo ese partido? Todavía no lo sabemos. Ambos candidatos aspiran a que el radicalismo se vaya alineando detrás de sus postulaciones. Que haya un radicalismo “más Bullrich”, si uno quiere más de derecha, y un radicalismo “más Larreta”, más socialdemócrata, no tan de derecha, más de centro. Un signo de interrogación es qué va a pasar con la candidatura de Facundo Manes, qué evolución va a tener, porque daría la impresión de que Manes sigue jugando su partido y no pretende llegar a ningún acuerdo.
En esta escena hay un actor principal que es Mauricio Macri, que está demostrando tener una astucia, un entendimiento del juego interno, del juego del poder, y una capacidad de manipulación sobre determinadas personas, increíbles. No le conocíamos esas condiciones al Macri presidente. Hay gente en el Pro que dice si este Macri de hoy hubiera sido el que presidió el país, tal vez la gestión hubiera tenido otro destino.
¿Qué está haciendo Macri? Contiene a los propios con Bullrich. Y divide a la oposición interna. ¿Cómo? Promoviendo a María Eugenia Vidal, en el supuesto de que los votos de Vidal son votos de Larreta. Y también promoviendo ahora a Manes en el supuesto, también muy razonable, de que los votos de Manes son votos de Larreta. Es evidente que el enfrentamiento de fondo es Larreta - Macri. Es evidente que Macri tiene una vocación de participación en el juego sea o no candidato, que va a ser un problema en el futuro para Larreta y para Bullrich. Cualquiera que llegue a la presidencia va a tener que saber qué hacer con Macri.
Larreta parece verlo esto, porque tuvo una frase que pasó bastante inadvertida. Hizo un spot que todos vimos allá en el sur, lo lanzó, y esa noche fue a un acto en Tres de Febrero. Acto que quedó opacado por ese lanzamiento publicitario. Y en ese acto de Tres de Febrero, dijo algo que fue deliberado. Larreta pronunció la declaración más dura hasta ahora a nivel de la interna de Juntos por el Cambio y de su duelo sucesorio con Macri. Siempre hablando de que él es anti grieta, de que él busca una política de acuerdo y no de confrontación, dijo “porque nos gobernaron los dos lados de la grieta y miren cómo estamos”. Dijo algo intolerable para Macri y el macrismo: casi equipara la experiencia de Cristina con la experiencia de Macri y a los dos les atribuye el fracaso. Es algo que por una vía mucho más agresiva dice Milei cuando dice: “Son todos una casta, porque todos al final fracasaron”. Fracaso que está demostrado en que la crisis es muy larga. Este es uno de los problemas que tiene la política argentina hoy. La crisis es muy larga. Hay ya diez años de desencanto de la gente frente a la economía.
Larreta quiere mostrarse, entonces, como alguien que está puesto afuera de esa polarización y que está concentrado en gobernar. Probablemente hoy martes, en una demostración de que quiere presentarse como un hombre de gobierno, dé alguna novedad en la ciudad de Buenos Aires anunciando una rebaja de impuestos sin esperar a que la Corte le dé la razón a la Ciudad en materia de coparticipación. Él había dicho: “Si me devuelven los recursos que me quitaron, los voy a aplicar a una baja de impuestos”. Aparentemente, lo va a hacer sin esperar que le devuelvan los recursos.
¿Qué hay que mirar de este ajedrez? Qué nivel de respaldo va a tener cada uno a partir de las primarias. Si uno mira a un líder importante de los últimos 50 años con independencia del juicio que uno tenga respecto de la calidad de ese liderazgo y la orientación conceptual que tuvo, fue Menem. Porque, es cierto, tuvo un contexto de crisis que lo ayudó a llegar, y después casi lo devora. Pero, sobre todo, porque le ganó una interna a Cafiero. Es la única interna que celebró el peronismo desde el año 1945 hasta hoy. La única interna que le permitió decir en sentido pleno “somos un movimiento democrático”. Hubo un ganador y un perdedor. Probablemente hoy necesitamos que haya un ganador y un perdedor en cada fuerza política. Y no un candidato que para encarar esta agenda tan endiablada surja de un Zoom y tenga que volver allí cada vez que haya que tomar una decisión traumática.
La oposición, aquellos que enfrenten al próximo presidente, sobre todo si no es del peronismo, van a mirar el primer respaldo que hay que tener que es el propio. Qué nivel de subordinación consigue de los propios que lo acompañan. Y eso surge de una interna. De una confrontación clara, con ganadores y perdedores. Algo parecido sucede en el Frente de Todos.
Cristina está frente a un problema que es que cometió un error. Y ese error no es Alberto Fernández, sino uno más pequeño, pero que le complica un poco la vida. Se fue de boca en un arrebato emocional, creo que justificado porque estaba muy exaltada ese día, después de que la condenaron y dijo: “Detesto que me digan que soy una ladrona, y que estoy buscando fueros. No me presento a nada”. Y, ¿por qué fue un error? Porque la gran herramienta de presión que tiene Cristina Kirchner y, sobre todo, los kirchneristas, para mantener el poder en el peronismo, es por lo menos amenazar con que se puede presentar. El día que ella diga: “Quédense tranquilos que yo no juego”, los que la siguen quedan sin alguna herramienta de presión para integrar las listas y discutir el poder. Ahora están tratando de rescatarla de ese error con el argumento de la proscripción.
Los que la rodean más de cerca intuyen que no va a ser candidata a presidenta. Que hay algo importante que afecta, que es el escarnio público. Si se presenta, debe pensar: “Me tengo que someter a cuatro-seis meses donde el argumento va a ser que soy una ladrona”. Y eso produce reacciones emocionales como las que vimos cuando dijo: “Yo no me presento a nada”.
¿Senadora? puede ser. Los fueros son un tema delicado, porque pasó algo relevante en el Senado. Se dividió el bloque peronista y hoy esa fuerza está en minoría. Imaginemos que esa situación sigue en un contexto donde el kirchnerismo pierde, donde hay un gobierno de Juntos por el Cambio, o un gobierno de un peronismo antikirchnerista, que es lo que pretende generar ahora Alberto Fernández, y un clima muy antikirchnerista en la escena pública... Ese Senado, ¿vota o no vota que, a pedido de un juez, le quiten los fueros a Cristina Kirchner? Esta es la gran novedad que apareció detrás de esa división bastante incomprensible.
Más allá de esto, La Cámpora y el kirchnerismo que rodea a la vicepresidenta, la quiere o la necesita. Y ha empezado esta campaña de rescatarla del desistimiento. ¿Cómo? Diciendo que no está inhabilitada, que está proscripta. Se enredan en el argumento. Por ejemplo, Wado de Pedro dijo: “Porque la proscriben, la persiguen etc. y vamos a hacer todo para que cambie su posición”. Pero, ¿cómo? ¿La persiguen o hay que hacer que cambie su opinión? Andrés Larroque dijo: " Vamos a generar toda la potencia política necesaria para que Cristina revise su posición y pueda ser candidata”. Entonces, ¿hay una proscripción o hay una decisión? ¿La proscribieron o solamente le aplican el Código Penal y de Procedimientos, que establece que ante determinado delito no se puede presentar?
En los próximos días vamos a asistir a un protagonismo mayor de Cristina, sobre todo a partir del jueves, un día doloroso para ella porque de nuevo los jueces van a leer los fundamentos de la sentencia por la cual la condenaron. El viernes, ella va a aparecer en Viedma, en la Universidad de Río Negro. Va a dar una charla titulada Hegemonía o consenso, ruptura del pacto democrático, economía monetaria, inflación y FMI, crisis de deuda y fragmentación política. Si es por la temática, promete ser una conferencia de diez horas. Seguramente va a apelar a su poder de síntesis.
¿Qué es interesante de esto? La invita Claudio Doñate, el senador al que ella postula para el Consejo de la Magistratura. ¿Quién es la víctima de esta visita? Martín Soria, el ministro de Justicia que está enfrentado a Doñate. Van separados los peronistas en Rio Negro. Doñate arregló con Alberto Weretilneck y Soria va afuera de ese acuerdo. ¿Cuántas ganas tendrá Soria como ministro de Justicia de conseguir que Doñate llegue al Consejo de la Magistratura? Seguramente Doñate va a tener que buscar apoyo en otro lugar, que no sea en el Ministerio de Justicia.
Para el sábado se está preparando un afiche un acto en Avellaneda. Al día siguiente de que ella hable en Viedma. Los dirigentes de La Cámpora vuelven a Avellaneda. El afiche dice: “A 50 años del triunfo popular, luche y vuelve”. Es una consigna un tanto melancólica, una especie de vuelta al pasado retrospectivo. Que superpone la figura de Cristina como proscrita a la de Perón como proscripto. La consigna “luche y vuelve” es la consigna que se estableció para el retorno de Perón. ¿Cuánta gente se va a movilizar detrás de estas consignas? Es una incógnita. Ahora bien, ¿y si no vuelve? ¿Si luchamos y no vuelve?¿Quién es el candidato de Cristina Kirchner? Massa se prepara para esa escena. Cristina no lo quiso como Jefe de Gabinete, ¿lo querrá como candidato a presidente? ¿Son lo mismo en este caso La Cámpora que Cristina? ¿Cuánto recuerda, o le hacen recordar a Cristina, las cosas que hizo Massa entre 2013 y 2017 para que ella vaya presa? Esto es una enorme dificultad para la candidatura de Massa. Una dificultad superior al nivel de inflación.
Axel Kicillof está abrazado al sillón de Dardo Rocha, en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, como un náufrago a una tabla. No quiere que lo saquen de ahí. Y se prepara Wado de Pedro que tiene que adquirir un volumen suficiente para que el peronismo ligado a Cristina acepte ir detrás de él.
Del otro lado, Alberto Fernández, A quien pareciera que La Cámpora está forzando a ser candidato, porque lo insultan tanto que tiene que evitar que haya un candidato que lleve esa bandera del insulto a la elección. Alberto se pregunta: “¿Ese candidato que no me ataque sería yo, o habrá otro capaz no insultarme?”.
Es un signo de interrogación que está en el centro de la escena del peronismo y que ayer agregó una novedad, en un lugar muy identificado con el Kirchnerismo, el portal El Destape, que dirige un militante kirchnerista como es Roberto Navarro. Se publica una conversación entre el Presidente y Roberto Navarro diciendo: “Tiene que haber un candidato kirchnerista y yo que lo enfrento. Mi consigna sería ‘para terminar con 20 años de kirchnerismo’”.
Daría la impresión de que también acá se va a una interna, con una incógnita adicional. ¿Hasta qué punto esta interna no va a afectar la unidad de los bloques, ya no del Senado, de la Cámara de Diputados, donde los alineamientos son extraños? Si uno mira el tema de la operación del juicio político a la Corte, ¿quiénes la llevan adelante? Leopoldo Moreau, que es Cristina; Eduardo Valdés, que es Cristina; la diputada Gaillard, que es Alberto; el diputado German Martínez, presidente del bloque, que es Alberto o Agustín Rossi. La Cámpora ahí tiene un rol discreto, casi no se pronuncia. ¿Cómo son los alineamientos parlamentarios? ¿Un enfrentamiento en la cúpula podría terminar con la unidad del bloque peronista en el Congreso antes de las elecciones? Enorme incógnita.
¿Va a haber ganadores? ¿Va a haber vencedores? Cómo se reconstruye la calidad de la representación en una época de tanto desencanto, donde Juntos por el Cambio está impugnado por Milei y donde aparece otra impugnación en el Frente de Todos que es Juan Grabois, con el patrocinio brumoso, tácito del Papa, quien debe ver un avance de Massa probablemente como una pesadilla. ¿Qué pasa si Grabois saca 5% de los votos como presidente? ¿Qué pasa en el Frente de Todos, en medio de una elección ajustadísima?
Estamos hablando de una agenda endiablada, de la necesidad de reconstruir la calidad de la representación, de volver a encantar a la gente con la política y en este contexto aparece un drama que es Rosario. Importante porque hay muertes, porque hay narcos, porque nadie se salva, ni Messi. Pero hay otra razón, los hechos de sangre con lo lamentables que son, están tal vez distrayendo de un problema nuevo, que es que el problema del narco no está solamente en las peleas entre bandas. Está en la política que protege a esas bandas y está en las fuerzas de Seguridad de Santa Fe.
El viernes pasado, un dirigente político de la provincia de Santa Fe observaba: “Hay enfrentamientos armados, pero nunca muere un policía. ¿La policía de Santa Fe es parte del problema?” Un estudio que realizó Hernán Flom, un experto en seguridad para el Instituto Kellog, se titula Quién protege a quién? Políticos, policías y la regulación del tráfico de drogas en la Argentina. Flom plantea que hay droga en Santa Fe y en la provincia de Buenos Aires, pero en Santa fe hay sangre y en la Provincia de Buenos Aires, no. ¿Por qué? Su tesis expone que en la provincia de Buenos Aires el tráfico de drogas está administrado y regulado por el Estado a través de la policía bonaerense. Lo mismo propuso en una radio de Rosario, hace más o menos seis o siete semanas, Sabina Frederic, exministra de Seguridad de este gobierno, actual encargada de los Cascos Blancos en Cancillería. Ya no tenemos que elegir entre narcos sí, o narcos no. Tenemos que elegir sangre sí, o sangre no. Porque al narco ya lo tenemos instalado. Entre este subsuelo alarmante y la reconstrucción de la legitimidad está la tarea de la dirigencia política.
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