El comandante Horacio Verbitsky pasó a retiro. Esa es una y solo una de las consecuencias políticas del tráfico de vacunas del gobierno de los Fernández.
Verbitsky ya venía muy cascoteado porque se descubrió que su portal, que apenas tiene poco más que 170 mil visitas, recibió, solo del Estado nacional, más de 5 millones de pesos de pauta publicitaria. A esa cifra hay que sumarle el aporte que le hacen las provincias peronistas y algunos organismos descentralizados. Es una contribución para el periodismo militante bancado con el dinero de todos los argentinos. Típico de los K.
Pero esta vez, Verbitsky sufrió mucho fuego amigo. Roberto Navarro, otro pauto traficante colosal y mendicante, el propietario de la radio de muy bajo alcance, despidió a Verbitsky por Twitter. Lo rajó de un saque con el siguiente argumento: “Es una inmoralidad que con 50 mil muertos haya vacunados vip. Es inmoral quien lo autorizó y quien se vacunó. Aquí no hay inocentes. Y alguna opereta atrás, seguro habrá. Le hice saber a Horacio Verbitsky que ya no seguirá con sus columnas en esta radio”. Lo liquidó. Lo dejó de patitas en la calle.
Alberto le hubiera podido entregar la embajada en la Unesco, en Paris, pero ya se la regaló a Marcela Losardo. De todos modos, Horacio ya consiguió trabajo en otra radio K, pero que tiene todavía menos repercusión y audiencia que la anterior. Fue como un tiro en los pies que se pegó Verbitsky. Su sincericidio fue como si hubiera accionado el botón del cohete que lo mandó a la luna.
Fue tan grave y repugnante lo ocurrido que hasta los trabajadores del Centro de Estudios Legales y Sociales (Cels) emitieron un comunicado de repudio. Dijeron que el presidente de esa organización “fue vacunado por fuera del sistema establecido, a través de una cadena de favores y a título personal”. Y señalaron: “El equipo de trabajadores rechaza esta o cualquier otra acción o privilegio” de estas características.
El presidente Horacio pidió licencia y se fue de vacaciones a un lugar secreto. El Cels supo ser un organismo plural de prestigio. Hoy Verbitsky lo convirtió en una unidad básica de Cristina Kirchner que maneja con mano de hierro. Por eso tiene tan importancia la crítica de los trabajadores. Porque nadie se le anima a Verbitsky, que está atornillado al cargo como si fuera un Gildo Insfrán de Formosa.
Juan Grabois, piquetero y amigo preferido del papa Francisco, dijo varias veces que lo desprecia. Supo acusarlo de “gorila, mitómano, botonazo y decadente” y dijo que recibe el financiamiento de “la Fundación Ford y el British Council, entre otros organismos multilaterales”. El año pasado tuvo donaciones por más de 124 millones de pesos. Es una suerte de robo para la Corona de la reina Cristina.
Grabois no se privó de pegarle al caído: “Siempre fue un traficante de influencias, personaje inmoral que opera en nuestro campo. Lejos nuestro, por favor”.
En las redes, se burlaban llamándolo “servicio esencial” y la Pajarita, una estrella de Twitter, lo rebautizó como “servisky”.
De ambas veredas ideológicas, le apuntan a su condición de segundo jefe de inteligencia de Montoneros, que luego trabajó de doble agente y entregó a sus compañeros a las catacumbas del terrorismo de Estado.
Miguel Ángel Toma, en la Televisión Pública, le dijo en la cara que fue un verdugo de sus propios compañeros, que delató y mató para la dictadura.
Pero también, entre sus propios excompañeros de la guerrilla recibió acusaciones similares. Miguel Bonasso confirmó que en 1978, año en el que había más cadáveres y desaparecidos, Verbitsky firmó un contrato y cobró -con su verdadero nombre y apellido- un sueldo mensual de la Fuerza Aérea. Escribió un libro sobre la historia de la Aeronáutica y se movía libremente por el centro de la ciudad de Buenos Aires. Los documentos de la época le fueron aportados por el hijo del Comodoro Juan José Guiraldes al colega Gabriel Levinas que escribió el libro titulado: “Doble agente”.
Jorge Lanata en su programa, supo chicanear varias veces a su excompañero de Página 12: ponía sobre la mesa un perro de juguete y decía que era más grande que Dylan, el perro de Alberto. “Este es el perro faldero de Cristina”, decía con ironía.
Ante la catarata de críticas, “El Perro” se hizo pichicho, se fue a la cucha y por primera vez en su vida pidió disculpas y dijo que estaba arrepentido de haber robado las vacunas que les correspondían a los más vulnerables.
Verbitsky siempre fue considerado un mercenario del espionaje infiltrado en el periodismo profesional.
Horacio hace mucho que tiró su credibilidad a los perros. Fue el autor intelectual del fracaso más grande del concubinato entre el cristinismo y los organismos de Derechos Humanos cooptados por la expresidenta. Verbitsky puso la piedra fundamental de un castillo de naipes que se derrumbó en el caso de Santiago Maldonado. Su falta de profesionalismo y poco interés por la verdad y su desesperación por atacar a Mauricio Macri lo llevaron a eyacular precozmente un título legendario que quedará en la historia del falso periodismo: “Macri ya tiene su primer desaparecido”. Así tituló su comentario del 7 de agosto en Página 12. En la bajada agregaba que era “el primer” desaparecido de Macri y que Santiago Maldonado fue “detenido en Esquel por la Gendarmería”. Esto que le digo es la más pura verdad. Puede ir a Google y poner los datos, y va a poder leer la nota completa. Enseguida en su propia nota, el para-periodista, pero ahora en su carácter de presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales informó que “pidió la intervención del Comité Contra la Desaparición Forzada de Personas de las Naciones Unidas”. El Verbitsky de Página 12 tuvo la primicia del Cels del que es presidente.
El segundo paso de la monumental operación fracasada fue Cristina que tuiteó textualmente: “Su hermano me cuenta que testigos vieron que la Gendarmería lo rodeó, y lo golpearon y lo subieron a una camioneta de esa fuerza”.
El tercer paso de la mentira que terminó de vaciar la confianza en las entidades humanitarias con camiseta de Cristina fue la rueda de prensa que ofreció Estela Carlotto sentada al lado de Verbitsky, esta vez como presidente del Cels. La presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo dijo sin ponerse colorada: “Que tenemos un detenido desaparecido en democracia, señor Macri”. Ni detenido, ni desaparecido, señora Carlotto.
Todos saben ahora cómo terminó esta farsa montada por Verbitsky, Cristina, Estela y otros personajes menores y payasescos de ese esquema que llegaron a decir que “a los muchachos de la Gendarmería se les había ido la mano y Maldonado se les había quedado en la tortura”. No entiendo cómo estos mentirosos seriales y mercenarios pueden seguir hablando con tanta liviandad por la televisión después de semejante brutalidad.
Ahora, todo el mundo sabe la verdad que Verbitsky intentó traficar.
Santiago Maldonado no fue detenido ni desaparecido. Lo único forzado fue la versión de los mapuches más violentos que inventaron una ficción que incluyó hasta binoculares que luego desaparecieron como por arte de magia.
Maldonado, según el informe oficial de 55 de los peritos más prestigiosos del país y de todas las partes, no tuvo golpes, ni lesiones cortantes ni penetrantes y murió ahogado en el lugar en el que estuvo más de 70 días en el agua. No fue arrastrado y su cuerpo no fue manipulado. Es más, algunos de los testigos sí fueron manipulados y van a tener que pagar ante la Justicia por falso testimonio. Y es posible que alguno sea acusado de abandono de persona seguido de muerte y de haber obstaculizado el accionar de la Justicia.
Entre los 55 peritos estaban varios de los más prestigiosos del mundo como integrantes del Equipo Argentino de Antropología Forense. Hay que desenmascarar al verdadero Verbitsky que se dice periodista de investigación y no publicó una línea sobre los robos y estafas de Cristina, Néstor y Máximo Kirchner, Amado Boudou, Julio De Vido, Lázaro Báez, Ricardo Jaime, José López, y siguen las firmas. Por eso digo que fue el principal encubridor de la megacorrupción de Estado K. Porque durante el menemismo fue un certero investigador y durante el kirchnerismo, en el que milita, fue el comandante de la impunidad para Cristina y sus cómplices.
Ahora reconocemos sus mentiras infames. Es un personaje antidemocrático que siempre fue más topo que perro.