El escritor y profesor de historia habla del pasado de la Argentina y revela que tiene anotados en una libreta todos los partidos del inminente campeonato planetario
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Eduardo Sacheri se decidió a fusionar sus dos oficios -exitoso escritor y profesor de historia- en su libro Los días de la Revolución. “Por primera vez cruzo al escritor y al profesor”, expresa a propósito de la publicación del primero de una serie de cuatro libros que abarcarán 110 años de nuestra historia, desde 1806 (“cuando no era Argentina”, como dice la bajada de su nueva obra, hasta 1916, cuando asume el primer presidente elegido por voto secreto y obligatorio).
“Me costó mucho encontrarle el tono al libro. La historia es una ciencia narrativa en su construcción. Soy muy de planificar en las novelas antes de ponerme a escribir. El arte tiene una cosa lúdica necesaria; cuando estudiamos historia, no”, dice en diálogo con Pablo Sirven. Le parece importante aclarar que “la historia es más que tres o cuatro fulanos que te caigan bien o mal. Tratemos de sacar esa cosa de héroes y villanos”.
El hombre que escribe historias de ficción y que dicta la materia Historia desde hace un cuarto de siglo en colegios secundarios del conurbano es el entrevistado de esta semana de Hablemos de otra cosa, de LN+.
La conversación tiene lugar en una de las librerías más lindas de Buenos Aires, Falena, que funciona en una antiquísima casa ubicada en una tranquila esquina del barrio de Chacarita.
Sacheri recuerda que “cuando Napoleón invade España y toma presos a Carlos IV y a Fernando VII descabeza un imperio”. Los días de la Revolución cuenta el vertiginoso lapso que va de 1806 a 1820. “Arranqué en 1806 -explica Sacheri- porque las invasiones inglesas son un catalizador muy claro de lo que va a venir”. Y amplía: “Que se dote de un poder militar es muy importante para todo lo que va a suceder en esos años”.
Son apenas catorce años, pero pasa de todo: dos invasiones inglesas, tres virreyes, Revolución de Mayo, Primera Junta, Junta Grande, dos triunviratos, Asamblea del Año XIII, la guerra contra los realistas, la declaración de la Independencia, el cruce de los Andes, ocho directores supremos, la Anarquía. “No solo pasan un montón de cosas en muy pocos años, sino que no hay plan”, puntualiza. Y agrega: “Disputar por el poder, decidir organizar un estado, es una discusión abierta en la Argentina de hoy”.
El dilema de aquellos años no solo era recuperar la concordia y la administración pacífica de los asuntos públicos, sino elegir el formato de las instituciones a las cuales la sociedad se sometería.
“Repúblicas en 1810, además de los Estados Unidos no había ninguna. Era muy lógico que pensaran en monarquías. Como estaban en medio de un caos, la monarquía les sonaba más ordenada que una república. Cuando explota todo, el Virreinato solo llevaba tres décadas de armado”, explica.
Sacheri ha dicho que cerrará su serie de libros en 1916 porque para ese año, a su entender, ya había “un país consolidado”, la Argentina ya era un país reunificado, con una Constitución Nacional desde 1853 y las instituciones en marcha.
El autor de El funcionamiento general del mundo cuenta cómo la elite ve necesario consolidar un relato histórico. La vertiente liberal fundacional la encarna Bartolomé Mitre, con sus clásicas historias de San Martín y de Belgrano. Varias décadas más adelante aparece la lectura revisionista de la historia.
“Una de las cosas más notables de una sociedad liberal es que las cosas se discutan porque no hay nadie especial que te baje las órdenes”, subraya Sacheri. En cambio, prosigue, “controlar los discursos es el sueño de todo déspota”.
Con respecto al revisionismo histórico opina que “le encontraron una serie de defectos a ese modelo político social liberal, pero juega el mismo partido que esa historia liberal y lo que nunca hace es formularse preguntas nuevas”. Cree, en definitiva, que “liberales y revisionistas tuvieron su discusión, pero de los años 60 para acá ya no tiene sentido seguir sosteniendo”.
Con respecto a la educación, y su mirada bien cercana como docente experimentado, consigna preocupado que “cada vez egresan menos alumnos en relación a los que ingresan”. Insiste con su mirada pesimista: “Es cada vez más difícil y menor el conocimiento. Es un deterioro evidente e invisible. Los docentes tenemos un nivel de preparación muy malo, pero el aula sigue siendo un ámbito proclive a que sigan pasando cosas buenas”.
El tema lo apasiona: “Creo que el problema es tan grave que ni siquiera se trata de una cuestión de métodos. El sistema educativo de un país no puede descansar en la pasión de sus ejecutores. E indudablemente hoy no contás con la autoridad preexistente del docente”.
A diferencia de la ciudad de Buenos Aires, en la provincia, señala Sacheri, “la toma de escuelas nunca fue una práctica habitual y sigue sin serlo”.
Criado por la pasión por el fútbol y, específicamente, por Independiente, que le inculcó su padre, y por otro lado por un entorno femenino integrado por madre, abuela, tía, hermana, reconoce un aporte fundamental por parte de esas damas entrañables. “Las mujeres con las que me crie me enriquecieron en cantidad y en calidad. Estoy seguro que sin ellas mi concepción del mundo sería más simple, pero entré a la pasión a la escritura por mi papá”.
Hacia el final del programa se produce un breve, pero enriquecedor intercambio entre Sacheri y Marcela Giscafré, la dueña de la librería Falena, donde se lleva a cabo la grabación de Hablemos de otra cosa. “Falena es una librería que se especializa en ciertas temáticas -informa la anfitriona-; el librero ofrece aquel material en el que confía”.
Para finalizar, Sacheri confesó que se toma muy en serio el inminente Mundial de Fútbol. “Tengo en la agenda anotados todos los partidos. El Mundial es la interrupción de mi universo”, se sincera.
Hablemos de otra cosa se emite los sábados, a las 22, por LN+.
LA NACION