El conductor de El Noticiero de LN+, relató la anécdota en ocasión de las actuales tomas en varios colegios de la ciudad de Buenos Aires
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En el clásico pase de los viernes, Eduardo Feinmann, conductor de El Noticiero de LN+, dialogó con Pablo Rossi, a cargo de Hora 17, e intercambiaron opiniones sobre la actualidad política y económica del país, con los datos más salientes de la jornada.
Uno de los temas más importantes que abordaron fue la toma de varios colegios en la ciudad de Buenos Aires por parte de los estudiante y las consecuencias que esos hechos deberían traer.
En ese contexto, Feinmann aprovechó para recordar una anécdota de su niñez donde, en una surte de travesura, lanzó un “petardo” en el último día de cursada de su colegio primario y casi provoca su expulsión del establecimiento: “Yo asistía a un colegio público, llamado Sarmiento, que quedaba por la calle Lavalle antes de llegar a Pueyrredón y me acuerdo como si fuera hoy que el director tenía el apellido Zambrano”, introdujo al tema.
Y agregó: “Todos teníamos 12 años, estábamos por terminar el primario para pasar al secundario, y alguien en la clase dijo ‘tengo un triangulito, vamos a tirarlo’, en referencias a esos clásicos petardos de baja peligrosidad pero mucho ruido. “Como yo era el payaso del curso, lo agarré”, afirmó el periodista.
Acto seguido, detalló el recoveco donde lo tiró y causó una situación apremiante para su continuidad en el colegio: “Había una ventana en nuestra aula que daba a una terraza y después a la casa del vecino. Eduardito se subió, prendió el triangulito y lo tiró para que haga ruido. A los 10 minutos, empezamos a sentir sirenas, llegaron los bomberos y resulta que el petardo cayó arriba de un toldo que se incendió,. Por suerte se apagó rápido”, rememoró.
A caballo de la anécdota, el periodista recordó la reprimenda que recibió del director: “Llegó el señor Zambrano al aula y preguntó quién había tirado el petardo. Nadie contestaba. ‘si no me dicen quién lo tiró quedan todos expulsados del colegio y repiten el año’, afirmó y ante la insistencia dije que fui yo. A raíz de eso, llamaron a mi papá que tuvo que hablar y rogarle para que no me echen, le imploró al rector y acordó con el señor Zambrano cómo tenía que pagar lo que había hecho”.
A días de culminar sus estudios primarios, Feinmann, en consecuencia del daño que provocó, debió transcurrir sus últimos días junto a los alumnos de tercer grado, lo que, según su apreciación, era un motivo de burla de sus compañeros: “Lo peor que podía pasar es que me manden a tercer grado y así fue, me sentaron adelante durante una semana y me tuve que comer la gastada de los chicos”.
Luego de entender de la gravedad del asunto, Feinmann, entre risas de sus compañeros, confesó: “Mi papá me llevó de patadas en el or... del colegio a casa. Durante dos meses no salí ni a la puerta. Estaba en penitencia. Nunca más se me ocurrió hacer una cosa similar y ahí aprendí que el que las hace, las paga”.
Por último, a modo de actualizar su historia con lo sucedido en estos días, cerró con una especie de moraleja para advertir a los estudiantes: “Todos fuimos chicos y la hicimos, pero hay consecuencias y yo me comí un castigo”, concluyó.
LA NACION