Se desatan tensiones en el oficialismo; es muy difícil para el kirchnerismo relacionarse con los datos que refleja el panorama sociolaboral de la Argentina; el conflicto que se abre en La Matanza
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Hace muchos años, un senador brasileño solía afirmar que con la política pasa como con las nubes. Uno las mira y tienen un diseño, pero las deja mirar y al rato, casi sin que uno se dé cuenta, esa configuración levemente y de a poco cambió. Esto es lo que está pasando delante de nosotros en la Argentina, en estos días, en estos meses. Si uno mira con atención la forma de la nube, el diseño que va teniendo el juego, el diseño de la política, va a ver que hay algunos rasgos que de a poco se van modificando y es importante advertirlo porque si uno sigue mirando el mismo fenómeno con categorías anteriores, esas categorías ya nos explican menos.
Hay algo que no se modifica. Cuando miramos la escena pública y, puntualmente, al oficialismo vemos que va perdiendo popularidad porque está liderando una escena caracterizada sobre todo por el malestar social. Ese malestar ya no interpela solo al oficialismo sino a toda la clase política. Pero, como siempre el principal imputado cuando la gente está enojada es el Gobierno.
Esto produce distintas conductas y diferentes reacciones en los principales líderes del Frente de Todos, del peronismo, del kirchnerismo. Lo vemos cambiar. Están tratando de buscarle la vuelta a ese malestar y a esa pérdida de popularidad. Por momentos se diferencian del Gobierno. Pero después se dan cuenta de que esa diferenciación llega a un extremo que los perjudica y tratan de buscar puentes internos. En eso están.
Estos últimos días se conoció una entrevista que le ofreció Máximo Kirchner al periodista Tomás Rebord, que realiza largas entrevistas por YouTube. El formato le da al entrevistado la oportunidad de hablar mucho y expresarse sobre distintos temas, casi sin límite de tiempo. En el caso de Máximo Kirchner duró más de tres horas.
Hicimos dos recortes para advertir que lo que parecía hasta la semana pasada un enfrentamiento con Alberto Fernández, que llevaba al límite de la ruptura, ahora se modificó. Máximo Kirchner dice: “Los problemas de la Argentina son muy grandes para una mesa tan chica. Creo que tenemos que ampliar y que tiene que haber mucha más discusión y bueno obviamente la discusión a veces toma un cariz complejo. [...] Cristina es brava también, y encima es mina. Imaginate para algunos hombres, se ponen muy inestables ante eso. Respecto a su carácter, por lo menos en el caso de Alberto, la conoce hace mucho tiempo, no es que va a desconocer cómo va a ser Cristina en un debate o una discusión...”.
“Los problemas de Argentina son muy grandes para una mesa tan chica”
— Corta (@somoscorta) November 14, 2022
Máximo Kirchner pidió que haya más referentes del Frente de Todos para discutir las medidas de gobierno y contó que se alejó del oficialismo por "la bicicleta constante" en las decisiones del Poder Ejecutivo. pic.twitter.com/HhchvXtGBY
Máximo Kirchner pide lo siguiente: una mesa en la que esté Cristina, Sergio Massa, Héctor Daer, Emilio Pérsico y Wado de Pedro, como un espacio para debatir las cosas. “Pero donde ni quiero estar yo”, aclara. Y dice: “En este momento prefiero ayudar desde un lugar que es hablar con todos los compañeros y compañeras que pueda, con la gente, ver qué les podemos diseñar, cómo están las cuestiones de gestión, recorrer, estar. No tengo ganas de estar en otra posición, ya pasó eso y creo que hay gente que en esta coyuntura lo puede hacer mejor que uno”.
“Que estén Cristina, Massa, Daer, Pérsico, Wado; yo ni quiero estar. Pero creo que tiene que haber un lugar donde hay que debatir las cosas”
— Corta (@somoscorta) November 14, 2022
Máximo Kirchner pidió una mesa política de la que también participen los gobernadores y los intendentes. pic.twitter.com/MSBAttq6y3
Está diciendo algo que, si uno mira sistemáticamente la argumentación oficial, el kirchnerismo le viene pidiendo a Alberto Fernández: “Déjanos cogobernar, armá una mesa donde se pueda discutir la política oficial, la política de Gobierno”. Están en un brete, porque la identificación que sería formar esa mesa tendría también un costo. Curiosamente, Máximo Kirchner se excluye, pero incluye a gente inesperada para lo que serían sus afinidades y rechazos, como Emilio Pérsico, del Movimiento Evita, que se lleva pésimo con La Cámpora; Daer, de la CGT convencional; los gobernadores, que no todos están alineados con Cristina Kirchner. A muchos les gustaría un Alberto más fortalecido para tomar cierta independencia del kirchnerismo. “En esa mesa yo puedo no estar”, dice Máximo. Eso llevaría a una identificación que en algún punto contamina. La alternativa es lo que veíamos en los discursos anteriores.
Máximo dice que Cristina y Alberto “tendrían que hablar. Sobre esto hay algunas curiosidades, por ejemplo, el viaje que realiza Alberto Fernández a una cumbre de la paz en París y después el viaje hacia Indonesia, donde en Bali se está realizando la cumbre del G20. Si uno hace la cuenta de las veces que Alberto Fernández se vio con Macron este año, se vio más veces con el presidente de Francia que con la vicepresidenta de la Argentina. Hay una fascinación misteriosa con el presidente de Francia, a quien le dedicó 12 tuits. No obtuvo ni una respuesta. Llegó a Bali, y después de verlo cuatro días en París volvió a comer con él.
El problema de fondo se ve en gráficos que nos pintan el panorama sociolaboral de la Argentina, que mortifica muchísimo al kirchnerismo. Porque esa corriente puede estar diseñada para que se le levanten en contra los mercados, pero no para que se le levanten en contra los sectores populares, porque sienten que en términos sociales el Gobierno no da respuesta.
Un gráfico de Fernando Marull muestra cómo el empleo privado asalariado se derrumbó desde agosto/octubre del 2018. Llegó a un piso en la cuarentena, donde hubo una gran destrucción de puestos de trabajo. A pesar de que hay una recuperación del empleo, hasta niveles que todavía no son los anteriores a la crisis de 2018, desde abril de 2018 hasta ahora estamos en una misma crisis. Que no nos confunda el cambio de Gobierno ni la polarización. El problema sigue estando ahí. Alta inflación, problemas de estancamiento y actividad, problemas con el tipo de cambio, un gasto público disparado y difícil de financiar, problema de deuda. Todo esto lo estamos padeciendo hace más de cuatro años. Todavía no volvió el empleo a los niveles anteriores a esa crisis. Sí se recuperó respecto a la pandemia.
Por otro lado, el salario real en la Argentina, el salario medido en relación con la inflación tuvo una caída que viene desde abril de 2017 y que no se recupera y sigue cayendo. Esto, por supuesto, es determinante de la percepción que tiene la gente del Gobierno, del estado de ánimo general y del triunfo o fracaso electoral del que está gobernando.
Otro gráfico, de la consultora Empiria, divulgado por Milagros Gismondi, muestra mejor qué pasa con el empleo. Es revelador, de la Argentina de hoy y de la de hace mucho tiempo. Por un lado, están el empleo informal, en negro, y los monotributistas; por otro, el trabajo asalariado privado, que no se mueve. No hay creación. Más bien hay destrucción, desde la pandemia de 2020. El empleo asalariado es el empleo formal del convenio de trabajo. Y hay otro empleo, el de los monotributistas o los informales que es lo que más crece en la Argentina. Es obvio que haya malestar social, porque las políticas de estímulo que vienen por el lado de las paritarias para recuperar el salario no alcanzan. La gente que trabaja en la informalidad está viviendo un ajuste fenomenal de los ingresos y no tienen cómo pelear porque está desprovista de representación sindical, no pertenece a lo que se llamaba la sociedad salarial. Estamos hablando de algo que en términos históricos sería el abandono de la Argentina peronista, la soñada en los años cincuenta. Esta es otra Argentina. No es un país con más pobres, no es uno con más informalidad, es otro país porque el cuadro sociolaboral implica otra vida política.
Es muy difícil para el kirchnerismo relacionarse con estos datos. Esta es la incomodidad que estamos viviendo. Ahí está Máximo Kirchner que no sabe cuánto acercarse a Fernández y cuánto alejarse de Fernández. Lo mismo le pasa a Cristina que no sabe cómo explicárselo a los propios, que empiezan a dejar de votar, se van a la abstención, se van a la ultra izquierda o se van a la ultraderecha de Javier Milei. Los jóvenes descontentos de clases más vulnerables, también buscan expresarse a través de alguien que tal vez no los interprete ideológicamente, pero los interpreta emocionalmente, saben que están enojados.
Para mejorar la situación del salario, ese salario real que se deterioró, hay que abaratar las cosas, hay que frenar la inflación. Uno debería tener acceso a bienes que en general están ligados al dólar, porque en cada cosa que consumimos hay un insumo que debe ser adquirido en dólares. Acá viene el problema adicional, que es la falta de dólares agudizada por la falta de lluvias, que amenaza la siembra y la cosecha gruesa. Este domingo llovió y fue una bendición, pero llueve la décima parte de lo que llovía el año pasado, y llueve la mitad de lo que llovía en 2017 cuando empezó el problema de la sequía que afectó después en 2018 al gobierno de Macri, también con un estrangulamiento en la oferta de dólares. Hay una especie de tormenta perfecta donde la naturaleza, la meteorología, conspira contra las necesidades macroeconómicas del Gobierno porque ya hay pocos dólares y podría haber menos dólares.
Uno podría decir que el Gobierno está trabajando para los mercados. El Gobierno podría decir: “Massa está realizando un ajuste importante”. Massa está haciendo el ajuste de lo que podríamos llamar la expansión del primer semestre de Martín Guzmán, que fue señalado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), cuando le dijeron: “Te expandiste tanto que tenés que hacer una reducción del gasto de 7 puntos por encima de la inflación”. Hoy el gasto está subiendo menos que la inflación y la tasa de interés está subiendo, aun cuando no sea todo lo positiva que tiene que ser. Ese es el ajuste monetario fiscal que está llevando adelante Massa. El Gobierno podría abrazar esas banderas y decir “los convocamos a un sacrificio para normalizar la economía”. No lo hace por miedo a Cristina y Máximo Kirchner. Entonces los pobres están enojados y los representantes de la inversión también.
En este sengido, hubo una visita la semana pasada, que curiosamente pasó inadvertida. Es la visita de Jamie Dimon. Es probablemente el banquero más importante del planeta. Chairman de JP Morgan, el banco de inversión más importante del mundo. Estuvo en Buenos Aires. Un dato interesante: no vio a ningún funcionario oficial. No lo invitaron o no le interesó. Estuvo almorzando con un par de empresarios de primer nivel en Buenos Aires. Quiso encontrarse con más empresarios, sobre todo del sector tecnológico, y para encontrarlos tuvo que viajar a Punta del Este. Y allí sí hubo una reunión con varios empresarios argentinos. Y se produjo un intercambio interesantísimo porque Dimon les dijo: “¿Qué hacen ustedes acá?”, y le respondieron: “Estamos acá porque no nos dejan estar allá, por las reglas que son fluctuantes, una carga impositiva que no soportamos, falta de seguridad jurídica”. Dimon no se dejó convencer y contestó: “Esas mismas cosas me pasan a mí en Estados Unidos, ¿o se creen que me la hacen fácil? Pero hay que estar ahí, peleando”. Es un mensaje inesperado del principal banquero del mundo a un sector importante del empresariado argentino. Pasó entonces la visita de Dimon con dos rarezas: no vio a nadie del poder oficial, del Estado, pero también le costó en Buenos Aires encontrar gente del poder económico.
Este panorama hace que el Gobierno no esté bien con el mercado y tampoco esté bien con los sectores populares. Nosotros miramos cíclicamente lo que mira la política, lo que mira Cristina Kirchner y Alberto Fernández: el salario real y el resultado presumible del oficialismo (mediante un gráfico elaborado por Fernando Marul). La curva del salario real subió en 2011. Cristina sacó el 54% de los votos, la edad de oro. Por otro lado, el salario real del 16 al 17, con un dólar atrasado, había muchos dólares para atrasar el tipo de cambio y Macri saca el 42%. Luego, hay una caída y Macri saca el 40%. Y finalmente el resultado de la elección del oficialismo el año pasado: 34%. Si siguiera la correlación entre salario real y resultado electoral y hoy fueran las elecciones, el kirchnerismo sacaría 27% de los votos. Bueno, es obvio que si miran esto van a estar nerviosos. Vamos a ver qué dice Cristina Kirchner el jueves cuando hable como única oradora en La Plata.
El malestar social desata tensiones en el oficialismo, en la política. Tenemos un mapa del país, con un centro político, su centro de gravedad, el campo de batalla, que es el conurbano bonaerense. Y dentro de ese conurbano una zona especialmente densa, un partido que nunca se dividió, que es La Matanza, el ancla histórica del peronismo, el ancla del kirchnerismo y de Cristina Kirchner en el conurbano bonaerense. Es la palanca desde la cual el peronismo controla todo. Esta es la razón por la cual ha sido difícil en todos estos años reemplazar el liderazgo de Cristina Kirchner. Porque tiene su base ahí, en el lugar para el cual se inventó el peronismo, el lugar de esa sociología que empieza a crujir.
En las últimas elecciones presidenciales, el kirchnerismo, el Frente de Todos, hizo una elección impresionante en La Matanza. Alberto Fernández sacó 65% de los votos con Cristina. Axel Kicillof sacó 65% de los votos y el intendente, Fernando Espinoza sacó 64% de los votos. Arrasaron. Macri sacó alrededor de 23% de los votos en esas elecciones del 2019. Por primera vez estalla una crisis importante en el poder de La Matanza y estalla de una manera poco elegante, escabrosa, vamos a ver qué pasa con el correr de los días. Toca muchos ángulos del poder, muchas aristas. Es una denuncia contra el intendente Espinoza por abuso sexual de alguien que fue por muy poco tiempo su secretaria privada. Esta persona, una modelo, va a la Justicia a denunciar a Fernando Espinoza, habla de reuniones con él, con alguien que sería la mano derecha -y sobre todo izquierda- de Espinoza de apellido Lentinni. Reuniones en un lugar de San Telmo, en una casa que podría haber sido un caserón perteneciente a Amado Boudou, donde aparentemente había, esto lo mostró Luis Majul en La Cornisa, en LN+ una especie de paraíso de cajas fuertes, aunque no está muy claro qué guardaban.
Lo cierto es que esta denuncia contra Espinoza debilita al intendente de La Matanza y abre por primera vez una interna en la que parte del oficialismo pretende ya no ir con Espinoza, sino ir con Verónica Magario, que fue intendenta del partido. Es la vicegobernadora de Kicillof en la provincia de Buenos Aires. Todo el mundo da por cierto que fue pareja de Espinoza. Compartían un departamento en el barrio de los intendentes del conurbano, que es Puerto Madero, y no sabemos muy bien, mejor no averiguar, por qué terminó esa relación. El padre de Magario está enardecido con Espinoza. El padre de Magario no es un personaje cualquiera, se llama Raúl Magario y era el tesorero de los Montoneros. Ahora que decimos la palabra “Montoneros”, Magario era el tesorero de Firmenich. La casa de Firmenich está en La Matanza. Allí ahora vive Emilio Pérsico, que está casado con Patricia Cubría, candidata en contra de Espinoza. O sea que ya tenemos a Espinoza, Magario, el Movimiento Evita con Pérsico y Patricia Cubría dividiendo el peronismo de La Matanza. La pregunta que se hace Espinoza seguramente, con esta narración como telón de fondo, es de dónde vino la denuncia, quién impulsó a su exsecretaria.
Hay que agregar a La Cámpora, que tiene un dirigente en La Matanza muy ligado a Máximo Kirchner, Facundo Tignanelli, que tampoco se lleva muy bien con Espinoza. Hay puentes o túneles misteriosos que hacen que cuando empieza a resquebrajarse el suelo electoral, la base de un movimiento político, empieza a haber este tipo de problemas de disidencias y de fisuras. Ahora, sucede nada más ni nada menos que en el corazón del conurbano, en el anclaje principal del oficialismo en la demografía de la provincia de Buenos Aires. Es un conflicto feo. Con temas escabrosos. Va a haber preguntas sobre qué hacen los y las militantes de las cuestiones de género si esto se verifica. En la política está lleno de este tipo de abusos ligados a lo peor del machismo. Este es un problema que termina en tribunales de manera escandalosa.
No es el único caso, si miramos a la oposición pasan cosas parecidas: también los conflictos pasan por Tribunales. Hace poco, en una entrevista que le hizo José del Rio a la jueza Sandra Arroyo Salgado, conocida por todos porque es la exmujer de Alberto Nisman, formuló una imputación muy grave contra el diputado presidente del bloque del Pro, Cristian Ritondo, a quien vinculó con un abogado, Marcelo D’Angelo. Este abogado formaba parte del equipo de Ritondo en el gobierno de María Eugenia Vidal, después de haber estado en el Ministerio de Seguridad al servicio del jefe de una banda ligada al narcotráfico, comandada por el fiscal Claudio Scapolan. Ritondo salió a aclarar que él no puede controlar lo que hace su amigo D’Angelo. A pesar de que fue funcionario suyo, no puede controlar que después de trabajar en el Ministerio de Justicia, salga a patrocinar como abogado a un fiscal que manejaba una banda de policías narcos.
En aquella manifestación, Arroyo Salgado nombra a otro personaje: Marcelo Rocchetti, jefe de Gabinete de Ritondo en el Ministerio de Seguridad de la provincia, jefe de Seguridad de la legislatura porteña cuando la manejaba Ritondo y mano derecha de Ritondo en todas las horas. Rochetti fue también abogado de barras bravas, sobre todo de Boca.
En aquella entrevista Arroyo señala a Rocchetti sin explicar muy bien por qué. Y habla de una recusación. La raíz es una denuncia contra un personaje que se llama Uriel Pérez Jaurena. Un jugador de futbol que se transformó en representante de jugadores de futbol, con un desarrollo patrimonial espectacular. A Pérez Jaurena se lo vincula con fondos misteriosos llegados desde México. Tiene autos de lujo, propiedades, pero cobra planes sociales. (Mucha gente de muchísimo dinero cobra planes sociales porque es lo que puede manejar en blanco, todo lo demás es negro).
Este representante es acusado en una causa que sigue adelante Arroyo Salgado con el fiscal Fernando Domínguez de la Justicia Federal de San Isidro. Rocchetti pidió recusar a Salgado por supuestos problemas personales con él. El abogado sostuvo en un escrito que Salgado una vez lo acusó de llevar mujeres a Nisman y que por eso quiere reemplarla. ¿Cómo es que alguien puede recusar a un juez porque es abogado de un imputado? El problema lo tiene que tener el imputado. Si no, sería facilísimo: uno se busca un abogado que tenga problemas con el juez y listo, se libero del juez. Normalmente, la jurisprudencia dice que las recusaciones son sólo por problemas entre el juez y las partes. De todos modos, Rocchetti la recusa y sostiene: “Lo que pasa en esta acusación que le hacen a mi cliente es que se inicia con un anónimo”, y sugiere que ese anónimo viene de la AFI de Macri. También, dice que la AFI está manejada por gente que viene del negocio del futbol. Está hablando de Gustavo Arribas. Alguien tendrá que averiguar si la AFI de Arribas, donde en su momento se trataba de espiar al padre de Messi, por ejemplo, era utilizada dentro de los negocios del futbol.
Seguimos encontrando cosas muy escabrosas dentro del mundo de la Inteligencia del gobierno anterior, ahora ligadas al mundo del futbol. Y dichas por alguien que es mano derecha de Ritondo, quien debería investigar las cuestiones de la AFI porque es miembro hoy de la bicameral de Seguimiento de los Organismos de Inteligencia en el Congreso. Sin ir al hecho de que Ritondo es directivo de Independiente. Futbol, Inteligencia y Política, opacidad por donde se la mire y una causa judicial.
Tuvo éxito Rocchetti. Reemplazaron a Arroyo Salgado y al fiscal Domínguez. Lo hizo el camarista de San Martín Alberto Lugones, consejero de la Magistratura. A propósito de Lugones, camarista federal de San Martín, -el lugar donde también beneficiaron al fiscal Claudio Scapolan- estuvo almorzando el jueves pasado en un privado de Happening de la Costanera con otros dos consejeros de la Magistratura: Diego Molea y Álvaro González, que es el nuevo representante del PRO de la Cámara de Diputados en el Consejo. Los tres comieron con un lobbista judicial de Santa Fe, de apellido Busaniche, y con el administrador de la Corte, Daniel Marchi. Pero sobre todo con una cantidad de jueces entre los que estaban Mariano Llorens, el juez de la causa Vialidad del tribunal oral Andrés Basso y estaba también Marcelo Bailaque, un juez al que mencionamos en su momento por Rosario, donde fue acusado por dos fiscales en el Consejo de la Magistratura de arrastrar los pies, demorar investigaciones sobre narcotráfico en la tierra de Los Monos.
Quiere decir que Bailaque comía con otros jueces, y con consejeros de la Magistratura que deberían eventualmente investigarlo. Eso no está para nada lindo.
Temas escabrosos, opacos, feos, del oficialismo en la Justicia y de la oposición en la Justicia. Miramos la nube y hay cosas donde la nube cambia, un detalle. La semana pasada hubo una actividad conjunta de dos grupos políticos, la juventud peronista de la Capital Federal liderada en partes iguales por Mariano Recalde, La Cámpora, y Juan Manuel Olmos, mano derecha de Alberto Fernández en el gabinete nacional. Del otro lado, la juventud radical, presidida por Agustín Rombolá, un hombre de Emiliano Yacobitti y Martín Lousteau. Una reunión para hablar en contra de la violencia política y de la radicalización del discurso del odio. Empieza a haber movimientos extraños que se corresponden con cierta radicalización que uno ve en el PRO, en el discurso de Macri y en el de Patricia Bullrich. Pareciera que empieza a haber radicales que se sienten descontentos, se quieren distanciar de esa posición y eso los lleva a algo impensable hace seis meses: acercarse nada menos que al kirchnerismo o al albertismo por ahora en la Capital Federal. Miramos la nube, tiene una forma, la miramos al rato y empieza a tener otra. Malestar social, disputas internas en las distintas coaliciones y encuentros y afinidades inesperadas.