La diputada del PP presenta su libro Políticamente indeseable, critica al feminismo y opina que Alberto Fernández es “un pelele” y Cristina Kirchner, “una líder despótica”
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Impacta por su belleza y más por su cabeza. Y por lo impetuosa que es. “Yo soy una mujer libre y liberal”, se define.
Cayetana Álvarez de Toledo vino a la Feria del Libro a presentar su libro Políticamente indeseable, una suerte de autobiografía y manifiesto político de más de 500 páginas, sumamente potente y desafiante. “Escribí este libro para reivindicar y legitimar la política”, apunta en la sala de bibliotecas del remozado Club Español, donde recibe a Hablemos de otra cosa, el programa que conduzco por LN+. Y agrega: “Me dediqué a luchar contra lo indeseable en la política hasta que me convirtieron en políticamente indeseable a mí”.
Es que la madrileña criada en Buenos Aires no se calla nada y va para adelante. Diputada del Partido Popular (PP), se hizo célebre por su ofensiva contra el separatismo catalán. Sus intervenciones legislativas son temibles y ya legendarias por lo agudas que suelen y por cómo luego se viralizan en las redes sociales. “En España si no eres ‘facha’ no eres nadie”, comenta divertida. Y prosigue: “No tiendo a tener miedo. Me puede mucho más la voluntad de defender el derecho democrático”.
Su combinación de sangres y profesiones la convirtieron en la dirigente política del momento en España. Ella misma se define así: “Fui apátrida hasta los 18 años, argentina hasta los 24, franco-argentina hasta los 32 y desde entonces soy técnicamente hispano-franco-argentina”. Eso de ser mujer del mundo, más que de un lugar específico, hizo que en el Northlands (donde cursó la primaria y se cruzó con Máxima Zorreguieta), en plena guerra de Malvinas la fastidiaran con el mote de “inglesita”, porque había vivido en Londres. En cambio, ya en su adultez, en una protesta de los separatistas catalanes en Barcelona, le gritaban “argentina” como insulto.
Es que Cayetana es una amalgama muy particular de historiadora, periodista y política. ¡Ah, y marquesa también!, título que heredó de su padre. “Ser marquesa -aclara- no te hace más ni menos que nadie”.
Por vía materna, es descendiente de los fundadores de Mar del Plata. Al cobijo de su madre, Patricia Peralta Ramos y de su pareja, el célebre artista plástico Rómulo Maccio, Cayetana creció entre el arte y la bohemia. Pero después quiso graduarse en la Universidad de Oxford como doctora en Historia. “Soy una mezcla identitaria de origen”, señala. Y saca su tarjeta de presentación: “Me he dedicado a combatir las ideas monolíticas. Hay que plantar cara siempre contra el nacionalismo, la xenofobia y el populismo”.
Tampoco se muestra concesiva hacia los medios. “El ecosistema mediático se ha fragmentado e implosionado. Los grandes medios tradicionales tienen que competir con las redes sociales y el populismo. Y algunos medios acaban haciendo negocio con el populismo porque da ‘clics’. Medios de comunicación de Cataluña fomentaban el nacionalismo porque daba audiencia”.
Álvarez de Toledo tiene en su haber una carrera brillante como articulista del diario El Mundo, de España. Cuando le anunció a su director, el gran Pedro J. Ramírez, que se iba del periodismo para hacer política, él le dijo con la intención de retenerla que “el periodismo es política sin responsabilidad”. Y ella se iba justo por eso. “Abandoné El Mundo -amplía- precisamente para evitar esa zona gris en la que el columnista se convierte en activista de una causa”.
Entre las patologías de prensa pone la lupa sobre dos: “la propia información se está viendo contaminada por la opinión” y “el off de récord está bien para hechos, pero para la opinión es infinito”.
Luego, como portavoz parlamentaria del PP en el Congreso, conoció también el otro lado del mostrador en materia informativa. “Políticos y periodistas se utilizan mutuamente y se dan de comer unos a otros sin el más mínimo pudor”, subraya. Y recuerda que “los medios tienen una responsabilidad en la defensa de la democracia”. Cuenta que el portavoz tiene la misión de ser “rompehielos y pararrayos” y argumenta que fue destituida de ese cargo porque intentó dar una batalla cultural e ideológica que Pablo Casado, entonces al frente del PP, no quiso dar porque tuvo miedo y después también él tuvo que irse.
Considera que las democracias modernas que supone el desafío de “vivir juntos los distintos” sufren un retroceso con los separatismos y antinomias que se vienen imponiendo en los últimos años y que tiende a segregarnos en tribus separadas: blancos contra indígenas; heterosexuales versus minorías sexuales; hombres contra mujeres; y así. Al decir de Cayetana, la creación de comunidades identitarias diferenciadas de la comunidad en general, con tendencia a presentarse belicosamente o en demanda constante contra el resto de la sociedad, mina la concordia democrática. “El camino a la civilización es el encuentro con otras tribus”, y no al revés, describe Cayetana lo que viene pasando. Alega que con el fracaso final del comunismo, tras la caída de Berlín, la estrategia para sembrar discordias en el seno de las sociedades ha sido esta.
Siempre al borde de ser cancelada por sus tajantes opiniones, Cayeta comparte una de sus máximas: “Reivindico mi derecho a ofender y a ser ofendida”. Y se define tajante: “La teoría de la cancelación está destruyendo la conversación pública y el problema ya no es solo la censura, sino también la autocensura”.
Seguidamente se mete con una de las “vacas sagradas” del debate actual. “El feminismo de segunda ola fue igualitario; el nuevo feminismo es victimista. En España, el hombre y la mujer no son iguales ante la ley. No existe una ideología machista que decida acabar con las mujeres”.
Durísima con la realidad política argentina, Cayetana opina que “Alberto Fernández es un pelele, un juguete en manos de Cristina Kirchner. Cristina quiere ser gobierno y oposición al mismo tiempo y es una líder despótica en potencia”. En cambio, define a Patricia Bullrich como “una gran líder política” y pone distancia de Javier Milei. “No me gusta su parte antipolítica”, justifica. Y reivindica el éxito electoral de Emmanuel Macron, reelecto en Francia, por tener “un discurso sin concesiones a la demagogia”.
Revela su “admiración rendida y absoluta por Mario Vargas Llosa”. Del premio nobel de literatura, que también ya participa de distintas actividades en la Feria del Libro opina que “Mario es un referente moral y políticamente para demócratas de cualquier sitio. Es un intelectual que baja a la arena”. Lo contrasta con otro tipo de intelectuales orgánicos que defienden causas ideológicas y no por los mejores motivos. Y agrega: “Los intelectuales deben abrazar las causas nobles y dignas”.
Le gusta ser intensa: “El apaciguamiento es creer que en un diálogo o en negociaciones, cediendo apaciguas a las fieras”.
Reconoce que “la vanidad del político es inevitable”, pero que su filosofía pasa por pensar que “en la vida subes y bajas; lo importante es el rumbo interior y saber cuáles son tus ideas”.
Hablemos de otra cosa se emite los sábados, a las 22, por LN+