En LN+, el periodista se refirió a la salida del conductor de C5N; “Su credibilidad y su rating habían bajado muchísimo”, apuntó
- 5 minutos de lectura'
La verdad de la milanesa es que a Víctor Hugo Morales lo echaron del canal de Cristina y Cristóbal López. Le sacaron tarjeta roja al relator del relato porque ya no metía goles. Tiraba afuera hasta los penales. Víctor Hugo Inmorales trató de disimular diciendo que la oferta que le hicieron no le daba “ninguna alegría” porque reducía mucho su participación. Pese a los eufemismos y gambetas al lenguaje hay algo cierto: la forma de echarlo fue hacerle una propuesta indigna. Solamente iba a aparecer en pantalla una vez por semana con un considerable recorte de sus millonarios honorarios.
Es una vieja táctica. Ofrecer una humillación para que el humillado monte en cólera y renuncie con un portazo. Y eso hizo Víctor Hugo. Violento y autoritario pegó un puñetazo en la mesa y una patada a la puerta antes de irse a los gritos. Su credibilidad y su rating habían bajado muchísimo. Por eso el canal no lo quería más. Se lo sacaron de encima.
Hoy en la radio de Víctor Santa María bajó sus decibeles, agachó la cabeza y dijo que estaba muy agradecido por los siete años que trabajó en C5N y que iba a seguir mirando sus programas. “Es la única oferta televisiva distinta. Todo lo demás es derecha, compromiso con el establishment”, eso dijo
Su histórica compañera, Cynthia García expresó su tristeza por la decisión con una comparación militante: “El país y el periodismo te necesitan. Sos como Cristina, no importa si querés o no querés, tu voz es importante”. Otro operativo clamor que por ahora no funcionó. Se confirma que los medios que tienen su interés en la búsqueda o la conservación del poder y en la impunidad de una condenada a seis años de cárcel por ladrona como Cristina, se agotan cuando los ciudadanos les bajan el pulgar.
Cristina tiene cada vez menos votos y cada vez más posibilidades de que le coloquen la tobillera electrónica para monitorear delincuentes. Eso hace que sus chupamedias pierdan muchos de los lugares que habían conseguido con obsecuencia.
No alcanza con repetir las falsedades y las bajadas de línea de Cristina y sus talibanes. A Víctor Hugo que se auto percibe como un revolucionario del micrófono, le costaba digerir los sapos de bancar al títere de Alberto y al ajustador de Sergio Massarasa.
El fanatismo y su falta de formación política llevaron varias veces a Víctor Hugo a superar todos los límites. Porque una cosa es acusar a medios y periodistas de gorilas, oligarcas, derechistas, y otra, muy distinta, es hacerlos responsables de los contagios y las muertes por el coronavirus. Y eso hizo durante la pandemia. Imperdonable. Sin que se le cayera la cara de vergüenza, Víctor Hugo denunció que “los medios persiguen a los Moyano y los quieren meter presos”. Defender a mafiosos se había transformado en una costumbre. Con su fanatismo de converso, el relator, se transformó en un emblema de la malversación de nuestro trabajo. Pasaron a ser alcahuetes y comisarios políticos.
Como yo trabajaba en Radio Continental con Fernando Bravo, pude ver de cerca la panquequeada brutal de Víctor Hugo. Me indignaba porque era capaz de humillar a humildes cronistas que estaban haciendo sus primeras armas en esta profesión por el solo hecho de trabajar en TN o en la querida Radio Mitre.
Multiplicó su fortuna con la pauta oficial del gobierno y con los programas que hacía desde localidades con intendentes cristinistas que le pagaban aparte y algunas veces, en negro. Evasor, me había salido el botija. Su chofer era el que facturaba.
Y en el 2018, su hijo Matías era productor de C5N en Estados Unidos y cobraba un sueldo sideral, superior al de los gerentes. Todos decían en el canal que era una manera de pagarle en negro y off shore al admirador de Fidel Castro.
Era demasiado mayordomo de los funcionarios y hasta sus propios compañeros del micrófono se asombraban cuando leía como si estuviera improvisando largas gacetillas que le enviaban desde el gobierno de Cristina.
¿Se entiende lo que digo? Decía como si fuera su propio pensamiento la bajada de línea que le mandaban las usinas oficialistas. Eso es una estafa al periodismo. En un delito de lesa profesionalidad.
Habla maravillas de Cuba como un guevarista pero tiene un departamento lujoso en Nueva York. Adora a Nicolás Maduro y el chavismo decadente pero viaja varias veces al año a Paris, Roma y Madrid. Suele llenarse la boca con los pobres y es un señor acaudalado como pocos.
Siente culpa por eso, pero sigue facturando. Está enamorado solamente de dos cosas: de su voz y de su chequera. Siempre dijo una cosa e hizo otra. La hipocresía está en su ADN. Con el tema de la dictadura batió todos los records.
En Uruguay jugaba al fútbol y cantaba tangos en los cuarteles donde tenían alojados a los presos políticos y en Argentina tuvo que pedirle perdón por carta a Estela de Carlotto por haber expresado sus simpatías por Videla y compañía.
Sin embargo ahora levanta el dedito acusador. En eso tiene muchas similitudes con Cristina. Ambos se hicieron millonarios y no levantaron un dedo durante el terrorismo de Estado.
Víctor Hugo, fue el relator del relato, el defensor mediático de todos los corruptos más corruptos, empezando por Amado Boudou y Ricardo Jaime y terminando por Lázaro Báez y su amada Cristina. Es el símbolo del periodismo de estado.