El periodista de LN+ analizó los 20 años del kirchnerismo en el poder y los catalogó de “romantizar la violencia y el choreo”
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Si hubiera un gobierno nacional me gustaría darles un cachetazo conceptual y decirles: “Son los narcos, estúpidos”. Si Alberto fuera un presidente responsable, me gustaría decirle que los saqueos son un síntoma de una enfermedad terminal que liquida a los países.
Si Cristina fuera una vicepresidenta que saliera de la clandestinidad en la que vive, me gustaría decirle que los patrones del mal se han apropiado de una parte del territorio argentino. Y que gracias a la complicidad y a la inutilidad de este cuarto gobierno kirchnerista, las bandas de delincuentes están desafiando a todo el sistema institucional. Porque ven un estado ausente y ellos se atreven a ocupar ese lugar. Porque ven un vacío de poder que fabrica impunidad y saben que pueden robar, matar o violar y no les va a pasar nada grave.
Porque en 20 años el kirchnerismo dinamitó la ley. Empoderó a los malandras de todo tipo. Romantizó la violencia y el choreo. Los Zaffaronis de la vida y los falsamente progres, fabricaron un Frankenstein que ahora se rebeló y se volvió contra ellos.
Son los narcos, estúpido. Es la etapa superior del crimen organizado. Rosario es un dolor que llevamos en el alma pero, lamentablemente, es un espejo que nos avisó lo que se venía en todos los conurbanos, sobre todo en la provincia de Buenos Aires.
Hay miles de jóvenes que no trabajan ni estudian y en los barrios más humildes, son los referentes de las barras bravas del fútbol, de los soldaditos de la droga y de los robos al voleo. Hoy puede ser una mochila de una nena que va al colegio, o desvalijar una carnicería y mañana pegarle un tiro en la cabeza a un colectivero o a un médico.
Algunos arrean gente a las marchas piqueteras y se llevan unos pesos extras. Andan armados, no se despegan de sus navajas, tienen la cabeza quemada por el paco y no le dan valor a su propia vida y en consecuencia no tienen problemas en quitarle la vida al prójimo porque sí, de puro quebrado que está su cerebro.
Salvo Patricia Bullrich, Cristian Ritondo y algún otro, nadie tomó la real dimensión de este drama que nos lleva a un infierno. Estos saqueos son apenas un entrenamiento para operativos de mayor magnitud. Están probando hasta donde pueden llegar. Si el Estado no les pone límites, ellos seguirán avanzando. Es la ley de la selva y ellos lo saben.
No son gratis 20 años de kirchnerismo. Destruyeron todos los valores del mérito, el esfuerzo y la cultura del trabajo. Multiplicaron pobres y los pretenden tener mansitos cobrando planes. Pero esa intoxicación también atraviesa gran parte de la justicia. Una justicia que les permite entrar y salir por la tristemente célebre puerta giratoria. Una radiografía brutal del estado ausente y del estado de desesperación de los argentinos que no aguantamos más los versos de una facción política llamada kirchnerismo a la que no le importa nada la inseguridad. Esa es la verdad.
Los saqueos y la alarmante inseguridad que estamos sufriendo los argentinos no es un fenómeno natural. No es una tormenta. No cae del cielo, ni surge de un virus que no conocemos. Los crímenes brutales y los robos cotidianos no nacieron de un repollo. Son una construcción del hombre o mejor dicho, son una destrucción del hombre. Por inútiles, vagos, cómplices o por simpatías ideológicas con los delincuentes, el estado es culpable de estas atrocidades y es responsable de no combatirlas como corresponde. Y cuando digo Estado, le pongo nombre y apellido. Porque hablo tanto de Sergio Berni y Axel Kicillof como del estado nacional con los Fernández, Aníbal, Cristina y Alberto.
Todos estos dirigentes, todavía creen en ese dogma apolillado de que el delito es producto de la explotación de la sociedad capitalista. Consideran que el ladrón o el asesino son víctimas y por eso los protegen y si caen presos, los liberan lo más rápido posible. A eso, estos caraduras le llaman, derechos humanos.
A las víctimas, ni justicia. Ese es el marco cultural y social donde todos estos marcianos se arrodillan ante el altar de Eugenio Zaffaroni que tiñó con sus teorías gran parte del pensamiento de abogados, fiscales y jueces. Así nos va. Nos va a costar años volver a la racionalidad punitiva, a los premios y los castigos.
Aníbal Fernández quedó grabado en la memoria colectiva cuando dijo que la inseguridad insoportable era una “sensación”. ¿Se acuerda? Y encima después dijo que el nuestro era solo un país de tránsito de la droga. Un visionario el hombre.
Alberto Fernández justificó plenamente la suelta de miles presos al comienzo de la pandemia. ¿Se acuerda? Fue una locura que no se multiplicó más gracias al freno que le puso la sociedad movilizada y caceroleando.
El kirchnerismo asocia todo el tiempo a la policía o a la gendarmería con la dictadura y la represión en una inflamación ideológica de un simplismo infantil y peligroso. No entienden o no quieren entender que esos uniformados hoy son los encargados de proteger a la sociedad honrada que trabaja, estudia, paga sus impuestos y cumple con la ley. Por lo tanto, a 40 años de finalizada la dictadura, es hora de que las fuerzas de seguridad sean respetadas, capacitadas, pertrechadas y reconocidas económicamente como corresponde.
Los policías que comenten delitos, manchan el uniforme y deben ser extirpados de la fuerza, por supuesto. Pero lo que se comportan con profesionalismo y transparencia ética, deben ser premiados. Debemos cuidar a los que nos cuidan. Darles respaldo político para que sean cada vez más profesionales. Ellos sembraron esa concepción reaccionaria y antipopular de la justicia que encima se autopercibe progresista. Estos delirantes dicen que el tema de la inseguridad es una bandera de los ricos y de la derecha? ¿Se acuerda cuando Cristina decía eso? Todos los días las madres de la pobreza sufren al ver como a sus hijos les roban la mochila, las zapatillas, les cobran peaje o los suman al narco menudeo.
Estoy absolutamente convencido que la seguridad democrática es un derecho humano. Vivir, trabajar y estudiar en paz y tranquilidad con nuestras familias y defender la vida, es un reclamo justo y profundamente democrático y republicano. Ojalá los funcionarios sepan escuchar. Gastan fortunas en darles internet más veloz a los presos en lugar de invertir en cloacas y agua potable en La Matanza, por ejemplo. Defienden los derechos humanos de los presos, pero no de las personas honestas que van a trabajar o a estudiar todos los días.
El orden y la paz social son valores universales. Entre todas las herencias malditas que va a dejar este cuarto gobierno kirchnerista están la inflación y la pobreza multiplicada. Pero la más grave es la inseguridad galopante. No tienen la menor intención de enfrentar a los delincuentes. Son cómplices. Y esa es una cuestión de vida o muerte.