El conductor de LN+ hizo un repaso por algunos de los momentos más relevantes del “operativo destituyente” de la Vice Presidenta en contra de Fernández
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El golpe de Cristina contra Alberto está en la última etapa, la del tiro del final. A esta altura, solo falta que la vice en persona le dé el empujón y lo arroje al abismo institucional. Hoy Cristina dijo que “se puede ser legal y legítimo de origen, pero no de gestión”. Fue al estilo de aquel sablazo de “que te pongan una banda y te den un bastón no es todo el poder”. ¿Se acuerda?
Pero algunos creen que el escenario adecuado para el cachetazo definitivo será el viernes en el Chaco cuando Cristina reciba una distinción de la universidad. Si eso ocurre, Cristina quedará en la historia como la primera vice golpista que voltea al Presidente que ella misma eligió por Twitter. Será recordada, además, como la primera mujer electa y reelecta presidenta, pese a ser la más corrupta y la que más daño le causó al país.
El operativo destituyente contra Alberto ya cumplió todas las etapas de hostigamiento. Empezó con “los funcionarios que no funcionan” y fue escalando en la ferocidad de los ataques y en el peso político de quien los disparó.
Fernanda Vallejos fue la que anticipó todo el proyecto antidemocrático. Nadie había sido tan brutal en sus latigazos contra el presidente de la Nación. Lo humilló por todos los costados. Mequetrefe, enfermo y okupa fue lo menos que le dijo.
Era la voz de Cristina que avisaba lo que se venía. El “killer” político es Andrés “El Cuervo” Larroque, comandante de La Cámpora, que es la guardia de hierro de Cristina. Larroque es el autor material y Cristina la autora intelectual. Hoy el cuervo le sacó los ojos a Alberto y siguió en la misma línea que marcó Fernanda Vallejos. “El gobierno es nuestro”, dijo y con eso despejó una incógnita: Cristina no está dispuesta a renunciar. No quiere ser comparada con Chacho Álvarez al que se lo tragó la tierra de la historia.
Cristina no se rinde ni retrocede. Avanza para llevarse puesto al intruso que ocupa el sillón de Rivadavia gracias a los votos de ella. Este es el corazón de la declaración de guerra de Larroque. Pero dijo cosas muy directas que dejan a Alberto Fernández colgado del pincel o al borde de la capitulación. Cristina quiere que se arrodille, que se rinda, que pida perdón y que expulse de inmediato a tres ministros: Martín Guzmán, Matías Kulfas y Claudio Moroni. Según la jefa del jefe del estado, ellos son los responsables de la derrota electoral catastrófica que sufrieron y están construyendo la paliza que van a recibir en las urnas en el 2023.
Quieren que escupa sangre. Le están dando como en bolsa. No hay opositor que le haya pegado tanto a Alberto como sus compañeros peronistas K. Larroque lo dijo sin pelos en la lengua. Y exigió que Alberto deje de hacer operaciones de desgaste contra Cristina.
Ya habían eyectado del gobierno a Juan Pablo Biondi con la misma acusación. El Cuervo, por orden de Cristina le tiró a Alberto una montaña de basura sobre su cabeza. Lo acusó de romper el contrato electoral, de adulterarlo, de no respetar la doctrina K, de forzar la ruptura de la coalición que hoy debería llamarse “Frente de todos contra todos” y de vender como un triunfo aquella hecatombe en las urnas donde perdieron cuatro millones de votos.
El integrante del estado mayor de La Cámpora se burló del “albertismo” porque dijo que no existe, que son un grupo de pillos que “bolsiquean” al Presidente y que Alberto no es generoso como fue Cristina con él, porque “pretenden aprovecharse de ese gesto magnánimo” de la reina. El nivel de alcahuetería y genuflexión de la tropa cristinista no tiene límites. Magnánimo significa nobleza y misericordia. Y de eso Cristina no tiene un gramo. Todo lo contrario. Sus antónimos son: ruin y miserable.
Pocos dirigentes políticos han demostrado tanta mezquindad y maltrato aún con sus propio militantes. La codicia por el poder y el dinero, la ira, la falta de amigos, son rasgos de la personalidad de Cristina. Pero las anteojeras ideológicas y la admiración por Cristina, no le permiten ver nada de esto a Larroque que le rinde pleitesía. Igual que Hebe de Bonafini que ayer dijo que quería trompear a Guzmán, pero básicamente que “Alberto patea para otro lado, que miente, que nunca se reunió con un pobre y que quiere una Cristina como presidenta vitalicia”.
Hoy es un día que será inolvidable para Alberto. Se defendió tímidamente en La Pampa, cuando dijo que “no es el dueño del Gobierno que no es de nadie, que es del pueblo”. Por un minuto dejó de flotar en su mala praxis administrativa. Larroque dijo los cuestionamientos son “ideológicos, filosóficos y morales pero también en términos prácticos.” Remató asegurando que Guzmán exhibe una “ortodoxia ineficaz” porque no consigue resultados en la baja de la inflación y que se arrodilló ante el Fondo Monetario.
Ya dijimos que si el abogado defensor de Alberto es Luis D’Elía, está en el horno. Es una de las personas con mayor imagen negativa, pero fue contra Máximo: “Te estas equivocando- le dijo –Es un disparate, están desestabilizando al Gobierno y haciéndole el juego a la derecha. Larroque tiene que callarse la boca y laburar”. Si están tan disconformes, que renuncien a los más de 5000 cargos que tienen en el estado, varios de ellos, jerárquicos.
Insisto con algo que ya le dije. Cristina y los integrantes del Cartel de los Pingüinos Millonarios le tienen rodeado el rancho a Alberto. O mejor dicho, La Casa Rosada. Falta que le digan, como en las películas: “Ríndete y tendrás un juicio justo”.
Sería tragicómico, si no fuera dramático para la inmensa mayoría de los argentinos que están sufriendo en carne propia la falta de gestión. La inflación de alimentos que es letal para los más pobres, la ausencia de futuro, la inseguridad con simpatías hacia los delincuentes está generando cada vez más desilusión entre quienes lo votaron y más bronca entre los opositores.
Estamos en tiempo de definiciones. Cristina va por todo y por ahora, nada ni nadie la detiene.