En LN+, el periodista analizó la actitud del gobierno argentino ante la situación del avión con iraníes y venezolanos que está retenido en Ezeiza
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El contraste entre la portavoz del Presidente y la embajada de Israel dejó a Gabriela Cerruti del lado del ridículo, lugar de donde nunca se vuelve. Cerruti tuvo la cara suficientemente dura para decir que “la novela del periodismo pasa de los límites razonables”.
La declaración formal de la representación diplomática israelí no se tomó en solfa todo lo que está pasando alrededor de ese misterioso avión. Emitió un duro y formal comunicado en el que expresó su preocupación y habló de tráfico de armas y de una empresa y una estructura que fomenta y practica el terrorismo y que fueron sancionados por Estados Unidos.
Seguramente Cerruti tendrá una opinión crítica sobre ambos países. Está clara su pertenencia a un gobierno que prefiere las relaciones carnales con Cuba, Venezuela, Rusia e Irán, cuatro de los países que más violan los derechos humanos en el mundo. Pero el más elemental sentido común, debería hacer reflexionar a la señora Cerruti y pensar que dos países de semejante poderío militar, económico y de inteligencia, no van a ocuparse de una novela periodística. Salvo que esa novela sea negra, de terror y esté basada en hechos absolutamente reales como los tres atentados perpetrados en este país.
Me refiero a los explosivos que hicieron volar los aires a la embajada de Israel y la Amia y del asesinato del fiscal Alberto Nisman, pocas horas antes de que concurriera al Congreso a acusar a Cristina de haber encubierto a los criminales que cometieron los anteriores ataques.
¿Es una novela inventada por periodistas o un país serio debería estar alerta y con la guardia levantada teniendo en cuenta estos crueles antecedentes? ¿Tan tontos son los periodistas que se juegan su credibilidad inventando una historia? ¿Tan ineficientes son los norteamericanos o los israelíes que son capaces de calificar de terrorista a la actividad que desarrollan los grupos Quds de la Guardia Islámica o a la empresa aérea que trasladaba pertrechos bélicos para Hezbollah?
Son temas muy delicados. Muy peligrosos. No es una pavada que la embajada de Israel haya dicho por escrito y con papel membretado que Irán está trabajando en consolidar bases en Sudamérica para ejecutar acciones terroristas.
Cerruti en su afán de apagar incendios con imprecisiones y falsedades, dijo que todo lo que hizo el gobierno argentino estuvo bien y la verdad, es que estuvo mal.
¿Puede explicar los motivos por los que un abogado kirchnerista, corrupto y condenado por coimero, es el abogado defensor de los tripulantes del avión?
¿Puede argumentar cómo fue posible que las empresas que venden combustible y Uruguay hayan actuado con una velocidad que no tuvo Argentina?
¿Dónde está la coincidencia entre el flamante jefe de los espías, Agustín Rossi y el escrito que hicieron trascender los venezolanos del avión? Tomaron la idea de Rossi y aseguran que estaban aprendiendo a volar semejante aparato, una excusa que no se sostiene un minuto.
La periodista Natasha Niebieskikwiat escribió que cinco de esos muchachos son experimentados militares. ¿Estaban haciendo una changuita trasladando autopiezas o cobran horas extras para aprender a volar el Boeing?
Los periodistas más serios que investigan aseguran que “se afirma la hipótesis del espionaje”. Y los cristinistas más feroces, Luis D’Elía y Rodolfo Tailhade, salieron a colocarse como escudos de los pasajeros que van y vienen de Ciudad del Este, la triple frontera, Caracas, Rusia y Teherán.
El gobierno es tan trucho que no se ponen de acuerdo ni para mentir. Otra funcionaria habló de una urgencia humanitaria y no de los profesores de aviación.
Elisa Trotta, representante de Juan Guaidó y la Asamblea Nacional de Venezuela no anduvo con vueltas. Dijo claramente: Cerruti miente. Ambas empresas aéreas tienen sanciones de Estados Unidos. Y “durante el gobierno de Alberto Fernández en tres ocasiones el Departamento del Tesoro reiteró las sanciones contra la aerolínea iraní.”.
No se pueden banalizar las relaciones con organizaciones terroristas ni con los países que la protegen y las financian. Hay un riesgo para personas y organismos con sede en la Argentina. El gobierno debe garantizar la seguridad para todos los que habitan el suelo patrio. No es gratis andar por el mundo del brazo y por la calle con (Nicolás) Maduro, (Vladimir) Putin, (Miguel) Díaz Canel, Daniel Ortega o las autoridades de Irán.
No es bueno para ningún ciudadano decente que el gobierno de los Fernández nos haya colocado del lado del eje del mal. Repito que este concepto sirve para cualquier dictadura y tiranía. De las que simpatizan con Fidel Castro o con Jorge Rafael Videla. No es bueno quedar pegados a los chavistas, estalinistas o fundamentalistas mesiánicos. Mientras más lejos de esa basura, mejor.
La democracia republicana, la defensa de la paz y la convivencia y el repudio a los criminales, torturadores y censuradores es el camino. De lo contrario, entraremos en un túnel que tiene como final un precipicio institucional. Se lo dije hace poco: los que se acuestan con dictadores amanecen ensangrentados. Se lo dije y lo repito. Y eso no es ninguna novela.