En LN+, el periodista recordó el horror del ataque contra el edificio de la mutual judía; la historia detrás que involucra al actor
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Seguramente usted conoce al actor Martín Seefeld. Se destacó en varias producciones pero, la más popular fue su participación en Los Simuladores, una de las obras maestras de Damián Szifrón.
Seguramente usted no conoce demasiado la historia desgarradora que une a Martín con el atentado terrorista contra la AMIA. El 17 de julio de 1994, Martín y su mejor amigo de la vida se juntaron como tantos amigos a ver la final del mundial de fútbol. Comieron pizza sentados en el suelo frente a la tele y compartieron el agónico triunfo por penales de Brasil ante la selección de Italia. Después se quedaron charlando y compartiendo tantas risas como anécdotas. En un momento, Fabián Schalit le dio un beso intenso y prolongado a su amigo Martín. Se habían hecho las dos de la mañana del fatídico 18 de julio. Fue un beso en la mejilla que le generó cierta incomodidad a Martín Seefeld. Pensó: “Epa, le pintó a Fabián, algo que yo no conocía”. Y se puso a reír. Y todo quedó ahí porque Fabián se fue a su casa. Dos horas después, a las 4 de la mañana, falleció el abuelo de Fabián. Casi sin dormir, a las 9 y pico de la mañana, Fabián y su hermano Pablo fueron al edificio de la AMIA a hacer los trámites para enterrar a su zeide en el cementerio judío de La Tablada.
A las 9:53 minutos, la sede de la mutual voló literalmente por los aires. Se produjo el atentado terrorista más grave y con mayor cantidad de muertos de la historia argentina.
La novia de Fabián entre llantos y gritos se comunicó con Martín Seefeld y repetía como enloquecida: “Fabián, Fabián estaba en la AMIA”. Martín entendió todo de golpe. Se le heló la sangre. Corrió a la calle Pasteur 633 y con otros amigos como Samy, se sumaron a la cadena humana que fue sacando los escombros. Piedra por piedra para tratar de rescatar a los sobrevivientes. Pero en muchos casos aparecían cadáveres mutilados por los 300 kilos de amonal que tenía el explosivo asesino.
Martín estuvo una semana levantando los restos del edificio tratando de encontrar a su amigo del alma y a su hermano Pablo. Dormía de a ratos en la vereda y seguía sacando ladrillos y mampostería hasta que, finalmente apareció el cuerpo. Sintió un agujero negro en el alma. Un luto infinito. Comprobó que David Schalit en menos de 12 horas había perdido a su padre y a sus dos hijos, Fabián y Pablo. David no pudo aguantar semejante explosión en su corazón, fue dejando la hilandería que había fundado y más temprano que tarde, también falleció.
Un tiempo después, Martín Seefeld tuvo que detener su auto en la Avenida Libertador porque no podía parar de llorar. Le cayó la ficha, comprendió que aquel beso incómodo que le había dado su amigo Fabián era una despedida eterna.
No debemos permitir que la impunidad gane la batalla que viene ganando hace 29 años. No debemos permitir que muera la memoria del criminal atentado a la AMIA. Ante la ausencia de justicia, decimos presente. Hoy y siempre.
Honramos a las 85 víctimas y sumamos al fiscal Alberto Nisman con el número 86 a esa lista de dolor y desgarro.
Hace 29 años que el estado mira para otro lado. Y este gobierno hipócrita que tiene un presidente que no preside. Alberto, pasó de condenar con dureza a Cristina por haber sido la instigadora del tenebroso pacto de encubrimiento con Irán, a decir livianamente que “fue un intento de destrabar y encontrar una solución”. Es difícil encontrar en la historia reciente, un giro de 180 grados semejante. En un instante, ese pacto espurio que encubrió a los terroristas de estado que volaron la AMIA, pasó de ser la evidencia de un delito, al intento de encontrar una solución. ¿Es posible devaluar tanto la palabra en público, en forma impúdica?
Todo esto que le cuento no se trata de declaraciones en voz baja, en el off the record. Todo fue público y se puede leer y escuchar. Primero en aquella columna que Fernández publicó en La Nación el 16 de febrero de 2015.
En esa reflexión tranquila que todos tenemos al escribir, Alberto planteó que: “El acuerdo es la prueba del encubrimiento. Ella (por Cristina) sabe que ha mentido y que el memorando firmado con Irán solo busco encubrir a los acusados. Nada hay que probar. ¿Para que pactaron ambos gobiernos notificar a Interpol lo acordado, si no era para levantar los pedidos de captura librados? En TN, frente al colega Nelson Castro, el actual presidente dijo: “El encubrimiento ya existe, es el tratado. El pacto, es la consumación del encubrimiento. Cristina y Timerman, son los ideólogos y los impulsores. En términos penales, Cristina es la instigadora y el canciller el autor directo”.
Cinismo e hipocresía en estado puro. “Cinismo e hipocresía”. Cinismo, dice la Real Academia es aquel que miente con descaro, impudicia o deshonestidad.
Hipócrita es aquel que finge una cualidad, sentimiento, virtud o una opinión que no tiene.
El nefasto pacto con Irán no fue una ingenuidad – como Cristina dice en su libro- , fue una puñalada por la espalda a las 85 víctimas y a toda la sociedad argentina. Con el terrorismo no se pacta.
Para buscar la verdad, hay que apoyar el juicio en ausencia de los criminales y reclamar que se combata el financiamiento de Hezbollah en la Triple Frontera.
Las vergonzosas idas y vueltas de Alberto también tuvieron su expresión en el caso de la dictadura venezolana que es la cabecera de playa de Irán en la región. Desde Teherán le envían petróleo y dinero para sostener ese régimen que se cae de Maduro. Hoy, en la Venezuela chavista están haciendo ejercicios militares con drones artillados de última generación en forma conjunta Irán y Rusia.
Del terrorismo de estado que dinamitó la AMIA se sabe todo o casi todo .Pero no pasa nada o casi nada.
No hay un solo responsable preso. Tan macabro como el viraje traidor y oportunista de Alberto. Escribió lo siguiente: “Sólo un necio diría que el encubrimiento presidencial a los iraníes no está probado.”
¿Escuchó? Le repito: Alberto escribió que “Sólo un necio diría que el encubrimiento presidencial a los iraníes no está probado”.
Elevo una humilde plegaria cívica. Para que las velas alumbren la oscuridad del crimen de lesa humanidad, de los países que fomentan el terrorismo, de la conexión local, del encubrimiento de estado. Para que nunca más. Para que solo pidamos la muerte de la muerte para toda la vida. Para que no haya que llevar luto otros 29 años. Hasta que cierren las heridas que todavía están abiertas. Hasta que se cierren las tumbas. Hasta que se abra la verdad.